civil afectada por la acción de los mercados y Estados.
“Y éste deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. El huracán le empuja irremisiblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso.” | Walter Benjamin (1968), Illuminations: Essays and Reflections [Tesis de Filosofía de la Historia]
Walter Benjamin escribió su famosa novena tesis sobre la
filosofía de la historia al tiempo que el ejército nazi llegaba a su querido
París, santuario sagrado de la promesa de civilización. Retrata esta promesa en
la figura trágica del ángel de la historia, luchando en vano contra la larga
marcha de la civilización hacia la destrucción. Para Benjamin, en 1940 el
futuro nunca había parecido tan oscuro para todo el mundo: la deriva del
capitalismo en fascismo a la vez que la deriva del socialismo en estalinismo.
En los albores del siglo XXI aunque el comunismo se ha disuelto y el fascismo
es un mal recuerdo, las ruinas siguen creciendo hasta el cielo: el capitalismo descontrolado
alimenta la tiranía del mercado, se producen incontables desigualdades a escala
global, la democracia resurgente se está convirtiendo en un delgado velo que
oculta los intereses de los poderosos, pérdida de derechos, aumento de la
mentira y de la violencia. De nuevo, el ángel de la historia está atrapado por un
huracán, un huracán terrorista sopla desde el Paraíso.
En sus inicios la sociología aspiraba a ser como el ángel de
la historia, buscar orden en los fragmentos rotos de la modernidad, tratar de
salvar la promesa de progreso. Así, Karl Marx recuperó al socialismo de la
alienación, Emile Durkheim redimió la solidaridad orgánica de la anomia y del
egoísmo, Max Weber, a pesar de las premoniciones de «una noche polar de helada oscuridad»,
pudo descubrir la libertad en la racionalización y extraer el significado del
desencantamiento.
En este lado del Atlántico, W.E.B. Du Bois encabezó el
pan-africanismo como reacción al racismo y al imperialismo, mientras que Jane
Addams trató de buscar la paz en las mismas mandíbulas de la guerra. Pero entonces
el huracán del progreso se enredó en las alas de la sociología. Si nuestros
predecesores trataron de cambiar el mundo nosotros al contrario hemos tratado
de conservarlo en demasiadas ocasiones. En la lucha por un lugar en el olimpo
académico, la sociología ha desarrollado su propio conocimiento especializado: la
brillante y lúcida erudición de Robert Merton (1949), el arcano e ingente
diseño de Talcott Parsons (1937, 1951), los primeros tratamientos estadísticos
de la movilidad y estratificación que culminaron en el trabajo de Peter Blau y
Otis Dudley Duncan (1967). En su revisión de los años cincuenta, Seymour Martin
Lipset y Neil Smelser (1961: 1-8) declararon triunfalmente que la prehistoria
moral de la sociología había concluido y que el camino hacia la ciencia estaba despejado.
No era la primera vez que la visiones coetáneas habían calado en la elite
profesional de la sociología. Ya con anterioridad se había experimentado este
anhelo de lograr una «ciencia pura» sociológica. Pocos años después, los campus
universitarios —especialmente aquellos en los que la sociología estaba más arraigada—
estallaron en protestas políticas en favor de la libertad de expresión, de los
derechos civiles y de la paz y acusaron a la sociología de pactista y de acoger
acríticamente la ciencia. El ángel de la historia una vez más había sido arrastrado
por el huracán.
La dialéctica del progreso gobierna nuestras carreras
individuales así como nuestra disciplina. La pasión primigenia de la sociología
por la justicia social, la igualdad económica, los derechos humanos, la
sostenibilidad del entorno, la libertad política o, simplemente, por un mundo mejor
se torna en un esfuerzo por obtener credenciales académicas. El progreso se
convierte en una batería de técnicas disciplinarias —asignaturas estandarizadas,
bibliografías normalizadas, clasificaciones burocratizadas, exámenes continuos,
reseñas de la literatura, tesis doctorales a medida, publicaciones evaluadas,
el todopoderoso CV, búsqueda de trabajo, estabilización laboral y posterior
politización de los colegas y de los sucesores para asegurarnos de que todo va
según lo establecido. Pues bien, a pesar de las presiones para la normalización
de las carreras, el ímpetu moral originario raramente es vencido en su totalidad,
el espíritu sociológico no puede extinguirse tan fácilmente.
Aún produciéndose tales constricciones, la disciplina,
individual y colectivamente hablando, ha dado sus frutos. Llevamos un siglo
construyendo conocimiento profesional, convirtiendo el sentido común en
ciencia. Por ello, estamos más que preparados para embarcarnos en una
re-traducción sistemática de nuestra disciplina, esto es, devolver el
conocimiento a sus inspiradores haciendo públicas las cuestiones referentes a
problemas privados y así regenerar la fibra moral de la sociología. En esta
acción descansa la promesa y el desafío de la sociología pública, ser
complemento y no negación de la sociología profesional.
Para comprender qué es la sociología pública, sus posibilidades
y sus peligros, sus potencialidades y sus contradicciones, sus éxitos y sus
fracasos, he discutido y debatido acerca de estas cuestiones en los últimos 18
meses a lo largo de más de 40 eventos, en institutos, asociaciones estatales,
departamentos importantes en los Estados Unidos —así como en Inglaterra,
Canadá, Noruega, Taiwán. Líbano y Sudáfrica. La llamada en pos de una
sociología pública ha resonado en todas las audiencias a las que me he dirigido.
Se han celebrado debates sobre la sociología pública en diferentes simposios, algunos
de ellos recogidos por las revistas Social
Problems (Febrero, 2004), Social
Forces (Junio, 2004) y Critical
Sociology (Verano, 2005). La revista de la American Sociological Association (ASA), Footnotes, dedicó una columna especial a la sociología pública,
las distintas aportaciones se han recogido en An Invitation to Public Sociology (American Sociological Assocation 2004). Los Departamentos han organizados
diferentes premios y bitácoras sobre sociología pública. La ASA ha creado su propio
sitio web para la sociología pública y los libros de texto introductorios están
dedicando espacio al tema de la sociología pública. Los sociólogos han
aparecido con una mayor regularidad en las páginas de opinión de los periódicos
nacionales. La reunión anual de la ASA en 2004, dedicada al tema de las
sociologías públicas, batió de lejos todos los registros de asistencia y
participación anteriores. Estos oscuros tiempos han despertado al ángel de la
historia de sus sueños.
Así pues, ofrezco 11 tesis. Comenzaré con las razones de
porqué apelar a las sociologías públicas actuales y consideraré su
multiplicidad y su relación con la disciplina como un todo —disciplina entendida
como división del trabajo y campo de poder. Examinaré la matriz de las sociologías
crítica, pública, práctica y profesional, sus variaciones históricas y
geográficas. Compararé la sociología con otras disciplinas. Y finalizaré considerando
qué es lo que convierte a la sociología en algo tan especial no como ciencia
sino como fuerza moral y política.
Michael Burawoy es Profesor de
Sociología en la Universidad de California, Berkeley. En la última década ha
trabajado en fábricas húngaras y es autor con János Lukács del libro The Radiant Past, de próxima aparición.
Es también coautor de un libro sobre la observación participante y el método de
caso extendido (Extended case method),
Ethnography Unbound. El profesor
Burawoy ha sido elegido presidente de la
American Sociological Association. Su
página web personal, que contiene muchos y valiosos artículos y debates
on-line, es: http://sociology.berkeley.edu/faculty/burawoy/
Traducción de Alan Rush, de la Universidad Nacional de Tucumán, Argentina
© Michael Burawoy
Traducción de Alan Rush, de la Universidad Nacional de Tucumán, Argentina
© Michael Burawoy