En nombre de las luchas históricas de los
pueblos (y de sus líderes) hemos visto traiciones de todo tipo, especialmente
contra las ideas. Hay saqueadores semánticos seriales preparados para
traicionarlo todo con bombas de falsa conciencia entre las que destacan: 1)
discursos inflamados e inflamatorios carentes de sentido crítico y
auto-crítico; 2) idolatrías estatuarias y 3) misticismos de ocasión para santificar lo
que debería ser siempre telúrico y carnal. Todo con filantropía jet set.
Tal como han hecho, por ejemplo, con el Ché y con muchos otros líderes y luchas
revolucionarias.
La revolución socialista en el campo semántico ha de encarar
principalmente a la ideología de la clase dominante que ha hecho metástasis en
todo el tejido de las relaciones sociales. La encontramos hasta en la sopa. La
vemos en nuestros gustos y creencias, está en la educación y en
la cultura, en las “tradiciones” y en las imaginaciones. El capitalismo se ha
infiltrado como plasma ideológico incluso en pensamiento de su
sepulturero
para convencerlo de que lamente la hora en que su verdugo muera. Eso se llama enajenación y se ha convertido, incluso, en un gran negocio. Terrible problema. Lenin advirtió el sabotaje de las ideas de Marx en el seno mismo del Partido y, entre otras razones, por eso escribió “Materialismo y Empiriocriticismo”. Es sin duda una de las advertencias más claras que en el siglo XX se produjeron para, entre otros objetivos, alertarnos sobre las mil maneras que tiene la clase dominante de escurrirse, camuflarse y usurpar ideas o símbolos que le garanticen sobrevida cambiando fachadas… sin alterar contenidos y prácticas. Gatopardos y camaleones.
La tergiversación de los símbolos y las formas
para convencerlo de que lamente la hora en que su verdugo muera. Eso se llama enajenación y se ha convertido, incluso, en un gran negocio. Terrible problema. Lenin advirtió el sabotaje de las ideas de Marx en el seno mismo del Partido y, entre otras razones, por eso escribió “Materialismo y Empiriocriticismo”. Es sin duda una de las advertencias más claras que en el siglo XX se produjeron para, entre otros objetivos, alertarnos sobre las mil maneras que tiene la clase dominante de escurrirse, camuflarse y usurpar ideas o símbolos que le garanticen sobrevida cambiando fachadas… sin alterar contenidos y prácticas. Gatopardos y camaleones.
La tergiversación de los símbolos y las formas
Porque más complicado que nos roben las herramientas de
producción comunicacional, es que logren robarnos el campo simbólico. Cuando se
adueñen de ese territorio ellos nos dirán lo que tiene que gustarnos, qué
palabras tenemos que usar para denominar qué y entonces tendremos que vivir y
medir la vida como ellos dicen, como ellos quieren. En nombre de Marx y de
Lenin, Stalin traicionó a la Revolución Bolchevique. Hitler se hizo llamar
“socialista”. En nombre de la Revolución Francesa, Napoleón se erigió en
Emperador. Los Bancos dicen ser instituciones de la “confianza” cuando son
ladrones incontrolables de cuello blanco. En nombre de los pueblos, miles de
partidos políticos burgueses vomitan palabrería para camuflar sus fábricas de
gerentes serviles. Nada más burgués y antipopular que el Partido Popular de
España. En nombre de Lázaro Cárdenas en México ahora se privatiza el petróleo
usando eufemismos de todo tipo. Hay que estar alertas, por ejemplo, los
reformistas son un peligro camaleónico que se escurre sigiloso. Algunos se
disfrazan de “doctos” y van por el mundo pontificando un saber “revolucionario”
sacado de los manuales de la élite burguesa. Algunos sectores de la derecha
golpista venezolana ahora acarician el sueño de usar a Chávez y a la Revolución
para descarrilar la Revolución Socialista de Venezuela. Goebbels lo supo.
Clavados con nuestras
propias banderas
La Lucha de Clases (también) es el motor del relato. La
ideología de la clase dominante es, también, una gran maquinaria de mentiras,
suplantaciones y desfalcos de todo tipo. A veces no hace falta que te mientan,
basta con que te "enseñen" a "ver" el mundo como lo miran
ellos para enceguecerte. Una derrota ideológica para nosotros es hacernos
"ver" el mundo con ojos de la burguesía, medir y valorarlo todo con
reglas de ellos, llorar sus penas y celebrar sus fiestas. El colmo es que uno
aplauda a su verdugo, que nos volvamos mansos ante sus castigos y que aceptemos
que siempre tuvo razón en victimarnos. Y peor derrota ideológica sería ver cómo
-por nuestros descuidos- ellos usurpan nuestras banderas para asesinar nuestras
mejores luchas.
Derrotar a la ideología dominante exige entrenamiento
diario, planificado, eficaz y eficiente en el uso de las armas de la critica
científica. Derrotar a la ideología de la clase dominante, también exige
entrenamiento cuerpo y mente, científico y socialista en la crítica de las
armas. Sin comprender, cabalmente, lo que es una Revolución, será difícil
comprender la dialéctica de sus tareas revolucionarias en la producción de
sentido. No hay práctica correcta sin teoría correcta. Una situación
revolucionaria tiene contenidos propios, sus ritmos y sus prioridades
determinadas por la fuerza, y los avances, que la clase trabajadora conquista
para expropiar el poder a la burguesía. Las contiendas semánticas
revolucionarias no pueden provenir de la pura “subjetividad”, opinológica de
algunos “iluminados”. Los contenidos, nuestros, emergen de la lucha de clases.
No la esconden. Hay que asumir el reto de planificar, democráticamente, los
contenidos. Nuestras "cabezas y corazones" son campos de batallas
semánticas libradas, día y noche, bajo el relampagueo incesante de la lucha de
clases.
En una situación de claro enfrentamiento de clases, en la
que la disputa no admite eufemismos y es contundente la evidencia de una
guerra, el diseño y desarrollo de los contenidos tiene un papel supremo como
fortaleza organizadora y para ayudar a multiplicar fuerzas revolucionarias. Las
mejores ideas son las ideas emancipadoras. Todo lo que no ayuda a garantizar,
acelerar y profundizar la Revolución, en el corto, en el mediano y en el largo
plazo… debe ser sometido a cuestionamiento abierto. Por todos los medios. Ese
es un repertorio de contenidos inexcusable.
El antídoto es la
praxis. Del dicho al hecho
Es indispensable ensayar todos los lenguajes pertinentes
para hacer visibles y palpables los triunfos de la Revolución que son fuente
primordial de nuestra fortaleza moral. Con alegría, con humor, con imaginación
revolucionarios para no repetir discursos acartonados. Es indispensable
comunicar los problemas, armados con la autocrítica más proactiva y con los
programas de avance más consensuados. Es vital elevar la moral y la ética
revolucionaria, asegurar la creatividad para ganar el territorio de los
contenidos, vitalizar la experimentación. Ser capaces de producir sentido en el
sentido del socialismo científico.
Los contenidos de la comunicación revolucionaria son bases
conceptuales cuya misión, además de elevar el nivel de conciencia, radica en
multiplicarse y profundizarse dialécticamente. Y eso requiere redes y sistematización
planificadas sin rigideces. Y en ese marco una de las tareas más arduas, y más
postergadas, ha sido la Revolución de los Contenidos. Nuestras luchas
semánticas son asimétricas. Nos falta capacitación, nos falta organización y
nos falta unidad. Tenemos claro quién es el enemigo de clase, sabemos el daño
que nos ha causado, sabemos que debe ser expropiado y derrotado y sabemos que
no podemos perder la guerra de los significados. Sabemos que ésta lucha debe
darse de manera internacionalista. Sabemos mucho y hemos hecho muy poco. Por
ahora.
Manos a la obra. No sería un mal ejercicio que todos los
días, ordenadamente, cada revolucionario asuma su responsabilidad socialista de
difundir, al menos, 10 contenidos con los logros y el sentido de la Revolución
Socialista. Logros de la clase trabajadora. Hay que convertirnos en
revolucionarios de la semántica diariamente. Ojo con los contenidos. No dejemos
que el enemigo de clase nos maneje la agenda. “Caras vemos, corazones (y cerebros) no sabemos”.