Esa cultura, ¿consiste sólo en la moral de combate?
Pareciera que sí para las fuerzas armadas de EE.UU. Y para sus gobiernos: W.
Bush autorizó la tortura y se recuerda cómo se aplicó en Abu Ghraib a
ciudadanos inermes. Obama autorizó las ejecuciones extrajudiciales, que
comandos especiales practican en Irak, Irán, Afganistán y no sólo. No debiera
sorprender entonces que efectivos estadounidenses hayan ejecutado el domingo
que pasó –y porque sí, no en el campo de batalla– a dieciséis civiles afganos
en la sureña provincia de Kandahar.
Entre las víctimas había nueve niños, uno de ellos de dos
años de edad. “¿Era este niño un talibán?”, preguntó Gul Bashra, su madre. “Todavía no he visto a un talibán de dos
años de edad. No hay talibán aquí. Ellos (los estadounidenses) siempre nos
están amenazando con perros y con incursiones nocturnas de helicópteros”,
subrayó (AP, 11-3-12). Varios pobladores de las dos aldeas donde se produjo la
matanza atestiguaron que los soldados entraron borrachos, pero eso no explica
todo. Además, el alcohol estaría acompañado por una sensación de impunidad.
Esto también se explica. El 19 de noviembre del 2005, un
grupo de marines masacró a 24 iraquíes desarmados en Haditha, una ciudad de la
provincia de Al Anbar del occidente de Irak, niños, mujeres y ancianos entre
ellos. Una corte marcial desestimó los casos de siete de los ocho efectivos
juzgados y el sargento Frank Muterich, el único bajo proceso, se declaró
culpable de negligencia en el cumplimiento del deber y se descartó el cargo
inicial de homicidio involuntario. Como el resto de los involucrados, el
sargento no pasará un solo día en la cárcel, aunque haya reconocido que ordenó
a sus hombres “tiren primero y pregunten
después” (www.nyti mes.com, 27-1-12).
Hay matanzas que ni siquiera pasan a la justicia militar. El
New York Times informó que en el 2008 dos marines al frente de un pelotón se
dedicaron a balacear indiscriminadamente a coches y pasantes afganos a lo largo
de 16 kilómetros matando a 19 civiles e hiriendo a otros 50. Adujeron que
habían sido tiroteados y que tuvieron que defenderse. Ninguno fue procesado. Un
cable diplomático dirigido al Departamento de Estado que filtró Wikileaks
revela que en el 2006, en Irak, efectivos estadounidenses allanaron varias
casas y ejecutaron a un hombre, cuatro mujeres, dos niños y tres infantes no
precisamente talibanes (//wi kileaks.org/cable/2006/04/06). Nadie fue acusado,
nadie fue condenado.
Estas matanzas se han repetido a lo largo de toda la
ocupación de Afganistán y es notoria la benevolencia con la que el Pentágono
acepta y aun confirma las falsas explicaciones de sus autores. Pero hay un caso
diferente que de algún modo las sintetiza: el descubrimiento de un grupo de
soldados que se juramentaron en secreto para matar civiles iraquíes y afganos
por deporte. Se desconoce el número exacto de víctimas que tienen en su haber
(www.nytimes.com, 3-10-10). Solían descuartizarlas, fotografiar sus restos y
llevarse un dedo, algún diente, como trofeo (www.rollingstone.com, 27-3-11).
Los elementos del autobautizado “Kill Team” fueron
procesados y recibieron penas relativamente menores en relación a sus crímenes;
excepto el sargento Calvin Gibbs, jefe del grupo, que fue condenado a perpetua
pero podrá salir en libertad bajo palabra en menos de diez años
(www.guardian.co.uk, 11-11-11).
El presidente afgano Hamid Karzai calificó la masacre de
Kandahar de “verdadero asesinato” y exigió una investigación a fondo. El
general John Allen, jefe de la Fuerza Internacional de Asistencia a la
Seguridad (ISAF, por sus siglas en inglés) de los ocupantes, se apresuró a
declarar su absoluta dedicación a “asegurar que todo aquel que sea hallado
culpable sea considerado plenamente responsable” de los hechos
(www.isaf.nato.int, 11312). El escándalo provocó otras manifestaciones de alto
nivel.
El presidente Obama convirtió a la matanza en otra cosa: “El incidente –dijo– es trágico y horrible y no representa la índole excepcional de
nuestros militares ni el respeto que tiene EE.UU. por el pueblo de Afganistán”
y reiteró su voluntad de que se investiguen los hechos con rapidez
(//uk.news.yahoo.com, 11-3-12). El secretario general de la ONU Ban Ki-moon
expresó su tristeza y destacó: “Seguiremos
urgiendo a todas las autoridades y al personal militar que están empeñados en
estas operaciones que presten el máximo cuidado a la protección de la población
civil” (Reuters, 14-3-12).
Se percibe “la índole excepcional” de la fuerzas armadas de
EE.UU. y cómo cuidan a los civiles del país invadido. Porque las masacres
cometidas son la lógica consecuencia del entrenamiento que reciben y del
desprecio por el diferente, por el Otro, así como de algunas cosas más que
pervierten la cultura social de la primera potencia del mundo.
Título original: “La cultura de un ejército”
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