Erdogán, que gobierna este país desde hace más de una
década, necesitaba 276 parlamentarios para modificar la Constitución a su
imagen y semejanza, introduciendo cambios políticos acordes con ese proyecto
presidencialista. Pero, para ello, necesitaba que el HDP no rebasara el 10 por
ciento de los votos a nivel nacional, requisito imprescindible para tener
representación parlamentaria. La realidad es que resultaba verdaderamente
difícil superar ese listón ya que la fuerza de la lista kurda se concentra,
lógicamente, en las provincias situadas en el extremo suroriental de la [región
de] Anatolia.
Por esta razón, las candidaturas kurdas en las anteriores
elecciones lo eran a título individual y como candidatos independientes, lo que
siempre les había asegurado una horquilla de representación entre los 20 y los
30 diputados, llegando hasta ahora, en total, al 6 por ciento de los votos a
nivel nacional.
La sorpresa del domingo es que prácticamente han duplicado
ese porcentaje no solo superando el 10 por ciento sino llegando al 13, tras una
campaña en que los candidatos del HDP no solo ha sufrido ataques a
sus sedes sino también detenciones por parte de la Policía e incluso atentados
en sus mítines, como el que dejó en Diyarbakir varios muertos y cientos de
heridos.
De esta forma, el HDP podrá formar un poderoso grupo de 80,
parlamentarios –31 de ellos mujeres– en la Asamblea Nacional, parlamentarios
que, de no haber superado el mínimo del 10 por ciento estatal, habrían ido a
parar, fundamentalmente, al gubernamental e islamista AKP (Partido del
Desarrollo y la Justicia).
Así, Erdogán no solamente ve bloqueado su camino hacia una
Presidencia con grandes poderes que se comparaba con un nuevo “sultanato”, sino
que se ve obligado a gobernar en minoría, teniendo serias dificultades para
formar un gobierno de coalición con las otras dos grandes fuerzas: el socialdemócrata
CHP, con 131 escaños, y los nacionalistas turcos del MHP, con 82 diputados.
Pero de estas elecciones se desprenden otras consecuencias
de calado no solo para Turquía sino para todo Oriente Medio.
La primera de ellas es que el AKP se ha desplomado en las
provincias del Kurdistán, donde siempre ha tenido un gran peso debido a su
componente rural y a una población profundamente religiosa y tradicional. En
Diyarbakir, por ejemplo, el voto islamista ha bajado del 32 al 15 por ciento;
en Van del 40 al 22, en Sirnak, del 20 al 10 y en Agri del 47 al 18 por ciento.
Esto ha hecho que en el caso de Diyarbakir –un millón de habitantes- el HDP se
llevara 10 de los 11 parlamentarios en juego, y en la también y turísticas Van,
6 de los 8 que se disputaban.
En las provincias, a nivel general, el voto no es menos
sorprendente. En el conjunto de los distritos de Diyarbakir, Sirnak y Hakkari,
el voto pro-kurdo ha superado nada menos que el 80 por ciento, y en las de
Mardin, Batman, Van y Mus, el 70 por ciento.
Esto indica que el Kurdistán turco, compuesto por una
veintena de provincias, ha quedado fuertemente consolidado en torno al HDP,
partido al que el Gobierno acusa de ser el brazo político de la guerrilla del
PKK, quedando los partidos turcos sin margen de maniobra. Debido a ello,
resulta del todo imposible que Ankara siga ahora poniendo obstáculos a un
proceso de paz con la guerrilla que, indudablemente, debe culminar en el
establecimiento de algún grado de autonomía para esta región.
Asimismo resulta difícil desvincular los resultados de la
forma en que Erdogán ha gestionado la guerra siria, en la que, de forma
descarada, ha respaldado las opciones islamistas frente a las organizaciones
kurdas. Las sucesivas victorias militares en Siria e Irak frente al Estado Islámico
–Kobani, Sinyar, zona de Mosul, montes Abdulaziz, cuenca del río Khabur y ahora
avances hacia el feudo yihadista de Tel Abyad-, sumada con esta victoria
política en Turquía, convierten al factor kurdo en una pieza clave a la hora de
reordenar políticamente Oriente Medio.
Pero los analistas turcos elevan todavía un peldaño más el
significado político de lo ocurrido el domingo. Buena parte de ellos indican
que la superación de ese “imposible” 10 por ciento –colocado precisamente en el
sistema electoral para impedir la representación de partidos kurdos- muestra el
cansancio de importantes segmentos del electorado hacia la tradicional forma de
hacer política en Turquía.
Hartos de que no haya una verdadera alternativa de
izquierda, hartos de la deriva autoritaria de Erdogán, el apoyo de una parte de
la población turca al HDP es lo más parecido en Turquía al fenómeno de Podemos
en España. Incluso hay quien asegura que, si, ante la imposibilidad de
gobernar, se adelantan las elecciones, por ejemplo, dentro de un año, los
resultados podrían ser mejores y tal vez convertir al HDP en la segunda fuerza
del país.
Esta es la razón por la que las candidaturas del HDP han
contado con el apoyo de quienes lideraron la llamada “revuelta de Taksim”. Y
también por este motivo la copresidenta del HDP, Figen Yuksekdag, se
dirigió a sus seguidores al celebrar los resultados con una de las consignas
que más se oyeron en Taksim: “Esto solo es el principio; la lucha continúa”.
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