Auguste Comte ✆ Louis Jules Etex |
Ariel Mayo
Es conveniente empezar por el final. Al concluir el
capítulo, Zeitlin define así a la obra de Comte: “Toda la doctrina positiva de este pensador es ideológica, en el más
estricto sentido del término, y la ciencia nunca logra mucha autonomía en su
sistema doctrinario y totalitario. (...) A pesar del homenaje verbal que rinde
a la ciencia, prácticamente cada una de sus observaciones se basa no en la
experiencia y la observación, sino en valores y sentimientos, y primordialmente
en los valores, sentimientos e intereses de la burguesía. No vio, o no quiso
ver, que los principios de organización que enunció - sus a priori - estaban
enraizados en un contexto sociohistórico específico.” (p. 94).
Para una adecuada comprensión de la obra de Auguste Comte
(1798-1857) es preciso tener en cuenta que ella constituyó una respuesta a la Filosofía
de la Ilustración y, por ende, a la Revolución Francesa de 1789. Desde el punto
de vista comteano, la Ilustración era
una filosofía negativa, en el sentido de que los iluministas se dedicaban a
criticar el estado de cosas existentes, a negarlo con las armas de la crítica.
Por tanto, “debían desacreditarse y
repudiarse los principios críticos y destructivos de la filosofía negativa,
para poder reemplazarlos por los principios afirmativos y constructivos de la
filosofía positiva.” (p. 85). El término positivo constituía la negación
filosófica de la destrucción (lo negativo) revolucionaria.
Comte consideraba que su época estaba signada por la “anarquía social” y que ésta sólo podría ser evitada mediante la aplicación de la física social al estudio de la sociedad. Comte justificaba la necesidad de esa nueva ciencia aduciendo que la anarquía social era el producto de la anarquía intelectual, la cual era generada, a su vez, por la decadencia de la filosofía teológica y por el escaso desarrollo de la filosofía positiva. En ese panorama, predominaba la filosofía negativa, con su incesante crítica de todo orden existente. (p. 86).
⦗El orden es la preservación de la estructura de
distribución del poder existente, la conservación de las normas y costumbres
funcionales a ese orden, el mantenimiento de la jerarquía social existente. El
progreso es identificado con el desarrollo científico y tecnológico. El estadio
teológico (predominio de la religión) se caracterizó por la vigencia del orden.
El estadio positivo, en cambio, tiene por rasgo principal el progreso.⦘
El principio del orden y el del progreso encarnaban en
partidos y clases sociales distintas. Los conservadores bregaban por la restauración
del feudalismo; los “anárquicos”, por la plena vigencia del Iluminismo. (p.
86).
Los conservadores (Comte tenía en mente a autores como
Bonald, Maistre, etc.) querían lisa y llanamente la vuelta al Ancien Régime, sin comprender que éste
se había desintegrado por la acción de la ciencia y la industria. La
restauración del feudalismo era imposible porque seguirían operando las mismas
fuerzas desintegradoras. (p. 86-87).
La acción de los pensadores del Iluminismo fue necesaria,
pues contribuyó a erosionar los fundamentos intelectuales del orden teológico,
permitiendo de ese modo el desarrollo del progreso. Pero en el siglo XIX la
filosofía negativa era un impedimento a la unificación del orden y el progreso.
Había que emprender la tarea de demostrar que los principios del Iluminismo ya
no eran útiles para la consolidación de un orden positivo. Entre estos
principios se encontraban la libertad de
conciencia, la igualdad, la soberanía del pueblo. (p. 87). Comte
sostenía que la reorganización de la sociedad requería de la unidad y la
unanimidad, de modo que no podía permitirse la libertad de conciencia ni la
crítica permanente de los fundamentos de la sociedad. (p. 87).
“Debe lograrse de alguna manera (...) una síntesis de las ideas opuestas de orden y progreso, porque solo mediante la unión y armonía intelectuales puede restaurarse la armonía social.” (p. 86). “La crisis social se mantendrá mientras las dos doctrinas antagónicas - la teológica y la metafísica - prevalezcan. No es posible ningún orden hasta tanto ambas no sean superadas por la etapa positiva, que será más orgánica que la teológica y más progresista que la metafísica.” (p. 88).
Comte consideraba que la causa de los problemas sociales
debía buscarse en las ideas y las costumbres, no en las instituciones
económicas y políticas existentes. (p. 89).
“El quid es, pues, no entrometerse en las instituciones existentes o cambiarlas, sino realizar una reorganización moral, eufemismo para indicar la aceptación por parte de las clases inferiores de su condición social. No habrá orden ni progreso mientras los hombres no reconozcan que su sufrimiento es “de naturaleza moral”, no física.” (p. 89).
El advenimiento de la filosofía positiva (Págs. 89-91)
La escuela conservadora condenaba a la época moderna en su
totalidad; la escuela metafísica hacía lo mismo con los períodos anteriores a
la Revolución de 1789. La superioridad de la filosofía positiva residía en que
era la única que concebía a la época actual como el resultado de una evolución,
en la que la etapa teológica y la etapa metafísica eran fases necesarias. (p.
89).
El objetivo de la instauración de la filosofía positiva era
político: “evitar la revolución y lograr que la multitud se resignara a las
condiciones del orden existente.” (p. 89).
Comte explica así el papel de la filosofía positiva:
“El espíritu positivo tiende a consolidar el orden mediante la elaboración racional de una sabia resignación ante los males políticos incurables (...) Una verdadera resignación - esto es, una disposición permanente a soportar con firmeza y sin esperanza de compensación todos los males inevitables - sólo puede provenir de una profunda comprensión del vínculo existente entre todos los tipos de fenómenos naturales y leyes invariables. Si hay males políticos (y no dudo de que los hay) que, como en el caso de algunas dolencias personales, la ciencia no puede remediar, ella al menos nos demuestra que son incurables, con lo cual calma nuestro desasosiego bajo el dolor, inculcándonos la convicción de que son irremediables en virtud de leyes naturales.” (p. 90) (1)
La élite científica es la encargada de ar la última palabra
sobre las cuestiones políticas. De este modo, se evitaba la participación de
las masas en la toma de decisiones, garantizando así el cierre de la etapa
revolucionaria. (p. 90-91).
El método positivo y su aplicación a los fenómenos sociales (p. 91-94)
El método positivo tiene por característica principal la
subordinación de la imaginación a la observación, de la razón a los “hechos”.
(p. 91). Su objetivo es poder establecer una predicción certera, que facilitará
el control social. (p. 91).
El orden es el aspecto estático de la sociedad: “se refiere a la armonía que prevalece entre
las diversas condiciones de la existencia” (p. 91). El progreso es el
aspecto dinámico de la sociedad, “apunta al desarrollo ordenado de la sociedad,
de acuerdo con leyes sociales naturales” (p. 91).
La sociedad debe concebirse como un todo orgánico. “Por lo
tanto, ni siquiera con propósitos analíticos han de contemplarse separadamente
los elementos sociales, como si tuvieran una existencia independiente. Todas
las partes del sistema constituyen un todo armonioso, el cual, por definición,
carece de elementos conflictivos, contradictorios y antagónicos.” (p. 92).
El progreso es el resultado de una tendencia natural, que no
precisa de ninguna acción política especial dirigida al cambio. “La dinámica social es el estudio de los
patrones de progreso evolutivo en el que las sucesivas etapas de desarrollo son
necesarias e inevitables.” (p. 92). No se pueden saltar etapas, ni
modificar el orden de las mismas. Toda la humanidad debe pasar por las tres
etapas de desarrollo (teológica, metafísica, positiva).
Comte destacó la importancia de las técnicas de observación,
experimentación y comparación. (p. 92). Respecto a la observación, señaló que “es imposible sin la teoría, primero para
dirigirla y luego para interpretar lo observado. Los hechos no pueden hablar
por sí mismos (...) los hechos deben vincularse con las leyes del desarrollo
social, al menos mediante una hipótesis de ensayo.” (p. 92-93).
Para finalizar, una “perla” que pinta de cuerpo entero a
nuestro autor. Comte considera que “la
subordinación de la mujer es natural y se mantendrá en la “nueva” sociedad: el sexo femenino se halla en un estado de
infancia perpetua.” (p. 93).
Nota
bibliográfica: Redacté esta ficha en base a la exposición de la teoría
de Comte formulada por Irving Zeitlin. Utilicé la traducción española de Néstor
A. Míguez: Zeitlin, Irving M. (1997). Ideología
y teoría sociológica. Buenos Aires: Amorrortu. El autor dedica a Comte el
capítulo 7 de la obra (pp. 85-94).
Otras notas
(1) Zeitlin cita a Comte en la versión inglesa: Comte,
Auguste. (1893). The Positive Philosophy.
London: Kegan Paul. La cita de marras se encuentra en las págs. 37-38.
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