Sublevaciones
de gran alcance
Los cuatro alzamientos victoriosos se
localizaron en Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela entre el 2000 y el 2005.
Fueron rebeliones masivas en medio de grandes crisis políticas, que incluyeron
vacío de poder, repliegue de fuerzas represivas, derrotas de la reacción y
desconcierto de las clases dominantes. Los mandatarios identificados con el
neoliberalismo fueron expulsados de la presidencia y los programas de virulenta
privatización, apertura comercial y flexibilización laboral perdieron sostén
social. Estas conmociones influyeron sobre
otros países (Brasil, Uruguay, Paraguay, Colombia), que no registraron movilizaciones de esa envergadura.
otros países (Brasil, Uruguay, Paraguay, Colombia), que no registraron movilizaciones de esa envergadura.
Las rebeliones no alcanzaron la dimensión que
tuvieron las grandes revoluciones sociales del siglo XX (México-1910,
Bolivia-1952, Cuba-1959 y Nicaragua-1979). Los viejos estados persistieron, el
poder popular quedó acotado y no hubo desenlaces militares. Pero los
alzamientos tuvieron fuerza suficiente para reavivar las demandas nacionales y
democráticas. Actualizaron las tradiciones antiimperialistas y en algunos casos
reintrodujeron el horizonte socialista.
Estas acciones superaron ampliamente los
estadios básicos de una protesta social, mejoraron las condiciones para obtener
conquistas populares y propinaron derrotas a los dominadores. Estos resultados
no se han registrado en otras partes del mundo.
Las rebeliones modificaron las relaciones
sociales de fuerza y limitaron la agresión que el gran capital había iniciado
con las dictaduras y las guerras sanguinarias, para quebrar la gesta
continental inaugurada por la revolución cubana. Las revueltas contuvieron esa
arremetida.
Pero las sublevaciones condicionaron, además,
la etapa económica en curso. No lograron revertir la tónica regresiva de esas
transformaciones, pero socavaron su estabilidad, viabilidad y continuidad. Han
puesto un freno a las derrotas populares y forzaron concesiones o actitudes más
cautelosas por parte de los capitalistas en los epicentros y en el vecindario
de los estallidos populares.
Por estas circunstancias América Latina se ha
convertido en una referencia para todos los movimientos sociales del mundo.
Este interés salta la vista en cualquier foro de intercambio de las
experiencias de lucha. Las acciones sudamericanas indicaron caminos de
resistencia al ahogo que imponen el pago de la deuda externa y los ajustes del
FMI. Han demostrado cómo implementar una auditoría de la deuda y cómo proteger
las reservas ante la fuga de capital.
La envergadura de las resistencias
latinoamericanas puede clarificarse mediante comparaciones internacionales. El
contraste con las rebeliones del mundo árabe es ilustrativo. También allí el
neoliberalismo masificó el desempleo, precarizó el trabajo y empujó a los
desposeídos a la lucha democrática contra regímenes semi-dictatoriales.
Estados Unidos le asigna al Medio Oriente la
misma importancia estratégica que al sur del hemisferio americano, depreda los
recursos naturales de ambas regiones con la misma impunidad y pretende ejercer
la misma supervisión militar en las dos zonas. Por esta razón el
antiimperialismo despierta en Medio Oriente las mismas simpatías que en
Latinoamérica.
Pero los pueblos de esta última región no han
sufrido la destrucción bélica y el desangre padecido en el mundo árabe.
Lograron recrear los proyectos nacionalistas, progresistas y de izquierda que
declinaron en Medio Oriente. Preservaron tradiciones históricas seculares,
contrapuestas a la tutela teocrática que ganó espacio en esa región. Mientras
que América Latina ha podido sostener sus victorias democráticas, el mundo
árabe sufre una contraofensiva del imperialismo y del islamismo reaccionario,
para sepultar con guerras sectarias las esperanzas que emergieron durante la
primavera[1].
Una segunda comparación con Europa del Sur es
también instructiva, puesto que varios países de esa región sufren los mismos
ajustes que recayeron sobre América Latina en la década pasada. Soportan el
mismo rescate de los bancos acreedores y la misma transferencia de empresas
quebradas a los estados. Las políticas deflacionarias aplicadas en Grecia o
Portugal repiten el círculo vicioso del ajuste que desgarraba a Sudamérica.
Pero las victorias de las rebeliones que
tumbaron a los presidentes neoliberales e impusieron agendas sociales en esta
última región, no se han repetido hasta ahora en Europa del Sur. Allí no se
consiguieron aún triunfos significativos. En el Viejo Continente hay que lidiar
con el complejo mecanismo monetario del euro, en medio de amenazas fascistas y
cuestiones nacionales más controvertidas que en la contraparte americana.
Continuidades
y cambios
El período abierto con las rebeliones del
nuevo siglo persiste hasta la actualidad, sin haber registrado avances, ni
retrocesos cualitativos. La etapa de gran convulsión (2000-05) que condujo a la
caída de seis gobiernos fue sucedida por una fase de mayor estabilidad (2005-08)
y luego por un período de gestación de nuevas movilizaciones (2009-13). La
generalizada reacción contra los colapsos creados por el endeudamiento y las
privatizaciones ha sido reemplazada por demandas más variadas y diferenciadas.
En algunas zonas, la batalla contra el saqueo
de los recursos naturales (Perú, Ecuador) ocupa el lugar que en la década
pasada tenía el rechazo al FMI. En otros países las movilizaciones cobran
fuerza, a partir de reclamos específicos contra la carestía del transporte (Brasil),
el costo de la educación (Chile) o la invasión de importaciones agrícolas
(Colombia).
El signo general de la situación sudamericana
está determinado por las conquistas obtenidas en los cuatro países que
protagonizaron las grandes rebeliones. En Venezuela la derecha ha recurrido a
todos caminos posibles para reconquistar el gobierno y fracasó una y otra vez.
Intentó golpes, conspiraciones, sabotajes y perdió 18 de las 19 elecciones
realizadas en los últimos 14 años. Mientras las mejoras sociales continúan, en
cada uno de los comicios se ha librado una gran batalla contra la derecha.
Esta misma continuidad de avances
democrático-sociales se verifica en Bolivia, en el marco de la nueva
constitución del estado plurinacional. El nivel de combatividad, radicalidad y
protagonismo de los sectores populares es muy elevado e incluye conflictos con
el único presidente surgido de los movimientos sociales.
Este tipo de choques ha derivado en un
repliegue de los movimientos indígenas que encabezaron las revueltas de
Ecuador. Pero la derecha ha quedado más aislada y tiene menos expectativas de
recuperar el gobierno, en un contexto de estabilización política y ciertas mejoras sociales.
Finalmente en Argentina el protagonismo que
tuvieron los desocupados y la clase media ha sido reemplazado por los
trabajadores organizados, en un marco de continuada vitalidad de la protesta
callejera y capacidad popular para imponer conquistas.
Los límites que enfrenta el atropello
neoliberal en estos cuatro países facilita la resistencia en otras naciones. La
batalla de los estudiantes chilenos perdura como un acontecimiento central, al
cabo de varios ciclos de multitudinarias manifestaciones. La demanda de
educación gratuita y de calidad ha calado hondo en la población y golpea un
pilar del continuismo forjado por los gobiernos de la Concentración.
La misma gravitación antiliberal tienen los
paros agrarios en Colombia contra las importaciones de alimentos que arruinan
al pequeño productor. Esta protesta confronta con el TLC en uno de los países
más comprometidos con la apertura comercial. La masividad del reclamo inaugura
una fuerte pulseada, en un terreno sensible para las clases dominantes.
Lo mismo que ocurre en Perú con la defensa del
medio ambiente contra la destrucción que genera la mega-minera. La centralidad
que tiene esta actividad para el capitalismo peruano explica la brutalidad de
la reacción oficial.
Pero la principal novedad del 2013 ha sido el
despertar de un gigante en Brasil, con movilizaciones que reunieron un millón
de personas. La respuesta inmediata contra la criminalización de la protesta
ilustra la nueva conciencia democrática que existe frente a la represión. Se
logró frenar el aumento de las tarifas e imponer una nueva agenda para el
transporte y la salud pública.
Una juventud más escolarizada ha cuestionado
el derroche del Mundial de Futbol, ocupando el vacío que han dejado los viejos
militantes. Estas marchas pusieron fin al reflujo de la lucha en Brasil y
colocan al país en sintonía con la región[2].
El estado de las luchas sociales en
Centroamérica difiere sustancialmente del sur del continente. Allí no se han
conseguido logros significativos. Al contrario, predomina la ofensiva del
capital sobre el trabajo. México es el caso más evidente de esta situación. El
país ha quedado golpeado por la despoblación agraria, la emigración masiva, las
derrotas de los mineros y las dificultades de la lucha docente. Prevalece la
impotencia frente a la flexibilidad laboral, en un contexto de terrorismo de estado y salvajismo
del narcotráfico. La bandera plantada en Chiapas hace veinte años perdura como
un símbolo de resistencia, que no ha podido proyectarse al resto de la nación[3].
Pero las explosivas condiciones sociales de
esta zona pueden generar un abrupto viraje hacia el ascenso popular,
especialmente en los países que se recomponen del terrible legado de masacres
de los 80. Desde la firma de los acuerdos de paz (2006) existe en Guatemala un
gran movimiento por la justicia y el castigo a los represores de las matanzas
cometidas en el pasado.
Otro tipo de resistencia irrumpe en las
localidades más afectadas por la agresión de los presidentes ultra-liberales.
Por ejemplo en Panamá se registró el año pasado un masivo levantamiento contra
la privatización de las tierras en Colón.
Pero la batalla clave de Centroamérica se
libra en Honduras, donde se forjó un vasto movimiento de resistencia que
erosionó el poder de los golpistas. Con un despliegue de gran heroísmo, la
población enfrentó asesinatos, persecuciones e intimidaciones de un régimen
criminal apañado por la embajada yanqui. No pudieron derrotar el continuismo
que impuso la derecha a través de comicios fraudulentos, pero han gestado un
polo opositor de enorme envergadura.
El contagio de Venezuela ha sido determinante
en Honduras e influye sobre el conjunto de Centroamérica y el Caribe. Es el
país que actúa como nexo, entre las acciones populares más avanzadas del sur y
más retraídas del norte. La transmisión de experiencias de una región a otra
tiende a multiplicarse, junto a la creciente percepción popular de una
identidad latinoamericana común.
Este avance en la conciencia regional es un
resultado directo de las rebeliones, que impusieron ciertas conquistas sin
haberse extendido, ni profundizado. Ninguna revuelta devino en revolución
triunfante, pero las clases dominantes tampoco pudieron retomar la ofensiva o
disipar la relación social de fuerzas creada por la acción popular. Persistió
el divorcio de muchos países con las resistencias, pero nuevos segmentos de
trabajadores se han incorporado a las protestas.
Esta relación de fuerzas es tomada en cuenta
por la tesis pos-liberal para caracterizar la etapa actual, pero sin
discriminar su impacto diferenciado en cada país. El registro de las victorias
populares es en cambio mucho más borroso en la teoría del “Consenso de
commodities”, que sugiere la existencia de un escenario regional uniforme y
poco afectado por las acciones populares.
La centralidad
de Cuba y Venezuela
Las rebeliones latinoamericanas tuvieron dos
consecuencias decisivas: oxigenaron a la revolución cubana e incentivaron la
aparición de gobiernos radicales en Venezuela y Bolivia.
Durante los años 90 Cuba resistió heroicamente
el aislamiento y las agresiones imperiales. Esta actitud reforzó su condición
de símbolo de la emancipación. Logró mantener vivo el ideal socialista frente a
bloqueos y agresiones, que habrían tumbado en pocos días a la mayoría de los
regímenes políticos conocidos.
El cambio de relaciones de fuerza en la región
y los fracasos estadounidenses permitieron atenuar el asedio de la isla y
reavivaron el protagonismo de Cuba. El lugar geopolítico que ha reconquistado
ese país es una de las principales consecuencias positivas de las sublevaciones
del siglo XXI.
La isla está transitando por una gran
transformación, puesto que no puede avanzar en soledad hacia la meta
igualitaria. El desplome de la URSS y el tránsito pro-capitalista de China han
creado un nuevo escenario global, que confirma la imposibilidad de gestar
aisladamente el socialismo en una pequeña localidad del Caribe. Cuba demostró
que este proyecto permite a una economía con pocos recursos alcanzar niveles de
escolaridad, mortalidad infantil y expectativa de vida superiores al resto de
la región. Es un país sin hambre, delincuencia organizada o deserción escolar.
Pero una economía amoldada a la expectativa de
participar en el avance mundial del socialismo ha debido afrontar el abrupto
cambio del contexto internacional. Tuvo que sobrevivir aceptando el turismo, el
mercado de divisas y la indeseada ampliación de la inequidad social.
Ahora se ha embarcado en una reforma mercantil
para reactivar la economía evitando el retorno al capitalismo. Son cambios
riesgosos, pero el inmovilismo es la peor opción y la combinación de
cooperativas y pequeña empresa privada bajo la continuada primacía estatal,
permitirían contrabalancear las dificultades actuales. Estos cambios se
desenvuelven apostando a una futura maduración del proceso anticapitalista en
América Latina[4].
Estas perspectivas son factibles por la
consolidación de gobiernos antiimperialistas, que afrontan severos conflictos
con las clases dominantes, en un marco de gran movilización popular. Venezuela
es el epicentro de esas experiencias.
El proceso bolivariano ha introducido
transformaciones progresistas sin erradicar el estado burgués y las relaciones
de propiedad capitalistas. No es la primera vez en la historia que se ensaya un
modelo intermedio de este tipo. Pero lo novedoso es la prolongada duración del
intento.
El chavismo ha demostrado una renovada
vitalidad sin Chávez. En diciembre pasado obtuvo un inesperado triunfo
electoral (en 15 de las 24 capitales y el 76% de las alcaldías) frente a una
derecha dividida, con su líder Capriles desprestigiado y debilitado para
intentar un revocatorio presidencial[5].
La derecha intentó todo y no logró nada. Falló
con el golpe, con la demagogia electoral y con el disfraz bolivariano. Maduro
trabaja para superar el inconmensurable bache dejado por la muerte de Chávez y
comienza a despuntar una nueva generación militante más politizada y curtida en
las batallas de la última década.
La continuidad bolivariana se explica por la
persistencia de reformas sociales, que permitieron significativos logros en la
reducción de la pobreza (del 60% al 26,7%) y la desnutrición (3,7%), con
desempleo declinante (6,2%) y gran incidencia de las misiones (el 72% de los
hogares utiliza algún plan social) [6].
El proceso chavista ha retomado la iniciativa,
con medidas de intervención económicas para contener la desbocada inflación
(54% inter-anual en 2013). Enfrenta el mismo sabotaje de remarcaciones,
desabastecimiento y fuga de dólares que soportó Salvador Allende. Los grandes
capitalistas no sólo buscan venganza. Quieren recuperar el manejo de la renta
petrolera, que en la actualidad se destina en gran parte al gasto social.
Pero el desorden económico también obedece a
los montos millonarios que maneja la corrupta “boliburguesía”. Lucran con la
intermediación comercial y la especulación en gran escala. La caja petrolera
que administra el gobierno debería facilitarle su acción. Pero el enemigo opera
desde el interior del proceso y periódicamente acorrala al chavismo con
maniobras cambiarias y financieras.
Los economistas y militantes que promueven reforzar
y transparentar los controles están delineando un acertado camino para
encaminar el proceso hacia un rumbo socialista. Confrontan con las propuestas
de adaptación al ajuste capitalista y con las actitudes de simple deserción[7].
Las
disputas en Bolivia
Morales dirige otro gobierno radical surgido
de rebeliones populares, pero gestiona un país muy distinto a Venezuela. En el
Altiplano prevalece un enorme grado de pobreza, retraso económico y estrechez
del mercado interno. El país arrastra, además, una estructura política débil y
un estado muy incompleto. Esa estructura nunca pudo cohesionar las
nacionalidades que alberga en su territorio. Con la nueva Constitución
plurinacional comenzó la reversión del elitismo racista y la conquista de los
derechos postergados.
Evo reafirmó su liderazgo incrementando
sostenidamente el caudal electoral de las organizaciones que lo sostienen (54%
en 2005, 67% en 2008, 64% en 2009). Disputará próximamente su tercer mandato,
con una sólida base en el campo e importantes simpatías en las ciudades. Ha
podido otorgar ciertas mejoras sociales con los ingresos que el estado captura
de las exportaciones luego de las nacionalizaciones.
El gobierno actual de Bolivia desenvuelve una
política exterior muy crítica hacia Estados Unidos (sin embajador desde el
2008, expulsión de la agencia USAID, retiro de los tribunales del CIADI). Ha
logrado, además, debilitar a la oposición derechista, que oscila entre hacer
negocios y retomar las fracasadas conspiraciones.
La gran tradición de lucha popular que existe
en el país no ha decaído y continúan las movilizaciones urbanas (salud,
maestros), mineras e indígenas (contra la construcción de la carretera en el
Tipnis). La continuidad de estos movimientos tiende recrear a veces la vieja
imagen de un país ingobernable, acosado por la anomia estatal y una
conflictividad endémica irresoluble.
El gobierno acompaña algunas protestas y choca
frontalmente con otras. Cuando las demandas tienen soporte popular suele
negociar (Tipnis) o retrocede (aumento del combustible). Estas vacilaciones
expresan las indefiniciones de un proceso, que por un lado promueve la
modernización neo-desarrollista del capitalismo y por otra parte convoca a
forjar una sociedad igualitaria. Al igual que Maduro en Venezuela, Morales
comanda un gobierno en disputa entre los promotores de ambas perspectivas.
Algunos sectores desencantados con esa gestión
han optado por la crítica furibunda. Estiman que Evo abrazó el extractivismo
neoliberal, alienta nocivos contratos de minería, y gas con compañías
extranjeras y avala el trazado de carreteras que deterioran el medio ambiente.
Pero la caracterización de un gobierno no debe
ser establecida considerando sólo las variables ambientales. Estos parámetros
no determinaran por sí mismos los datos sociales en juego. Además, la política
de recursos naturales que debe implementar Bolivia difiere significativamente
de su equivalente en Alemania o Suecia. El Altiplano necesita imperiosamente
utilizar esos bienes en forma sustentable para reducir el nivel extremo de
subdesarrollo.
Los
costos de la indefinición
Algunos gobiernos integrados al espacio
radical desenvuelven políticas más próximas a la centroizquierda. Ecuador es un
ejemplo de esta postura.
Correa ha intentado la modernización capitalista
para optimizar el funcionamiento del estado, sin introducir cambios
estructurales. Mantuvo la concentración en el agro (el 5% de propietarios
acapara el 52% de las tierras) y el poder de las grandes empresas (62 grupos
manejan el 41% del PIB). Las utilidades de estos sectores se incrementaron
significativamente (un 54% más en el 2004-09), en un marco de continuado
predominio económico del petróleo, las remesas, el café, el banano, el cacao y
los camarones[8].
El gobierno retomó inicialmente la agenda de la
rebelión que encabezaron los movimientos sociales. Rechazó el TLC, cerró la
base yanqui de Manta y sancionó una nueva Constitución. Posteriormente Correa
atenuó la tónica reformista y se limitó a utilizar el significativo aumento de
los ingresos tributarios para reforzar el sostén asistencial. Difundiendo un
ideario de “Buen Vivir”, la inversión social pasó de 0,35% (2006) a 3,82%
(2011)[9].
El arrollador triunfo que logró Correa en los
últimos comicios (febrero 2013) suscita pronósticos opuestos. Algunos analistas
estiman que la demolición de la derecha empresaria (Lasso, Noboa) despejó el
camino para implementar la agenda progresista (ley de prensa, reforma agraria,
código penal) con un sólido sostén parlamentario. Otras miradas resaltan la
consolidación del caudillismo, la revitalización del ejército y el creciente
nombramiento de funcionarios conservadores en desmedro de las figuras radicales[10].
Nicaragua ofrece otra variante de esta
combinación de posicionamiento radical en el plano externo y estrategia
centroizquierdista en la órbita interior. Recientemente Ortega volvió a obtener
un gran triunfo electoral, ampliando el soporte que ya logró en los comicios
anteriores.
Ahora puede gobernar sin la oposición,
archivando el pacto que le permitió el retornar en el 2006, mediante una
reforma electoral pactada con la derecha. Continúa usufructuando con el
recuerdo de la desastrosa gestión que caracterizó a los conservadores
(1997-2001) y con la persistente división que reina en ese espacio (Alemán
versus Bolaño).
Pero el Sandinismo actual se sitúa a años-luz
del viejo FSLN. Ha quedado estructurado en torno a un grupo familiar-empresario
de Ortega, que suscribe acuerdos con el FMI, otorga privilegios a los bancos y
penaliza el aborto para estrechar relaciones con la Iglesia[11].
La pugna con los oligarcas locales y la firme
política frente a Estados Unidos ubican a Ortega en la vereda opuesta al polo
derechista. Pero su contundente abandono del pasado revolucionario también lo
alejan del espectro radical. En su caso el contraste entre discurso y práctica
es mayúsculo. Ha transitado un camino muy diferente al resto de los mandatarios
latinoamericanos. Optó por el amoldamiento al status quo y la ruptura
definitiva con el sandinismo original.
Una situación más compleja se vislumbra en El
Salvador. Al cabo de muchos años de guerra y presidencias ultra-reaccionarias,
llegó al gobierno una coalición sostenida por el viejo liderazgo guerrillero
del Farabundo Martí (2009). Pero la presidencia quedó a cargo de un periodista
sin trayectoria militante (Funes), que preservó la gestión económica
neoliberal, el TLC y el dólar como moneda. Se embarcó en un idilio con Estados
Unidos, que incluyó la participación en operativos externos y la presencia de
ministros afines al Departamento de Estado.
Es evidente el estrecho margen de acción que
cuenta un país tan pequeño y dependiente de las remesas (18% del PIB) que
auxilian al 70% de las familias. Pero es indudable también que el gobierno
acepta estos condicionamientos como datos inmodificables y refuerza un orden
social opresivo. Algunos analistas sostienen que la derecha comienza a lograr
en la posguerra, lo que no obtuvo en veinte años de sangrientas batallas.
Consolida los intereses y privilegios de los poderosos[12].
Un ejemplo más contundente de frustración
política se ha verificado en Paraguay por la actitud timorata del ex presidente
Lugo. Cuando la derecha le exigió la renuncia, tomó sus pertenencias y se
volvió a casa. No ofreció ninguna resistencia al golpe. El contraste con la
valiente actitud que adoptaron Correa o Zelaya fue mayúsculo.
Incluso el cuestionamiento diplomático que
hizo el MERCOSUR a la asonada de Paraguay fue superior a la reacción del
mandatario depuesto. Esa conducta coronó un gobierno signado por la vacilación.
Lugo no avanzó en la reforma agraria en un país con el 85% de las tierras en
manos de un 2% de propietarios, que expanden la frontera de la soja expulsando
campesinos. Actuó como el típico conciliador que termina reforzando la derecha,
mientras el movimiento social se desorganiza y la militancia se desmoraliza.
Los procesos latinoamericanos -que eluden la
radicalización imaginando reformas que el capitalismo no tolera- conducen a la
frustración. Frenan el avance de la izquierda y terminar facilitando el retorno
de la derecha.
El
despunte del ALBA
Para enfrentar el acoso que desplegaron las
empresas y bancos estadounidenses, Venezuela y Cuba crearon el ALBA. Aumentaron
el intercambio mutuo para resistir esa presión. Acordaron mayor abastecimiento
petrolero del primer país a cambio de servicios educativos y sanitarios del
segundo y extendieron posteriormente este principio a una amplia gama de
productos.
Los mismos mecanismos instrumentaron los
países que se incorporaron posteriormente a la asociación (Bolivia, Nicaragua,
Ecuador, Islas de Antigua, San Vicente, Granadinas). Han introducido formas de
cooperación entre economías que priorizan el bienestar popular a la
rentabilidad de los negocios. Con esos criterios se propicia un proyecto muy
diferente a las iniciativas de integración latinoamericana basadas en la
competencia y el mercado.
En el plano político el ALBA asumió un planteo
de unidad antiimperialista. Propone romper con el sometimiento a Estados Unidos
para afianzar la soberanía y facilitar los avances populares.
A diferencia de los TLC o el MERCOSUR, el ALBA
es inconcebible sin un basamento en gobiernos revolucionarios o radicales. En
este caso, existe una gran correspondencia entre el bloque latinoamericano en
construcción y las presidencias de izquierda. Ese proyecto no podría subsistir
sin esos pilares nacionales, puesto que ninguna clase dominante se mantendría
en esta asociación si recupera el manejo de los gobiernos.
El ALBA y sus complementos (como Telesur) se
inscriben en un horizonte popular con futuro, si germinan los componentes
anticapitalistas. Esa perspectiva exige la radicalización de los gobiernos
nacionalistas enfrentados con el imperialismo y en conflicto con los
capitalistas locales.
Pero la consolidación inmediata del ALBA
enfrenta límites derivados del gran subdesarrollo imperante en las economías
que participan de esta iniciativa. Existe sólo un país con recursos
significativos (Venezuela) y su riqueza petrolera no es sinónimo de economía
mediana o bases industriales. Mantiene un abismo con las potencias centrales y
una brecha enorme con México, Brasil o Argentina.
Los gobiernos bolivarianos han implementado un
uso externo muy progresista del petróleo. Asisten a las economías y poblaciones
más necesitadas con medidas tendientes a socavar la dominación imperial. Pero
esta acción no genera por sí misma desarrollo económico y no erradicará el
atraso de los países tan afectados por la pobreza.
El ALBA no sólo auspicia valorables
iniciativas de intercambio. Concibe una unidad de cuenta e intercambio (sucre),
con perspectivas de moneda común opuestas al modelo neoliberal del euro. La
concreción efectiva de este proyecto desborda a esa articulación, puesto que se
requieren áreas monetarias y respaldos en divisas de gran porte. Lo importante
es como la asociación define una agenda económica potencialmente alternativa
para toda la región, mientras avanza con nuevos tratados entre sus miembros
(como Petro-Caribe o Eco- ALBA).
Los integrantes de este bloque deben desenvolver
su acción en la cornisa de complejos equilibrios. Venezuela se incorporó por
ejemplo al MERCOSUR, propinando una derrota al veto que interponía Estados
Unidos a través de Paraguay. Pero esta decisión de protección política conlleva
el costo de aceptar la adversa competencia de los bienes importados sin arancel
desde Brasil.
En el plano geopolítico los gobiernos del ALBA
han jugado un rol revulsivo con permanentes iniciativas contra la presencia
militar estadounidense (denuncia del TIAR). Han desarrollado campañas de
denuncia y movilización frente a todas las agresiones del imperio. El sostén de
la resistencia hondureña, el auxilio humanitario de Haití y el auspicio de las
negociaciones de paz en Colombia son tres ejemplos recientes de gran contundencia.
Los gobiernos del ALBA han cumplido también un
rol de vanguardia en el sostén de los perseguidos por ejercer la libertad de
prensa. Ecuador ofreció asilo a Assange, enfrentando la cruzada que
emprendieron Estados Unidos y Gran Bretaña, para acallar al comunicador que
destapó las grandes manipulaciones de la diplomacia.
Luego Bolivia, Nicaragua y Venezuela abrieron
sus puertas al recibimiento de Snowden, el otro perseguido por ilustrar al
mundo cómo operan las redes de espionaje imperial. Esta solidaridad ha sido
coherente con gobiernos que soportan bombardeos de injurias por parte de las
grandes cadenas de la comunicación global.
El MERCOSUR y el ALBA constituyen dos
proyectos muy diferenciados, a pesar de compartir espacios comunes (como CELAC
o UNASUR). La primera asociación busca remodelar el capitalismo en torno a
pilares regionales más autónomos y la segunda motoriza una acción
antiimperialista con esbozos de pos-capitalismo.
Esta divergencia se traduce en actitudes muy
opuestas frente a la intervención popular. En contraposición a los gobiernos
del MERCOSUR, los presidentes del ALBA suelen acompañar los encuentros entre
mandatarios con foros de discusión militante (“Cumbres de los Pueblos”).
La reciente realización de Asambleas de los
Movimientos Sociales del ALBA se inscribe en esta concepción de construcción
popular. Allí participa una generación de militantes que rehabilita
explícitamente al socialismo e impugna abiertamente al capitalismo. Han
comenzado a formular propuestas de acción continental para avanzar hacia la
unidad latinoamericana, conquistando soberanía financiera, alimentaria y de
recursos naturales[13].
Respuestas
al debate
La caracterización de un tercer bloque de
gobiernos revolucionarios y radicales permite esclarecer la contraposición
planteada entre la mirada pos-liberal y la visión del “Consenso de
commodities”.
Sin duda este eje antiimperialista aglutinado
en torno al ALBA promueve una ruptura frontal con el neoliberalismo. Es un
corte que se procesa no sólo en contraposición al bloque librecambista y
reaccionario del Pacífico, sino también mediante políticas diferenciadas del
regionalismo capitalista que lidera Brasil. El status pos-liberal sólo
correspondería a ese segmento radical y no al conjunto del Sudamérica.
La tesis pos-liberal equipara erróneamente al
ALBA con el MERCOSUR y desconoce la diferencia cualitativa que separa a los
presidentes radicales (Maduro, Morales) de los centroizquierdistas (Roussef,
Kirchner).
Estas inconsistencias derivan de una confusa
utilización del propio concepto de pos-liberalismo. Se lo aplica en tantos
sentidos, para aludir a tal diversidad de situaciones, que termina navegando en
la indeterminación. No se sabe si define gobiernos, etapas o patrones de
acumulación. La noción tampoco esclarece las políticas económicas en boga.
Estas orientaciones suelen cambiar con la coyuntura y adoptan modalidades de
mayor ortodoxia o heterodoxia en función de la crisis global.
En la acepción más corriente, el
pos-liberalismo define un período superador del Consenso de Washington. Pero
enfatiza el giro político hacia la autonomía, omitiendo la persistencia del
patrón económico gestado durante la fase precedente.
La caracterización opuesta resalta un
predominio extractivista en toda la región, avalado por gobiernos de distinto
signo, que reemplazaron la valorización financiera por la sumisión a la
minería, el petróleo y la soja. En contraposición a la óptica pos-liberal
relativiza los cambios políticos y remarca las convergencias económicas
conservadoras.
Esta teoría del “Consenso de commodities”
comete un error simétrico al sobre-dimensionamiento de los virajes políticos
progresistas. Desconoce las fuertes divergencias que separan a los gobiernos
derechistas, centroizquierdistas y radicales, en todos los terrenos ajenos a la
especialización en exportaciones básicas.
La principal dificultad aparece al momento de
explicar las posturas soberanas o las reformas sociales que adopta un eje
político radical, asentado en la mono-exportación primaria. Venezuela no logró
erradicar la preeminencia del petróleo, Bolivia no se liberó de la centralidad
de la minería o el gas y Cuba incrementado su atadura al níquel o el turismo.
¿Pero esa dependencia convirtió a Chávez, Evo o Fidel en presidentes afines a
Fox, Uribe o Alan García?
Las confusiones en este terreno conducen a
caracterizaciones que identifican mecánicamente la gravitación de la
agro-minería con el aumento de la dependencia política o la reversión
neocolonial. En los casos más extremos, Evo Morales es presentado como un
“extractivista neoliberal” y Correa como un “agente del capital trasnacional”.
El extractivismo es un concepto adecuado para
ilustrar ciertos rasgos de la economía latinoamericana. Estas características
condicionan el patrón de reproducción, pero no definen el carácter de un
régimen político o la naturaleza de un gobierno.
Dimensiones
en conflicto
Para evaluar lo ocurrido en la última década
hay que integrar las dos dimensiones de los procesos en curso. Las
transformaciones políticas en la región aparecieron en un marco de continuada
especialización primario-exportadora. Hay mayor diversidad de gobiernos y mayor
predominio del mismo de patrón de reproducción. Con el dictamen de
pos-liberalismo o de Consenso de commodities se elude el análisis de esta
contradicción.
Ambas categorías contienen una parte de la
verdad, pero no explican el escenario regional. Para entender porque Venezuela
y México transitan por rumbos tan distintos en contextos semejantes, hay que
distinguir los condicionantes económicos de los determinantes
político-sociales. El patrón de reproducción da cuenta de la estructura
productiva y la inserción internacional de cada economía. Pero los gobiernos
deben ser caracterizados con otro instrumental. Emergen de la historia y
tradición política de cada país, en correspondencia con las necesidades de las
clases dominantes y los desenlaces de la lucha social.
Las dos dimensiones están muy relacionadas y
las mutaciones de un plano inciden directamente sobre el otro. Pero esos cambios
no se procesan al mismo ritmo, ni en la misma dirección. En la última década
las grandes transformaciones políticas de América Latina incidieron en forma
muy limitada sobre la esfera económica. Trastocaron el contexto ciudadano de
algunos países sin alterar su esquema de reproducción.
Este resultado confirma que la acción de un
gobierno tiene efectos acotados sobre la acumulación capitalista. Una
administración derechista se amolda por completo al pilar neoliberal, otra
centroizquierdista afronta conflictos y un proceso radical choca con esos
fundamentos. En un caso prevalece la sintonía, en otro la convivencia y en un
tercero la contraposición. Pero la modificación de un patrón económico y un
tipo de inserción internacional van mucho más allá de los presidentes y sus
políticas económicas.
Es importante diferenciar estos niveles de
análisis para integrarlos en una caracterización totalizadora. Los triunfos
populares contra el neoliberalismo no determinan un paisaje posliberal y la
continuada especialización primario-exportadora no diluye en un status común a
todos los gobiernos.
Esta desincronización entre política y
economía que se verifica en América Latina deriva en última instancia de la
existencia de rebeliones populares victoriosas, que limitaron el alcance
regresivo del neoliberalismo sin sepultarlo. Las dualidades de la región se
explican por la dinámica de levantamientos, que no fueron derrotados pero
tampoco devinieron en revoluciones anticapitalistas triunfantes. Este resultado
intermedio se refleja en la variedad de gobiernos.
Pero
dualidad no es sinónimo de indefinición y las tendencias en pugna deberán
dirimirse. Los gobiernos del ALBA sólo pueden alcanzar metas progresistas si se
radicalizan, confrontan con las clases dominantes y comienzan a erradicar el
patrón primario-exportador. La llave maestra de este viraje se ubica en la
transformación revolucionaria del estado. Si este giro se demora, los
dominadores tendrán tiempo para inducir el declive de las experiencias
radicales y forzar su derrocamiento o neutralización.
La respuesta a la pregunta inicial sobre el
carácter más autónomo o dependiente de Latinoamérica quedará zanjada en esos
desenlaces. Las dualidades de la región han perdurado pero no pueden
eternizarse. En última instancia la balanza se inclinará por una tormentosa
adaptación a la opresión capitalista o una novedosa gestación del socialismo.
Resumen
Las rebeliones sudamericanas modificaron las
relaciones de fuerza, limitaron la agresión neoliberal y consiguieron victorias
inusuales en otras partes del mundo. Evitaron el desangre del mundo árabe e
impusieron las agendas pendientes en Europa del Sur. Posteriormente no se
profundizaron, ni retrocedieron. Ampliaron su radio sin incorporar al grueso de
Centroamérica.
Las resistencias oxigenaron a Cuba e
iluminaron los logros de una isla sin recursos, que necesita contrapesar el
aislamiento con reformas mercantiles. En Venezuela la derecha conspira para
anular las mejoras populares, pero la principal batalla se libra al interior
del proceso bolivariano. También Bolivia tiene un gobierno radical y dirime el
freno o profundización de su gestión, en condiciones de mayor subdesarrollo y
conflictos con la utilización de los recursos naturales.
Ecuador mantiene una política
centroizquierdista junto a un alineamiento regional radical. Nicaragua se ubica
en un eje semejante con un gran alejamiento de su pasado revolucionario. En El
Salvador emergen las consecuencias de la adaptación al sistema y en Paraguay se
verificaron los efectos de actitudes vacilantes.
El ALBA es un germen de asociación cooperativa
que depende de la continuidad de gobiernos de izquierda, del soporte popular y
del afianzamiento de intercambios solidarios.
La tesis pos-liberal no registra la continuidad
del mismo patrón productivo de la década precedente y la teoría del Consenso de
commodities desestima las diferencias entre gobiernos, que actúan en marcos
estructurales semejantes. Hay que distinguir los condicionantes económicos de
los determinantes políticos, para integrarlos en una mirada que clarifique las
contradicciones del escenario latinoamericano.
Bibliografia
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no han puesto en tela de juicio la validez del modelo extractivista”, 10-9 2009
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-Zúñiga Simón Andrés, Las necesidades
electro-domesticadas, 12/11/2013, www.aporrea.org/actualidad.
[1] Nuestra visión en: Katz Claudio, “De la primavera al otoño
árabe”, http://www.geocities.com/economistas_de_izquierda,
25-9-2013
[2] Antunes Ricardo, “Fim da letargía”, www1.folha.uol.com.br 20/06/2013
[3] Almeyra Guillermo, “A 20 años de la rebelión zapatista”, 27/12/2013, www.rebelion.org
[4] Ver Katz Claudio, “Laboratorios de Otro Socialismo”, en “¿Podría funcionar una sociedad igualitaria?”, Academia del Pensamiento Crítico, Universidad de Valencia, 16-7-2013.
[5] La masiva participación del electorado en los comicios de Venezuela ha sido decisiva y es un gran canal de acción popular, en contraste con países como Chile, donde una gran parte de la población ha perdido la confianza en la utilidad del voto.
[6] Guerrero Modesto Emilio, "El laberinto de la economía bolivariana", 21/10/2013 www.iberoamerica.net. También: López Blanch Hedelberto, “Los certeros avances de la economía bolivariana”, 08-02-2012, www.rebelion.org/noticia
[7]Ver los acertados planteos de: Zúñiga Simón Andrés, “Más caramelos de cianuro”, 28/09/2013, www.aporrea.org/actualidad. Marea Socialista, “De Chávez a Maduro: Habilitar al Pueblo Bolivariano antes de que sea demasiado tarde”, 20-10-2013 www.aporrea.org. En el polo opuesto: Pérez Martí Felipe, “Respuesta a un documento del grupo llamado “Marea Socialista”, 29/10/2013, unrun.es/ - También: Dieterich Heinz, “La peor crítica para Maduro”, 16/10/2013,www.lanacion.com.ar
[8] Machado Decio, “Las élites económicas: los verdaderos beneficiarios del Gobierno de Rafael Correa”, 24/2/2012 www.argenpress. También: Ogaz Arce Leonardo, “El Triunfo de Rafael Correa”, 11/3/2013, alineadefuego.info
[9] Ver: Houtart Francois, “Ecuador y Correa”, www.aporrea.org/,28/05/2012
[10] La primera visión en: Boron Atilio, “Cuatro lecciones”, www.pagina12.com.ar,18/02/2013.
[3] Almeyra Guillermo, “A 20 años de la rebelión zapatista”, 27/12/2013, www.rebelion.org
[4] Ver Katz Claudio, “Laboratorios de Otro Socialismo”, en “¿Podría funcionar una sociedad igualitaria?”, Academia del Pensamiento Crítico, Universidad de Valencia, 16-7-2013.
[5] La masiva participación del electorado en los comicios de Venezuela ha sido decisiva y es un gran canal de acción popular, en contraste con países como Chile, donde una gran parte de la población ha perdido la confianza en la utilidad del voto.
[6] Guerrero Modesto Emilio, "El laberinto de la economía bolivariana", 21/10/2013 www.iberoamerica.net. También: López Blanch Hedelberto, “Los certeros avances de la economía bolivariana”, 08-02-2012, www.rebelion.org/noticia
[7]Ver los acertados planteos de: Zúñiga Simón Andrés, “Más caramelos de cianuro”, 28/09/2013, www.aporrea.org/actualidad. Marea Socialista, “De Chávez a Maduro: Habilitar al Pueblo Bolivariano antes de que sea demasiado tarde”, 20-10-2013 www.aporrea.org. En el polo opuesto: Pérez Martí Felipe, “Respuesta a un documento del grupo llamado “Marea Socialista”, 29/10/2013, unrun.es/ - También: Dieterich Heinz, “La peor crítica para Maduro”, 16/10/2013,www.lanacion.com.ar
[8] Machado Decio, “Las élites económicas: los verdaderos beneficiarios del Gobierno de Rafael Correa”, 24/2/2012 www.argenpress. También: Ogaz Arce Leonardo, “El Triunfo de Rafael Correa”, 11/3/2013, alineadefuego.info
[9] Ver: Houtart Francois, “Ecuador y Correa”, www.aporrea.org/,28/05/2012
[10] La primera visión en: Boron Atilio, “Cuatro lecciones”, www.pagina12.com.ar,18/02/2013.
La segunda en: Martínez Mateo, “La revolución
ciudadana está en decadencia”, 16/2/2013, www.rebelion.org/notici).
También: Rosero Andrés E, “Una cuestión moral y de principios:
Yasuní-ITT”, 16/10/2013, www.rebelion.org/noticia
[11] Ver: López Vigil María, “Una dictadura institucional” 13/11/2011 www.sinpermiso.info
[12] Ver: Guitiérrez Dagoberto, “La antigua derecha y la nueva derecha”, 5/1/2014. También: Calvo Ospina Hernando, “¿Gobierna la izquierda en El Salvador?”, 14/04/2012 www.aporrea.org
[13] Un balance del último encuentro en: “Reflexiones sobre la Asamblea Continental de los Movimientos Sociales del ALBA”, www.radiomundoreal, 18/5/2013.
[11] Ver: López Vigil María, “Una dictadura institucional” 13/11/2011 www.sinpermiso.info
[12] Ver: Guitiérrez Dagoberto, “La antigua derecha y la nueva derecha”, 5/1/2014. También: Calvo Ospina Hernando, “¿Gobierna la izquierda en El Salvador?”, 14/04/2012 www.aporrea.org
[13] Un balance del último encuentro en: “Reflexiones sobre la Asamblea Continental de los Movimientos Sociales del ALBA”, www.radiomundoreal, 18/5/2013.