Higinio Polo | Antón Pávlovich Chejov sólo vivió cuarenta y
cuatro años, por una tuberculosis que lo llevó a la tumba, pero nos ha dejado
delicadas estampas de la Rusia de su tiempo, desgarradores relatos sobre la
ferocidad de su siglo, piezas teatrales conmovedoras y una comprensiva mirada
sobre la gente que intentaba vivir bajo un imperio extenuado y unas décadas sin
apelación, intentando capturar la vida que, según él, autores como Ibsen
desconocían. Su abuelo fue un mujik que
había comprado su propia libertad, y Chéjov nació y creció en Taganrog, en el
mar de Azov, como Sedov, el explorador ruso del Ártico. A Antón Pávlovich le
gustaba caminar por las praderas que habían recorrido los escitas, tierras
llenas de hierbas olorosas, ruda, ajenjo y vendaval; descansar en los trigales,
soñar el mundo subido a alguno de los carros de bueyes que utilizaban los
campesinos, y navegar por las aguas perdidas del Azov. Era un hombre paciente,
aunque poco inclinado a la veneración acrítica del pueblo ruso, a las austeras
ideas tolstoianas; por eso, escribió: “algo me dice que hay más amor a la
humanidad en la energía eléctrica y la máquina de vapor que en la castidad y la
negativa a comer carne”. Hasta 1879 no se trasladó a Moscú. Era un joven de
diecinueve años que empezaba a estudiar medicina, y que, después, comenzó a
escribir relatos para ganar algunos rublos.
“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell
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4/9/15
Antón Chéjov en la isla de Sajalín
► Sajalín es una larga isla rusa
de mil kilómetros situada al norte del Japón, mayor que Bélgica y Holanda
juntas, con más de tres mil kilómetros de costas
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15/2/14
Anton Chéjov un genio por contrato
Anton Chéjov ✆ Natalia Mijáilenko |
Y sí, El jardín de los
cerezos fue publicado también por Marx, pero es que las colecciones de
teatro quedaban fuera de la potestad del editor. De hecho, no fue casualidad
que más de la mitad de las obras teatrales de Chéjov, El jardín de los
cerezos, Las tres hermanas y otras diez composiciones cortas— se
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Yan Shenkman
29/3/13
Anton Chejov / El arte de la evasión en puntas de pie
Anton Chejov ✆ Fernando Vicente |
Cuando Chejov llegaba a su casa de campo en Melikhovo,
ochenta kilómetros al sur de Moscú, hacía izar una bandera para que los
campesinos de la zona supieran que estaba. Había comprado esa casa, donde tenía
viviendo a toda su familia, con el dinero que ganó como escritor, pero había
empezado a escribir sólo para pagarse la carrera de médico (de hecho, firmaba
con seudónimo esas “bagatelas”, para no arruinarse el nombre). Cuando triunfó,
casi sin proponérselo, y sin creerse nunca del todo su calidad como escritor, a
los únicos pacientes que atendía los atendía gratis, a la hora en que le
golpearan la puerta. Una noche, tarde, estaba en Melikhovo sentado frente al
fuego con amigos cuando lo mandaron llamar de afuera. Se demoró en volver y cuando
le preguntaron el motivo de la tardanza dijo secamente: “Era una consulta”.
¿Tan tarde? ¿Alguien conocido? Chejov contestó, mirando al fuego: “Era una
campesina. No la había visto en mi vida. Necesitaba láudano”. No se lo habría
dado sin más, dijeron sus amigos.
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