Michel Onfray ✆ Eve Clair |
Los dos últimos libros del filósofo normando Michel Onfray
sirven para señalar algunos rasgos de su quehacer. La actividad escritora del
filósofo normando, domiciliado en París que es donde se mueve el negocio
editorial y el mundillo de la pensée,
no cesa; Michel Onfray es un bulímico empedernido en este terreno. Sus más de
sesenta libros y sus catorce entregas, en CD, de sus lecciones, de
Contra-historia de la filosofía, impartidas en la Universidad Popular de Caen
son lo suficientemente explícitas como para afirmar que el hombre no para.
Desde siempre su empeño ha ido por la senda de la rebeldía,
de la insumisión y del hedonismo. Su escritura, y su voz, se ha alzado
permanentemente contra la
versión canónica de la filosofía y de su historia, de ahí la elaboración de su "contra-historia" que va en la dirección de de-construir las visiones consagradas por el uso y el abuso de los gurús académicos y mediáticos.
versión canónica de la filosofía y de su historia, de ahí la elaboración de su "contra-historia" que va en la dirección de de-construir las visiones consagradas por el uso y el abuso de los gurús académicos y mediáticos.
La aparición este mismo mes de enero de dos entregas de su
"contre-histoire" sirve para subrayar que en vez de de-construir,
en los últimos tiempos, en especial, Onfray se dedica a destruir a ciertos autores(¿ídolos?)
para ensalzar a otros, con una cierta fijación, teñida de innegable inquina, y
un modo de escribir la historia recurriendo a los argumentos ad hominem y ad
mulierem como explicaré .
Las entregas “históricas” de las que hablamos pretenden mostrar
cómo desde la “fundación” platónica la filosofía ha tratado de imponer una
visión idealista frente a la materialista, que sería la que él defiende en buen
inmanentista; en esta guerra por imponer un más allá frente al más acá el
cristianismo ha jugado un papel esencial, y al decir cristiano también se
pueden adscribir dentro de la etiqueta un cierto “cristianismo laico” (la
filosofía como teología disfrazada) que suele reducir su quehacer a defender el
estado de cosas actual con bondadosas jaculatorias derechohumanistas y con un
conformismo que admite, nolis volis, este valle de lágrimas como el mejor de
los mundos posibles. En este terreno es de destacar su célebre "manual
de ateología", del mismo modo que se puede destacar como muestra de sus
afanes innovadores en el terreno de la pedagogía su "antimanual de filosofía".
Apuntaré, antes de continuar, cómo en ocasiones algunas de
sus revisiones históricas se basan en algunas pocas frases de los pensadores
visitados ajustadas, en algunas ocasiones, con calzador , con tonos algo
simplificadores e hinchados ad abusum con cierta levadura verborreíca. Lo
dicho, conste, no anula para nada lo meritorio de su trabajo y nada digamos de
sus magníficas intenciones.
Los dos tomos que ahora han visto la luz: "VIII. Les freudiens hérétiques" y " X. Les consciences réfractaires" sirven bien para detectar
ciertos resentimientos y unas fobias que no suenan a novedad, pues tales
tonalidades ya asomaban sin disimulo en algunas obras anteriores. Simplemente
diré cómo sus trabajos sobre Freud y sobre Camus han sido construidos de manera
nada rigurosa, ni ejemplar desde luego. Con respecto al primero, los argumentos
personales del vienés hacen que se borre de un plumazo cualquier validez a su
obra( ¿y su visión antropológica? ¿ y sus influencias en el campo del arte?… y
no sigo por no abundar en sus influencias en distintos campos, aparte de en el
de la psicología) para reducirla de hecho a "una novela de su propia
vida" y de sus obsesiones atormentadas, a lo que Onfray señala que
habría de añadirse el tema de las "malas compañías" del fundador
de psicoanálisis( dicho sea de paso que este aspecto, el que Freud sea el
fundador de tal disciplina, es lisa y llanamente negado por Onfray) lo que le
lleva a anularle con mayor facilidad; no evita en tal empresa el recurso a
obras pertenecientes a verdaderos reaccionarios como señalase de manera
inapelable e implacable Elisabeth Roudinesco ( nada ejemplar, por otra parte,
las gestiones de tal señora con el fin de tratar de acallar la voz del normando tanto en ciertos medios
de comunicación o editoriales, como en el ámbito pedagógico).
Frente a lo nefasto de la teoría freudiana , Onfray proponía
el recurso a un psicoanálisis no-freudiano en el que encuadraba a Janet, Politzer,
y hasta algunas gotitas de la visión existencialista sartreana. En lo que hace
a su obra sobre Camus como representante de un pensamiento de midi y defensor
de un “ordre libertaire”, el encumbramiento del autor de ‘El hombre rebelde’ es
levantado sobre el ensombrecimiento constante, hasta la obsesión, de Jean-Paul
Sartre; en el haber del primero la anarquía, la libertad, la coherencia, sus
orígenes populares( aspecto ya celebrado en el caso del sociólogo de origen
bearnés, Pierre Bourdieu y de paso, y en paralelo, en el suyo propio)…mientras
que en el del segundo, el totalitarismo, el gulag, la incoherencia, el
elitismo, etc., etc., etc. Con respecto a Sartre no está de más recordar la
referencia realmente cruel acerca de las incontinencias fisiológicas del
anciano autor de “La náusea” provocadas- según la opinión experta y sobre todo
libertaria de Onfray- por su temprana, y desmedida, ingesta de anfetas a la
hora de elaborar una de sus obras filosóficas fundamentales (creo recordar que
este recurso carente del más mínimo sentido de la piedad y rebosante de
resentimiento ad hominem-tan criticado por cierto por su maestro Nietzsche-
aparece en “La pensée de midi” en donde trataba de reivindicar la pertinencia
de una “izquierda libertaria”). Sorprende que la visión de su editor, en
Grasset, y “nouveau philosophe”
Bernard-Henri Lévy mantuviere hace unos añitos una visón acerca de Jean-Paul
Sartre desde luego menos guiada por la hybris que la suya.
Quisiera destacar que lo que precede no es gratuito de cara
a ver cuáles son los mimbres con los que están tejidos los dos volúmenes
desencadenantes de estas líneas. Ambos están centrados en la descalificación de
unos y de rebote en el ensalzamiento de otros. En el tomo VIII, se elogian las
posturas de izquierda en psicoanálisis que tratan de extender el método
terapéutico a las capas populares, terreno excluido de la actividad de Freud
que dedicaba sus curas a la selecta sociedad vienesa. Dentro de esta corriente
destaca a Otto Gross que mestizaba el psicoanálisis con las enseñanzas del
autor de ‘Más allá del bien y del mal’, al “orgasmólogo” Wilhem Reich que
cruzaba el freudismo con el marxismo, no satisfaciendo ni a los unos ni a los
otros, y a Erich Fromm que criticaba la escolástica freudiana y los intentos
posteriores por mantener la ortodoxia erigida por el autor de ‘El malestar de
la cultura’ y sus epígonos (Lacan no se libra de la embestida), haciendo
funcionar sus organizaciones siguiendo el modelo eclesial. Este posicionamiento
es aplaudido más todavía por el rescate
que Fromm hizo de Marx, librándolo de las manos de las interpretaciones
monopolizadas y fosilizadas soviéticas o
chinas. Frente a estas interpretaciones mecanicistas e ideologizadas, el autor
de ‘El miedo a la libertad’ reivindicaba un Marx humanista. Todas estas
reivindicaciones destacadas por Onfray son aderezadas con las pertinentes
referencias a los pecados y perversiones de Sigmund Freud.
El tomo IX , rinde homenaje a las ejemplares existencias de
George Politzer, fusilado por los ocupantes nazis, a Paul Nizan , caído en
desgracias dentro de las filas del PCF por su resistencia a aceptar las
políticas soviéticas, y a Albert Camus que tras una breve militancia en las
filas comunistas se desmarcó del dirigismo implantado desde Moscú, alzando su
voz por la rebeldía frente a la revolución que todo lo domestica y que como lo
demuestra la práctica no hace sino poner a todos en formación, prietas las
filas, para marchar obedientes a las órdenes del jefe de turno. El elogio de los
anteriores, en especial del último de los nombrados, se apoya en el
desprestigio de Simone de Beauvoir y de su compañero Jean-Paul Sartre. Dos son
los aspectos en que se basa su furiosa y rotunda descalificación : por una
parte, por la vida nada ejemplar que los dos nombrados llevaron en lo que hace
a la resistencia frente al fascismo; de ellos no hay pruebas que demuestren -a
pesar de las declaraciones de los propios interesados - su implicación
resistente, sino que al contrario se dejaron querer, recibiendo premios de las
autoridades fascistas y publicando artículos en la prensa colaboracionista,
etc. Decía Oscar Wilde que “lo contrario del matiz es la barbarie”, pues bien
algo de esto podría aplicarse al sistema
utilizado por Onfray que utiliza la bibliografía que le viene bien al caso para
demostrar lo que quiere demostrar, CQFD. No queda ahí la cosa ya que de sus
escoradas precisiones( ¿o mejor imprecisiones?), y este es el segundo aspecto
que anunciaba, viene a mantener, ahí es nada, que la autora de ‘El segundo sexo’
hizo un flaco favor al feminismo ya que su visión era opuesta a la liberación
de la mujer (¡vaya por dios!), y ello a pesar de la reivindicación que de dicho
texto, vanguardista e intempestivo, han hecho las feministas de toda condición
(ya sean ilustradas o diferencialistas) considerándolo como un texto si no
fundador del feminismo moderno, sí una importante arma que echaba por tierra
muchas barreras y abría las puertas a unas reivindicaciones hasta entonces
marginadas o ignoradas cuando no silenciadas por la sociedad bienpensante,
masculina por supuesto. Onfray no lo ve así, sino todo lo contrario…qué le
vamos a hacer, el que sabe, sabe y el, o la, que no…
Sin entrar en mayores, algunos de los aspectos señalados
pueden servir sobradamente para ver que dejarse guiar por las desatadas
pasiones (hybris) y no echar unas, aunque sea, pequeñas gotas de prudencia (sofrosine)
a la hora de escribir y enjuiciar puede llevar a pasarse varios pueblos, cosa
que parece que se cumple de manera ejemplar en muchas de las posturas
históricas de Michel Onfray. Tal coraje expositivo hace que muchas veces las
posturas filosóficas desaparezcan ante la primacía que se otorga a los aspectos
vitales de algunos de los autores presentados (¿será una herencia de quien
inauguró la historia de los filósofos, Diógenes Laercio?), siendo así
aplaudidos o abucheados más que por un análisis de sus ideas por sus
posicionamientos públicos. Este modo de funcionar hace que también se cuelen
con frecuencia ciertas simplificaciones o magnificaciones de aspectos poco
menos que irrelevantes como si fuesen el quid de la cuestión…Reivindicaban los
sofistas la tarea de convertir el argumento más débil en el argumento más
fuerte; en ciertos pasajes de la obra onfrayana parece que se ha colado alguna
forma de contagio.
No viene al caso
detenerse en repasar su
comportamiento personal y sus posicionamientos públicos, harto frecuentes para
quien ha solido criticar con rabia a quienes se prodigan en los altavoces y
escenarios mediáticos, aunque en su caso sí que tendría absoluta pertinencia ya
que él predica con fuerza los valores de la vida auténtica y la coherencia
entre pensamiento y modo de vida( aspectos reafirmados en cada una de sus obras
que habitualmente se abren con unas pinceladas auto-biográficas). Siguiendo su
trayectoria parece que el mordiente crítico que se anunciaba en aquel texto
cuasi-programático de 1997, ‘Politique du rebelle. Traité de résistance et d’insoumission’, en donde se reclamaba de
Foucault, de Deleuze o de Vaneighem, se ha difuminado en sus titubeantes
balanceos que a veces se asemeje al puro bricolage. Así por ejemplo, en lo que
hace a los apoyos partidistas / electorales ha mostrado su simpatía por el NPA,
por el FG o por los Verts. Algunas de sus postulados con respecto a nuestra
sociedad actual y sus posibles salidas futuras se ha explayado, amén de en la
prensa, en su ‘Manifeste hédoniste’ en el que a veces asoma un futuro que no
sería más que un capitalismo bueno, con rostro humano, más distributivo y en el
que se siguiese manteniendo el ritmo de bienestar , reflejado en el consumo,
para lo cual no se puede, ni se debe prescindir de la energía nuclear…Curiosa
comprensión de su tan cacareado hedonismo que visto así parece que privilegia
más el tener que el ser, precisamente en neta contraposición con lo defendido
por su alabado Erich Fromm.
En su crítica a la religión se cuelan algunos ramalazos
guiados por ciertas fobias simplificadoras y poco matizadas (¡pobre san Pablo
convertido, lisa y llanamente, en un simple eunuco, reprimido, ignorante y
engreído!; o ciertas referencias de pasada que dejan un olorcillo a pura
islamofobia, ¿contagio del espíritu de la época en la senda de las voces del
amo y del zascandil Michel Houellebecq? Posturas ya criticadas, por cierto, en
su momento por Daniel Bensaïd y posteriormente por otros que ponen en duda la
auto-proclamada rebeldía de nuestro hombre). De sus elogios al siempre
ponderado excesivamente, y amigo de Rosa de España, don Fernando Savater (a quien
por cierto no gustó ni una pizca el ‘Tratado de ateología’ de su alabador) ,
mejor no hablamos (por automática asociación de ideas vienen a mi mente los
desmedidos elogios que “el filósofo de la camisa blanca” -que dijese con sorna
Jorge Semprún- hiciese hace unos años en
plena oleada de bastayases y forrosdeermua (añado una erre por lo de
las vísceras) en el Kursaal donostiarra cuando
comparó al donostiarra con Jean-Paul Sartre…¡sería por el estrabismo!,
vamos digo yo). De su traslado a la capital hexagonal, de sus cambios de coche
y otras maledicencias…mejor lo dejamos para la prensa people , del corazón que se dice por acá.