Arthur Rimbaud ✆ Pablo Gallo |
“Viajaremos, cazaremos en los desiertos, dormiremos sobre el
empedrado de ciudades desconocidas, sin cuidados, sin penas”: Arthur
Rimbaud, Una temporada en el infierno
Un día de primeros de 1887, seguramente entre febrero y
marzo. El rey Menelik II de Etiopía regresa a su cuartel general, instalado en
el monte Entoto, en el centro del país, tras haber librado una rápida y
sangrienta batalla contra las tropas egipcias en la conquista de la ciudad de
Harar, cerca de la actual frontera con Somalia. En Entoto, a unos 2.500 metros
de altura, lo espera un comerciante francés cargado con un cargamento de 2.040
rifles de percusión, 60.000 cartuchos Remington y una remesa de utensilios. Lo que el monarca no podía imaginar es que el hombre que
abrigaba el sueño de hacerse rico vendiéndole tal cargamento de armas había
nacido en la localidad
francesa de Charleville, tenía 32 años y era ya uno de los grandes poetas de su tiempo. Se llamaba Jean Arthur Rimbaud.
francesa de Charleville, tenía 32 años y era ya uno de los grandes poetas de su tiempo. Se llamaba Jean Arthur Rimbaud.
Rimbaud había partido desde Tadjoura —en la actual Yibuti—
dos años antes y desde entonces andaba a lo largo y ancho de Etiopía en pos de
Menelik II para cerrar la venta. Una travesía de casi un año y medio “con
enormes gastos que afrontar, por no mencionar los peligros del camino”, según
escribió en una carta a su familia del 3 de diciembre de 1885.
Y no sin razón: para llegar desde Tadjoura hasta Entoto
había recorrido cientos de kilómetros “siguiendo terribles caminos que
recuerdan los horrores que se atribuyen a los paisajes lunares”, la mayoría de
ellos probablemente a pie, y atravesado una de las regiones más inhóspitas del
planeta: el lago Asal, donde está el desierto del Danakil, el punto más bajo de
la tierra (-150 metros bajo el nivel del mar), cuyas temperaturas superan los
50 grados.
La caravana apenas recorría diez kilómetros diarios. De modo
que cuando Menelik II arribó a su base central de Entoto procedente de la
conquista de Harar, el comerciante francés se apresuró a pedir audiencia con el
monarca. Pero Menelik II era rey astuto y un duro negociador: no negociaba
mirando el reloj ni el calendario, por los que las conversaciones se
prolongaron durante semanas.
El escenario también haría fortuna. Aquel campamento militar
sobre el monte Entoto, donde Menelik fundó la capital de su nuevo reino, de la
Etiopía moderna, es hoy una ciudad de varios millones de habitantes, llamada,
literalmente, Nueva flor, lo que, dicho en amariña o amárico —uno de los dos
idiomas oficiales del país junto al inglés— no es sino Addis Abeba, la actual
capital del país y sede de la Unión Africana.
Pero no es Addis Abeba la ciudad a la que está unida la vida
africana de Rimbaud sino otra ciudad, precisamente, la que Menelik II acababa
de conquistar a los egipcios cuando llegó a Entoto: Harar, la cuarta capital
del islam tras La Meca, Medina y El Cairo. Una ciudad también hoy eminentemente
musulmana, como más o menos la mitad de los etíopes en la actualidad —el resto
son en su mayoría cristianos ortodoxos, también llamados coptos, la religión
que ha predominado tradicionalmente en Etiopía, y un pequeño porcentaje de
tribus animistas, predominante sobre todo al sur del país—.
Tres etapas en una
década
Rimbaud había llegado a Harar a finales de 1880 para
trabajar como comerciante en el almacén del francés Alfred Bardey. Desde
entonces, residió en la ciudad un total de unos cinco años a lo largo de tres
etapas diferentes, que concluyeron en abril de 1891, cuando abandonó Harar
gravemente enfermo rumbo a Europa, donde moriría en Marsella el 10 de noviembre
de ese año debido a una inflamación en su pierna derecha.
El episodio de la venta de armas en Entoto, conocido como el
affaire Labatut, es el eje central de la historia de Rimbaud que narra Abdú
Naser, uno de los guías de la casa del poeta en Harar, la conocida como bet
Rimbaud (bet significa casa en amariña), una de las principales atracciones
turísticas de la ciudad.
Pierre Labatut, antiguo capitán de barco, llevaba casi 15
años viviendo en la región de Shoa, en la ciudad de Ankober, por entonces la
capital del país, donde vivían entonces apenas unos diez europeos, todos ellos
comprometidos con el tráfico de armas. Se había casado con una abisinia y tenía
buenas relaciones con Menelik II, originario también de Shoa.
En agosto de 1885, Labatut dejó Shoa con el encargo del rey
etíope de comprar armas. El contrato entre Rimbaud (que dejó a Bardey) y
Labatut fue firmado el 5 de octubre de ese año. Las mercancías que pretendían
vender al rey Menelik eran 1.721 anticuados rifles de percusión, 20 rifles
Remington, 14 rifles para cazar elefantes y 750.000 cartuchos.
Sueños de riqueza
A partir de ahí, Rimbaud se abandona a esperar en Adén a que
la operación cuaje para entrar en acción y cumplir con su parte y empieza a
destilar un excesivo optimismo en cuanto a las ganancias que le reportará la
operación Labatut. En una carta a su familia del 22 de octubre de 1885, Rimbaud
escribe: “Me vienen de camino desde Europa varios miles de rifles. Voy a
organizar una caravana y llevar esta mercancía a Menelik”, escribe, “el rey
paga a buen precio las armas (…) Espero recibir el pago de inmediato y regresar
con un beneficio de 25.000 a 30.000 francos; todo en menos de un año…”.
El cargamento llega con un retraso espantoso a Tadjoura a
finales de enero de 1886. El real, no el firmado por Labatut meses atrás: 2.040
rifles de percusión, 60.000 cartuchos Remington y un pedido de utensilios para
el rey. A partir de ahí, hay que comenzar a organizar la expedición: contratar
guías, ayudantes, cargadores, camellos… de modo que las semanas continúan
pasando hasta que en junio de 1886 Labatut cae gravemente enfermo y regresa a
Francia. El diagnóstico no puede ser peor: tumor cerebral. Finalmente, Labatut
muere y Rimbaud se queda al frente de la operación. Será el principio de muchos
quebraderos de cabeza para el escritor, que alcanzarán su punto álgido en el
encuentro de Entoto con Menelik II a principios del año siguiente.
Rimbaud está solo al frente del negocio con la caravana
pendiente de salir para Shoa. Decide sumarse a otra expedición que hará un
recorrido similar y que dirige otro eminente comerciante francés en la zona,
Paul Soleillet. Pero la mala suerte se ceba de nuevo con Rimbaud. Soleillet
sufre una apoplejía en las calles de Adén y muere.
“Rimbaud está ahora más decididamente sólo que
nunca”, escribe Charles Nicholl en su Rimbaud en África. No es para menos.
Después de casi 11 meses en aquella “costa maldita” está al fin listo para
partir, aunque con la moral más baja que nunca. “Ahora veo, pues”, escribe a su
familia, “que la existencia es sólo un
camino para agotar tu vida”.
Parte desde Tadjoura y tarda 50 días en atravesar el
desierto y llegar hasta Shoa. Desde ahí se dirigió a Ankober, la capital,
adonde llegó el 9 de febrero de 1887, tras una singladura de cuatro meses. Pero
Menelik II había abandonado la ciudad para librar sus batallas contra los
egipcios y convertido su nuevo campamento base, al oeste de Ankober, en la
nueva capital para el país.
En éstas se hallaba el autor de El barco ebrio cuando un
antiguo socio etíope de Labatut le reclamó las deudas que el comerciante tenía
contraídas con él. Cuando Rimbaud decide hacer el pago recurriendo a los bienes
de Labatut, se da cuenta de que viuda se los había llevado todos, lo que
imposibilitó cualquier operación y la reclamación de la deuda siguió en pie.
La esperanza de Rimbaud para salir de este atolladero era la
venta de armas a Menelik II, pero éste, para rematar las cosas, le hace
responsable de otra deuda de 3.000 táleros que Labatut mantenía con él.
Rimbaud, que había previsto cerrar la venta en 40.000 táleros (170.000
francos), acaba aceptando 11.000. De ahí ha de restar los gastos de la
expedición, fijados en 2.500, de modo que la cifra final se queda en 8.500
táleros, ni la cuarta parte de lo que había previsto.
Pero Menelik II no paga en mano, sino que los 8.500 táleros
serían cobrados en bonos firmados por Ras Makonen, gobernador de Harar, primo
de Menelik y padre de Ras Tafari, más tarde conocido como Haile Selassie, el
León de Judá, el autoproclamado heredero del Rey Salomón y la Reina de Saba, El
Emperador de Kapuscinski, quien gobernaría Etiopía entre 1931 y 1974. Nació un
año después de que Rimbaud abandonara para siempre Harar.
Nada de esto podía saber Rimbaud cuando abandonó Entoto el
domingo 1 de mayo de 1887, a caballo, de nuevo con rumbo a Harar y en compañía
de su compañero de no pocas fatigas y negocios el también francés Jules
Borelli. Más de dos años después, el 20 de diciembre de 1889, Rimbaud escribe
derrotado al consejero de Menelik II, el suizo Alfred Ilg: “No sueltan ni una
sola piastra”. Se hace así realidad su nefasta frase escrita en una carta a su
familia mientras organizaba en Adén la caravana para Menelik II: “Es fácil ser
millonario en África… ¡un millonario en pulgas!”.
Fotógrafo en el
corazón de África
Sentados en la sala principal de la Bet Rimbaud de Harar,
Abdú Naser obvia en su exposición los escritos que el poeta escribió en la
ciudad etíope y centra su exposición en otros aspectos presuntamente más
llamativos de su vida como las diferentes residencias que Rimbaud tuvo en la
ciudad o la temporada en la que se abandonó al desempeño de la fotografía.
Este último episodio se remonta a 1882 y el escenario es, de
nuevo, Adén. En septiembre de ese año encarga en Francia una cámara
fotográfica. Tiene el propósito de viajar a Shoa: “[Allí] jamás han visto una
antes”, escribe a su familia el 28 de septiembre, “y me servirá para ganar una
pequeña fortuna en poquísimo tiempo”.
De nuevo, sueños de riqueza que nunca se cumplirán. Con su
nueva adquisición regresa a Harar. “Aquí todo el mundo quiere ser
fotografiado”, escribe a su familia, a la que el 6 de mayo envía sus primeros
frutos fotográficos: tres autorretratos. “En la primera estoy de pie en una
terraza de la casa; en la siguiente, en una plantación de café; y en la
tercera, con los brazos cruzados en una plantación de banano”, relata en la
misiva. Ésta última imagen es, sin duda, la más famosa de todas. Estas tres
fotos conforman nuestro único conocimiento visual de la estancia de Rimbaud en
Harar y en África.
Continuará haciendo más fotografías (escenas de Harar,
retratos a personajes de la ciudad) hasta que el 14 de abril de 1885 anuncia a
su familia que ha vendido la cámara. En total, se conocen cuatro fotografías de
Rimbaud y una quinta —un retrato del cortesano y militar egipcio Ahmed Ouadi—
se sabe perdida.
Varias copias de estas imágenes están expuestas en las cas
de Rimbaud en Harar, una casa que, como informa Naser, “no es ninguna de las
que realmente tuvo Rimbaud. Esta bet Rimbo fue, entre otras cosas, el almacén
de un comerciante indio que tuvo relaciones con Rimbaud y también la casa en la
que el padre Jarousseau enseñó francés a un pequeño Haile Selassie”. El padre
André Jarousseau, misionero francés y a la sazón obispo de Harar, había llegado
a Harar en 1888, un año después que Rimbaud.
Si en esta casa se ha ubicado la bet Rimbo es, sobre todo,
porque ninguna de las tres casas de Rimbaud sigue en pie y además se ignora la
ubicación exacta de dos de ellas; el emplazamiento de la primera sí se conoce y
hoy hay en ese lugar, a los pies de la plaza de Faras Magala —literalmente
mercado del caballo— un bar y un hotel decrépitos, el Wesen Seged Hotel. Es
decir, la actual bet Rimbo tiene la enorme ventaja no sólo de estar en pie sino
de ser un hermoso edificio. Como decía John Ford, si tienes que escoger entre
la verdad y la leyenda, escoge siempre la leyenda. Y Rimbaud es precisamente
eso: pura leyenda.
Los dos escritos
africanos de Rimbaud
Rimbaud escribió en
Harar. Nada de poesía, nada de novela o de ficción. Escribió dos artículos para
la Société de Géographie. El primer escrito data de principios de 1883 y se
titula Rapport sur l’Ogdaine (Informe sobre el Ogadén, el desierto que conecta
Etiopía y Somalia). Es un breve texto de cinco páginas cuya publicación
recomendó Bardey por su “precisión”. Éste lo envió a la Société de Géographie,
de la que era miembro, y apareció en 1884. En realidad, el informe se basa en
una expedición de Constantin Sotiro, un comerciante griego amigo de Rimbaud.
El segundo escrito, también publicado por la Société de
Géographie en 1887, consiste en un relato del viaje que realizaron Rimbaud y
Borelli desde Entoto hasta Harar tras vender el cargamento de armas a Menelik
II. Según Borelli, Rimbaud y él fueron los primeros europeos en cubrir dicha
ruta.
La vida privada de Arthur Rimbaud
Se sabe que Rimbaud compartió su vida con dos mujeres
abisinias —con la primera entre 1884 y 1885, y entre 1888 y 1891 con la
segunda— y que Bardey siempre negó que cualquier presunta homosexualidad del
poeta. Sin embargo, el guía Abdú Naser admite, en voz baja y con notable pudor
—la homosexualidad es un tabú absoluto en Etiopía—, “que Rimbaud pudo tener alguna… relación… con otros… con otros…
hombres”. Nada de esto está demostrado. Como siempre, está envuelto en la
neblina de la leyenda y del mito.
Acaso los rumores de homosexualidad vienen dados por la
estrecha relación que mantuvo el poeta con su joven sirviente Djami Wadai
—quien habría nacido hacia 1870—. Éste estuvo ocho años al servicio de Rimbaud,
desde 1883 hasta que el francés abandonó Harar. Pero nada es seguro, todo son
elucubraciones alimentadas por el misterio inherente al personaje.
El café, el chat y
los hombres-hiena
Sin embargo, la presencia de Harar apenas se ciñe al
apartado turístico, y no digamos de la presencia de la cultura y la lengua
francesa. Nadie habla la lengua de Molière en esta ciudad remota. Apenas algún
taxista suelta un superficial ca va? aquí y allá para atraer al turista, pero
nada más. Según Abú Kassen, otro guía turístico de Harar, “en la ciudad hablan
francés unas 200 personas. Antes, el Gobierno francés pagaba a un profesor y
había clases en la casa de Rimbaud, pero hace diez u once años que murió y
nadie lo sustituyó, así que ya no hay clases”.
Harar es también un lugar legendario en Etiopía: es la
ciudad del café, la ciudad del chat —una especie de hoja de coca con un efecto
excitante que apaga el sueño y el hambre—, más de 90 mezquitas se aglutinan en
el interior de las murallas que rodean su casco histórico… Pero Harar también
es la ciudad de las hienas. Aunque hay muchos hombres-hiena destaca de entre
ellos Yusuf, que sale cada noche a los arrabales de la ciudad para darle de
comer a estas temibles criaturas —ya bastante domesticadas debido a la acción
humana—.
Hasta el siglo XIX, las agresivas hienas eran el terror de
los habitantes de la ciudad y de los viajeros que se dirigían hacia ella. Sin embargo,
hacia finales de ese siglo, se implantó la costumbre de colocar despojos de
carne en el exterior de cada una de las cinco puertas de la ciudad, de modo que
las hienas se acostumbraron a comer la carne que le proporcionaban los humanos
en vez de a los humanos mismos hasta que han acabado por convertirse en una
suerte de llamativo aliciente para los turistas, si bien es poco recomendable
tratar de relacionarse con ellas sin la presencia de hombres-hiena como Yusuf,
que aprendió la costumbre de su padre, y éste de su padre, que a su vez la
aprendió de su padre y… y así hasta el siglo XIX.
El principio del fin
En este escenario cumplía Rimbaud casi diez años lejos de
Europa cuando apareció la enfermedad en los primeros días de 1891. “Todo empezó
con algo semejante a un martillazo, por así decir, por debajo de la rótula,
repetido muy ligeramente, como una vez por minuto”, escribió el poeta.
Será el inicio del mal que aparece en su pierna derecha y
que le costará la vida meses después, incluso previa amputación de dicho
miembro. La dolencia fue a más, los dolores se intensificaron, a veces
paralizando incluso el cuerpo del poeta, hasta que el 7 de abril de 1891 tiene
que abandonar Harar, moribundo, enfermo, enrolado en una caravana que lo lleva
encamado hacia Zeilah, en la actual Somalia. Desde ahí es embarcado hacia Adén,
donde ingresa en un hospital y recibe un primer y fallido diagnóstico:
sinovitis.
A partir de ahí todo se desencadena veloz y fatalmente. El
10 de mayo embarca hacia Francia a bordo de L'Amazone y a finales de mes llega a Marsella. En junio
le amputan la pierna. Atraviesa semanas de relativa calma hasta que la
enfermedad regresa de nuevo y a finales de octubre sabe que todo está perdido.
Tiene 37 años y en su lecho de muerte y entre delirios
recuerda a su querido Djami. Como indica Nicholl en Rimbaud en África, “que sepamos, la única encomienda de Rimbaud
fue dejarle [a Djami] un regalo después de su muerte. E Isabelle [la hermana
del poeta, que lo asistió hasta el final] se encargó de ejecutarla”. Así
fue como, a través de su hermana, Rimbaud le envió 3.000 francos (750 táleros)
que cuando llegaron a su destino recibió la familia de Djami, puesto que el
joven etíope había fallecido también. Fue un legado de muerto a muerto.
Recordando Harar en sus delirios finales, Arthur Rimbaud
murió a las diez de la mañana del 10 de noviembre de 1891. El viajero y
comerciante desaparecía y ya no regresaría a Harar; el otro Rimbaud, el poeta,
también moría, su biografía, puesto que su voz, su poesía, se había apagado
mucho tiempo atrás.
Acaso por eso, muchos años después, André Tian, hijo del
comerciante César Tian, quien tuvo asiduas relaciones con Rimbaud en África,
afirmó: “ni mi padre, ni su gerente Maurice Riès, ni su amigo Jules Borelli,
sospechaban por entonces que Rimbaud fuera un poeta… La poesía estaba muerta
para él”. Su poesía, sin embargo, está más viva que nunca para nosotros.
Manuel Ruiz Rico es periodista.
Ha sido corresponsal en Etiopía y actualmente en Panamá. Es doctor en
Periodismo por la Universidad de Sevilla y ha publicado el libro Antonio Muñoz
Molina. El Robinson en Nueva York. En FronteraD ha publicado Gauguin y el sueño
(frustrado) de Panamá.
Galería de imágenes
Una de las calles céntricas de Harar con un edificio en ruinas, de arquitectura europea |
Una de las entradas principales al casco histórico de Harar |
Un hombre machaca chat con la maza en Harar |
Una mujer vende un manojo de chat en un puesto del mercado |
Yusuf, el hombre-hiena dándole de comer a las hienas a las afueras de Harar |
Interior de la casa de Rimbaud en Harar, donde se exponen fotos suyas y otras de la época |