Martin Heidegger ✆ Bernd Blacha |
He escogido precisamente la figura de Heidegger como hilo
conductor y base sobre la que apoyar nuestro análisis y reflexión sobre la
técnica porque trata esta cuestión con la originalidad que le caracteriza desde
sus primeros escritos, aunando en este caso los conceptos de técnica y metafísica
en un nuevo intento por descubrir o desvelar al Ser (aletheia), empeño al que consagró toda su carrera y dedicación
filosófica, a pesar de las diferentes etapas por las que atraviesa su
pensamiento. Su primera obra, El Ser
y el Tiempo, publicada en 1927, apunta hacia este fin, iniciando un
nuevo tipo de filosofía, y concretamente una nueva metafísica a través de la
cual lleva a cabo una revisión y un posterior abandono de la metodología
empleada a lo largo de la historia del pensamiento en la búsqueda del Ser, pues
la tradición filosófica, a juicio de Heidegger, ha establecido una
identificación entre los términos Ser y ente, con la consiguiente confusión a
la que ello nos conduce, por lo que su primera intención será distinguir
claramente entre ambos conceptos, lo que él denomina diferencia
ontológica, para poder así iniciar una correcta búsqueda del Ser.
Introduce de este modo el concepto clave que ha de guiarnos
en este primer recorrido metafísico, el Dasein,
o existente humano, a través del cual intentará un primer acercamiento al Ser,
aunando el método fenomenológico con una metafísica llena de nuevos conceptos e
interpretaciones. Creo necesario abordar las principales cuestiones planteadas
por Heidegger en El Ser y el Tiempo para
poder afrontar y entender con más claridad la intención del autor en cuanto al
planteamiento que este hace de la técnica, pues a mi juicio, ello supone desde
el punto de vista de la metafísica, una continuación del propósito inicial de
Heidegger, la desvelación del Ser, tratando dicha cuestión desde un ámbito, el
de la técnica, que a priori podría resultarle extraño, pero Heidegger consigue
aunarlos de forma natural en un nuevo intento por descubrir al Ser y todo lo
que a este rodea.
Por ello, como decimos, nuestro primer acercamiento a la
cuestión de la técnica pasa por analizar las principales ideas expuestas por
Heidegger en su primera obra, y especialmente las conclusiones a las que llega,
pues estas nos darán la clave para comprender los motivos por los que el autor
sitúa al Ser junto a la técnica, revistiendo a esta de un carácter metafísico
que no había tenido hasta entonces.
La figura de Heidegger ha suscitado mucha polémica a lo
largo del siglo XX, pues su pensamiento supone un giro con respecto a la
filosofía anterior por varias razones:
— Reinterpreta de manera especial todo el conjunto de la filosofía occidental para criticarla duramente.
— La nueva filosofía que él propone necesita también de un nuevo lenguaje, que Heidegger tendrá que inventar o bien aportar un nuevo significado a los términos ya conocidos. Este problema acompañará a Heidegger durante toda su vida, pues él es también heredero de las categorías asentadas en el contenido filosófico tradicional. Por otro lado, es necesario destacar el arraigo de Heidegger con respecto a su tiempo, a su momento histórico, pues su filosofía puede entenderse como un testimonio de la cultura occidental a la vez que como un intento de superación de la misma. La clave para comprender la visión de la filosofía que presenta Heidegger es su afirmación acerca de que la metafísica occidental no ha sido verdadera metafísica, sino ontología, pues no se ha ocupado del estudio del Ser. La tarea de la filosofía del futuro, según Heidegger, será simplemente el pensar, porque el verdadero pensar es siempre pensar el Ser.
Otra de las cuestiones importantes en torno a la polémica
que pueda suscitar la figura de Heidegger es su relación con el nazismo. Como
él mismo declara en una entrevista publicada póstumamente (1) a petición del
propio Heidegger, muchos intelectuales de la época, entre los que él mismo se
incluye, abrazaron el nazismo como alternativa a la situación de caos y
penurias vividas en Alemania en aquel momento. Este asunto se desató debido a
la publicación de la obra Heidegger
y el nazismo (2), que puso de manifiesto la implicación de Heidegger
con el partido nazi. Sin embargo, él mismo afirma en la citada entrevista que
pasó a ser considerado como un miembro presuntamente peligroso para el régimen
en el momento en que dimitió como rector de la Universidad de Friburgo al
sospechar de la experimentación con seres humanos (especialmente judíos) que se
llevaba a cabo desde el decanato de medicina. En cualquier caso, es esta una
faceta de la vida del autor que poco o nada se deja entrever en la cuestión
principal que desarrolla a lo largo de su trayectoria filosófica, cual es la
indagación sobre el Ser, aunque sí como decíamos contribuye a avivar la
polémica en torno a este pensador.
Otra de las cuestiones importantes para poder analizar y
comprender la obra heideggeriana es la vinculación que suele establecerse entre
esta y el existencialismo debido a muchas de las interpretaciones que suscita
su primera obra El Ser y el tiempo.
Pero existen diferencias fundamentales entre los pensadores existencialistas y
el propio Heidegger que hacen que no podamos ubicar estrictamente a este último
dentro de esta corriente de pensamiento. El filósofo existencialista hace de la
existencia el tema central de su pensamiento y su objeto es el análisis de las
categorías de la existencia a nivel ontológico, convirtiendo esa
filosofía existencial en filosofía primera.
La primera etapa del pensamiento heideggeriano coincide con
el auge del existencialismo y como él, trata el tema de la existencia. Pero Heidegger
desde el comienzo es un metafísico del Ser, ya que su intención filosófica se
limita principalmente a la pregunta por el Ser y no por la existencia. Y ello
estará presente en las diferentes etapas por las que atraviesa su pensamiento,
por lo que podemos decir que existe una continuidad, una unidad y coherencia
interna en el mismo, ya que en definitiva, intenta responder a la pregunta más
originaria planteada en la metafísica clásica.
La filosofía de Heidegger representa fundamentalmente un
camino, un itinerario en busca de las trazas que a lo largo de la historia ha
ido dejando el Ser, pero este recorrido no tiene un punto y final como veremos,
pues no resuelve el problema planteado en un principio. Nuestro análisis de la
obra heideggeriana desemboca en la cuestión de la técnica y en el tratamiento
que el autor hace de la misma, pero como decíamos, es necesario hacer en primer
lugar un recorrido por su primera etapa para poder abordar de mejor modo su
análisis sobre la técnica y sus repercusiones.
Análisis del dasein heideggeriano
El Ser y el Tiempo representa
el primer recorrido hecho por Heidegger en la búsqueda del Ser, y para ello
parte de una idea que marca el inicio de su reflexión: la identificación que la
filosofía occidental ha establecido entre Ser y ente, como apuntábamos
anteriormente, lo que nos lleva a su vez, a una confusión terminológica y
filosófica entre lo óntico, lo ontológico y lo metafísico. Heidegger aclara
tales conceptos refiriendo el primero de ellos al estudio del ente, el segundo
al estudio del Ser en cuanto Ser del ente, y por último, reserva a la
metafísica el estudio del Ser en cuanto tal, labor esta que la tradición
occidental no ha podido llevar a cabo por el olvido del Ser que ha primado a lo
largo de la historia de la filosofía. De aquí parte precisamente la tarea
emprendida por Heidegger en su primera obra, a saber, conseguir desvelar el
Ser, propósito que le acompañará a lo largo de toda su carrera y recorrido
filosófico, como ya dijimos, pues tendrá que explorar otros caminos diferentes
al emprendido en El Ser y el Tiempo y
es así como tendrá lugar el análisis de la técnica que realiza Heidegger y la
implicación de esta en la búsqueda del Ser.
El estudio del Ser ha sido descuidado en favor del análisis
del ente a partir de la filosofía platónica, ya que según denuncia Heidegger,
con Platón asistimos a una sistematización y conceptualización del Ser,
transformando a este en idea y truncando así el intento parménideo de aletheia o desvelamiento del Ser.
Con Parménides y la filosofía eleática en general el Ser se eleva hasta su
grado máximo en cuanto a la teorización que supone nuestra búsqueda del mismo,
pero posteriormente, desde la filosofía socrático-platónica y aristotélica en
adelante, quedará relegado y asimilado al estudio del ente.
Heidegger comienza su búsqueda a través del único ente que
es capaz de preguntarse por el Ser: el existente humano o Dasein (ser-ahí), realizando un
exhaustivo estudio y análisis del mismo, de su relación con el mundo y con los
demás existentes, y especialmente de sí mismo y de su mundo interior. Son
muchas las cuestiones que trata Heidegger en torno a este análisis existencial
del Dasein, aunque aquí vamos a
limitarnos a repasar aquellos más relevantes para la tarea que nos hemos propuesto
en cuanto a la relación existente entre la técnica y la metafísica del ser de
Heidegger. Y precisamente algunas de estas ideas nos darán la clave para
entender por qué el autor abandona el camino del Dasein en su búsqueda del Ser, pues este siempre quedará mediado
por el existente humano dadas las condiciones existenciales en las que se
encuentra.
El Dasein es
un ser arrojado al mundo, un ser-en-el-mundo,
como gusta de llamarle Heidegger, y en este mundo debe enfrentarse a
otros Dasein y especialmente
a sí mismo, a sus limitaciones, sus contradicciones y a su carácter inacabado,
pues todos sus proyectos se ven truncados por el hecho fehaciente de su propia
muerte. De ahí que Heidegger hable de la temporalidad como una de las
categorías más relevantes del Dasein,
pues este es desde el primer momento de su existencia un ser para la
muerte, es hacia la muerte a donde el Dasein se
dirige y la asimilación y aceptación o no de este hecho por parte del existente
humano marca la distinción hecha por Heidegger entre existencia auténtica y
existencia inauténtica (3)
La existencia inauténtica viene dada no solo por la
inaceptación de la propia muerte, sino también por la relación que el Dasein mantiene con el mundo y con
el resto de existentes, pues ocurre en ocasiones que el hombre se cosifica,
queda atrapado en el mundo, sufriendo un proceso de alienación (4) y
despersonalización cuando se deja arrastrar por los otros Dasein, dejando de ser sí mismo. Es lo
que Heidegger ha querido expresar bajo el concepto filosófico de “das Man” (5) . En la medida en que el
existente se deja caer en el “das Man”,
el individuo se cierra a sus posibilidades y desarrollos existenciales,
introduciéndose en el estado de existencia inauténtica, en la que según
Heidegger, se encuentra la mayoría de los Dasein.
Por el contrario, en el estado de existencia auténtica
el Dasein se observa a sí
mismo y comprende que es un ser arrojado al mundo, se ve a sí mismo como un
proyecto, como un poder ser, en un estado de abierto al mundo; este es el
sentimiento más originario en la situación existencial del Dasein, que a su vez provoca en él la sensación de angustia, que hace
patente la nada, el vacío.
Del estado de existencia auténtica se sigue la actitud
propia que adopta el Dasein en
este caso: el cuidado. La actitud existencial auténtica es estar al cuidado de
sí mismo, lo que nos indica que el Dasein
es un ser en proyecto, un ser anticipador, en definitiva, un ser para la
muerte, lo que denota su carácter inacabado. La muerte es la realidad más
ineludible del Dasein, por ello,
la asimilación y aceptación de este hecho llevará al individuo al estado de
existencia auténtica, como decíamos anteriormente, pues si el Dasein ignora el hecho de su muerte
se está traicionando a sí mismo; debe asumir que la muerte le es constitutiva
para poder llegar a una comprensión de sí mismo, y para ello tiene que estar en
un estado de abierto a la muerte. La asimilación de la muerte por parte
del Dasein supone
la espera de la muerte. Heidegger define la muerte como la posibilidad de
toda imposibilidad. Con ello, Heidegger constata la finitud radical del Dasein, quien se comprende a sí mismo
como un ente abierto al poder ser, aunque cualquier posibilidad queda truncada
por el hecho de su propia muerte.
Después de analizar las principales cualidades y
características que presenta el existente humano, Heidegger concluye con una
serie de categorías propias del Dasein,
lo que hará que abandone este camino existencial en la búsqueda del Ser. La
primera de estas categorías analizadas por Heidegger es la temporalidad
del Dasein, a la que nos
referimos anteriormente. El existente humano es temporal porque tiene un fin
inevitable, por tanto, la autenticidad del Dasein en cuanto temporalidad consiste en hacerse cargo de la
herencia que recibe y proyectarse hacia el futuro, asimilando y aceptando sus
limitaciones.
Otra de las categorías propias del Dasein es su historicidad, pues cada Dasein realiza su historia, cada existente es su propio
devenir, es historia del ser sí mismo. Por último, Heidegger destaca la
trascendencia del Dasein como
otra de sus categorías principales, pues en la medida en que el Dasein tiene que ser proyecto de sí
mismo, está trascendiendo, está saliendo fuera de sí para ser otro. En ese trascender,
el Dasein organiza el mundo
ejerciendo su libertad, pues esta es, según Heidegger, una característica
existencial básica que fundamenta la relación hombre-mundo en la estructura
final del Dasein, concediéndole sentido
como existencia auténtica.
Estas conclusiones a las que llega Heidegger en cuanto
al Dasein, su estructura, sus
características y sus categorías fundamentales le distancian de las bases
fenomenológicas de las que había partido en principio, usando el método propio
de esta corriente en su análisis existencial, pero los resultados obtenidos no
casan con los principios fenomenológicos más relevantes, a saber, aquellos
referidos a las esencias fijas que contienen las cosas mismas, pues la esencia
descubierta por Heidegger en el Dasein
es mudable y cambiante, sometida a su temporalidad, sus limitaciones y su
historicidad, por lo que nos situamos en las antípodas de la fenomenología.
Pero lo que nos interesa especialmente es la conclusión a la que
Heidegger llega en cuanto a su búsqueda del Ser mediante el existente humano,
ya que el final de la obra apunta hacia un fracaso en este cometido, pues
Heidegger descubre que este no es el camino apropiado para la aletheia, pues toda la información que
obtengamos acerca del Ser va a estar mediada por el Dasein, quien se va a convertir en un filtro sumamente relevante en
la comprensión del Ser, lo que hace que esta criba representada por el
existente humano desvirtúe el propio sentido originario del Ser. Las categorías
del Dasein resultantes de
su análisis existencial funcionan como mediadoras entre este y el Ser mismo,
por lo que la patencia del Ser siempre se verá condicionada, motivo por el cual
Heidegger abandona la vía de la existencia para emprender nuevos caminos en la
búsqueda del Ser, profundizando en la noción de aletheia en cuanto aletheia.
Es lo que en la trayectoria filosófica de Heidegger se ha denominado el momento
de torsión, dando paso así a una segunda etapa en su pensamiento, donde
explorará nuevas vías que consigan acercarle a la comprensión del Ser, entre
las que destacará precisamente la de la técnica y todo lo que a esta envuelve.
El segundo Heidegger
Indagar la desocultación misma del Ser será la alternativa
elegida por Heidegger después de la insatisfacción que le ha producido a este
respecto la vía analítica y existencial del Dasein, y ello comienza a ponerlo de manifiesto a través de varios
opúsculos escritos después de El Ser
y el Tiempo, tales como La esencia del fundamento (1929)
o De la esencia de la verdad (1930). A partir de este momento
el Dasein deja de ser el
protagonista en la búsqueda y comprensión del Ser para ponerse a la escucha del
Ser y para ello es necesario, entre otras cosas, remontarse a aquellos momentos
o períodos históricos en los que la filosofía se ha encargado especialmente de
ocultar al Ser, haciendo de este un ente más, un objeto de estudio más en el
amplio campo de disciplinas que abarca, es decir, va a buscar al Ser allí donde
este ha dejado sus huellas después de haber sido ocultado.
Para emprender esta tarea Heidegger se propone hacer un
análisis exhaustivo con carácter histórico de aquellos pensadores que puedan
acercarle a las trazas que el Ser ha dejado a lo largo de la tradición
filosófica occidental, tanto por la contribución de estos autores a la
desocultación del Ser como a la ocultación del mismo, pues el momento donde el
Ser ha sido ocultado puede proporcionarnos las bases que nos lleven a su
desvelación. A este respecto resultan especialmente interesantes los estudios
históricos de Heidegger en torno a las figuras de Parménides, Platón y
Nietzsche, en los que vamos a detenernos brevemente para exponer las
conclusiones a las que Heidegger llega en este campo.
Como ya comentamos anteriormente, Heidegger considera que a
partir de la filosofía socrático-platónica se desvirtúa el sentido y la
comprensión del Ser alcanzados durante el período presocrático, especialmente a
través de Parménides, quien consigue aunar las nociones de Ser y Verdad a
través del concepto de aletheia,
pues aquí la verdad es verdad del Ser, entendido como presencia, sin ningún
tipo de mediación. En cambio con Platón, asistimos al punto originario en que
se desencadena la ocultación del Ser propia de la tradición occidental, ya que
comienza a partir de aquí el reemplazo del Ser por el ente; la verdad del Ser
se convierte en verdad del ente y el Ser queda reducido a concepto, a idea,
oculto bajo la lógica conceptual del mundo metafísico de Platón. Este hace una
visualización intelectual del Ser, a diferencia de Parménides, quien se centra
en la presencia del Ser. De este modo, la filosofía platónica lleva a la
metafísica occidental a ver el mundo a través del ente y no del Ser, pues este
queda convertido en idea.
Por otro lado, en
esta segunda etapa del pensamiento de Heidegger cobra también especial
importancia la figura de Nietzsche, en tanto en cuanto este realiza una severa
crítica del pensamiento socrático-platónico y de toda la filosofía occidental
en general, rescatando, al igual que Heidegger, la importante labor llevada a
cabo por los presocráticos en la historia del pensamiento. Es importante
destacar la relación existente entre estos dos pensadores porque si bien en
principio la crítica o malestar que ambos muestran ante la tradición occidental
parece recaer sobre objetos diferentes o materias filosóficas distintas, no son
tantas las diferencias entre ellos cuando profundizamos algo más en las
doctrinas que defienden o hacemos un estudio más exhaustivo de su pensamiento.
Si bien es cierto que la filosofía de Heidegger parte del
Ser y de todo lo que a este envuelve, su actitud filosófica se asemeja mucho a
la de Nietzsche en cuanto “pensador de la sospecha”, poniendo en tela de juicio
a toda la tradición occidental, su concepto de razón, del Ser, del hombre y de
las vías que este ha empleado para adquirir y alcanzar el conocimiento de la
realidad, así como del propio lenguaje utilizado para ello, punto este en el que
vuelven a encontrarse ambos pensadores a pesar de las diferencias en sus
planteamientos, ya que en el caso de Heidegger el lenguaje será una de las
claves que consigan acercarnos al Ser, es la casa del Ser, como él mismo
ha defendido en varias ocasiones, aunque no cualquier tipo de lenguaje, como
veremos más adelante.
En cuanto a Nietzsche, también este se apoya en el lenguaje
empleado por la filosofía occidental, en su racionalización y
conceptualización, precisamente para lanzar su crítica contra la misma, pues
defiende que nuestro conocimiento del mundo y nuestros propios pensamientos se
encuentran supeditados a un determinado tipo de lenguaje, el cual restringe
nuestras posibilidades cognoscitivas.
Así, en sus escritos Nietzsche aboga por el uso limitado del
concepto, prescindiendo en muchos casos del mismo, por lo que se sirve del
aforismo, un medio considerado por el autor más libre para la expresión
del pensamiento (6) . Así pues, por la defensa que Nietzsche lleva a cabo de la
filosofía anterior a Sócrates y Platón, por la crítica que realiza de la
tradición occidental y la importancia que concede en el ámbito del conocimiento
al lenguaje, el concepto y la lógica como determinantes de nuestra visión del
mundo y de lo que podemos conocer de él (incluido el Ser), Heidegger hace un
estudio exhaustivo del personaje y la doctrina de Nietzsche porque considera
que su pensamiento contribuye a la desvelación del Ser, pues ha descubierto
huellas y trazas del mismo en su filosofía (7)
A partir de aquí, y después de realizar estos análisis
históricos en torno al Ser a través de diferentes pensadores, Heidegger pasa a
ocuparse más profundamente del lenguaje para conseguir acercarse al Ser, como
decíamos anteriormente.
Desde sus primeras reflexiones en El Ser y el Tiempo la filosofía de Heidegger se ha
caracterizado por el empleo de un lenguaje muy complejo, donde se alteraban
significados y sentidos tradicionales de algunos términos o se conjugaban
conceptos como si de formas verbales se tratase (8) , en un intento por
desmarcarse de la tradición occidental, a la que en su segunda etapa denominará
“filosofía”, refiriéndose con ello al pensamiento heredado de Platón, mientras
que a su modo de reflexionar y plantear las cuestiones, concretamente aquella
que marca todo su pensamiento, es decir, la búsqueda y sentido del Ser, le
llamará a partir de este momento “el pensar”.
Heidegger volverá su mirada hacia un lenguaje particular, el
poético, a través del cual continuará su camino hacia el Ser, y para ello
destaca la labor llevada a cabo en este sentido por dos poetas concretos: Rilke
y especialmente Hölderlin, quienes le proporcionan, por medio de la poesía,
nuevas trazas del Ser, así como una visión mucho más luminosa del mismo (9) .
A partir de este momento la poesía de Hölderlin y el sentido
que este otorga a la misma estará presente en muchas de sus reflexiones,
también en la que lleva a cabo sobre la técnica, como veremos más adelante. Así
pues, el lenguaje se convierte en un camino más en la indagación sobre el Ser,
pues según Heidegger, el lenguaje heredado de la tradición occidental ha sido
el principal vehículo de ocultación del Ser, pero al mismo tiempo, puede
convertirse en un posible descubridor de aquello que ha ocultado. Y por otro
lado, Heidegger entiende que el Ser siempre se expresa a través del lenguaje,
pues cualquier manifestación del mismo a través de las estructuras del lenguaje
resulta ser un medio idóneo para estudiar la desocultación. El lenguaje se
convierte en la aprehensión del Ser por la palabra, es la casa del Ser,
como decíamos anteriormente (10) . Heidegger piensa que el lenguaje de la poesía
metafísica es el menos contaminado por la mala tradición filosófica occidental,
pues la poesía nos acerca a la presencia del Ser y a su luminosidad (11).
El lenguaje se conecta con el Ser en la medida en que todo
contenido de aletheia que
se recibe es lingüístico, ideas estas que Heidegger recoge principalmente
en Indagaciones sobre el lenguaje. Heidegger muestra una manera distinta
de hacer filosofía del lenguaje, incorporando a esta disciplina un auténtico
estudio del Ser, y no del ente, así como de la propia metafísica, iniciando con
ello una de las corrientes más relevantes de la filosofía actual, la
Hermenéutica filosófica contemporánea. Será Gadamer quien retome esta
Hermenéutica metafísica del lenguaje iniciada por Heidegger, continuando la
labor de su maestro a través de la herencia y el legado de este, aunque
adaptando su lenguaje y su compleja conceptualización, en un intento por
“urbanizar” la filosofía heideggeriana y transmitir su mensaje.
Al igual que en la poesía es posible hallar esas trazas que
el Ser va desprendiendo a través de su presencia, Heidegger piensa que también
encontramos huellas y rastros del Ser mediante otro tipo de creación, la de la
obra de arte, pues entiende que el artista expresa el Ser sin conceptos, sin
lógica, pues son estos precisamente los que han contribuido a la ocultación del
Ser a lo largo de la tradición occidental (12).
Estas ideas sobre el arte y su labor como vía hacia la
presencia del Ser darán lugar al desarrollo de la estética metafísica en
la actualidad. Así pues, a través de esta segunda etapa de su pensamiento,
Heidegger explora nuevos caminos en la búsqueda del Ser, comenzando con los
estudios históricos que lleva a cabo sobre algunos de los pensadores en los que
es posible hallar rastros del Ser, tanto por la contribución que estos hicieron
a su ocultación como a su desvelación, entre los que hemos destacado en el
primer caso a Platón y a la tradición que se instaura a partir de su doctrina,
y a Parménides y Nietzsche en el segundo caso, en cuanto su aportación
filosófica permite a Heidegger continuar su investigación sobre el Ser
partiendo de un determinado sentido del mismo, como presencia, como aletheia.
Continua su camino en esta etapa indagando acerca del
lenguaje y sus estructuras, centrándose en el lenguaje poético como revelador
de la esencia del Ser y en dos poetas fundamentalmente, en los que Heidegger
encuentra huellas de la presencia del Ser: Rilke y Hölderling.
Por último, llegamos en esta etapa a otra de las vías
empleadas por Heidegger en la búsqueda del Ser: la técnica, en la que vamos a
centrar nuestra reflexión por la importancia que esta cuestión adquiere en
nuestros días y por el propio tratamiento que Heidegger hace de la misma, en un
nuevo intento por superar la tradición occidental, en este caso incorporando un
concepto de técnica vinculado a la metafísica y al propio estudio del Ser
La Pregunta por la Técnica
“La técnica no es lo
mismo que la esencia de la técnica (…) De este modo, la esencia de la técnica
tampoco es en manera alguna nada técnico” (13) . Así es como
comienza Heidegger una conferencia dada en 1953, transcrita y publicada bajo el
título La pregunta por la técnica,
donde analiza, en clave metafísica, la relación de esta con el Ser y con el
propio ser humano.
Heidegger llega a la indagación y reflexión sobre la técnica
después de haber explorado otras vías en la búsqueda del Ser, por ello, ha sido
necesario analizar, al menos de forma superficial, el recorrido que realiza
través del Dasein, en primer
lugar, y posteriormente por el lenguaje y la poesía concretamente, para poder
llegar hasta la técnica, la cual no queda exenta de lenguaje poético en el
tratamiento que Heidegger hace de ella, aportando un nuevo sentido de la misma,
aunque sin desvincularse de la reflexión propia del momento en torno a esta, su
relación con el ser humano y el modo en que queda inserta en nuestra vida y
nuestro entorno, por lo que responde a una cuestión muy debatida en nuestros
días y especialmente en el momento histórico en el que Heidegger lleva a cabo
su reflexión (14) .
La técnica es una actividad humana básica, una herramienta
que el ser humano ha empleado desde sus orígenes para satisfacer sus
necesidades y su adaptación a la naturaleza y al entorno que le rodea. Hablar
de técnica supone vincularla al hombre, como algo connatural al mismo, a su
mundo y al medio en el que vive. Algo muy diferente será la tecnología, a
través de la cual se modifica la naturaleza original del objeto al aplicar la
ciencia a la técnica, deviniendo así un constructo artificial que ha requerido,
y sigue haciéndolo, de numerosas interpretaciones y reflexiones a lo largo del
último siglo. Pero en este texto, Heidegger no pregunta por la técnica en sí,
sino por la esencia de la técnica, que como él mismo afirma, no es nada
técnico.
La idea central de su reflexión es que la técnica va a
suponer una vía más en la búsqueda del ser dentro de las posibilidades ya
exploradas; se va a convertir en un modo de desocultación del Ser, un medio a
través del cual podremos hallar esas huellas del Ser que Heidegger pretende
encontrar y que ha protagonizado su reflexión filosófica desde su inicio.
Para descubrir cómo la técnica puede convertirse en un modo
de aletheia, de desvelamiento
del Ser, Heidegger va a hacer un análisis del concepto griego de tecné, ahondando en la idea de creación
y en la de causalidad, tal y como fue planteada por Aristóteles, pues a través
de las cuatro causas analizadas por el filósofo griego introducirá el concepto
de responsabilidad y el de manifestación, entendido como fenómeno, como aquello
que adviene a nuestra presencia. Con ello consigue aplicar el concepto de aletheia a la causalidad, pues esta
permite representar lo que todavía no está presente. A través de la idea de
creación y producción (poiesis),
Heidegger hablará de la propia desocultación del Ser, como vimos en el caso
concreto de la creación poética y artística, pues el producir lleva algo a
partir del estado de oculto al de no oculto, trayéndolo a nuestra presencia.
Así, Heidegger establece una conexión entre la aletheia técnica y la idea de tecné, que es algo poiético.
En la filosofía griega la tecné se encuentra vinculada al concepto de episteme, y
en este sentido, contribuye a la desocultación. Así, la técnica despliega su
esencia en el ámbito donde acontece el desocultar. Pero la técnica moderna
actúa de un modo diferente, a pesar de que supone un medio o una vía más de
exploración en la búsqueda del Ser, según Heidegger. Este se pregunta cuál es
la esencia de la técnica moderna para que esta pueda desembocar en el empleo de
la ciencia exacta de la naturaleza.
El desocultar de la técnica moderna no se despliega en el
producir, en el sentido de la poiesis griega,
sino más bien en el “provocar”, pues le exige a la naturaleza suministrar
energía que como tal, puede ser extraída y almacenada. Por ello, este
“provocar” de la técnica moderna tiene dos efectos inmediatos: la capacidad
para transformar y para almacenar energía. Esta es la principal diferencia que
existe entre la técnica antigua y la moderna, pues el modo de desocultar de
esta última pasa por la imposición a la naturaleza (15).
El fin último de todo ello es conseguir el dominio del ser
humano sobre la naturaleza, como defendieron entre otros F. Bacon, los
impulsores y protagonistas de la Revolución Científica del S.XVI, el
pensamiento ilustrado o el Positivismo del S.XIX. Así, desde el Renacimiento,
asistimos a una superación del pensamiento medieval en tanto en cuanto el ser
humano consigue desprenderse, en buena medida, de las ataduras teológicas que
dominaban todos los ámbitos de expresión humana, desde la propia filosofía, hasta
el arte o la literatura. El hombre comienza a conocerse a sí mismo, explorando
las posibilidades de su propio intelecto y de su mundo interior en todos los
ámbitos que le rodean, pero al mismo tiempo, se instaura, a partir de este
momento, la idea antropocentrista de que es posible el dominio y control del
hombre sobre la naturaleza en aras del bienestar, el progreso y la libertad,
olvidando de este modo nuestras raíces más primigenias y acercándonos un poco
más hacia lo que muchos pensadores coincidieron en llamar deshumanización.
Precisamente Heidegger se detiene en este concepto al hablar de la técnica
moderna y de sus consecuencias, pues paradójicamente, la técnica, propia y
connatural al ser humano, como decíamos anteriormente, se vuelve contra el hombre
en muchas de sus aplicaciones actuales, alejándolo de su esencia natural
para situarlo sobre el constructo artificial que determina nuestro mundo y
nuestro entorno.
Volviendo al texto que nos ocupa, Heidegger habla de que a
la naturaleza se le requiere que esté siempre disponible, lo que él califica de
“fondo”, y lo que está en sentido de “fondo” ya no se encuentra frente a
nosotros como un objeto. El modo de proceder de la técnica moderna, que
transforma las cosas en puro “fondo”, hace desaparecer el objeto del
representar, es decir, el carácter de objeto pasa a un segundo plano, se
convierte en una especie de utensilio, aunque imponiendo su ley a la
naturaleza. Por ello, el modo de desocultar de la técnica moderna consiste en
la imposición a la realidad y esta precisamente es su esencia. Desocultar lo
real como “fondo” supone una imposición a la naturaleza, quien se convierte en
un conjunto calculable de fuerzas, y lo hace a través de una de las ciencias
más relevantes, no solo en la actualidad, sino a lo largo de la historia: la
física, a la que Heidegger define como la precursora de la imposición a la
naturaleza mediante la experimentación que lleva a cabo la ciencia, alcanzando
su apogeo en el S.XX, después de un largo recorrido histórico, iniciado en el
S.XVI con Galileo, impulsor del método experimental que ha acompañado a la
ciencia desde entonces.
Heidegger afirma que el peligro de la técnica moderna es su
tendencia totalizadora, su pretensión de envolver toda la realidad, y su
actividad se va a erigir como criterio de la realidad humana en todos sus
ámbitos, convirtiendo la imposición en el destino habitual del hombre, y de ahí
el peligro, pues el ser humano lo vivencia como pura normalidad, creyéndose un
ser libre. La técnica moderna se inscribe en el ámbito de la tecné en su origen griego, y en
este sentido, representa un modo de desocultar. Pero si el hombre se ciñe a
este modo de desocultar cierra el paso a otras vías para la desocultación,
corriendo el peligro de perder el contacto con la aletheia.
Así, Heidegger presenta la ambivalencia en la que se
encuentra la técnica moderna, pues esta, por un lado, representa una forma de
ocultamiento de la aletheia y
por tanto del Ser, pero por otra parte, supone una vía en el camino hacia la
desocultación. Sin embargo, el modo de desocultar de la técnica moderna es,
como decíamos, la provocación, la imposición, y ello según Heidegger, no supone
un peligro cualquiera, sino “el peligro” por excelencia, pues la técnica
moderna desobjetiviza las cosas y lleva al hombre hacia
la deshumanización.
La imposición de la técnica moderna anula otros posibles
modos de desocultación y esta autoexpansión indefinida que lleva a cabo la
técnica implica el establecimiento de una racionalidad tecnológica en todos los
ámbitos (16) . Heidegger afirma que la verdadera amenaza de la técnica moderna
y del tipo de racionalidad que le acompaña es que el hombre mismo se ha
tecnificado, viéndose afectado por la imposición de la técnica.
El dominio de la imposición amenaza con que el hombre no
pueda entrar en el desocultar más auténtico, es decir, el desocultar como tal,
para poder tener acceso a una verdad más originaria: la patencia del Ser. El
verdadero peligro de la técnica es que a través de su esencia, la imposición,
puede cerrar la vía del desocultar como tal, que es lo que hace patente al Ser.
Por ello, insistimos en la ambivalencia que presenta la técnica en este
análisis que hace Heidegger de la misma, pues la técnica es una vía que nos
sitúa sobre las huellas del Ser, pero al mismo tiempo, como decimos, su esencia
como imposición, nos cierra el camino del desocultar en cuanto tal.
Hasta aquí la valoración que hace Heidegger de la técnica es
bastante negativa, en el sentido de que dificulta la posibilidad de desvelación
del Ser, a pesar de representar en sí misma una de las vías a través de las
cuales el Ser puede advenir a nuestra presencia. Sin embargo, a esta altura del
discurso, Heidegger reproduce unos versos de Hölderling con los que intenta dar
solución a la ambigüedad que presenta la técnica y especialmente al peligro que
esta supone:
“Pero donde está el peligro,
crece también lo que salva”.
El término “salvar” significa aquí hacer aparecer a la
esencia, pues lo que Heidegger pretende es encontrar otro sentido a la esencia
de la técnica diferente al negativo que conocemos, es decir, va a preguntarse
por la esencia de la esencia.
La esencia de la técnica es ambigua, como ya hemos visto, y
tal ambigüedad apunta hacia la verdad, según Heidegger, quien destaca en ello
dos cuestiones:
— La imposición obstruye todo desocultamiento.
— La imposición acaece en aquello que deja que el hombre siga siendo quien es, en pro de la custodia de la esencia de la verdad, y es aquí donde aparece “lo salvador”.
La esencia de la esencia en la desocultación significa ponerse en contacto con lo que aparece en cuanto presencia, y esta es la parte positiva del discurso de Heidegger, quien se pregunta si existe alguna actividad en la se dé el desocultar como tal y donde el hombre represente el custodio de la verdad. Heidegger responde afirmativamente, pues esta actividad será el arte. El arte representa una forma de desocultación más cercana a la aletheia originaria, a la verdad, aunque debe mantenerse, en cierto sentido, alejado de la técnica, es decir, el arte no debe tecnificarse. Lo que despliega su esencia en el arte originariamente es el Ser, por eso para Heidegger la verdadera estética es la que estudia la manifestación del ser a través de las obras de arte.
“Cuanto más nos acerquemos al peligro, con mayor claridad empezarán a lucir los caminos que llevan a lo que salva, más intenso será nuestro preguntar. Porque el preguntar es la piedad del pensar”.
Así es como termina Heidegger su discurso acerca de la
técnica, su esencia, su relación con el arte y su capacidad para convertirse en
una de las vías para la desocultación del Ser, a la vez que representa el
peligro supremo por la imposición que ejerce sobre el hombre y su mundo. Es
significativa su última frase al respecto, pues refleja muy bien la actitud
propia de la filosofía y sus inquietudes, manifestadas a lo largo de la
historia a través de las preguntas y cuestiones planteadas.
Por otro lado, “el pensar” hace referencia a la auténtica
metafísica que Heidegger pretende hacer, diferenciándola de la filosofía
tradicional, responsable del olvido del Ser, por lo que el texto concluye con
la actitud propia del último Heidegger reflejada también en este discurso,
donde se pone de manifiesto la circularidad de la obra heideggeriana, que no representa
un sistema cerrado, sino una búsqueda y reflexión constante en torno al Ser a
través de diferentes vías que el autor va explorando y descartando y ello lo
simboliza Heidegger a través de la expresión “Caminos y no obras” (17) .
Así pues, podemos destacar en este discurso varias
conclusiones a las que llega Heidegger acerca de la técnica, tal como hemos ido
analizando a lo largo de este texto, aunque finalmente la cuestión que nos
dirigió en un principio hacia la técnica, es decir, la búsqueda de una vía que
nos acerque al Ser, queda inconclusa, pues aunque Heidegger se decanta por el
arte como modo de desocultación, estableciendo un vínculo entre este y la
técnica a través de la tecné griega,
no aclara cómo es posible dicha desocultación o patencia del Ser. Continúa
preguntándose acerca de ello en una reflexión sin fin que le acompañó hasta el
final de su vida y de su filosofía. Su metafísica del Ser atraviesa varias
etapas, pues explora diferentes vías en la búsqueda del Ser, aunque como
decimos, la cuestión permanece abierta en la filosofía de Heidegger, legando su
pensamiento, sus reflexiones y los análisis que lleva a cabo a sus seguidores y
a las propias generaciones futuras, quienes se encuentran con la tarea de
dilucidar un pensamiento complejo en torno a la cuestión primigenia de la
filosofía: la búsqueda y el sentido del Ser.
La reflexión sobre la Técnica en la Filosofía
Como destacamos anteriormente, el estudio del Ser a través
de la técnica resulta sumamente interesante por la relevancia actual de la
cuestión, pues el complejo mundo tecnificado en el que vivimos requiere una
reflexión al respecto por parte de la filosofía y Heidegger se hace partícipe
de ello a través de la originalidad que le caracteriza, por medio de un
lenguaje y un estilo complejo con los que pretende denunciar la situación
actual de peligro en la que el ser humano se encuentra debido a la racionalidad
técnica que impera en su vida y entorno, olvidando sus raíces y el medio
natural y originario del que procede.
La reflexión sobre la técnica se pone especialmente de
manifiesto a lo largo del siglo XX, donde hemos asistido a los mayores avances
técnicos y tecnológicos conocidos hasta el momento, al mismo tiempo que estos
eran puestos en entredicho por la desnaturalización que suponen de nuestra vida
y nuestro mundo, corriendo el peligro de la tan anunciada deshumanización denunciada
por muchos pensadores.
Especialmente críticos con tal situación fueron los primeros
pensadores de la Escuela de Frankfurt, quienes se remontan en su crítica hacia
la sociedad industrializada y tecnificada de la actualidad a la Ilustración,
donde comienzan a gestarse los valores y actitudes que darán paso
posteriormente a lo que han denominado razón instrumental. Su Teoría Crítica
enlaza con la cuestión sobre la técnica en la medida en que esta representa uno
de los medios con los que cuenta el sistema para acallar y apaciguar las
conciencias de los individuos, ya que la técnica y la tecnología han propiciado
la instauración de lo que conocemos como estado de bienestar, mediante el
cual quedan ocultas las contradicciones, miserias y peligros de nuestro sistema
capitalista y globalizado (18).
A este respecto, resulta también interesante el vínculo que
establece Marcuse, otro de los frankfurtianos más destacados, entre la
ontología, el pensamiento y la tecnología, en un intento por establecer un
paralelismo entre la organización del pensamiento en términos científicos y la
organización de la sociedad, derivando ello en la unidimensionalidad del
hombre actual.
“Los elementos del pensamiento pueden ser organizados científicamente del mismo modo que los elementos humanos pueden ser organizados en la realidad social. La racionalidad pretecnológica y tecnológica, la ontología y la tecnología, están ligadas por aquellos elementos del pensamiento a las reglas del control y de la dominación. Las formas de dominación pretecnológica y tecnológica son 20 fundamentalmente diferentes (…) Sin embargo, la historia es todavía la historia de la dominación, y la lógica del pensamiento sigue siendo la lógica de la dominación" (19).
Al hilo de esta idea, Marcuse pretende legitimar la validez
y la necesidad del método dialéctico, de la lógica dialéctica, para llevar a
cabo un análisis de la sociedad, frente a la lógica formal, cuyos métodos de
pensamiento totalizante son los responsables, según Marcuse, del dominio y la
opresión encubiertas, propios de nuestra sociedad tecnificada.
“La antigua y la nueva lógica formal expresan la misma forma de pensamiento. Es una forma purgada de ese elemento “negativo” que brilló tanto en los orígenes de la lógica y del pensamiento filosófico: la experiencia del poder negador, engañoso, falsificador de la realidad establecida (…) La subversión científica de la experiencia inmediata que establece la verdad de la ciencia contra la de la experiencia inmediata no desarrolla los conceptos que llevan en sí mismos la protesta y el rechazo (…) En contraste, el pensamiento dialéctico es y sigue siendo “acientífico” en la medida en que es tal juicio, y el juicio es impuesto sobre el pensamiento dialéctico por la naturaleza de su objeto: por su objetividad (…) La lógica dialéctica no puede ser formal, porque está determinada por lo real, que es concreto (…) Es la racionalidad de la contradicción, de la oposición de fuerzas, tendencias y elementos la que constituye el movimiento de lo real” (20) .
Walter Benjamin, otro de los miembros de la escuela de
Frankfurt, también lleva a cabo una intensa crítica hacia la sociedad
tecnológica de la actualidad, poniendo de manifiesto, una vez más,
ladeshumanización a la que el hombre se enfrenta por el dominio del
progreso y la técnica y esta inquietud la expresa de esta forma tan poética en
el siguiente texto:
"Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se representa a un ángel que parece como si estuviese a punto de alejarse de algo que le tiene pasmado. Sus ojos están desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las alas. Y este deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irremediablemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso" (21).
La crítica de estos pensadores parte, como decía, de la
Ilustración y el proyecto que esta instaura y desarrolla desde un principio,
acentuándose a lo largo del siglo XIX a través del llamado Positivismo y
alcanzando su cota máxima durante el siglo XX, donde comienzan a aparecer las
voces más críticas ante un proyecto que bajo el ropaje del progreso, el
bienestar o la libertad del individuo no esconde más que ansia de poder,
dominio y control sobre la sociedad. Y a todo ello contribuye la técnica como
una de las principales aliadas del sistema, que ofrece una imagen de bienestar
y comodidad a cambio de la desnaturalización a la que está sometido el hombre
actual, lo que le lleva a un olvido paulatino de su propio yo, de su propio
mundo interior, al convertirse en una pieza más de la sociedad mecanizada,
tecnificada en la que habita.
También Freud contribuyó a la reflexión sobre la técnica y
los “progresos” a los que esta nos ha conducido, y lo hace a través de un
interesante análisis sobre la sociedad y especialmente sobre el ser humano y su
propio yo, expuesto en el mundo de la cultura y de la artificialidad a la
represión constante de sus instintos más primarios, causando así la enfermedad
psíquica más común del hombre actual: la neurosis.
La técnica es responsable, en buena medida, del malestar
interior del hombre, pues la artificialidad de la sociedad tecnológica se
extiende a nuestro mundo interior, haciendo que olvidemos nuestro propio yo y
lo que somos. Por ello es lícito preguntarse, al hilo de esta cuestión y desde
el propio psicoanálisis freudiano si realmente la técnica nos ha hecho más
felices.
“Porque podríamos objetar: ¿acaso no constituye un logro positivo de placer, un innegable aumento de la sensación de felicidad, el hecho de poder escuchar tantas veces como desee la voz del hijo que vive a centenares de kilómetros de mi lugar de residencia? ¿O que mi amigo me comunique, inmediatamente después de haber desembarcado, que ha sobrellevado bien el largo y penoso viaje? ¿Acaso no tiene importancia que la medicina haya conseguido reducir tanto la mortalidad infantil y el riesgo de infección de las parturientas y que se llegue a prolongar la media de la longevidad humana en un número considerable de años? Y todavía podríamos añadir una larga lista de estos beneficios que hemos de agradecer a la tan menospreciada era del progreso técnico y científico; sin embargo, ya oímos la voz de la crítica pesimista que nos recuerda que la mayoría de estas satisfacciones sería como aquella "distracción barata" que recomendaba cierta anécdota y que consistía en sacar en las frías noches de invierno la pierna desnuda de debajo de la manta y, después, volverla a cubrir. Si no existiera el ferrocarril, que permite superar las distancias, el niño nunca tendría que abandonar la población natal y, por lo tanto, tampoco tendríamos la necesidad de escuchar su voz por teléfono. Y, si no existiera la navegación transoceánica, el amigo tampoco habría emprendido el viaje marítimo y yo no necesitaría el telegrama para apaciguar mis temores. (...) Y, finalmente, ¿para qué esta larga vida, si acaba resultando tan penosa, carente de alegrías y tan llena de sufrimientos que sólo podemos dar la bienvenida a la muerte como una liberación?” (22)
Muchos otros pensadores y corrientes actuales de la
filosofía han puesto de manifiesto su denuncia ante el afán totalizador de la
técnica y la tecnología en nuestra sociedad, si no directamente, sí a través
del tipo de racionalidad heredada de esta actitud, como se puede apreciar en la
obra de Sartre, Ortega y Gasset, Foucault o los postmodernos Vattimo y Lyotard,
pues todos comparten una visión similar del malestar propio del hombre actual,
a pesar de las claras diferencias que presentan las doctrinas y corrientes de
pensamiento en las que se incluye a cada uno de ellos.
Por el contrario, también otros muchos pensadores se han
situado en el bando opuesto y han defendido la labor que llevan a cabo la
técnica y la tecnología en nuestra sociedad, considerándolas más bien
como una liberación para el hombre, sus capacidades y su manera de actuar en el
mundo, pues le permiten un dominio y control sobre todo lo que le rodea. Esta
es la visión de la técnica aportada por F. Bacon y que desde el Renacimiento ha
tenido sus seguidores, pues se instaura con más fuerza que nunca a partir de
este momento la idea de que el hombre es capaz de dominar a la naturaleza y así
la técnica se convierte en la principal herramienta para ello.
Especial portador de esta idea es el período ilustrado,
donde se transmite a la población determinados valores en defensa del progreso
de la humanidad, en buena medida gracias a las aportaciones de la técnica,
entre otras. Y durante el siglo XIX la técnica goza de gran apogeo debido a la
revolución industrial, al espíritu positivista de la época y a los grandes
avances científicos desarrollados durante este siglo que propician la confianza
en el progreso, la ciencia y la tecnología como aquellas vías a través de las
cuales el hombre podrá disfrutar más plenamente de su vida y entorno así como
proporcionarle más libertad, poder y control sobre todo lo que le rodea.
Será a lo largo del siglo XX, especialmente a partir de la
segunda mitad del mismo, cuando las prácticas científicas y técnicas comiencen
a despertar cierto recelo entre la población, a la vez que se intensifican las
críticas dirigidas a los abusos de la ciencia y la tecnología al quedar
supeditadas muchas de sus investigaciones al ámbito político y militar.
En cualquier caso existe poca tradición filosófica en cuanto
a la reflexión sobre la técnica, al menos entendida esta tal y como la
conocemos hoy. La filosofía de la técnica y de la tecnología son disciplinas
actuales muy recientes (23), pues como decimos, a pesar de que la técnica ha
acompañado al ser humano desde sus orígenes, es a partir de los dos últimos
siglos cuando sus repercusiones se hacen patentes, propiciando así la reflexión
y el debate en torno a la misma entre sus defensores y detractores. Algunos de
los más destacados pensadores en el ámbito de la filosofía de la técnica son
García Bacca, M. Bunge, el pragmatista J. Dewey o A. Gehlen, quienes conciben
al hombre como un ser técnico, capaz de aprovechar todas las posibilidades que
nos brindan la técnica y la tecnología.
Aunque ellos no constituyen precisamente el sector más
claramente defensor de esta tendencia, pues de ello se encarga la
llamada filosofía de la tecnología ingenieril, frente a la filosofía
de la tecnología de las humanidades, que defiende la primacía de lo no técnico.
Son muchos pues los que han llevado a cabo una reflexión sobre la técnica, sus
aportaciones, sus repercusiones, consecuencias o peligros, especialmente
durante el último siglo, donde encontramos diferentes análisis al respecto,
desde el neopositivismo, que ensalza los avances científicos y técnicos y pretende
llevar el lenguaje filosófico a este mismo terreno, pasando por la Teoría
Crítica de la Escuela de Frankfurt, el análisis heideggeriano de la técnica
como modo de desocultación del Ser, la reflexión de Ortega y Gasset sobre la
técnica como uno de los temas más relevantes de nuestro tiempo, el
existencialismo, el estructuralismo o el pensamiento postmoderno, que pone en
entredicho las pretensiones de la técnica y la tecnología y advierte sobre sus
peligros, señalando a las mismas como responsables en buena medida de la crisis
que atraviesa el hombre actual, en cuanto representan la actualización y la
instauración definitiva de la mentalidad, los valores y la razón ilustrada,
contra la que se posicionan.
Sin embargo, me he centrado en la figura de Heidegger en
torno a esta cuestión porque como decía al inicio de este análisis, resulta de
gran interés la reflexión que él lleva a cabo sobre la técnica al hilo de su
estudio e investigación sobre el Ser y el modo en que este puede manifestarse,
revistiendo la cuestión sobre la técnica de un complejo problema metafísico,
tratándose en definitiva, de la cuestión metafísica por excelencia: la búsqueda
y sentido del Ser. Esta ha sido la dedicación de Heidegger a lo largo de su
vida y de su carrera filosófica, aunque no parece que llegue a una conclusión
definitiva al respecto. Como hemos visto, explora diferentes vías que puedan
acercarnos al Ser, deteniéndose en la técnica como una de ellas, desde la cual
da paso al arte como posible solución a la ambigüedad que presenta finalmente
la técnica en torno a la desvelación del Ser.
Con ello, Heidegger se muestra fiel a un problema, a una
cuestión fundamental de nuestro tiempo, el uso y la instauración definitiva de
la técnica y la tecnología en la actualidad y su influjo en nuestras vidas y en
nuestro mundo, pero lo hace siguiendo la estela de la compleja metafísica que
ha desarrollado desde el comienzo de su pensamiento, para poner de manifiesto
lo que otros muchos pensadores a lo largo del pasado siglo:
la deshumanización a la que puede conducirnos la técnica y sus
aplicaciones, ya que esta hace en ocasiones, que perdamos nuestra propia
identidad, que nos olvidemos de la esencia natural que nos constituye como
seres humanos y creemos a nuestro alrededor todo un constructo artificial que
va condicionando nuestra vida y nuestra relación con los demás.
Y a esta situación responde la filosofía una vez más, pues a
través de los distintos pensadores y corrientes se hace un análisis de esta
cuestión, contando para ello con muchos defensores de la sociedad tecnológica
en la que vivimos y con muchos otros que por el contrario denuncian los abusos
cometidos por el hombre mediante la técnica y la tecnología. Pero
independientemente de las posiciones contrarias destacadas al respecto, resulta
innegable la labor que lleva a cabo la filosofía, manteniéndose viva, partiendo
de un problema, un contexto y una situación determinada, como ha hecho a lo
largo de su historia, sirviendo al hombre como vehículo a través del cual poder
encontrar soluciones o respuestas al problema planteado o, al menos, aportar
diferentes visiones del mundo y de la realidad como legado para todos aquellos
que continúen la senda de la reflexión.
Notas
1. Entrevista realizada por Der Spiegel en 1966.
2. V. Farías. Heidegger
y el nazismo. Muchnik Editores. Barcelona, 1989.
3. Sartre habla en términos similares al analizar los
conceptos de buena y mala fe, que en el existencialismo sartreano vienen a
representar los modos de existencia auténtica e inauténtica respectivamente.
4. La palabra alemana que Heidegger utiliza para designar
este concepto de alienación es Entfremdung,
que puede traducirse como “proceso de extrañamiento”, por lo que ejemplifica
muy bien el estado en el que el Dasein se
encuentra cuando comienza su despersonalización. Este concepto nos indica que
el hombre está dejando de ser existente, se está convirtiendo en algo distinto
de sí, ajeno a sí mismo.
5. La partícula “man”
puede traducirse como el pronombre “se”, con carácter impersonal. Lo que
Heidegger hace es sustantivizar este “man” y escribirlo con mayúsculas, como es
habitual hacerlo con todos los sustantivos del alemán, anteponiéndole el
artículo neutro “das”, por lo que resulta un nuevo concepto filosófico creado
por Heidegger: el “das Man”.
6. En este sentido, en Nietzsche aparecen indicios de las
teorías formuladas más adelante por Russell y Wittgenstein,
denominada atomismo lógico en el primero y teoría figurativa de
la realidad en el segundo, defendiendo que el lenguaje determina nuestra
visión y conocimientos del mundo que nos rodea.
7. Hay que destacar también la influencia que ambos
pensadores recibieron de la filosofía oriental, pues en Nietzsche se evidencia
en muchas ocasiones a lo largo de sus escritos, y en el caso de Heidegger,
podemos apreciarlo más claramente en su segunda etapa de pensamiento. Incluso
es famosa la anécdota que nos habla del libro que estaba leyendo Heidegger
antes de su muerte: Tao Te Ching.
8. Es el caso del concepto de la nada, al que Heidegger
llegó a conjugar, equiparándolo a una acción determinada con sus
correspondientes pronombres personales, propio de cualquier forma verbal.
9. Ello lo apreciamos, por ejemplo, en Para qué ser
poeta, un extracto de su obra Caminos del Bosque (1950), donde
aparece claramente un lenguaje poético en torno al Ser y a la propia figura de Hölderlin,
cuya labor estima especialmente Heidegger por su dedicación a la creación
poética en tiempos difíciles.
10. Este interés por el lenguaje y por el estudio de sus
estructuras responde también al espíritu propio de la época, en la que estaba
teniendo lugar una consideración especial del lenguaje por parte de la mayoría
de pensadores del momento, especialmente por aquellos insertos en la denominada
corriente analítica de la filosofía y en la consiguiente filosofía
del lenguaje, en un intento por hacer evolucionar a la propia filosofía a
través de lo que el lenguaje puede aportarnos o por el contrario, alejarnos de
nuestro conocimiento de la realidad, según las diferentes doctrinas. Esta
actitud reivindicadora del estudio del lenguaje para la comprensión de las
propias cuestiones filosóficas se conoce como giro lingüístico, expresión
acuñada por el pragmatista R. Rorty.
11. En esta etapa de su pensamiento, en la que Heidegger
busca el rastro del Ser a través de la poesía, habla constantemente de la
luminosidad que el Ser transmite como una de sus principales características,
utilizando para el ello el concepto alemán Lichtung, luminosidad que
Heidegger descubre en el lenguaje poético, por lo que este se convierte en una
de las claves que pueden acercarnos al Ser.
12. Esta visión del arte defendida por Heidegger en cuanto
vía para la desocultación del Ser dista mucho de la de algunos de los artistas
más relevantes del siglo XX, insertos en las corrientes vanguardistas y
contemporáneas del arte, especialmente las referidas a la abstracción, donde
precisamente el arte y la propia obra se convierten en idea, en concepto,
vinculándose directamente a la filosofía, como en el caso de artistas como J.
Miró o V. Kandinsky, para quienes la conceptualización del arte responde a su
liberación, en la medida en que este se ha encontrado a lo largo de su historia
supeditado al carácter figurativo, presente siempre en todas las
representaciones del mundo real. Esta metafísica del arte que nos proporciona
Kandinsky se aprecia claramente en su obra De lo espiritual en el
arte (1911), donde describe a través de una vía diferente en principio a
la de Heidegger, la del arte abstracto y conceptual, la búsqueda del sentido de
aquello que nos rodea, así como del propio mundo interior. También es cierto
que otras corrientes artísticas, como el surrealismo, prescinden de toda lógica
y concepto entendido en su sentido tradicional, para lograr el mismo objetivo
en definitiva que Heidegger o Kandinsky: traer el Ser a nuestra presencia, con
los matices pertinentes al respecto.
13. M. Heidegger. La
pregunta por la técnica (y otros textos). Ediciones Folio S.A.
Barcelona, 2007.
14. La cuestión de la técnica y su vinculación a la ciencia,
dando lugar por tanto a la tecnología, plantea una problemática que requiere
una reflexión por parte de la filosofía y ello se pone de manifiesto
especialmente después de la II Guerra Mundial a través de muchos pensadores,
entre los que situamos a Heidegger, quien no permaneció ajeno a los problemas
de su tiempo, pero también a otros muchos detractores y defensores de la
técnica, sus aplicaciones y su modo de ser, como veremos más adelante.
15. Es en este punto en el que se sitúa la cuestión esencial
en torno a las consecuencias que puede traer consigo el uso actual de la
técnica, que desde su origen ha perseguido el dominio del hombre sobre la
naturaleza y ello, como afirma Heidegger supone una provocación, una imposición
denunciada desde la filosofía por otros muchos pensadores y corrientes de la
época, como la Escuela de Frankfurt, el existencialismo de Sartre o el
pensamiento postmoderno.
16. Esta es una de las cuestiones de nuestro tiempo, que empezó
a ser debatida a partir de las primeras reacciones al positivismo y a lo que se
llamó el fracaso ilustrado. De especial importancia es la reflexión al
respecto llevada a cabo por la Escuela de Frankfurt, sobre todo por parte de
Adorno, Horkheimer y Marcuse, quienes analizaron la racionalidad tecnológica y
sus peligros, al hilo de un concepto de razón que guía su Teoría
Crítica: la razón instrumental.
17. "Caminos y no
obras" (Wege, nicht Werke) es el lema utilizado por Heidegger en la
última edición en vida de sus obras completas (1972), para expresar que no ha
elaborado un sistema cerrado de ideas, sino que ha abierto varios caminos o
vías en el ámbito del pensar y que espera que sean continuados después de su
muerte, hecho que acontecerá especialmente por medio de Gadamer, uno de sus
discípulos más destacados.
18. Muchas de estas ideas y reflexiones se ponen claramente
de manifiesto en una de las obras más representativas de esta línea de
pensamiento: Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos,
escrita conjuntamente por Adorno y Horkheimer, y publicada en 1947.
19. H. Marcuse. El
hombre unidimensional. Editorial Ariel S.A. Barcelona, 2008.
20. Ibid.
21. W. Benjamin. Tesis
de filosofía de la historia. Taurus, Madrid, 1973.
22. S. Freud. El malestar
en la cultura. Alianza Editorial. Madrid, 2000.
23. Ya en la antigüedad los griegos llevaron a cabo una
reflexión sobre la tecné, aunque
esta se estudia dentro del ámbito de la episteme e incluso del arte,
pero no se cuestionan los posibles peligros que esta pueda traer consigo ni se
debate sobre las aportaciones que pueda hacer en la vida del hombre.
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