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Esta tendría que ser una negociación sobre objetivos de
superávit primario y, luego, sobre una reducción de la deuda que eliminara la
perspectiva de interminables crisis futuras. Y el gobierno griego ha aceptado
lo que en realidad son objetivos de superávit bastante altos, habida cuenta
especialmente de que el presupuesto se hallaría ya en una situación de enorme
superávit primario si la economía no estuviera deprimida. Pero los
acreedores mantienen su rechazo a las propuestas de Grecia aduciendo que se basan
demasiado en impuestos y demasiado poco en recortes de gastos. De modo que
estamos todavía por la labor de dictarles la política interior.