Me encuentro en Madrid, en una visita cuyo propósito expreso
es ver la exposición La Villa de los Papiros, en la Casa del Lector, a la
que dediqué un curso de mi Universidad Popular. Y, desde luego, no me
arrepiento de haber venido. La exposición muestra, mediante una sutil
utilización de las tecnologías modernas (reconstrucciones en 3D, interacciones
táctiles) y una bella sobriedad museográfica (la composición en torno a tres
frases de Epicuro), lo que fue un jardín filosófico epicúreo situado en
Campania, junto al Golfo de Nápoles, durante la época de la erupción del Vesubio
del año 79 d.C. El montaje nos enseña cómo era probablemente el Jardín de
Epicuro en Atenas.
En un efecto paradójico de la astucia de la razón, la lava y
la ceniza, con su actuación letal, contribuyeron a crear vida, puesto que,
gracias a los arqueólogos, hoy disponemos de una inmensa cantidad de datos,
extraídos del suelo, que nos cuentan qué significaba en aquellos tiempos vivir
una vida filosófica.