Omar Montilla
En lugar de andar conspirando, derramando odio, mintiendo aviesamente, los curas y obispos escuálidos de Venezuela deberían hacer lo que por misión tienen: difundir la palabra del Señor, el Cristo, el Salvador. Deberían reunirse, patrocinar foros, conferencias, debates en las iglesias, en las escuelas, en la televisión y no seguir jugando a la desestabilización del país, de su gobierno; y sobretodo, dejar en paz para que pueda gobernar al presidente Chávez.
Ciertamente La Biblia da para todo y para todos. Allí se encuentra lo que se quiera buscar: rasgos de historia, buena literatura, lecciones de geografía, temas religiosos, y sobretodo, poesía, mucha poesía. Se encuentra en Internet en diversas formas: como audiobiblia, "on line", versión Reina Valera, católica, libro de los Salmos, etc.
Pero me quiero referir concretamente a El Cantar de los Cantares, que es un libro sagrado. Algunos afirman que lo es a causa de su antigüedad y de su belleza formal; pero yo creo –con toda humildad- que su carácter sacro le es dado por el tema que trata: el amor. No el ideal, sino el físico, el carnal, el que no tiene nada de obsceno, sino todo lo contrario, por lo sublime (Drae: Excelso, eminente, de elevación extraordinaria. […] Se dice especialmente de las concepciones mentales y de las producciones literarias y artísticas o de lo que en ellas tiene por caracteres distintivos grandeza y sencillez admirables). En otras culturas y civilizaciones hay demostraciones mucho más evidentes y descriptivas del amor físico como el Kama Sutra.
Por supuesto que no voy a hacer una exégesis de la Biblia –tema que no tengo reservado para mis incursiones literarias-, porque el objetivo de mis crónicas es fundamentalmente pedagógico. Por ello, invito a todos los compatriotas a leer la Biblia empezando por las cosas más agradables y sencillas, como son los temas a los que se refiere El Cantar de los Cantares, y de seguro encontrarán motivos para seguir interesándose en otros asuntos. Mención especial merece el protagonista de esta historia, atribuida al rey Salomón, cuya historia tan novelesca merece la pena leer.
Con tal fin, y sin limitarme a una traducción en específico, he tomado notas de aquí y de allá y las he resumido en tres bloques, para demostrar que el amor es un tema tan sagrado como la Eucaristía [1] y su celebración que es la Misa; la Anunciación [2], la Transfiguración [3] o el Corpus Christi, que es una festividad tan nuestra que es parte del folklore nacional en las celebraciones de los Diablos Danzantes de Yare y de los demás diablos de Venezuela.
Seguidamente encontrarán, sin desperdicio alguno, algunas muestras de lo que es el libro sagrado al que me estoy refiriendo, y que generalmente lo tienen bien escondido, por razones eminentemente perversas y malsanas. La mejor receta para combatir el “stress” que provocan los medios de comunicación entre algunos de nuestros compatriotas, sería la de acudir a la Biblia: “Escuálidas y chavistas: amaos los unos a los otros”
Las formas del cuerpo y de sus miembros: “Su cuerpo, como claro marfil cubierto de zafiros. Sus piernas, como columnas de mármol fundadas sobre basas de oro fino”
Toda tú eres hermosa, amiga mía, no hay defecto alguno en ti.
Tus dientes blancos y bien unidos como hatos de ovejas trasquiladas, acabadas de lavar, todas con dobles crías, sin que haya entre ellas una estéril.
Como cinta de escarlata tus labios, dulce tu hablar y sonoro. Como cacho o roja corteza de granada, tales son tus mejillas, además de lo que dentro de ellas se oculta.
Tu cuello es recto y airoso como la torre de David, ceñida de baluartes, de la cual cuelgan mil escudos, arneses de los valientes.
Tus dos pechos son como dos gamos mellizos, que están paciendo entre blancas azucenas.
Tú heriste mi corazón, ¡oh! hermana mía, esposa amada, heriste mi corazón con una sola mirada tuya, con una trenza de tu cuello.
Son tus labios, ¡Oh! esposa mía, un panal que destila miel; miel y leche tienes debajo de la lengua; y es el olor de tus vestidos como olor de suavísimo incienso.
Me levanté luego para abrir a mi amado, destilando mirra mis manos, y estando llenos de mirra selectísima mis dedos.
Como dos cervatillos mellizos son tus dos pechos.
¡Oh! hermosa Princesa, y con qué gracia andan esos tus pies colocados en tan rico calzado! La juntura de tus muslos son como goznes, o charnelas, labrados de mano maestra.
Las delicias de las frutas, de las flores y de los perfumes: “… a nuestras puertas hay toda suerte de dulces frutas”
Mientras estaba el rey recostado en su asiento, mi nardo precioso difundió su fragancia.
Manojito de mirra es para mí el amado mío: entre mis pechos quedará.
Como el manzano entre árboles silvestres y estériles, así es mi amado entre los hijos de los hombres. Me senté a la sombra del que tanto había yo deseado, y su fruto es muy dulce al paladar mío.
¡Ea! confortadme con flores aromáticas fortalecedme con olorosas manzanas, porque desfallezco de amor.
Hasta el caer del día, y el declinar de las sombras. Subiré a buscarte al monte de la mirra y al collado del incienso.
Tus renuevos, o plantas de ese huerto, forman un vergel delicioso de granados, con frutos dulces como de manzanos: son cipros como nardos, nardo y azafrán, caña aromática, y cinamomo, con todos los árboles odoríferos del Líbano; la mirra y el áloe con todos los aromas más exquisitos.
Retírate, ¡oh Aquilón, y ven tú, oh viento Austro!, a soplar en todo mi huerto, y espárzanse sus aromas por todo el mundo.
Venga, pues, mi amado a su huerto y coma del fruto de sus manzanos. Esposo: […] cogido he ya la mirra con mis aromas; y he comido el panal con la miel; bebido he vino con mi leche. […]
Es ese tu seno cual taza hecha a torno, que nunca está exhausta de preciosos licores. Tu vientre como montoncito de trigo, cercado de azucenas.
Las formas del amor, el vino y los licores: “¡Oh, si él me besara con besos de su boca! Porque mejores son tus amores que el vino!”.
Me introdujo en la pieza en que tiene el vino más exquisito, y me ordenó amarlo.
Cuán bellos son tus amores, hermana mía esposa!; más agradables son que el vino exquisito; y la fragancia de tus perfumes o vestidos excede a todos los aromas.
Huerto cerrado eres, hermana mía esposa, huerto cerrado, fuente sellada.
Qué hermosa eres, amiga mía, qué hermosa eres! Como de paloma, así son vivos y brillantes tus ojos, además de lo que dentro se oculta. Tus cabellos dorados y finos, como el pelo de los rebaños de cabras que vienen del monte Galaad.
Tú, la fuente de los huertos, el pozo de aguas vivas, que bajan con ímpetu del monte Líbano.
Dormía yo, y estaba mi corazón velando; y he aquí la voz de mi amado, que llama, y dice: Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, mi inmaculada y purísima: porque está llena de rocío mi cabeza, y del relente de la noche mis cabellos.
¡Oh quién me diera, hermano mío, que tú fueses como un niño que está mamando a los pechos de mi madre, para poder besarte, aunque te halle fuera o en la calle, con lo que nadie me desdeñaría!
Entonces mi amado metió su mano por la ventanilla de la puerta probando si la abriría, y a este ruido que hizo, se conmovió mi corazón.
Yo te tomaría, y te llevaría a la casa de mi madre. Allí me enseñarías y harías ver tus gracias; y yo te daría a beber del vino compuesto, y del licor nuevo de mis granadas.
NOTAS
[1] Según el Drae: “En la Iglesia Católica, sacramento instituido por Jesucristo, mediante el cual, por las palabras que el sacerdote pronuncia, se transustancian el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo.”
[2] Anunciación: Anuncio que el arcángel San Gabriel hizo a la Virgen del misterio de la Encarnación, que es un acto misterioso de haber tomado carne humana el Verbo Divino en el seno de la Virgen María.
[3] Transfiguración: Estado glorioso en que Jesucristo se mostró entre Moisés y Elías en el Monte Tabor, ante la presencia de sus discípulos Pedro, Juan y Santiago.