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Albert Camus ✆ Garufa |
Pepe
Gutiérrez-Álvarez | Sorprende el hecho de que el centenario de
Albert Camus haya pasado tan desapercibido, incluso en Francia. Fue a
principios de noviembre del año pasado cuando los diarios convencionales
decidieron dar testimonio con cierta tibieza de dicha conmemoración. A la cita
no faltaron las firmas establecidas —Fernando Savater, Antonio Muñoz Molina y
tutti quanti—, que, como ya es habitual,
volvieron a confeccionar un Camus a su propia medida. Leyéndolos, uno podría
creer que Albert Camus fue un escritor homologable, alguien que habría comido
en la mano de Juan Carlos I, que nunca habría molestado la buena mesa de la
democracia existente con artículos insidiosos sobre las pateras.
Camus fue un gran escritor (la lectura de algunas de sus
obras resultan experiencias apasionantes, inolvidables), también un excepcional
intelectual, alguien comprometido con los asuntos de su tiempo, y que trata de
hacerlo desde un rigor moral profundo y valioso, algo que se le puede reconocer
incluso desde la discrepancia. Pero estos compromisos no