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La crítica constante se convierte en paranoia si carecemos
del aparato filosófico adecuado para mesurarla. Un rasgo de la burguesía es su
extremeña confianza en los ardides de la naturaleza. Los proletarios, en
cambio, viven bajo una artificial "inconsciencia confiada". El hombre
letrado o educado sabe que los seres humanos son malignos y estúpidos por
naturaleza, mientras que el iletrado cree que las personas son buenas, pero que
se corrompen en sociedad.
La bella trilogía leninista "escribo, leo, machaco"
sirve para acostumbrarnos a la crítica. Atendamos a la sintaxis. ¿Por qué Lenin
primero escribe, luego lee y al final machaca? Porque todo buen lector primero
urde una tesis. ¡Magnífica forma de entender el método dialéctico! ¿Qué hizo
que Lenin fuera un gran filósofo marxista? La acción constante, la corrección
constante (el hombre inteligente comete errores pequeños que sabe corregir,
pensaba Lenin). "Y la experiencia me
enseña/ que el hombre que vive sueña", dice Calderón. Para Lenin las
masas tenían que aprender "sobre la
base de la experiencia", única trompeta capaz de despertar al
proletario.
En la meditación pasada hablé sobre la palabra
"base". Para el verdadero marxista la "base" de una
situación bélica es su peculiaridad económica, es su topografía política. El
político honesto sabe vislumbrar peculiaridades, y sabe, además, actuar
basándose en la topografía observada. Muchos confunden la "filosofía
marxista" con la "obra de Marx". Muchos confunden la dialéctica
de Hegel con el hegelianismo de Marx. Muchos confunden la filosofía de la
praxis (sistematización de la acción) con la práctica filosófica (acción
reflexionada).
Louis Althusser nos explica por qué Lenin supo poner la
filosofía de Marx en acción, filosofía que adquirió el nombre de
"socialismo". Dice Althusser (‘Lire le Capital’): "Por razones
que son muy profundas, a menudo son, de hecho, militantes y dirigentes
políticos los que, sin ser filósofos de oficio, han sabido leer y comprender ‘El
Capital’ como filósofos. Lenin es el ejemplo más extraordinario: su comprensión
filosófica de ‘El Capital’ da a sus análisis económicos y políticos una
profundidad, un rigor y una agudeza incomparables". "Escribo, leo,
machaco". Sí, primero hay que comprender que la batalla más férrea entre
las clases sociales es la batalla teórica. Quien se adueña de la voz se adueña
de los oídos, de lo lejano, del futuro.
Después de teorizar la historia y la filosofía hay que leer
la situación económica y política (Gramsci), hay que machacar al enemigo. No
hay revolución sin violencia. No hay revolución que nazca de la "buena
fe". La "buena fe", tan peculiar en la burguesía, es un
"cadáver en descomposición", según la conocida sentencia de R.
Luxemburgo. Burgueses como Blau, Adams y Foucault han tenido "buena
fe", pero de la buena fe no nace la buena literatura. Tal tríada habla del
poder, del discurso, pero jamás aterriza sobre la realidad sus ideas. En
cambio, en cambio Lenin aconseja la "supresión de la policía, del
ejército, de la burocracia", es decir, del Estado.
El texto de Lenin que comento, texto llamado "Las
tareas del proletariado en la actual revolución" es todo un manual de
guerra. En dicho texto se proponen diez axiomas que pueden ser convertidos en
un manual bélico. Para aprender a distinguir a los "defensistas",
"centristas", "chovinistas", "internacionalistas"
y demás traidores de los verdaderos izquierdistas, Lenin tuvo, según Althusser,
que dedicar "diez años de estudio y de meditación de `El Capital´",
años que le "dieron al hombre esa formación teórica incomparable que
produjo la prodigiosa inteligencia política del dirigente del movimiento obrero
ruso e internacional".
¿Cómo es la "inteligencia política"? Es avisada,
avispada, desconfiada, y no se fía de las caricias burguesas. Leo, machaco y
dejo hablar a Lenin: "Para que el
lector pueda darse cuenta de por qué hube de resaltar de manera especial como
una rara excepción el `caso´ de contradictores de buena fe, le invito a
comparar estas tesis con la siguiente objeción formulada por el señor
Goldenberg: Lenin –dice– ‘ha enarbolado la bandera de la guerra civil en el
seno de la democracia revolucionaria’". Lenin, gran teórico marxista,
detecta en la proposición de Goldenberg la caricia de la "buena fe",
caricia envuelta en un bello y burgués "democracia revolucionaria".
Lenin, avispado en los temas semióticos, decía que la
palabra "democracia" era engañosa, pues representa un modo operativo
del Estado, cuando los marxistas creen que el Estado es únicamente necesario
para hacer la transición hacia el comunismo. El Estado nació porque unos
hombres oprimieron a otros hombres usando ejércitos, policías y burocracia.
Diez años de estudio hicieron que en los libros de Lenin pudiéramos ver
"la filosofía marxista puesta en acción, en estado `práctico´, la
filosofía marxista hecha política, acción, análisis y decisiones
políticas", citando a Althusser.
Kraus quería que los artículos de la ley salieran de las
obras de Shakespeare. Lenin, por su lado, sí supo hacer que las ideas de Marx
obtuvieran forma, carne y sangre. La "inteligencia política" es
perspicaz. Dice el ruso: "De buen grado calificaría todo eso de
manifestaciones de ‘delirio’, si decenas de años de lucha política no me
hubiesen enseñado a considerar como una rara excepción la buena fe en el
contrincante". La buena fe nace entre camaradas, entre hombres de la misma
clase social, y jamás entre capitalistas y obreros. Ahora sí, ahora sí me iré a
leer a Lenin, pues el año próximo destruiré la docta imprenta con violencia
marxista.