|
Bertolt Brecht ✆ Rudolf Schlichter |
Michael Billington | Otra
vez este hombre: Bertolt Brecht. Una de sus primeras obras, En la jungla de las
ciudades, se ha repuesto en el Teatro Arcola de Londres, y a finales de este
mes vuelve al West End londinense [el distrito teatral por excelencia], con el
paso de la producción de Jonathan Church en el Chichester de El resistible
ascenso de Arturo Ui al Duchess. Se trata de una producción que cosechó
grandes alabanzas cuando se estrenó el año pasado, en particular por el cómico
demonismo de la interpretación de Henry Goodman como epónimo estafador de
Chicago que ofrece una metáfora de Adolf Hitler. Pero, pese a toda su
deslumbrante energía, sospecho que la producción reavivará todas las viejas
discusiones sobre el prestigio de Brecht hoy. ¿Todavía constituye una fuerza
irresistible o es simplemente un capítulo en la historia del teatro cuya
reputación ha decaído con el derrumbe del comunismo de Europa del Este?
Al sopesar los pros y contras, hay que empezar con un hecho
básico: lo mismo como dramaturgo en activo que como teórico visionario, Brecht
cambió la faz del teatro moderno. Por hablar sólo de Gran Bretaña, yo
sostendría que la histórica visita a Londres del Berliner Ensemble de Brecht en
1956 hizo más que cualquier otro acontecimiento por si solo – más que el
estreno de Esperando a Godot un año antes – por sacudirnos nuestra arraigada
complacencia. La sobria estética de Brecht tuvo una profunda influencia en la
English Stage Company recién creada en el Royal Court Theatre, y la comprensión
de lo que podría llegar a hacer una