Miguel Manzanera [Especial para La Página] El titular de portada en el periódico deportivo
Marca del domingo 8 de septiembre no podía ser más claro:
Palo Olímpico. El Comité Olímpico Internacional (COI) se había reunido el día
anterior en Buenos Aires para tomar una decisión importante: elegir la ciudad
que va a recibir los Juegos Olímpicos de 2020. Allí se encontraba el lobby
español, compuesto por lo más significativo de las fuerzas vivas patrias: la
Casa Real con el príncipe y su esposa, además de la hermana del rey, la derecha
radical representada por la alcaldesa de Madrid y la derecha moderada por el
presidente del gobierno, etc. Nada pudieron frente a la indiferencia de los
delegados olímpicos. Madrid quedaba relegada al tercer lugar en las
preferencias como Villa Olímpica en 2020. Por tercera vez consecutiva se
rechazaba su candidatura.
El dato es significativo porque demuestra el
declive de la influencia española en el panorama internacional. No es de
extrañar. Un sujeto que quiere tapar sus vergüenzas arremetiendo contra todo el
mundo, no puede esperar el aplauso de la comunidad internacional. El gobierno de
España ha tomado como táctica publicitaria el enfado permanente con sus vecinos,
como si éstos tuvieran la culpa de su mala gestión: el contencioso con
Inglaterra por Gibraltar, la pelea de Repsol con Argentina, la acritud contra
la República de Venezuela, el apoyo a Obama en la guerra de Siria, etc. ¿Pensaba
Rajoy que hacerse la foto con Obama iba a ayudar nuestra causa en el panorama
internacional? ¡Pero si todo el mundo está en contra de la guerra! Sobre todo
el Papa, especialmente Francisco I. La derecha española parece autista.
El triunfalismo de la derecha gobernante se
percibía en los medios de comunicación, que repetían machaconamente las
consignas del día: Madrid 2020. Todo estaba bien atado, la candidatura española
era imbatible, tenía las mejores perspectivas, nos presentábamos con las tareas
hechas. Un escenario en la puerta de Alcalá tenía que dar cauce al esperable
entusiasmo colectivo. Pero las masas, que suelen acudir por millones a esta
misma plaza de Cibeles, cuando de manifestaciones pacifistas se trata, esa vez
no se dieron por enteradas. Apenas unos miles de personas. Pocos. Como si se
olieran el bluff. Ese desinterés ciudadano se suplió con un notable
voluntarismo político: desde la mañana del sábado potentísimos altavoces
retumbaban una música horrible de discoteca barriobajera por todo el barrio
burgués del Retiro. Es inimaginable que tales gestores de la cultura lleven
gobernando Madrid durante tres décadas. Con toda probabilidad, esa falta de
tacto que demuestra la derecha española ha contribuido también al desastre del
lobby invencible que viajó a Buenos Aires.
En todo caso es seguro que ayudó a la ciudadanía
a comprender la falta de solidez de esta operación de salvamento, que quería
ser el primer paso de la recuperación de la crisis.La decepción por la decisión
del día anterior, era notoria en las filas de la derecha. La alcaldesa lo
afirmaba con rotundidad: ¡es horrible! El lunes la bolsa de Madrid cedía
enteros, especialmente las constructoras. Los negocios se volatilizaban, tan
rápidamente como las ilusiones de los ciudadanos. Los miles de puestos de
trabajo soñados se perdían por los sumideros del sueño. De nuevo Bienvenido,
Mr. Marshall, la parábola del tío de América, nos devuelve a la realidad patria
de este malhadado país gobernado por clases parasitarias. ¿Tendremos también la
misma suerte con Eurovegas?
Ya lo iban diciendo las encuestas, sin que nos
pudiéramos fiar mucho. Pero después de este fracaso, ahora sí que me creo que
la izquierda ganará en Madrid las próximas elecciones.
“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell