Ramiro Gálvez Aldana & Iván Gabriel Corredor
Castillo
La economía capitalista internacional desde
mediados de los años 80 se ha caracterizado principalmente por el cambio de
tendencia del régimen salarial vigente. En la así llamada “edad de oro”,
predominó un régimen en el cual la remuneración de los trabajadores estaba
estrechamente asociaba al desempeño de la productividad laboral. En dicho caso
los salarios ascendían al ritmo del incremento de la productividad. Fueron las
épocas del auge de las políticas keynesianas, del New Deal y del Estado del
Bienestar.
El economista francés Michel Husson, miembro del
Concejo científico de ATTAC, subraya que “este reparto era relativamente
equilibrado durante la “edad de oro”, que se extendió desde la Segunda Guerra
Mundial hasta la crisis de mediados de los años 70, tras lo cual dicho
equilibrio se puso en cuestión de forma brutal”. Desde mediados de los años 80,
“todas las palancas fueron utilizadas, principalmente el choque de la subida de
las tasas de interés y la mundialización, pero la herramienta esencial fue la
subida del paro que provocó la crisis”. Puntualiza que “se trata de un
resultado sólidamente establecido en datos estadísticos incontestables, que se aplica
a la mayoría de los países, tanto del Norte como del Sur… La parte salarial
comienza a bajar, luego tiende a estabilizarse a un nivel históricamente muy
bajo”[1].
Por tanto de un régimen en el que el salario
aumentaba tanto como la productividad, se pasa a uno en el que la remuneración
salarial crece a un ritmo inferior a la productividad. “En estas condiciones,
las ganancias de productividad no vuelven ya a los salarios, cuyo poder de
compra se ve bloqueado, sino a las ganancias, poniéndose así en marcha la
bajada de la parte salarial”[2].
Aun así, esta caída relativa de los salarios en
favor de los beneficios no ha sido utilizada para invertir más, lo cual se ha
traducido en un acentuado descenso de la tasa de acumulación. “El beneficio no
invertido ha sido distribuido bajo la forma de beneficios financieros… el
capital financiero ha logrado captar la mayor parte de las ganancias de
productividad en detrimento de los salarios, cuya parte ha retrocedido”[3].
A partir del momento en que la tasa de ganancia
aumenta gracias al retroceso salarial sin reproducir condiciones de acumulación
rentable, las finanzas entran a jugar un rol funcional en la reproducción, creando salidas alternativas
a la demanda salarial.
La economía norteamericana
La evolución del capitalismo norteamericano
registra un curso relativamente diferente. Una caída de la tasa de beneficio
desde 1997 acompañó un crecimiento inusitado de la tasa de acumulación.
Contrario a las esperanzas que pudo suscitar, la “nueva economía” condujo a una
caída de la tasa de ganancia... Las nuevas tecnologías -agrega Husson- han
permitido sin duda ganancias de productividad, pero fueron insuficientes para
compensar un aumento espectacular de la tasa de acumulación.
La sobreacumulación implícita del fenómeno, expresado
en un ascenso tendencial de la composición orgánica del capital (relación entre
capital constante y capital variable; se sabe que cuanto mayor es esta relación
menores son las ganancias), pone fin, subraya Husson, a las ilusiones sobre la
capacidad del capitalismo para librarse de sus leyes fundamentales. Las nuevas
tecnologías no son el instrumento mágico que permite al capital acumular
gratuitamente.
La recuperación experimentada por la economía de
EEUU desde 2001, fue acompañada por una restauración de la rentabilidad del
capital, aprovechado también para llevar las tasas de acumulación a un nivel
más acorde con la rentabilidad, afirma Husson. “Este ajuste no se hizo sin
embargo al precio de una desaceleración duradera y profunda de la economía. El
gobierno de Bush adelantó a partir del 11 de septiembre una política económica
orientada a un único objetivo: sostener el nivel de actividad económica: Para
ello implementó tres palancas principales… una especie de “keynesianismo”
militar; una reducción espectacular de los impuestos que permitió estimular el
consumo de los ricos; las tasa de interés fueron llevadas a un nivel muy bajo
con el fin de sostener el mercado interno, en particular el inmobiliario”. El
dinamismo del mercado interno pudo así mantenerse. Esta política tuvo como
contraparte la profundización de toda una serie de contradicciones.
Las principales desventajas se tradujeron en un
enorme incremento del déficit presupuestal; un aumento sin precedentes del
nivel de endeudamiento de los hogares; una profundización en la desigualdad de
los ingresos y un aumento del déficit comercial en relación al resto del mundo.
La productividad en EEUU
El auge de la “nueva economía” asociada a la
generalización de las “nuevas tecnologías” trajo como resultado una progresión
más rápida de la productividad en EEUU
desde mediados de los años 90, lo cual sirvió de combustible para alimentar la
desaforada fiebre bursátil característica de la época. Los capitales foráneos
fueron así atraídos masivamente por el apogeo bursátil del Dow Jones,
profundizando de paso el déficit comercial norteamericano.
La encrucijada propuesta a la economía internacional,
según Husson, era la de si las “nuevas tecnologías” iban a permitir un salto
adelante duradero de la rentabilidad, y si extendiéndose al conjunto de países,
encadenaría una nueva fase de expansión duradera, es decir el inicio de una
nueva onda expansiva de largo alcance. “En la práctica, la cuestión era saber
si se trataba de un “peldaño” duradero o de un ciclo higt tech que devolvería
la productividad a su tendencia pasada en cuanto el esfuerzo de inversión se
relajara”.
Según Husson la perspectiva del tiempo confirma
la tesis del ciclo higt tech, pues la productividad del trabajo en EEUU se vio
frenada en el curso de los últimos años y ha vuelto a una tasa de crecimiento
inferior al 2%, similar a la que prevalecía durante el lapso que precedió a la
“nueva economía”… “No parece pues que la economía de EEUU hubiera accedido a un
dinamismo nuevo fundado en las ganancias de productividad… Las ganancias de
productividad de la “nueva economía” se concentraron en tres ramas: el comercio
al por mayor, el comercio detallista y los servicios financieros”.
El consumo de los ricos mantuvo el crecimiento
en EEUU
En la década anterior al estallido de la crisis
financiera de 2008, el PIB de los EEUU creció a un ritmo anual de 2,7%. El
motor de dicho crecimiento fue el consumo de las familias, que pasó durante
este período del 67,5% al 71,6% del PIB. “Esta progresión del consumo ha sido
obtenida mediante una baja continua de la tasa de ahorro… en los diez últimos
años, la tasa de ahorro de las familias pasó pues del 4,7% al 0,2%”, enfatiza Husson.
Una capa social muy reducida acapara la casi
totalidad del crecimiento, llevando a un nivel record las desigualdades de
renta y de patrimonio. Esta capa social padece de un verdadero frenesí por el
consumo, garantizado por la apreciación de su patrimonio,... Las familias menos
afortunadas se endeudan también con el auge del crédito al consumo o
hipotecario.
En este modelo, afirma Husson, la demanda
interna crece tendencialmente más rápidamente que la producción doméstica,
conduciendo a un déficit creciente del comercio exterior. Este déficit debe
entonces ser cubierto mediante un aflujo de capitales, también creciente… Desde
al menos hace 15 años, el 1% de la población mundial capta cada año el 15% de
la riqueza producida por el conjunto del planeta.
Devaluación del dólar y final de un modelo
La hegemonía de EEUU tiene de paradójica que se
basa, desde hace dos decenios, en la importación y no en la exportación de
capitales, contrariamente a todas las definiciones clásicas del imperialismo.
Se puede hablar de la “bajada imperial del dólar” en el sentido de que, en el
período reciente, la fuerza de EEUU se ha medido por la debilidad de su moneda
impuesta al resto del mundo.
Todo eso ha terminado, afirma Husson. No se
puede pues contar con una depreciación suplementaria del dólar para equilibrar
la balanza de pagos de EEUU, y su suerte depende a partir de ahora de los
bancos centrales de los países con excedentes. Para reducir esta dependencia,
deberá reabsorber el déficit comercial, lo que implica una dosis de recesión y
en cualquier caso un freno de la tasa de crecimiento. Puesto que el déficit de
EEUU se explica en última instancia por el sobreconsumo de los ricos, el
desequilibrio exterior no puede ser reabsorbido más que si se pone término a la
enorme desviación de riqueza de que se benefician. En otras palabras la crisis
bancaria desemboca en una crisis social, y en una puesta en cuestión de la
mundialización liberal.
La crisis del capitalismo tóxico
La crisis de las hipotecas basura estalló en un
segmento relativamente estrecho, el de los préstamos concedidos a familias
pobres y garantizados por la vivienda que compraban. Estos contratos eran
verdaderas estafas, puesto que los bancos sabían claramente que no serían
devueltos. Pero la titulización permitía librarse de ellos. La crisis
inmobiliaria desencadenó una reacción en cadena: los bancos fueron descubriendo
sus pérdidas una tras otra y se vieron incapaces de obtener progresivamente
nuevas fuentes de financiación para cubrir dichas pérdidas. Para detener una
serie de quiebras en cascada, los bancos centrales y los gobiernos comenzaron a
inyectar dinero o a “nacionalizar” una parte de los bancos.
Toda crisis financiera como la que inició en
2007-2008 debe ser interpretada como un llamamiento al orden de la ley del
valor –advierte Husson- Los activos financieros… no miden más que el valor
virtual de los patrimonios financieros. Las ganancias (o las pérdidas) no se
hacen reales más que en el momento de la venta de las acciones para obtener
dinero destinado a comprar un bien real, por ejemplo una vivienda. La
capitalización bursátil, es decir, el valor total de las acciones, no tiene en
sí misma ningún sentido… Retomando expresiones que son finalmente expresivas,
tendríamos una economía real progresando a ritmo tranquilo, y una esfera
financiera inflándose a una velocidad exponencial.
El integrante de ATTAC en una interpretación
desmitificadora del fetichismo financiero explica cómo los títulos financieros
no son otra cosa que un derecho a cuenta sobre la plusvalía producida, que
mientras no se ejerza ese derecho, todo sigue siendo virtual. Pero que en
cuanto se hace valer, se descubre que
está sometido a la ley del valor que consiste en decir simplemente que no se
puede distribuir más riqueza real que la que ha sido producida. Agrega que
desde un punto de vista objetivo, las cotizaciones en bolsa deberían pues
representar las ganancias anticipadas de las empresas, a partir de las cuales
pueden ser entregadas rentas financieras.
La visión desmitificadora le lleva a concluir
que los mercados financieros son pues un parásito en un cuerpo sano. Que se
alimentan del beneficio no invertido, pero, que con el tiempo, adquieren un
grado de autonomía que refuerza el mecanismo. Los capitales libres circulan en
busca de una rentabilidad máxima (la
famosa norma del 15%) y logran obtenerla, al menos temporalmente, en ciertos
segmentos.
Todos estos mecanismos están actualmente en
marcha y se combinan con las demás dimensiones de la crisis para extender sus
efectos mucho más allá de la crisis financiera. Así pues, no hay tabique
estanco entre los mercados financieros y la economía real, porque los mercados
financieros son una pieza del
capitalismo neoliberal.
Al indagar por la prolongación de la crisis
financiera iniciada en 2008, cuyo detonante lo constituyó el derrumbe del
gigante financiero Leman Brothers, Husson pronostica: “(…) Una cosa es segura…
y es que los fundamentos del modelo estadounidense, soportado en un doble
déficit, van a ser puestos en cuestión por la crisis financiera… la crisis
financiera va a traducirse en una ralentización duradera del crecimiento en
EEUU, que va a comunicarse al resto del mundo”.
En tal sentido, explica Husson, otro factor que
también debe ser tomado en cuenta si la economía de EEUU se frena de forma
duradera, es que se agota con ello una salida importante para los países
emergentes, y eso va a empujarlos a volver a centrar su crecimiento en el
mercado interno. Aunque resulta difícil ponderar estos diferentes factores, que
evolucionarán a distintas velocidades, se pueden hacer, no obstante dos
pronósticos:
1. “(…) La trayectoria más probable es un
escenario a la japonesa, en la que serán necesarios varios años para absorber
las sumas dilapidadas, que no tienen comparación con las conocidas en
precedentes crisis financieras. Si no se impone ninguna medida alternativa, el capitalismo
se instalará, al menos en los países desarrollados, en una situación de
crecimiento lento y regresión social.
2. La salida de la crisis va a estar marcada por
una lucha intensa de los grandes actores económicos para trasladar sus efectos
sobre otros. En el terreno social, esto implica una presión acrecentada del
capital contra los salarios y los presupuestos sociales. A nivel internacional,
la guerra comercial y económica entre grandes potencias va a tomar una amplitud
nueva y a engendrar una tendencia al fraccionamiento de la economía mundial”.
Durante la crisis, la competencia continúa… todo
el mundo ha comprendido que la crisis necesita soluciones globales; pero, al
mismo tiempo, cada cual intenta sacar sus castañas del fuego, salvar los muebles,
acota Husson.
“Los capitales desplegados en el mercado mundial tienen todo el interés de entrar en el puerto y abrigarse bajo el paraguas de su Estado nacional: No se puede hablar sin embargo de una “vuelta del Estado”, pues el Estado sigue siendo el garante en última instancia de los intereses de la burguesía. Las tesis sobre el “Imperio” muestran de nuevo sus límites: la mundialización no ha suprimido la competencia entre capitales y las rivalidades intercapitalistas, ni conducido a la formación de un gobierno capitalista mundial”.
Al preguntarse quién va a pagar los platos rotos
del crash financiero eclosionado en 2008, el asesor de ATTAC explica:
“Para los poseedores, es preciso que sean los trabajadores que están ya en la primera línea, no tanto como ahorradores sino como asalariados o jubilados. La crisis ha arruinado ya millones de hogares en EEUU.”
“Los asalariados están doblemente en el punto de
mira: directamente, porque las empresas van a intentar compensar sus pérdidas
financieras con un bloqueo de los salarios aún más estricto,… aprovechando el
riesgo de incertidumbre... Van a sufrir también los efectos indirectos de la
crisis financiera sobre la economía real, que va a llevar su lote de quiebras y
despidos… Serán también las primeras víctimas de la reducción de gastos
sociales destinada a compensar la carga de los planes de salvamento”. Las
convulsiones sociales y políticas que estremecen actualmente a los países del
sur de Europa como Grecia, España y Portugal constituyen una muestra de las tormentas
que se avecinan en el resto del continente.
Como alternativa a la crisis en curso, Husson
sugiere a los trabajadores levantar la consigna del desarme de los mercados
financieros y la construcción de un escudo social:
Esta orientación puede combinar dos ejes. El
primero es una verdadera nacionalización de los bancos, sin contrapartidas que
abarque al conjunto del sistema.
El segundo eje por él denominado “escudo
social”… se trata claramente de proteger a los asalariados de las consecuencias
de las crisis, ya que nadie puede decentemente sostener que éstos tengan algún
tipo de responsabilidad en ella. Al mismo tiempo, hay que imaginar medidas que
pongan las bases de un reparto diferente de las rentas y que se apoyen en un
argumento elemental de justicia social. Debería impedirse que las empresas
continúen entregando a sus accionistas masas enormes de dividendos, al mismo
tiempo que continúan despidiendo, precarizando y bloqueando los salarios… ha
llegado el momento de congelar los dividendos a su nivel actual y transferirlos
a un fondo de mutualización destinado a otros usos, bajo control de los
asalariados. Estas sumas podrían ser utilizadas, en proporciones que habría que
discutir democráticamente, para el mantenimiento de la renta de los parados… y
la financiación de la Seguridad Social, de los presupuestos sociales y de los
servicios públicos. Otra medida consistiría en imponer el mantenimiento del
poder de compra de los asalariados… Medidas así son las únicas capaces de hacer
pagar a los verdaderos responsables de la crisis y pondrían las bases para un
mejor reparto de la riqueza.
Los riesgos de la economía norteamericana
Contra todos los pronósticos del “mainstream” de
la economía, 2014 tampoco fue el año de la recuperación vigorosa y sostenida de
la economía norteamericana. No obstante que la visión optimista estimaba un
crecimiento del PIB estadunidense cercano a una media de 3.5%, las cifras
reales, consolidadas a inicios 2015, revelan una tasa de crecimiento modesta
ligeramente superior a 2.4%, la misma tasa promedio a la cual ha venido
creciendo la economía norteamericana desde el trienio iniciado en 2012,
prolongando así por cuarto año consecutivo la situación de estancamiento en que ha caído la economía del gigante del
norte. El riesgo de una recaída en una depresión similar o peor a la de 2008,
detonada con ocasión de la crisis de las “hipotecas basura”, aún no ha sido
conjurado.
Presumiblemente sea esta la razón por la cual el
varias veces anunciado fin de la política de “estímulos monetarios”, promulgado
por la FED desde 2013, ha sido una vez más aplazado. Algunos estudiosos
preocupados por el carácter limitado y vacilante de la recuperación económica,
recomiendan diferir la aplicación de la medida por lo menos hasta el año 2016.