Fernando Bogado
Sería una exageración afirmar que, en lo que respecta a la
historia argentina, importan las oposiciones, los enfrentamientos entre dos
figuras antagónicas. ¿Puede objetarse que estas oposiciones no son para nada
patrimonio de nuestra identidad? Sí, pero no por eso esta desmesura deja de ser
productiva a la hora de pensar las creaciones artísticas, culturales y los
complejos devenires de la política en un país que, desde su nacimiento y previo
a su definitiva conformación como Nación, se encontró con el doble camino de la
civilización y la barbarie. Así, por lo menos, se transparenta en Lugar a
dudas: cultura y política en la Argentina, de José Fernández Vega.
Si de oposiciones se trata, es sumamente significativo el título del primer artículo, “¿Filosofía o Letras?: una poética de las ideas argentinas” en donde Vega reseña y revisa el último libro de Oscar Terán (antes de su fallecimiento en 2008), Historia de las ideas en la Argentina, ahondando así en esa extraña conjunción de disciplinas que se ha dado en el orden académico nacional: en la historia de la ideología argentina, difícilmente encontremos los nombres de filósofos, pero sí una plétora de autores literarios que volcaron ideas básicas de su proyecto de país en novelas, cuentos, poemas u obras de difícil clasificación. Antes que Filosofía, Letras filosóficas, signo distintivo del pensamiento nacional: el mejor filósofo argentino del siglo XX, desliza subrepticiamente Vega, es Borges.
Si de oposiciones se trata, es sumamente significativo el título del primer artículo, “¿Filosofía o Letras?: una poética de las ideas argentinas” en donde Vega reseña y revisa el último libro de Oscar Terán (antes de su fallecimiento en 2008), Historia de las ideas en la Argentina, ahondando así en esa extraña conjunción de disciplinas que se ha dado en el orden académico nacional: en la historia de la ideología argentina, difícilmente encontremos los nombres de filósofos, pero sí una plétora de autores literarios que volcaron ideas básicas de su proyecto de país en novelas, cuentos, poemas u obras de difícil clasificación. Antes que Filosofía, Letras filosóficas, signo distintivo del pensamiento nacional: el mejor filósofo argentino del siglo XX, desliza subrepticiamente Vega, es Borges.
Los dos artículos más determinantes son los dedicados a dos
de las figuras literarias que proyectan sus particulares sombras en cualquier
producción escrita desde hace por lo menos cuarenta años: dijimos Borges, faltó
decir Walsh. Vega insiste con el hecho de que este último tuvo su destino
marcado por la influencia del primero ejercida en el ambiente literario de los
‘60, con un Borges que comenzaba a repetirse y a cristalizar un procedimiento
que ya podía ser ridiculizado: en esos aires y con un talento ya reconocible,
Walsh se volcó a una escritura utilitaria que se desprendía de la literatura
entendida como “trampa”. Mientras, Borges no dejaba de separarse de lo social,
detectado en su crítica al policial negro; antes, el procedimiento del policial
del siglo XIX y su forma preponderante, el cuento, verdadero ejercicio intelectual
desprovisto de marcas contextuales e inútil psicologismo. Dos caminos: o
abrazamos la forma literaria como ejercicio intelectual eterno por ahistórico o
corremos el riesgo de involucrar cuerpo y denuncia, haciendo del procedimiento
una herramienta en el territorio de lo real.
José Fernández Vega, investigador del Conicet y profesor de
la UBA, quien ha publicado trabajos como Lo contrario de la infelicidad
(Prometeo, 2007) y Las guerras de la política (Edhasa, 2005), presenta en Lugar
a dudas una erudita indagación de constantes políticas en el arte y la cultura
nacional: a la par de trabajos que enfrentan y relacionan a Duchamp con Warhol
o a León Ferrari con la Iglesia Católica nacional (notable rastreo y
documentación de un debate estético-político que, por el momento, parece casi
olvidado), están también aquellos que revisan libros de diversos colegas que
invitan también a la reflexión polémica en torno de la actualidad: de ahí los
artículos dedicados a Jorge Dotti y la recepción del pensamiento de Carl
Schmitt en la Argentina o las meditaciones de Roberto Jacoby en torno de la
militancia del último cuarto del siglo pasado. Y lo más interesante es eso,
cómo en cada escrito se presenta la constante de la oposición, del desacuerdo y
el enfrentamiento como verdadero inicio de la observación teórica, revelando
que, frente a cualquier meditación en torno de la cultura, siempre podemos
encontrar senderos bifurcados. Dos caminos.
http://www.pagina12.com.ar/html |