Demian Paredes | Ante
el deceso de Günter Grass (escultor, poeta, ensayista, dibujante, dramaturgo,
narrador) el pasado 13 de abril, la “excusa” es buena –ya que la noticia mala–
para (re)visitarlo o conocerlo. Sólido escritor, novelista de peso, ganador de
los premios Nobel de literatura y Príncipe de Asturias de las Letras,
autonominado “discípulo” de Alfred Döblin, con más de 30 títulos publicados,
Grass es parte de la gran literatura europea del siglo XX que integran otros
grandes como Hermann Hesse, Thomas Mann, Hermann Broch y Thomas Bernhard.
Surgido de las cruentas experiencias del nazismo y la Segunda Guerra Mundial,
nacido en 1927 (en Danzig, actual Gdansk), Grass enfrentó nada menos que
aquella famosa sentencia de Theodor Adorno, dura, pesimista, que hablaba de la
imposibilidad de la poesía tras la inmensa muerte, producida a gran escala, industrialmente,
perpetrada en Auschwitz y el sistema de campos.
“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell
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22/4/15
Günter Grass, el dolor que emana la Historia
► Algunas notas y reflexiones sobre la vida y obra del
autor, entre decenas de títulos, de la renombrada novela ‘El tambor de
hojalata’
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