“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

25/2/13

Tiempo de revisión

Gustavo Márquez Marín

Especial para La Página
La esencia del Programa de la Patria  podría sintetizarse en  una frase: “consolidar la independencia nacional para avanzar en la construcción del socialista del siglo XXI”. Viabilizar ese propósito  pasa por impulsar la  superación del capitalismo rentístico y su correlato: la cultura rentista y consumista del despilfarro. La pregunta es: ¿Estamos remando en esa dirección?

El gran logro de la revolución bolivariana ha sido el fortalecimiento de la  independencia y autoderminación de la nación,  a través del ejercicio de la soberanía popular y del desarrollo de una política exterior libre de condicionamientos externos. En ello ha jugado un rol fundamental,  el rescate de la industria petrolera y el incremento considerable y sostenido de los ingresos fiscales derivados de la misma.

No solo por la recuperación de los precios del petróleo,  sino fundamentalmente,  porque se revalorizó el recurso,   se aplicó   una política y una legislación  que incrementó la captación de la renta y  le dio al Estado una mayor participación  en el manejo del negocio petrolero y en sus beneficios. Esta fortaleza financiera le permitió al Estado desembarazarse del yugo neocolonial del FMI y compañía y,  redireccionar los ingresos petroleros hacia la atención,  a través de la Misiones, de las inmensas necesidades sociales acumuladas en tiempos de la Cuarta y hacia el desarrollo nacional pero,  la estructura rentista del modelo económico  no ha variado sustancialmente.

En efecto, no se han revertido las tendencias históricas de la economía que fortalecen la dependencia y el rentismo  petrolero,   la desindustrialización, al enorme desbalance entre importaciones y exportaciones no petroleras, además de la debilidad estructural del sector agroproductor para satisfacer la creciente demanda alimentaria resultante de la mayor inclusión social. Estas son realidades que reclaman una revisión de la política económica, para impulsar cambios estructurales acelerados en el modelo productivo, sin los cuales no será sostenible la política social a mediano plazo ni será posible la independencia que haga viable la profundización de la revolución. Es tiempo de revisión.