Ubicación de Crimea dentro de Ucrania |
occidental en la región.
Inmediatamente después del golpe de estado por delegación,
la maquinaria de propaganda occidental empezó a funcionar a todo tren, [3]
ignorando por completo la naturaleza del golpe de mano efectuado por Occidente
en Ucrania. Los medios de comunicación y los gobiernos occidentales centraron
sus ataques en la acción defensiva de Rusia en Crimea. La toma
violenta del poder en Ucrania mediante el golpe de Estado respaldado por EE.UU.
y la UE tuvo el apoyo incondicional de gacetilleros de todos los medios de
comunicación occidentales, que se extendieron en diatribas demandando medidas
para desestabilizar a la propia Federación Rusa, mediante una guerra económica
y diplomática a gran escala. Tanto Estados Unidos como la Unión Europea
convocaron reuniones y conferencias de prensa para solicitar sanciones
comerciales y financieras. La Casa Blanca y Bruselas amenazaron con aplicar un
“bloqueo de las cuentas rusas” en bancos occidentales si Moscú no entregaba
Crimea al régimen golpista de Kiev. La capitulación rusa se convirtió en el
precio a pagar para reparar los lazos entre el Este y el Oeste.
El régimen de Obama y un puñado de congresistas
estadounidenses, analistas mediáticos y asesores políticos solicitaron la
aplicación de sanciones sobre sectores estratégicos de la economía rusa,
incluyendo sus activos financieros en Occidente. En Europa, las opiniones sobre
el asunto están divididas: Inglaterra, Francia y los regímenes anti-rusos
furibundos de Europa central (especialmente Polonia y la República Checa) han
propuesto sanciones más duras, mientras que Alemania, Italia y Países Bajos han
sido más comedidos en sus respuestas (Financial Times, 5 de marzo, 1914, p.2).
Desde Washington, los defensores de la imposición de
sanciones a Rusia perciben en esta maniobra una oportunidad para: (1) castigar
a Rusia por su respuesta a la solicitud de ayuda del gobierno autónomo de
Crimea para defenderse frente al golpe de Kiev activando a las tropas rusas
estacionadas en la región; (2) debilitar la economía rusa y aislarla
políticamente de sus principales socios comerciales e inversores; (3) legitimar
la violenta toma de poder por parte de los clientes neoliberales y neonazis de
Estados Unidos; y (4) fomentar la desestabilización dentro de la Federación
Rusa. Como mínimo, las sanciones se han convertido en una herramienta agresiva
que refuerza a las élites corruptas pro-occidentales y los oligarcas rusos en
su pulso con el gobierno de Putin para aceptar al régimen de facto de
Kiev y poner la nación autónoma de Crimea en sus manos.
Para los asesores de la Casa Blanca, las sanciones (1)
proyectan el poder de Estados Unidos, (2) aseguran a Ucrania como nueva base
estratégica para la OTAN, (3) limpiando étnicamente esta diversa y compleja
región de su minoría de lengua rusa y (4) abren Ucrania para el
expolio indiscriminado de sus recursos económicos y naturales por parte de las
corporaciones multinacionales occidentales.
El régimen de Obama cita el “éxito” de las sanciones
financieras y económicas contra Irán como “ejemplo” de lo que puede conseguirse
en Rusia: debilitamiento de la economía, disminución del comercio,
desestabilización de la moneda, escasez de bienes de consumo y malestar masivo (ídem,
p.2). El secretario de Estado, John Kerry, está presionando para conseguir
represalias económicas más radicales: sanciones comerciales y a la inversión
que obviamente podrían provocar una ruptura de las relaciones diplomáticas (ídem, p.1).
Impacto de las
sanciones en Rusia, EE.UU. y la UE
Suponiendo que puedan hacerse efectivas, las sanciones
energéticas y financieras a Rusia tendrían un grave impacto en las compañías energéticas
rusas, sus oligarcas y sus banqueros. Los acuerdos comerciales y de inversiones
serían derogados y, como resultado, Europa (que depende del petróleo y el gas
rusos para satisfacer el 30% de sus necesidades energéticas) volvería a caer en
recesión económica (ídem, p. 2). Estados Unidos no se encuentra en situación de
poder reemplazar ese déficit energético. Es decir, las sanciones comerciales y
financieras contra la Federación Rusa tendrían un efecto bumerán,
especialmente contra Alemania, la locomotora económica de la Unión
Europea.
Las sanciones financieras perjudicarían a los corruptos
oligarcas rusos que poseen decenas de miles de millones de euros y libras
esterlinas en el extranjero, en inversiones inmobiliarias, negocios, equipos de
fútbol e instituciones financieras. Las sanciones y una congelación real de los
activos de estos multimillonarios en el extranjero limitarían todas esas
transacciones provechosas para las grandes instituciones financieras como
Goldman Sachs, JP Morgan-Chase y otros “gigantes de Wall Street y de la City de
Londres” (ídem, p. 2). Al “castigar” a Putin, la UE estaría también
“tirando piedras contra su propio tejado”. Las sanciones podrían debilitar a
Rusia, pero también precipitarían una crisis económica en la UE y darían fin a
su frágil recuperación.
La respuesta de Rusia
ante las sanciones
Ante las sanciones occidentales, la administración de Putin
puede optar, básicamente, por dos respuestas contrapuestas: capitular y
retirarse de Crimea, firmando un acuerdo sobre su base militar (sabiendo
demasiado bien que la OTAN no lo cumpliría) y aceptar un estatus de Estado
cuasi-vasallo en la esfera internacional, incapaz de defender a sus aliados y
sus fronteras; o puede preparar un conjunto similar de contra-sanciones, confiscando
inversiones occidentales, congelando activos financieros, interrumpiendo el
pago de deudas y renacionalizando las principales industrias. Estas medidas
fortalecerían al Estado ruso a expensas de los sectores oligárquicos
neoliberales y pro-occidentales de la élite política rusa. Rusia podría
finalizar sus acuerdos de transporte y de bases militares con Estados Unidos y
bloquear las rutas de Asia central que utiliza el Pentágono para abastecer a
sus tropas en Afganistán. El presidente Putin podría poner fin a las sanciones
contra Irán, debilitando la posición negociadora de Washington. Finalmente,
podrían apoyar activamente los movimientos disidentes antiimperialistas de
Oriente Próximo, África y América Latina, así como aumentar su apoyo al
gobierno sirio en su defensa frente a los violentos yihadistas apoyados por
Estados Unidos.
En otras palabras, en su intento por socavar el poder de
Rusia, las sanciones europeo-estadounidenses podrían radicalizar la
política interna y externa de Moscú y marginar a los oligarcas
pro-occidentales actuales que han influido en las hasta ahora políticas
conciliadoras de las administraciones Putin-Medvedev.
La UE y Obama podrían consolidar su control sobre Ucrania,
pero tienen mucho que perder a escala global. Además, probablemente Ucrania
sería un vasallo bastante inestable para los planes de la OTAN. Los
préstamos concedidos por la UE, EE.UU. y el FMI al régimen en bancarrota tienen
como condición (1) un recorte del 40% en las subvenciones a la energía y el
gas, (2) recortes del 50% en las pensiones del sector público, (3) un
importante aumento de los precios de artículos de consumo y (4) la
privatización (saqueo) de empresas públicas. El resultado será una pérdida
masiva de empleos y un enorme aumento del paro. Los programas de austeridad neoliberal
erosionarán aún más los actuales niveles de vida de la mayor parte de los
trabajadores asalariados, lo que probablemente creará el descontento en la base
popular neonazi, provocando nuevos estallidos de protestas violentas masivas.
Occidente avanzaría mediante acuerdos con sus clientes ucranianos “de arriba”,
pero tendría que enfrentarse a tremendos conflictos “con los de abajo”. La
aplicación de los programas económicos devastadores dictados por Bruselas y el
FMI como parte del programa de austeridad sobre las masas de
ciudadanos ucranianos dejará en ridículo a los ufanos eslóganes nacionalistas
de los golpistas de extrema derecha. El colapso económico, el caos político y
una nueva oleada de revueltas sociales debilitarán los beneficios políticos
conseguidos por la toma de poder de febrero de 2014.
Conclusión
El desarrollo del conflicto que enfrenta a Estados Unidos y
la Unión Europea con Rusia por el control de Ucrania tendrá consecuencias a
largo plazo, que determinarán la configuración global de poder y promoverán
nuevas alianzas ideológicas.
Las sanciones occidentales afectarán directamente a los
capitalistas rusos y favorecerán un “cambio colectivista”. El golpe de mano
efectuado por Occidente contra “el punto débil” del sur de Rusia podría
provocar un mayor apoyo de esta nación a los movimientos insurgentes que se
enfrentan a la hegemonía occidental. Las sanciones podrían reforzar y acelerar
los vínculos comerciales y financieros con China, así como un acuerdo de
cooperación militar con este país.
Va a depender mucho de los cálculos que Obama y la UE hagan
sobre las probabilidades de una nueva respuesta débil y pusilánime del gobierno
ruso. Por lo que parece, confían en que la Federación Rusa muestre su
indignación y oposición a los movimientos expansionistas occidentales pero se
rinda en última instancia, como ha ocurrido en el pasado. Pero, si estos
cálculos son errados y si Occidente sigue adelante con las sanciones
financieras y energéticas y el presidente Putin replica contundentemente,
estaremos dirigiéndonos al ojo del huracán de una nueva tormenta política que
provocará nuevos conflictos de clase, nacionales y regionales en un mundo
polarizado.
[1] El régimen golpista favorable a la UE y EE.UU. es
producto de casi 25 años de planificación y una enorme financiación por parte
de instituciones políticas de la administración estadounidense. Según William
Blum (Anti-Empire Report#126, 7 de marzo, 2014), el llamado National Endowment
for Democracy financió 65 proyectos de adoctrinamiento político y formación de
grupos de acción política. La subsecretaria de Estado, Victoria Nulan, se jactó
de que el gobierno de Estados Unidos había gastado más de 5.000 millones de
dólares preparando el terreno para el golpe de Kiev.
[2] El pueblo de Crimea tiene fundadas razones para
organizarse en milicias de autodefensa y solicitar la ayuda militar rusa. Según
el analista Brian Becker (“Who’s Who in Ukraine’s New Semi-Fascist Government”, Global
Research, 8 de marzo, 2014), los puestos clave de la nueva junta de Kiev están
ocupados por prominentes neo-nazis y radicales de extrema derecha. Los
fascistas ocupan los dos principales puestos del Consejo de Defensa Nacional
(que controla el ejército, la policía, la inteligencia y la judicatura), encabezan
el Ministerio de Defensa, controlan la Fiscalía General y ocupan una de las
vicepresidencias. El primer ministro, Arseniy Yatsenyuk (“Yats”) fue “elegido a
dedo” por Washington (como desvela una conversación entre la subsecretaria de
Estado Victoria Nuland y su embajador en Kiev, grabada en secreto). Se trata
del “hombre de paja” del fascismo ucraniano y de la penetración de la OTAN.
[3] En los principales medios de comunicación, la
información de los hechos era indistinguible de los editoriales. Los mismos
medios de comunicación corporativos y estatales que realizaron una defensa
furibunda de la violenta toma del poder efectuada en Kiev por los clientes
financiados por Washington reaccionaron histéricamente ante la “ocupación” de
Crimea por Rusia. Véase la cobertura que ofrecieron el Wall Street
Journal, New York Times, Financial Times, Washington Post, BBC News y CNN entre
el 1 y el 10 de marzo de 2014.
Traducido del inglés por Paco
Muñoz de Bustillo
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