lo mismo podemos decir de un régimen político-económico. El capitalismo se autoproclama como democrático y no lo es. El “socialismo real” tampoco era realmente el socialismo. Los denominados regímenes comunistas poco tienen que ver con la idea del comunismo postulada por Marx o por muchos intelectuales anteriores a él. Esto lo puede comprobar cualquiera leyendo a dichos intelectuales.
Este artículo es un extracto retocado del libro ¿Reforma
o Revolución? Democracia, donde se analiza detalladamente el caso de la
URSS en busca de una reformulación de la teoría revolucionaria para el siglo
XXI. Para quien desee profundizar en lo dicho aquí, he sintetizado en el libro El
marxismo del siglo XXI lo que en verdad es el marxismo, según mi visión,
que yo creo que es la correcta, pero que no es la única posible. Asimismo, en
este libro, además de divulgarlo, de explicar sus bases, se critica
constructivamente al marxismo para intentar hacerlo avanzar. Es imprescindible
analizar los
errores de la izquierda para superarlos.
Hay dos parámetros, relacionados entre sí, pero no
idénticos, a tener en cuenta a la hora de hablar de la gestión de la economía,
de cualquier gestión en general: centralización vs. descentralización,
dictadura vs. democracia. Una gestión eficaz requiere llegar a un equilibrio
entre la máxima centralización y la máxima descentralización. En algunas
cuestiones parece lógico centralizar más que en otras. ¿Pero no es más eficaz
también, además de más ética, una gestión controlada por los gestionados, es
decir, más democrática? No puede olvidarse que el “socialismo” implementado
bajo los regímenes estalinistas careció de una de sus características
esenciales, definitorias: la democracia obrera, la democracia en su sentido más
amplio y profundo, en la política y en la economía. Sin la democracia no es
posible el socialismo porque el socialismo es, por definición, sobre todo,
democracia. La apropiación de los medios de producción por parte del Estado es
una condición necesaria para el socialismo, pero no suficiente. El Estado debe
ser, a su vez, también apropiado: por la ciudadanía en conjunto. El Estado debe
también ser gestionado democráticamente por el conjunto de la sociedad. El
capitalismo de Estado no es el socialismo. Es un paso hacia el socialismo, pero
no es socialismo todavía. El socialismo implica llegar a una gestión
planificada, racional, más o menos centralizada, de la economía. ¡Pero también,
sobre todo, una gestión democrática de la economía, independientemente del
grado de centralización o descentralización adoptado, una gestión democrática
de la sociedad en general, en todas sus facetas! Lo que caracteriza al
socialismo, más que el grado de centralización o descentralización adoptado, es
sobre todo el carácter democrático de la gestión económica, social en general.
En cualquier caso, un país no puede sobrevivir mucho tiempo
si consume más riqueza de la que produce, aunque la producción de su riqueza no
sea directamente la explotación de sus propios recursos naturales. Si el
socialismo, a diferencia del capitalismo, no tiene como centro de gravedad la
rentabilidad, el beneficio, sin embargo, no puede hacer que dicho concepto
desaparezca del mapa. El socialismo no se obsesiona con el beneficio, pero no
puede obviarlo. En el socialismo se busca sobre todo satisfacer las necesidades
sociales, repartir la riqueza generada de la manera más equitativa posible,
pero para ello primero hay que generar riqueza, para ello debe lograrse también
una economía rentable. La rentabilidad debe existir en cualquier economía. La
diferencia radica en la forma en que se consiga, en la importancia que se la dé
y en la manera en que se canalice en la sociedad la riqueza generada. Generar
riqueza es lo mismo que lograr rentabilidad. El socialismo, a diferencia del capitalismo,
busca primordialmente compaginar rentabilidad con equidad de reparto, dando
prioridad a esta última. El capitalismo busca sobre todo la rentabilidad y
espera que la riqueza generada se distribuya de alguna manera, pero la
rentabilidad es la que manda, la economía capitalista gira en torno al
beneficio y logra cierta rentabilidad (entendiendo por rentable que genera
riqueza) haciendo que cada individuo busque obsesivamente el beneficio propio,
haciendo que cada uno se busque la vida, tal como se hace en la selva. El
problema es que en esa guerra de todos contra todos por el beneficio personal
no todos los contendientes batallan en igualdad de condiciones, tal como así se
hace también en la selva. El fuerte domina. Es más, el fuerte se hace cada vez
más fuerte. Con el tiempo, esa batalla es cada vez más desigual. Es decir, la
jungla es cada vez más jungla.
De esta manera, el capitalismo, sustentado inicialmente en
un equilibrio dinámico en el cual se piensa que el egoísmo de cada individuo
será el motor de la economía y logrará un reparto no demasiado desigual que
posibilite cierta cohesión social, con el tiempo, pierde ese equilibrio, se
hace inestable y amenaza con colapsar. Perder ese delicado equilibrio quiere
decir que las contradicciones se agudizan, que la economía deja de crecer
(puesto que lo producido no se corresponde con lo consumido, como consecuencia
de un reparto cada vez más desigual de la riqueza generada), que la cohesión
social peligra (puesto que al aumentar las capas de población que no pueden
satisfacer sus necesidades más básicas, las probabilidades de conflictos
sociales se disparan, la sociedad se rompe). Pedirle al capitalismo que
erradique la sociedad clasista es como pedirle peras al olmo. La lucha de
clases es consustancial al capitalismo. No es en verdad un concepto
“socialista”, es un concepto “capitalista”. Los socialistas sólo constatan que
la lucha de clases es inevitable en la sociedad clasista, que ésta sólo podrá
superarse mediante la lucha de clases, cuando ésta sea ganada por las clases
populares, por las clases explotadas ¡Pero, cuidado, el socialismo científico
no dice que el resultado de la lucha de clases esté predeterminado! La lucha de
clases puede derivar en socialismo o en barbarie, es decir, en más capitalismo,
o en otro sistema peor, si es que ello es posible. Los (verdaderos) socialistas
se ponen del lado del proletariado en dicha guerra, le dicen a los trabajadores
que se defiendan y luego ataquen, que puede y debe superarse la sociedad
actual. Los capitalistas, independientemente de todo esto, practican
cotidianamente su lucha de clases, por mucho que la nieguen, por mucho que
digan que es algo del pasado. No se trata de modas, sino de necesidades.
Incluso cuando las clases bajas hace tiempo que no practican la lucha de
clases, pues apenas se defienden, la lucha de clases se niega a desaparecer y
se intensifica en las épocas de crisis, cuando el sistema muestra su auténtico
rostro, cuando el Estado se quita el disfraz y evidencia su carácter clasista, burgués,
cuando las clases altas vuelven a atacar, no contentas todavía con lo que
tienen. Lo dicho, mientras haya clases, por lo menos mientras el contraste
entre las mismas sea importante, habrá lucha de clases. Negar la lucha de
clases es negar la materia prima de la sociedad capitalista. Con el tiempo la
desigualdad en el capitalismo tiende a realimentarse a sí misma y amenaza al
propio orden capitalista, a la misma sociedad humana. Con el tiempo la lucha de
clases se agudiza. Podrá haber altibajos, pero la tendencia a largo plazo del
capitalismo es clara e inevitable.
El socialismo busca, precisamente, un equilibrio más sólido
en la sociedad humana, busca explícitamente, y no implícitamente, dicho
equilibrio. No espera que ese equilibrio se alcance espontáneamente. De aquí
proviene, fundamentalmente, la dificultad del socialismo respecto del
capitalismo, pues en éste, en principio, se deja todo en manos de la
naturaleza, se espera que el orden se alcance por sí mismo, dejando que los
individuos actúen en aras de su supervivencia o de su afán de prosperidad
individual, dejando que el mercado funcione por sí mismo, dejando que las
fuerzas de la naturaleza actúen por sí mismas, en vez de controlarlas, haciendo
así que el ser humano sea dominado por la economía, por su sistema de
convivencia, en vez de dominarlo, haciendo así que la sociedad humana sea
víctima en vez de dueña de sí misma, haciendo así que el individuo esté al
servicio de la economía, en vez de al revés. Mientras el ser humano no tome el
control de sí mismo, su evolución irá en su contra en vez de a su favor, le
conducirá a su propia destrucción en vez de a su liberación. El ser humano que
va poco a poco dominando la naturaleza, inevitablemente, se topa con el desafío
de, además de evolucionar tecnológicamente, hacerlo también socialmente, de
controlar las fuerzas sociales que rigen su propia sociedad, y no sólo las
fuerzas de la naturaleza muerta. La ley de la jungla funciona espontáneamente,
la civilización hay que construirla. Aunque la jungla, por mor de la evolución,
es decir, como consecuencia de la dialéctica materialista, el ADN del Universo,
tiende de forma natural hacia la civilización. En verdad que la civilización
también es naturaleza, una naturaleza más sofisticada, más evolucionada, más
elaborada. La civilización es la combinación de naturaleza y tiempo. La
civilización es la naturaleza “bruta” manufacturada por el tiempo y por ella
misma. La misma naturaleza tiende, con el tiempo, a negarse a sí misma, como
nos dice la dialéctica. O dicho de otra forma, la naturaleza se transforma a sí
misma con el tiempo, mediante la ley básica que rige el Universo. La progresiva
complejidad del Universo, en base a la cual la energía toma la forma de
materia, en base a la cual surge la vida, es decir, en base a la cual la
materia muerta se vuelve viva, en base a la cual la materia viva toma
conciencia de sí misma, es una consecuencia directa de dicha ley básica, de la
lógica universal: la dialéctica materialista.
El capitalismo no puede escapar a dicha lógica. Nada puede
escapar a ella. Nada por lo menos de este Universo. El capitalismo sucumbirá
ante ella, pero no necesariamente de una sola manera. El capitalismo tiende al
socialismo, por mor de su propia lógica, la cual es también la lógica del materialismo
dialéctico, es decir, la lógica del propio Universo, pero, por mor de esa misma
lógica, el socialismo no tiene garantizado su existencia. Dicha lógica también
puede conducir a la extinción de toda civilización. La lógica de la dialéctica
materialista es la lógica de las contradicciones, las cuales no siempre se
resuelven de la misma manera, es la lógica de las tendencias. En el
capitalismo, en principio, basta con proteger la propiedad privada de los
medios de producción y dejar que el mercado, que la naturaleza, haga el resto.
En principio, porque poco a poco el capitalismo debe combatir el creciente
descontento popular, el inevitable cuestionamiento de la población, debe
enfrentarse a su propia negación, producto natural del tiempo, como así fue su
afirmación. El capitalismo debe construirse cada vez más, en verdad el orden
capitalista debe trabajarse cada vez más, el capitalismo debe prescindir cada
vez más del espontaneísmo, el mismo capitalismo va poco a poco negándose a sí
mismo. El sistema ya no se sostiene por sí mismo, debe ser rescatado, debe
controlarse cada vez más el pensamiento de las masas, para que el proletariado,
la mayoría de la población, no ponga en peligro el orden establecido, que cada
vez es menos orden, que cada vez está menos establecido. El capitalismo,
sustentado en la no intervención humana, en una mínima intervención, debe ser
cada vez más intervenido por los humanos. En definitiva, como decía el
marxismo, el socialismo poco a poco se va abriendo paso. El capitalismo tiende
hacia el socialismo. Quienes proclaman que no hay que intervenir,
contradiciéndose a sí mismos, poniéndose en evidencia ante los demás, cada vez
intervienen más. Quienes niegan la posibilidad de que el destino sea controlado
por la humanidad, tienden a controlarlo cada vez más. El socialismo científico,
que básicamente consiste en la idea de la posibilidad de controlar consciente y
globalmente el destino de la sociedad humana, es decir, en la idea del
autocontrol social consciente, va siendo poco a poco validado por los mismos
capitalistas, muy a su pesar. El capitalismo, como cualquier sistema de un
Universo donde la dimensión temporal existe, es un producto histórico, es
decir, nace, crece y muere, en verdad se transforma en otra cosa. El
capitalismo, justificado como un sistema producto del tiempo, pretende parar el
tiempo, pretende contradecir la ley esencial del Universo de que todo cambia,
de que todo, tarde o pronto, acaba, muta. Los apóstoles del capitalismo, que lo
justifican como algo natural, como el lógico producto de la naturaleza, niegan
la ley más básica de la naturaleza: que todo, incluida la propia naturaleza,
cambia. El capitalismo, lejos de lo proclamado por sus apóstoles, no es el fin
de la historia, es, al contrario, el fin de la prehistoria humana, es la
antesala de la verdadera historia humana. Quienes justifican el capitalismo por
ser algo natural, lo van poco a poco convirtiendo en artificial, se oponen al
curso natural de la historia. Así como el capitalismo tuvo su razón de ser, tendrá
su razón de dejar de ser. De la misma forma que el capitalismo sustituyó al
feudalismo, el socialismo sustituirá al capitalismo. ¿De la misma forma? No
exactamente. Ahora, por primera vez, la humanidad tiene capacidad de
autodestruirse. Ahora, por primera vez, la humanidad tiene también la capacidad
de autoemanciparse, de dar el verdadero salto evolutivo del primitivismo a la
civilización. La humanidad se encuentra realmente por primera vez en la
encrucijada a la que probablemente llega tarde o pronto cualquier especie
inteligente: civilización o barbarie, mejor dicho, supervivencia o
autodestrucción.
En el capitalismo la búsqueda del beneficio es la prioridad,
es un fin, el reparto de la riqueza es secundario, pero también es necesario,
al menos en parte, para que la sociedad capitalista no colapse, para que la
sociedad no se desintegre, no estalle en mil pedazos. Sin embargo, como los
hechos van demostrando poco a poco, la búsqueda obsesiva del beneficio no es
suficiente, es incluso contraproducente. Se abre paso la idea de que es posible
y necesario compaginar la creación de riqueza con su reparto. En el socialismo,
por el contrario, el beneficio es algo secundario, es un medio de generar
riqueza, la prioridad es el reparto de la riqueza generada. En ambos sistemas,
como en cualquier sistema económico, existen tanto la rentabilidad, la búsqueda
de generación de riqueza, como el reparto de la riqueza generada. La diferencia
estriba en la prioridad que se le den. En lo que en un caso es prioritario en el
otro es secundario, en lo que en un caso es un medio, en el otro es un fin.
Reparto vs. Rentabilidad. Planificación vs. Espontaneísmo. Racionalización vs.
Anarquía. Orden vs. Caos. Ciencia vs. Religión. Civilización vs. Jungla.
Sociedad vs. Individuo. Socialismo vs. Capitalismo. El socialismo busca
compaginar racionalidad, ética y eficiencia. El socialismo es civilización. Por
esto Rosa Luxemburgo decía: Socialismo o barbarie. Quien dice socialismo dice
democracia. ¿De qué otra manera es posible lograr un sistema al servicio de
toda la sociedad más que cuando toda ella decide, más que cuando toda ella lo
construye?
Probablemente, el sistema económico del futuro, por lo menos
en un futuro no demasiado lejano (la mentalidad capitalista llevará tiempo
superarla, si es que se supera), si el futuro existe, si la humanidad es capaz
de controlarlo toda ella y no sólo ciertas minorías, será algún sistema mixto
que combine lo mejor del capitalismo y lo mejor del socialismo. Tal vez se
llegue a una síntesis dialéctica entre capitalismo y socialismo, entre
rentabilidad y reparto, entre individuo y sociedad, entre espontaneísmo y
planificación. Hay grandes evidencias que apuntan a ello. Cuando mejor funciona
aparentemente el capitalismo, desde el punto de vista del conjunto de la
sociedad, es cuando el Estado asume ciertos postulados socialistas. El
keynesianismo produjo mejores resultados que el neoliberalismo, aunque también
generó problemas importantes, como fuertes inflaciones. Por supuesto que las
distintas versiones del capitalismo llegan de una u otra manera a un callejón
sin salida, las crisis son inherentes al capitalismo porque éste es altamente
contradictorio. Como dice Alan Woods: El neoliberalismo y el keynesianismo son
sólo la bota derecha y la bota izquierda del capitalismo. Es la elección entre
la inflación y la deflación. Pero para el obrero sólo es una elección entre la
muerte en la horca o la muerte lenta ardiendo en la hoguera, es decir, no es en
absoluto ninguna elección. Las crisis capitalistas no son más que la
exteriorización de sus numerosas e intensas contradicciones internas, de unas u
otras, de unas u otras maneras. Pero, indudablemente, el neoliberalismo ha
provocado mayores y más frecuentes crisis que el keynesianismo. La crisis
actual es sólo comparable al crack de 1929. Cuando mejor funciona aparentemente
el socialismo es cuando se permite cierta libre competencia, por lo menos entre
los pequeños productores. Aparentemente porque en verdad mientras no se intente
un mayor control democrático de la economía por los propios trabajadores no
podrán sacarse conclusiones definitivas. Todos los países que han intentado el
socialismo no han tenido más remedio que permitir cierta iniciativa privada,
por lo menos a pequeña escala. Y no han tenido más remedio que recurrir al
mercado porque no han querido aumentar y mejorar el control democrático de la
burocracia gobernante. Países como los escandinavos demuestran que combinando
ciertas características del capitalismo con ciertas características del socialismo
se logra compaginar crecimiento económico, por lo menos cierta producción de
riqueza, con cierta igualdad social. El problema es que el capitalismo actual,
como todo sistema donde el modo de producción capitalista sea preponderante,
está dominado por ciertas élites que imposibilitan el bienestar de la mayoría.
El sistema actual tiende hacia el empobrecimiento de la mayoría de la
población, además de a su alienación, además de poner en serio peligro de
extinción a la humanidad y su hábitat. Quizás en el sistema del futuro haya
ciertas dosis de capitalismo, pero limitado, controlado por el Estado. Cuando
hay grandes capitalistas ya hemos visto que el Estado degenera y realimenta al
capitalismo en una espiral autodestructiva. Tal vez la sociedad del futuro sea
un sistema socialista en el que haya pequeños capitalistas pero no grandes
capitalistas. Una sociedad socialista a gran escala pero capitalista a pequeña
escala. Una sociedad fundamentalmente socialista con islas de capitalismo. O
quizás no.
Por otro lado, tampoco sabemos si funcionará mejor el
colectivismo (cada empresa pertenece a sus propios trabajadores, ellos mismos
la poseen y la gestionan), o el estatismo (cada empresa pertenece al Estado, al
conjunto de la sociedad). El colectivismo tiene la ventaja de que los
trabajadores, los gestores y los poseedores de los medios de producción son los
mismos. El estatismo tiene la ventaja de que la economía puede planificarse
mejor de manera global, de acuerdo con el interés general. Colectivismo implica
mayor autonomía y libertad de los trabajadores, siempre que todos tengan las
mismas opciones de pertenecer a cualquier empresa. Estatismo implica mejor
planificación central de la economía. El colectivismo tiene como inconveniente
que puede provocar desigualdades entre trabajadores de diversas empresas o
sectores, puede crear ciertas formas de capitalismo, además de descoordinación
general. Las empresas compiten entre sí pero pertenecen a todos sus
trabajadores, convertidos así en nuevos “capitalistas”. El estatismo tiene como
inconveniente que los trabajadores son gestionados por otros. En este caso la
figura del capitalista que posee la empresa desaparece, pues se sustituye por
el Estado, por el conjunto de la sociedad, pero son funcionarios, o sus
representantes en la empresa, quienes se encargan de gestionarla, de tomar las
decisiones estratégicas de acuerdo con el interés general (suponiendo un Estado
verdaderamente democrático). El estatismo puede derivar, y de hecho así fue, en
un capitalismo de Estado. El colectivismo, por su parte, puede derivar en un
capitalismo semi-privado, en una especie de capitalismo popular. Tal vez, la
solución sea combinar estatismo y colectivismo.
El capitalismo actual se caracteriza por dos cosas, desde el
punto de vista de las relaciones sociales de producción: las empresas
pertenecen a ciertas personas y, como consecuencia de esto, son gestionadas (en
sus líneas maestras) dictatorialmente por dichas personas, o por otras personas
que les sirven a sus órdenes, todas ellas ajenas a los propios trabajadores, a
la inmensa mayoría de ellos. Es decir, el modo de producción capitalista se
caracteriza por la propiedad privada de los medios de producción y, por tanto,
por su gestión privada, es decir, por la falta de democracia en su gestión. Un
modo de producción se caracteriza por las relaciones que se establecen entre
los distintos actores que intervienen en él. Las relaciones de producción
capitalistas consisten esencialmente en el dominio de unas minorías sobre el
resto de la población. La economía pertenece a los capitalistas, sobre todo a
los grandes capitalistas. En el modo de producción capitalista el sujeto
protagonista (el que decide) es la gran burguesía. Como consecuencia de esto la
riqueza generada es acaparada por los dueños de la economía. Los trabajadores
no poseen las empresas ni las gestionan (en sus líneas estratégicas más
importantes), y, como consecuencia de esto, apenas recogen los frutos de su
trabajo, los cuales son acaparados fundamentalmente por las minorías que poseen
dichas empresas o que las gestionan. La riqueza pública así se privatiza. La
riqueza que en su origen era social, que se genera socialmente, deja de ser
social, no es disfrutada socialmente. Y esto es una consecuencia directa del
carácter privado de los medios de producción. Ésta es la gran contradicción del
modo de producción capitalista de la cual beben el resto de contradicciones: la
riqueza se genera socialmente, es creada públicamente, proviene, en última
instancia, de algo que era en principio público (la naturaleza), pero es
acaparada por ciertos individuos, es disfrutada primordialmente de manera
privada.
El capitalismo es un modo de producción social en el que los
medios de producción son privados y, como consecuencia inmediata de esto, la riqueza
generada es privada, es decir, es acaparada fundamentalmente por ciertas
minorías, no por casualidad por aquellas que poseen dichos medios. La sociedad
en conjunto es así desposeída de la riqueza que en verdad debería poseer. El
origen de la desigualdad social radica principalmente en el hecho de que
ciertas personas posean los medios de producción. La desigualdad en la posesión
de las “máquinas” generadoras de riqueza, en su gestión, provoca, lógicamente,
como no podía ser de otra forma, la desigualdad del reparto de la riqueza
generada y todos los conflictos sociales que de ella se derivan. La lucha de
clases va pareja a dicha desigualdad. Dicha desigualdad con el tiempo va
aumentando si no se contrarresta la tendencia natural del capitalismo. Dentro
del capitalismo dicha desigualdad sólo puede suavizarse temporalmente. Dicha
desigualdad sólo puede desaparecer, por lo menos disminuir considerablemente,
si desaparece el capitalismo. Y esto sólo puede producirse si en el curso de la
guerra de clases vence una clase que aspira a la erradicación de toda
explotación: la clase más explotada, el proletariado, la mayoría dominada. Esto
sólo puede producirse también si dicha clase ejerce verdaderamente el control
de la sociedad y si toma las medidas técnicas adecuadas, para lo cual se hace
imprescindible un diagnóstico correcto del mal a erradicar, para lo cual
también se hace imprescindible una metodología adecuada.
La metodología es clara, no puede ser otra: la democracia.
El diagnóstico es claro, hace tiempo que lo es: el origen del mal reside en la
propiedad privada de los medios de producción. A no confundir con la propiedad
de los productos del trabajo. El socialismo aspira a socializar los medios de
producción para redistribuir la riqueza, para devolverle a la sociedad lo que
en verdad es suyo. El socialismo no busca la erradicación de toda propiedad
privada, no la de los bienes particulares de las personas, no la del producto
del trabajo de las personas, sino que “sólo” la de los medios de producción, la
de los medios para que cada persona pueda hacer su trabajo. Busca expropiar a
los expropiadores, a quienes acaparan la riqueza social acaparando los medios
para generarla. Con el socialismo la propiedad de los bienes de los ciudadanos
aumentará notablemente, a la par que disminuirá notablemente (buscándose su
desaparición) la de los actuales poseedores de la economía (pero no la de sus
bienes particulares, sino que la de sus empresas o tierras de producción
agrícola o ganadera). En el socialismo la sociedad entera es dueña de su
economía. La economía es pública, mejor dicho, es bastante pública, más pública
que en el capitalismo, pero menos que en el comunismo. Más que en el
capitalismo porque no sólo la producción es social, sino que también su
gestión, sino que también sus medios, que son de propiedad social. Menos que en
el comunismo porque la riqueza generada no es totalmente social, no es puesta
en conjunto, todavía, a disposición de toda la sociedad.
Cada individuo en el socialismo recibe acorde con su
contribución, la cual depende también de su capacidad. El individuo más capaz,
y con mejor actitud, es decir, el trabajador que trabaja más, porque puede y
porque quiere, recibe más. Esto ya ocurre en parte en el capitalismo. El
socialismo se diferencia en cuanto a que desaparecen quienes viven de los
trabajadores, es decir, quienes no se someten a esta ley de que tanto trabajas
tanto eres recompensado. En el socialismo desaparecen los capitalistas, los
poseedores de los grandes medios de producción que sólo invierten y acaparan la
riqueza generada por sus empleados. Además, en el socialismo, esa ley se aplica
por igual a todo el mundo, todo es más transparente. Parte de la riqueza
generada en el socialismo es puesta a disposición de toda la sociedad y parte
es repartida entre quienes la generan, y en función de sus particulares
contribuciones. El socialismo busca fundamentalmente pasar de una sociedad
donde cada cual recibe en base a su propiedad, producto muchas veces de la
suerte, y no tanto en base a su trabajo, a una sociedad donde cada cual recibe
en base al trabajo que realmente aporta. El socialismo busca llevar a la
práctica el principio “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su
trabajo”. El socialismo busca que cada cual reciba el producto de su trabajo,
que cobre por el trabajo verdaderamente realizado. Es decir, el socialismo
busca, entre otras cosas, de paso, erradicar el parasitismo social. Al hacer
que todos los individuos trabajen, cada uno trabajará menos, el trabajo podrá
repartirse mejor, la jornada laboral podrá disminuirse notablemente. El
socialismo busca que cada cual reciba por lo que aporta, procurando que todos
aporten igual, o lo más parecido posible. En el socialismo el derecho de los
productores es proporcional al trabajo que han rendido; la igualdad aquí
consiste en que se mide a todos por el mismo rasero: por el trabajo. El
socialismo tendrá aún ciertas rémoras del capitalismo. Llevará cierto tiempo
desprenderse del lastre del capitalismo. En el socialismo, el ciudadano, es
decir, el trabajador (porque todo ciudadano será trabajador), es premiado en
base a su capacidad, y no en base a la propiedad que tiene al nacer, cada
ciudadano recoge el fruto de su propio trabajo, y no el de las generaciones
pasadas, prospera en función de lo que hace en la vida y no por lo que se
encuentra al nacer, no por lo que le dejaron sus muertos, no por lo que
hicieron otros en otras vidas. Al menos esto es lo que pretende el socialismo.
En el socialismo, la suerte, pilar de la sociedad capitalista, deja de
protagonizar el destino (en la vida en sociedad, por lo que respecta a la vida
económica) de las personas. Las personas en el socialismo tienen más
oportunidades de controlar su propio destino.
El comunismo va mucho más allá. Busca liberar a los seres
humanos de sus limitaciones en cuanto a sus capacidades. Busca dar al individuo
en base a sus reales necesidades, y no en base a su capacidad. Representa un
paso más en la búsqueda de una sociedad más justa, es decir, más libre. Busca liberar
al ser humano de sus defectos, de sus debilidades, de sus desigualdades
naturales, de tal forma que una persona con menos capacidad pueda satisfacer
igualmente sus necesidades que otra más capaz, de tal forma que todas las
personas, con distintas capacidades y distintas necesidades, satisfagan todas
sus necesidades. El comunismo busca garantizar la supervivencia de todos los
seres humanos. El comunismo va todavía más lejos que el socialismo y busca
erradicar el propio concepto de propiedad, el cual es en verdad el verdadero
origen del mal, la manzana mordida que hizo que la humanidad haya sido
expulsada del paraíso. Pero el comunismo no busca quitarle a la gente lo que es
suyo, lo que siente suyo, sino que busca que la gente no necesite poseer, que sienta
que nada es de nadie, que todo es de todos. El comunismo busca llevar a la
práctica el principio “de cada cual según su capacidad, a cada cual según sus
necesidades”. En el comunismo se aspira a tal estado de desarrollo, material y
espiritual, que los individuos satisfacen todas sus necesidades
independientemente de su capacidad para hacerlo, incluso independientemente de
cuáles sean sus necesidades. El comunismo es el paraíso perdido, el paraíso
recuperado. La humanidad, por mor de la evolución, es decir, por mor de la
dialéctica materialista, abandonó el comunismo, y, por mor de la misma
evolución, lo recuperará, pero a un nivel superior. La humanidad se negó a sí
misma “momentáneamente”, pero negará esa negación, para volver a ser ella
misma, por mor de la ley dialéctica de la negación de la negación.
El comunismo no sólo busca erradicar las desigualdades
sociales, sino que incluso las “naturales”. Pero no negando éstas, no
uniformizando a todos los individuos para que sean todos clones, sino que liberando
a cada individuo de las necesidades más básicas, liberándolo en el sentido de
garantizar la satisfacción de dichas necesidades, en el sentido de que ya nadie
tenga que preocuparse por la supervivencia. La igualdad, como escribió Engels,
significa abolir las diferencias de clase, pero no las de carácter individual.
En el comunismo, por fin, cada individuo puede realizarse, pues dispone de
mucho más tiempo libre, pues no debe preocuparse de su mantenimiento físico, el
cual le llevará mucho menos esfuerzo y tiempo (recordemos que el trabajo es
necesario para sobrevivir, es decir, gran parte de nuestro tiempo, el cual
dedicamos a trabajar, es tiempo dedicado a la supervivencia). Con el comunismo
todos los seres humanos, y no sólo ciertas minorías, pueden, por fin, dedicarse
a vivir, a las artes, al ocio, al placer intelectual y físico, y no sólo a
sobrevivir. El comunismo es la conquista del tiempo libre. El comunismo
posibilita, además de la satisfacción de nuestras necesidades físicas, y
precisamente porque la garantiza, la satisfacción de nuestras necesidades
intelectuales, haciéndonos así más humanos, realimentando así la evolución del
mono desnudo que deja de ser mono. Con el comunismo el tiempo dedicado a la
supervivencia disminuye al mínimo necesario. El comunismo no erradica al
individuo para que sea subsumido por la colectividad. ¡Al contrario! En él, el
individuo, liberado de sus ataduras materiales (todo lo que puede liberarse),
puede realizarse verdaderamente como ser humano, deja de ser un animal parlante
y pensante. En el comunismo el ser humano alcanza su verdadera esencia humana,
abandonando, por fin, su animalidad. La inteligencia se afirma a sí misma,
supera su negación, la inteligencia potencial se hace real. El comunismo es el
inicio de la civilización humana, en su sentido más profundo. Es el salto
evolutivo definitivo, pero no el fin de la historia humana, al contrario, su
verdadero principio. Todo lo acontecido hasta él es la transición desde el
primitivismo hasta la civilización, del mundo animal al mundo espiritual. Con
el comunismo la sociedad humana será, por fin, realmente humana, abandonará la
animalidad de la que proviene. Con el comunismo la sociedad humana será, por
fin, realmente sociedad, posibilitará la convivencia armónica entre los
humanos. Con el comunismo el ser social, por fin, se realiza socialmente. El
ser realmente es.
El ser humano, ser social, realmente se realiza cuando la
sociedad lo es realmente, cuando se lleva a la práctica el principio elemental
de igualdad en las relaciones entre los individuos, sin el cual no es en verdad
posible la vida en sociedad, no por mucho tiempo. Una sociedad sustentada en la
guerra permanente entre sus individuos llega en determinado momento, cuando su
tecnología alcanza cierto nivel, a una crucial encrucijada: civilización o
barbarie, supervivencia o autoextinción. El comunismo representa la
civilización, la supervivencia. El capitalismo la barbarie, la autodestrucción.
El ser social inteligente no puede sobrevivir como los animales. La
supervivencia animal trasladada a la civilización, la barbarie, conduce a la
extinción. La supervivencia debe sufrir el cambio de la cantidad en calidad
cuando el ser social se hace suficientemente inteligente. La libertad en la
jungla no puede ser la misma que la libertad en una sociedad civilizada. La ley
del más fuerte, el libertinaje, debe dar paso a la igualdad (bien entendida, no
la de ser y actuar todos de la misma manera). El egoísmo, que en la vida
salvaje es el pasaporte de la supervivencia, en la vida civilizada es el
pasaporte de la muerte. ¿Y cómo es posible que el egoísmo derive en
solidaridad? Por la dialéctica materialista. En la vida salvaje en verdad que
también era necesaria para la supervivencia cierta solidaridad. La solidaridad
no aparece repentinamente, ya existía. Nada en el Universo nace y muere, sino
que se transforma.
Las condiciones materiales de existencia desarrollaron la
inteligencia del ser humano: la liberación de las manos al pasar de la postura
cuadrúpeda a la bípeda posibilitó el desarrollo del cerebro. La evolución de
las especies postulada por Darwin sólo puede explicarse y comprenderse
realmente si se considera y entiende el materialismo dialéctico. Las
necesidades materiales, junto con ciertas casualidades probablemente (sin las
cuales sería muy difícil explicar por qué evolucionaron unas especies y no
otras, por qué no todas las especies evolucionaron de la misma manera),
hicieron que las manos del mono antecesor del hombre fueran liberadas. Esto le
posibilitó al homo sapiens desarrollar herramientas para satisfacer mejor sus
necesidades materiales, es decir, le posibilitó el desarrollo intelectual y a
su vez éste aumentó todavía más la posibilidad de alterar su entorno físico. De
esta manera el cerebro y las manos se realimentaron mutuamente en una típica
relación dialéctica enraizada en lo material. La bola de nieve, una vez que
inició su caída por la ladera de la montaña, fue aumentando su tamaño a lo
largo del tiempo. La inteligencia es también un producto de la ley de leyes del
Universo.
Con el tiempo la inteligencia y la solidaridad fueron
aumentando de tal manera que el ser humano se hacía cada vez más social. En
verdad no podemos decir esto de esta manera tan metafísica, no podemos separar
las causas de los efectos: el ser humano se hacía más social a medida que se
hacía más inteligente, y viceversa, el ser humano se hacía más inteligente a
medida que se hacía más solidario, y viceversa,… Combínese estos tres
conceptos, inteligencia, sociabilidad, solidaridad, de todas las maneras
posibles y se tendrá una visión más realista de lo que ocurrió, es decir, más
dialéctica. O bien, dicho de otra manera: una vez encendida la mecha de la
inteligencia, una vez que se produce un cambio cualitativo decisivo (que la
cantidad se transforma en calidad) en la especie llamada homo sapiens, con el
tiempo, el individuo hace al sistema, es decir, lo va alterando, y a su vez el
sistema hace al individuo, es decir, lo va cambiando, lo va haciendo cada vez
más social. Podríamos redefinir la inteligencia como la capacidad de alterar el
entorno y a su vez ser alterado por él. Más precisamente, la capacidad de ir
alterando cada vez más el entorno y a su vez ser alterado cada vez más por él.
Entendiendo el entorno en su sentido más amplio. Como el entorno físico, la
naturaleza, pero también como la propia sociedad de la especie inteligente de
que se trate. Las abejas también alteran su entorno físico, pero dicha
alteración no cambia a lo largo del tiempo, por lo menos no tanto como la alteración
que hace el ser humano. La especie humana es la única de la Tierra que ha
sobrepasado cierto umbral de inteligencia. No es la única especie inteligente,
pero sí la única que ha superado el punto crítico de la inteligencia a partir
del cual la evolución se acelera. Inteligencia implica cambio. Cuanta más
inteligencia más cambio. La lógica del Cosmos, la dialéctica materialista, se
realimenta a sí misma. El Universo se hace cada vez más dialéctico, es decir,
más cambiante, más complejo, a medida que pasa el tiempo. La inteligencia
crítica es la sal que dispara el proceso dialéctico sustentado en la materia,
es decir, que dispara la evolución. Aquellas especies que no superan cierto
umbral de inteligencia se estancan, no evolucionan, o sucumben ante circunstancias
ajenas a ellas. La inteligencia abre las puertas a cualquier especie para
prolongar su existencia, pero siempre con el riesgo también de acortarla
bruscamente. La inteligencia pone el destino de una especie en sus propias
manos. No es que su destino dependa sólo de ella, es que depende también de
ella, en gran parte de ella. Pero como todo en la vida, como nos dice
claramente la dialéctica, tiene sus lados contrapuestos, todo lo bueno que
tiene la inteligencia tiene su lado oscuro, su otra cara de la moneda.
Sobrevive, es decir, no sucumbe ante sí misma, aquella especie inteligente que
resuelve las contradicciones inherentes a la inteligencia en el sentido
“positivo”, es decir, en el sentido de armonizar, en vez de oponer, a la
especie y su entorno. Más en general, sobrevive aquella sociedad inteligente
que es capaz de resolver sus contradicciones en el sentido positivo. El
comunismo supone la resolución de las contradicciones de la inteligencia en el
sentido positivo.
Al hacerse más inteligente, más social, el ser humano
aumentaba considerablemente el tamaño de sus sociedades, hasta alcanzar la
escala planetaria, donde por necesidad de supervivencia, una vez más (la
materia es la que manda en última instancia), no tuvo más remedio que
evolucionar hacia una sociedad todavía más solidaria, donde no tuvo más remedio
que sintetizar dialécticamente egoísmo y solidaridad, donde dichas
contradicciones se resuelven en el sentido de que prevalezca la solidaridad,
pues sólo ella podrá salvar a una especie tan numerosa y que altera tanto su
entorno. El individuo egoísta que busca su supervivencia como individuo no
tiene más remedio que hacerse solidario para sobrevivir junto al resto de sus
congéneres. Al hacerse suficientemente social, el antaño egoísmo se transforma
en solidaridad. O lo que es lo mismo, el individuo se hace solidario por
egoísmo, no tanto como una elección ética, sino que sobre todo por pura
necesidad de supervivencia. El egoísmo era la supervivencia del individuo
aislado, o poco social. La solidaridad es la supervivencia del individuo
social, muy social. Podríamos incluso decir que la solidaridad es el egoísmo
social, el egoísmo inteligente. Y todo esto ocurre de manera inconsciente al
principio, durante mucho tiempo, hasta que por fin el ser humano toma
consciencia de sí mismo y del Universo, hasta que descubre la ley de leyes que
lo rige y la utiliza a su favor. Así pues, podemos decir que el comunismo es el
“triunfo” de la solidaridad sobre el egoísmo, así como del lado positivo de la
inteligencia sobre su lado negativo, la estupidez (a medida que el ser humano
se hace más inteligente también se vuelve más estúpido, si consideramos a la
estupidez como la mala utilización de la inteligencia potencial). El comunismo
es la cumbre evolutiva de toda sociedad, de todo ser social, es decir, de todo
ser, pues todo ser es siempre social, más o menos social. Pero, insisto, la
evolución no es lineal, ni predeterminada. Al comunismo, probablemente, no
llegan todas las especies inteligentes, muchas de ellas se quedan en el camino,
se autoextinguen. El día que conozcamos otros casos, otras especies
inteligentes, podremos confirmar o refutar todas estas teorías.
La humanidad sólo está empezando a intuir, por primera vez
en su historia, su posible futuro. Cuando tome las riendas de sí misma esa
intuición se transformará en construcción consciente, en verdadero
conocimiento. ¿Podemos imaginarnos siquiera, en los albores del siglo XXI, lo
que esto significa? El socialismo científico nos permite prever, hasta cierto
punto, y construir, hasta cierto punto, el futuro y no sólo adivinarlo como se
hacía hasta hace poco. El futuro ya no pertenece a cuatro iluminados, a los
brujos o a los profetas, sino que a toda la humanidad. ¿Nos damos cuenta de lo
que nos legó el marxismo?
La sociedad comunista es una sociedad más cohesionada, más
armónica, más pacífica, más libre, más justa, más próspera, más segura, más
estable (por tanto más duradera) porque es realmente la sociedad, porque supone
el fin del camino del primitivismo a la civilización, es decir, a la vida en
sociedad, en una sociedad inteligente, en grandes sociedades. Con el comunismo
la sociedad de clases desaparecerá, pero no la propia sociedad que, por fin,
merecerá tal nombre. El Estado clasista desaparecerá, pero no necesariamente el
propio Estado (el cual, indudablemente, adoptará otras formas), pues la
sociedad necesitará seguir organizándose. En esto discrepo de ciertas visiones
del comunismo que afirman que el Estado se extinguirá, en verdad esta aseveración
tiene que ver con lo que entendamos por Estado. La explotación dará paso a la
verdadera organización. El dominio a la colaboración. La competencia, es decir,
el egoísmo, a la solidaridad.
El egoísmo será reducido a la mínima expresión,
pues ya no será necesaria la lucha individual por la supervivencia. Pues la
solidaridad tomará el relevo del egoísmo. O dicho de otra manera, el exceso de
egoísmo se transformará en solidaridad, por mor de la conversión de la cantidad
en calidad. El exceso de egoísmo llevará a la humanidad a resolver el dilema
socialismo o barbarie. El egoísmo, el motor de la supervivencia en la vida
animal, y en su transición a la vida civilizada, dará paso a la solidaridad, el
motor de la supervivencia en la vida civilizada, es decir, social. La guerra,
sustentada en el egoísmo, dará paso a la paz, sustentada en la solidaridad. No
es muy difícil imaginarnos que en tal sociedad los individuos podrán
intercomunicarse a un nivel jamás realizado, pues la solidaridad aumentará la
empatía. Ni tampoco es muy difícil imaginarnos que en tal sociedad el
desarrollo de la inteligencia se disparará, causando en el tiempo un notable
aumento del cerebro.
En el comunismo existe tal abundancia de bienes que el
concepto de propiedad pierde todo su sentido, pues la propiedad surge de la
necesidad de acceder a lo que no es abundante, a lo que no es fácilmente
accesible. Nadie aspira a poseer lo que es abundante, lo que es accesible a
todos. A nadie se le pasa por la cabeza poseer el aire. Sin embargo, en el capitalismo,
se aspira incluso a poseer lo que en principio es abundante, ya sea haciéndolo
escaso, ya sea dificultando su acceso. Cuando surgió el excedente de producción
en la sociedad humana apareció la propiedad privada. Dicho excedente, al no ser
abundante, fue acaparado por ciertas minorías, que lo hicieron, además,
inaccesible. En la sociedad primitiva la única riqueza disponible era la propia
naturaleza, y al ser esta riqueza abundante y fácilmente accesible, el ser
humano no sentía la necesidad de poseer nada. El comunismo primitivo fue el
sistema mediante el cual la humanidad vivió durante milenios. Cuando dicho
excedente de la riqueza producida por la humanidad supere cierto umbral, cuando
se alcance la abundancia, y cuando ésta sea accesible a toda la sociedad, para
lo cual deberá ser controlada por toda ella, la propiedad se extinguirá. ¡Pero
siempre que la sociedad sobreviva y sea en conjunto dueña de sí misma!
Actualmente estamos cada vez más cerca de cumplir la primera condición: somos
ya capaces de generar mucha riqueza. Pero aún estamos lejos de la segunda
condición: la gran riqueza generada es acaparada por unos pocos, no es puesta a
disposición de toda la sociedad, no es accesible a toda ella. Sin propiedad
privada no hay propiedad. Sólo puede uno poseer cuando otro no lo hace, cuando
simultáneamente se desposee a otro. Las comunidades primitivas no conocían lo
que era la propiedad, más allá quizás de unos pocos bienes muy personales, por
razones sentimentales, tal vez ni siquiera eso. Por consiguiente, dichas
sociedades primitivas no conocían el dinero. El comunismo del futuro abolirá el
dinero. El mercado desaparecerá. El comunismo es el reino de la abundancia.
Quien dice abundancia dice libertad. Cuando la riqueza es abundante y accesible
a todos, entonces tenemos comunismo, entonces surge el reino de la libertad.
Cuando uno es más libre es más feliz. Las tribus primitivas que han sobrevivido
hasta nuestros días se han caracterizado (y esto es algo que ha sorprendido a
los antropólogos) por ser más felices, precisamente, porque se sentían libres,
porque vivían en un régimen comunista (que por supuesto no tiene nada que ver
con el estalinismo). El comunismo es el reino de lo común, donde todo lo
necesario es accesible a todos. Lo que es común no puede ser poseído. El
comunismo es el fin de toda propiedad privada, es decir, el fin de la misma
propiedad. El comunismo “civilizado” se diferenciará del comunismo primitivo en
cuanto a que será el resultado de la abundancia de excedente productivo, y no de
su ausencia. O bien, dicho de otra manera, la abundancia en la que se
sustentaba el comunismo primitivo provenía directamente de la naturaleza, la
propia naturaleza virgen era la única fuente de abundante riqueza. La
abundancia en la que se sustentará el comunismo del futuro será la obtenida
indirectamente de la naturaleza, será la naturaleza manufacturada y no la
propia naturaleza. Y esa abundancia de la riqueza, obtenida a partir de la
naturaleza “procesada”, se alcanzará cuando procesemos mejor, cuando el
desarrollo científico y tecnológico se corresponda con el desarrollo social, es
decir, político y económico, en vez de oponerse a él, cuando tengamos una
tecnología puesta al servicio de toda la sociedad, cuando seamos capaces de
organizarnos mejor. El desarrollo social realimentará al tecnológico, y
viceversa, tal como nos dice la dialéctica. No por casualidad el socialismo
científico surgió en plena Revolución industrial. El horizonte del comunismo se
aclarará a medida que la tecnología se vaya desarrollando todavía más, una vez
que dicho horizonte se despeje de espejismos, de falsas imágenes. El comunismo
es el triunfo de la razón y, al mismo tiempo, de la fe. De la razón puesto que
la sociedad se vuelve lógica, puesto que todo vuelve a su lugar natural, puesto
del revés en la sociedad capitalista. De la fe puesto que la humanidad vuelve a
soñar y porque sus sueños se convierten en realidad. De ambas puesto que el
materialismo dialéctico las integra, las complementa. Su síntesis teórica, en
la filosofía de la praxis, conduce a su síntesis práctica.
El comunismo supone una etapa histórica que se alcanzará
(mejor dicho, que podría alcanzarse) en determinado momento, no puntual desde
luego, como resultado de una evolución a partir del capitalismo, mediante una
transición más o menos larga llamada socialismo. El comunismo no llegará de
repente un día, no se decretará. Irá poco a poco constituyéndose, ¡pero no por
sí solo! El comunismo será una construcción consciente de la propia humanidad.
El comunismo supondrá la “abolición” de los pilares de la sociedad capitalista:
el cambio y el trabajo asalariado. Y, como consecuencia de esto, la
desaparición del Estado, por lo menos del Estado clasista. El comunismo, a
diferencia del socialismo, destruye la lógica mercantil del capitalismo. Supone
el establecimiento de una nueva lógica en la economía y por tanto una
reorganización y transformación radical de toda la sociedad. Una lógica más
coherente y racional. Según Anton Pannekoek, el capitalismo es producción para
la acumulación de valor, mientras que el comunismo es producción para el valor
de uso, para la satisfacción de las necesidades sociales. Con el comunismo el
ser humano vuelve a vivir en comunidad. El comunismo primitivo, como ya dije,
era la vida en comunidad cuando no había excedente de producción (porque
prácticamente no había producción), cuando la abundancia provenía de la propia
naturaleza virgen. El comunismo de la civilización futura es la vida en
comunidad de sociedades avanzadas, cuya tecnología y organización social han
alcanzado tal nivel de desarrollo, que es posible generar y gestionar la
riqueza (abundante, obtenida mediante la transformación de la riqueza ofrecida
por la propia naturaleza), sin el mercado, sin la propiedad (y por tanto sin la
propiedad de la fuerza de trabajo ni de los medios de producción, es decir, sin
la explotación del hombre por el hombre). Para Marx la explotación sólo puede
abolirse mediante la abolición del trabajo asalariado, la cual es una
consecuencia de la división del trabajo.
El comunismo del futuro se alcanzará, si es que nuestra
especie sobrevive a sí misma, cuando la producción llegue a cierto estadio y
cuando su organización sea la adecuada y permita llegar a dicho estadio
productivo, cuando el ser humano libere a la producción capitalista de las
fuerzas que se oponen a ella, de aquellas fuerzas que la posibilitaron, que
permitieron su crecimiento pero que ahora la obstaculizan. Cuando la producción
se haga totalmente social y se libere de la rémora privada. En el comunismo del
futuro la economía vuelve a su lugar lógico y natural. ¡El comunismo sí es
natural, y no el capitalismo! Lo único que tiene de natural el capitalismo es
que es una etapa necesaria en la evolución de la propia naturaleza para llegar
a una sociedad inteligente que pueda sobrevivir, para pasar de un estado
natural a otro. El comunismo es más natural porque perdurará más en el tiempo,
porque supone un estado más estable de la naturaleza (la civilización
inteligente es un estadio evolutivo de la propia naturaleza). Como proclaman
muchos comunistas, el comunismo es la reconciliación del hombre y la
naturaleza, más aún la reconciliación del ser humano con sí mismo. El comunismo
es la síntesis dialéctica (materialista) de las contradicciones de toda
sociedad que está a mitad de camino entre el primitivismo y la civilización.
Con el comunismo, la sociedad humana, toda sociedad inteligente podríamos
incluso decir, alcanza el equilibrio. Un equilibrio estable y no inestable, un
equilibrio sólido que le permite sobrevivir a sí misma e iniciar su verdadera
historia.
¿Palabrería simplemente, por muy bella y coherente que
pudiera parecer? El tiempo dirá. Sobre todo la práctica dirá. Siempre que la
práctica pueda hablar. Siempre que existan condiciones para que pueda hablar
libremente. Esas condiciones constituyen el método científico. El método
científico aplicado a la sociedad humana, a las ciencias sociales (economía,
política,…) se llama democracia. ¿Es el comunismo un sueño? Tal vez. ¡Pero qué
hermoso sueño! ¡Qué necesario sueño! El socialismo científico, sustentado en el
materialismo dialéctico, por primera vez en la historia de la humanidad, nos
posibilita la realización de dicho sueño. El capitalismo, por el contrario, nos
conduce a una pesadilla. ¡Es ya una pesadilla! El socialismo, con destino al
comunismo, nos libera de dicha pesadilla capitalista. Ese sueño se alcanzará,
si es que se alcanza, en no poco tiempo. Probablemente en siglos. Todo sistema
necesita siglos para desarrollarse. El capitalismo ha necesitado también unos
cuantos. Ese sueño no se alcanzará al primer intento. Todo experimento necesita
varios intentos. La verdad no se alcanza sin numerosos errores en el camino.
Sólo podremos saber si ese sueño del comunismo es realizable si lo intentamos
realizar, si la sociedad es capaz, toda ella, en conjunto, de tomar las riendas
de su propio destino. El comunismo aspira a un nuevo ser humano. Pero, siendo
fiel al materialismo dialéctico, sin el cual toda comprensión de la realidad se
hace imposible o insuficiente, sin el cual, por consiguiente, toda
transformación de dicha realidad es sólo utopía, el comunismo postulado por el
marxismo sienta primero las bases de un desarrollo material suficiente, aunque
a su vez realimentado, dialécticamente, por un desarrollo intelectual. Si la
sociedad no está materialmente preparada para el comunismo, será imposible el
paso del reino de la capacidad al de la satisfacción de las necesidades, será
imposible la liberación del ser humano. El ser humano se liberará mentalmente
si primero se libera físicamente, para lo cual también deberá empezar
liberándose mínimamente también intelectualmente. ¡Ah, la dialéctica! Pero sin
perder de vista que todo está enraizado en lo material. ¡Ah, el materialismo
dialéctico! El comunismo, el verdadero, no el esperpento que hemos conocido en
el siglo XX, es realmente el reino de la libertad pues nos libramos incluso de
los límites, o defectos, físicos, o psicológicos, que nos diferencian los unos
de los otros, esos defectos que nos impiden satisfacer nuestras necesidades
como así hacen nuestros prójimos, lo cual no significa que tengamos todos las
mismas necesidades. Pues, ¿qué es la libertad sino la posibilidad de satisfacer
todas nuestras necesidades?
Quedará por ver si el comunismo será posible o no, pero lo
que está claro es que sólo podrá serlo con el tiempo y si la sociedad es dueña
de sí misma. Lo que está claro es que si no intentamos evolucionar no lo
lograremos. Lo que ahora está claro es que, gracias al método marxista, es
decir, gracias a la dialéctica materialista, los humanos podemos controlar
nuestro propio destino, por lo menos en gran parte. De nosotros, aunque no sólo
de nosotros, depende nuestro futuro. El marxismo no sólo pretende devolver a la
sociedad su riqueza material, el poder político, sino que también, por encima
de todo, pretende devolverle al ser humano el protagonismo de la sociedad
humana, incluso pretende adueñarle de su propio destino. ¡El marxismo es el
verdadero humanismo! ¡El marxismo le devuelve la esperanza a la humanidad, pero
sin perder de vista la realidad, precisamente por eso se la devuelve! El
marxismo hace posible el Cielo en la Tierra, pero nos dice que el Cielo está
también en la misma Tierra, que podemos construirlo desde la propia Tierra. El
paraíso soñado por la humanidad durante milenios, por fin, se nos aparece en el
horizonte, ¡pero de la propia Tierra! Lo tenemos ante nuestras narices. Nuestro
destino ya no depende de la Providencia, sino que de la Ciencia. No depende de
los Dioses, sino que de nosotros mismos: los humanos.
El comunismo no es el futuro, sino un posible futuro, el
cual se puede vislumbrar someramente observando el presente y conociendo la
dinámica de los acontecimientos históricos, sabiendo cómo el pasado derivó en el
presente y por tanto cómo el presente puede derivar en el futuro. ¡El destino
no está completamente escrito! ¡Pero tampoco está libre por completo de ciertas
leyes! Comprender en su esencia la dialéctica materialista significa comprender
cómo la historia se hace. El comunismo no es una amenaza para la humanidad, es
una esperanza. Mejor dicho, es una amenaza sólo para aquellas minorías que
viven a costa del resto de la humanidad. Es una de las posibilidades que se nos
presenta en el horizonte temporal, la mejor de las que se nos presenta, pero no
la única. Nadie puede conocer exactamente cómo será el futuro, pero tampoco
esto significa que no podamos tener ciertos indicios, que no podamos prever
algo algunos de los posibles futuros. Y esto es así por la propia lógica del
Universo, de la cual no puede escapar la sociedad humana. Dicha lógica nos dice
que todo es dinámico, que existen múltiples futuros posibles porque existen
contradicciones que pueden resolverse de una u otra manera. Si conocemos dichas
contradicciones y cómo pueden resolverse, entonces podremos resolverlas de
cierta manera. El método marxista nos pone en nuestras propias manos nuestro
destino. El comunismo es uno de esos futuros, uno que tiene ciertas
probabilidades de alcanzarse si las contradicciones en la dinámica de la
evolución de la sociedad humana se resuelven de cierta manera. El conocer las
posibilidades nos brinda la oportunidad de trabajar activamente por la
realización de aquella que más nos convenga. La voluntad humana no sólo nos
sirve para conocer, para prever, sino que también para construir. El
conocimiento de la ley fundamental de la evolución del Cosmos, y por tanto de
nuestra sociedad humana también, nos permite construir nuestro futuro, además
de vislumbrarlo. Ésta es, sin duda, la gran aportación de Marx. ¿Puede existir
mayor conquista que el conocimiento de la lógica general del Universo?
El socialismo, la transición desde el capitalismo, se
conforma con menos que el comunismo, aunque ya supone un gran paso respecto del
capitalismo. No en vano el socialismo es la etapa intermedia entre el
capitalismo y el comunismo. El socialismo busca satisfacer a la sociedad, busca
armonizar el modo de producción social con el reparto social, para lo cual los
medios de producción deben pertenecer a la sociedad y deben ser gestionados
socialmente. El socialismo busca resolver las irresolubles contradicciones del
capitalismo, mejor dicho, busca establecer las bases para resolverlas, sienta
las bases del comunismo. Ni más ni menos. Con el socialismo, lejos de lo
proclamado por sus enemigos o por sus falsos profetas (que en verdad sólo
buscan sustituir a los actuales acaparadores de la riqueza generada), la
democracia, por fin, será real. Con el socialismo la democracia política se
complementa a, y a su vez se nutre de, la democracia económica (¡esa
omnipresente dialéctica!). Esa contradicción del capitalismo en la que la
“democracia” política convive con la dictadura económica se resuelve, pero no
en el sentido de desnaturalizar la democracia política (como así ocurre con el
capitalismo, que necesita mantener a toda costa el totalitarismo económico en
el que se sustenta, para lo cual debe desposeer a la democracia de su sujeto
teórico, el pueblo, para lo cual debe vaciar de contenido a la escasa y
simbólica democracia liberal). El socialismo expropia a los expropiadores
capitalistas, tanto en lo económico como en lo político. Con el socialismo el
poder vuelve al pueblo, la riqueza vuelve al pueblo. En verdad que con el
socialismo, por fin, es posible el poder del pueblo, puesto que desarrollar el
socialismo es desarrollar la democracia, desarrollar la democracia es
desarrollar el socialismo. El socialismo, como decía Hugo Chávez, es democracia
sin fin. Con el socialismo, por fin, se vislumbra la posibilidad de una
sociedad que merezca tal nombre.