Nicolás Maquiavelo |
Italia tiene la particularidad de producir los más grandes
pensadores políticos de la humanidad, Nicolás Maquiavelo y Antonio Gramsci y
los políticos más execrables moralmente,
y un régimen de gobierno en permanente crisis. Mientras el papado elige, con
prontitud y eficiencia a su “monarca absoluto”, el Quirinal se ha demorado cuatro meses en generar un
gobierno que, por lo demás, es una alianza espuria entre un ex
democratacristiano, un tecnócrata y un pedófilo – que debiera estar en la
cárcel y no moviendo, por detrás, los hilos de la política italiana -.
En 1513, hace justamente 500 años, Nicolás Maquiavelo
escribía El Príncipe. Si nos trasladamos a la Toscana de esa época, el ex
diplomático Maquiavelo, desterrado al
campo, relataba cómo él se sacaba su traje de labriego y, por la noche
se vestía de embajador, para escribir su breve tratado sobre la manera de
apropiarse del poder y conservarlo.
Nadie ha estado en manos más brutales y desagradables que el pobre Maquiavelo: fue el líder de tiranos y su autor de cabecera – incluso, Napoleón se dio el lujo de comentarlo – como también el enemigo mortal de los jesuitas, que no lograron entenderlo al creer que su libro era una especie de biblia de la tiranía. Lo rechazaron también líderes como Martín Lutero y el teórico del poder absoluto del derecho divino de los reyes, Juan Bodino.
Nadie ha estado en manos más brutales y desagradables que el pobre Maquiavelo: fue el líder de tiranos y su autor de cabecera – incluso, Napoleón se dio el lujo de comentarlo – como también el enemigo mortal de los jesuitas, que no lograron entenderlo al creer que su libro era una especie de biblia de la tiranía. Lo rechazaron también líderes como Martín Lutero y el teórico del poder absoluto del derecho divino de los reyes, Juan Bodino.
Benedetto Croce lo
presentó como un héroe republicano, un gran patriota, desesperado al ver el
derrumbe de los Estados italianos, en ese tiempo divididos a causa del enorme
poder de los Estados pontificios y las invasiones de potencias como España y Francia, durante los
reinos de Carlos V y Francisco I, respectivamente. Según Federico Chabod,
Nicolás Maquiavelo no era un diplomático de primera categoría en la república
de Florencia y su principal misión se centró en César Borgia que, según algunos
autores, fue su modelo en El Príncipe – tanto en su arquetipo, como para los
Medici, Maquiavelo pasó bastante desapercibido -.
Uno de los hechos que más marcó al autor de El Príncipe fue
la dictadura teocrática de Girolamo Savonarola que, en El Príncipe, es el
profeta desalmado, idea de una trilogía que ha sido utilizada para escribir la
biografía principal sobre León
Trotsky. Al visitar la Plaza de la Signoria vemos una pequeña placa donde se recuerda el lugar
exacto donde fue quemado Savonarola, un religioso fanático, que ha tenido muchos seguidores en
la historia, entre ellos, José Antonio Primo de Rivera, Francisco Franco,
Osvaldo Lira, Jaime Guzmán -y su
discípulo, Pablo Longueira-.
Me parece falta de juicio decir que uno no se arrepiente de
nada y, personalmente, yo me arrepiento de muchos errores y, en política, de
haber militado en dos Partidos de inspiración cristiana, (DC e IC), pues creo
funesta la mezcla entre la religión y la política; la república debe ser laica,
como también la educación - en Italia, la Democracia Cristiana fue el partido
más corrupto de Europa, y en Chile, la UDI y la DC son combinaciones que
impiden avances en los derechos civiles -.
Volviendo a Maquiavelo, me permite remitir al lector a tres
obras que considero importantes: Escritos sobre Maquiavelo, de Federico Chavod;
Contra la corriente, de Isaiah Berlin; Machiavel et nous, de Louis Althusser.
La Italia actual, dividida en tres fuerzas irreconciliables,
el Partido Democrático, de ex comunistas, democratacristianos y ex socialistas;
Cinco Estrellas, de Beppe Grillo; el Partido del Pueblo de la Libertad, de
Silvio Berlusconi, además de un pequeño Partido que sigue al tecnócrata Mario
Monti, y del SEL, (Izquierda, Ecología y Libertad), está sumida en un conflicto
insoluble a corto plazo.
El Partido Democrático, mayoritario en la Cámara, no logra
formar mayoría en el Senado; el bicameralismo sincrónico, con iguales
facultades para las dos Cámaras, hacía
imposible la formación de un gobierno, hasta que el ex democratacristiano Enrico Letta
decidió acercarse al partido mafioso de Berlusconi estableciendo un gabinete,
cuyo ministro del Interior, Angelino Alfano, es el segundo del partido de
Berlusconi; además, llamó a participar en el gobierno a representantes del
partido del ex ministro-tecnócrata Mario Monti; es difícil concebir una
combinación más espuria y éticamente inaceptable – en Chile, ni siquiera a la
Concertación se le ocurriría llamar a la UDI -.
El anciano Presidente, Giorgio Napolitano, ex comunista,
sostiene que esta era la única solución posible ante la crisis de
gobernabilidad, que ya llevaba cuatro meses, lo que significa una absurda
apología al “mal menor” que, en este caso, se convierte en un gran mal.
El Movimiento Cinco Estrellas y el SEL (Izquierda Ecología y
Libertad) rechazaron, en ambas Cámaras,
el gobierno del Primer Ministro Letta que, aducen será tan servil a la Troika
como el de Monti – Italia tiene una contracción económica del 1,8%; una deuda
pública del 130% del PIB; y un alto nivel de cesantía – difícilmente saldrá de
la crisis si continúa con las políticas digitadas por Alemania.
Un gobierno que ha servido para proteger al corrupto
Berlusconi tiene poco futuro en Italia; por lo demás, el rechazo a los
políticos y al sistema de parte del Movimiento de Beppe Grillo tiende a crecer
y llegará el día, no muy lejano, en que empezará el derrumbe del sistema
político italiano, tal como les ocurrió a los partidos Democratacristiano,
Socialista y Comunista, producto de la corrupción del sistema político.
El atentado, llevado a cabo hace dos días,
por un desesperado ciudadano, es sólo un llamado de alerta que anuncia
el fin, más temprano que tarde, del actual régimen político. La Italia de hoy
se parece mucho a aquella que amargó la vida del gran escritor florentino,
Nicolás Maquiavelo.