Especial para La Página |
En la entrevista con Carlos Croes, Capriles Radonsky demostró grandes
habilidades taurinas frente al interrogatorio que le hizo su gentil inquisidor,
respecto de su propuesta de gobierno.
Sobre la función social de la propiedad y el
latifundio, utilizó el viejo truco de
tomar el desafío como un asunto personal y no de Estado, al afirma que él “nunca le ha quitado nada a nadie”. Al referirse a la permanencia de las Misiones en un hipotético
gobierno suyo, se salió por la tangente al afirmar que “estas no son del Presidente”,
sin dar una respuesta clara sobre si le dará continuidad o no, a los amplios programas de inclusión social
que el Presidente Chávez ha implementado en
salud, educación, alimentación, vivienda, trabajo y recuperación del
ingreso de los hogares. Que según el informe de CEPAL (2011), le han permitido
a Venezuela reducir la pobreza de 49.4 % (1999) a 27.8 % (2010), y la pobreza extrema a 6.8 %, logrando el
índice de Gini (desigualdad) más bajo de América Latina al pasar de 0.49 a 0.394.
Estos avances sociales han sido posible gracias al
incremento de los ingresos fiscales, derivados de la política de plena soberanía petrolera y del
redireccionamiento de la renta petrolera hacia la inversión social, la cual
según el INE paso del 36% al 62% hasta llegar a los 400 mil millones de dólares
en 12 años. La inclusión social y la
solidaridad son los ejes del gobierno socialista de Chávez. La pregunta es ¿Por qué HCR no se pronuncia claramente sobre
este tema medular?
No es suficiente decir
que PDVSA debe seguir siendo “una
empresa del estado”, porque también en la IV República lo era, pero buena parte
de su producto económico era usufructuado por unos cuantos burócratas y las
grandes corporaciones transnacionales a la cuales servían. El destino de
nuestra industria petrolera además de ser un
asunto económico, es también
político y social, porque de él depende que seamos realmente
independientes y su producto sea o no utilizado para la inclusión
social. Es frente a eso que HCR debe definirse y dejar de refugiarse en
el burladero de la ambigüedad. Los venezolanos merecen trasparencia y seriedad
en el debate electoral.