La cruda realidad está, una vez más, a años luz de los pseudoanálisis de comentaristas que no entienden lo que ven, hablan de textos que no han leído y hacen reaccionar a los «responsables políticos» sin otras informaciones que las que dan esos más que dudosos intermediarios. En todas las pantallas la misma imagen: Angela Merkel frente a Alexis Tsipras flanqueada por Donald Tusk y François Hollande. Un espectáculo inaceptable. No solo para un francés, al cual es lamentable ver a ese lado de la mesa ¡Y por añadidura sentado al final del banco! Pero sobre todo para un europeo. Porque esa reunión se convirtió, sin ninguna crítica de los comentaristas, en una «instancia» sin ninguna legitimidad.
Existen un Consejo
de Gobierno y un Eurogrupo. ¡No un tándem de auditores! Por lo tanto la
propuesta de esta reunión no tiene ninguna legitimidad. Por otra parte los
italianos (tercera economía del continente) protestaron con dureza. Y el
Gobierno finlandés, donde gobierna una coalición de la derecha y la extrema
derecha, declaró que este no es su acuerdo. Esto debería, por lo menos, hacer
reflexionar a los «euroidólatras» franceses. ¿Qué Europa es esta?
Foto: Jean-Luc Mélenchon |
¿Qué valor tiene una negociación en ese marco? La parte
griega no era libre, ¡el país estaba bloqueado económicamente desde hacía
quince días! Ya habían empezado a asfixiarle. ¿Qué pretende en esas condiciones
una negociación de trece horas ininterrumpidas? ¿Y cómo aceptar la presión de
la presencia a un lado de los expertos de las dos primeras economías apoyados
por los asesores del presidente del Consejo frente a un solo gobierno? ¿Así se
trata a los socios en Europa? ¿Asfixia económica del país y asfixia física de
los negociadores como marco de las conversaciones?
También me resulta incómodo el apoyo prestado por nuestra
izquierda, aquí o allá, a ese «acuerdo». Quiero creer que no lo han leído o lo
han leído muy deprisa… Porque el texto prevé, por ejemplo, derogar todas las
leyes aprobadas desde el pasado mes de febrero, revisar la ley laboral hasta en
detalles como el trabajo en días festivos, restablecer en todos los ministerios
la vigilancia de la troika y que ésta de su aprobación previa a cualquier
proposición de ley. Con respecto a la reestructuración de la deuda, un asunto
prioritario, por una parte está condicionada y por otro lado ¡Subordinada a que
el Parlamento griego apruebe previamente todo lo anterior!
Algunos periódicos alemanes, como Der Spiegel, califican al acuerdo de «catálogo de crueldades».
El diario L’Humanité, en palabras de su director Patrick Apel Muller,
habla de «la fría dictadura alemana»: «Angela Merkel, escribe, acompañada de
algunos gobiernos serviles, exige una rendición incondicional so pena de
exclusión». La víspera, el presidente del Consejo italiano, Mateo Renzi, acabó
explotando frente al Gobierno alemán: «¡Ya basta!». Por todas partes crece la
indignación. Le Monde informa
de que incluso los altos funcionarios europeos están indignados y muestra a
Tsipras derrotado y humillado.
Así que esta es desde ahora la Unión Europea. El Gobierno de
Alexis Tsipras ha resistido de pie como ningún otro en Europa. Ahora tiene que
aceptar una tregua en la guerra que está librando. Le debemos solidaridad. Pero
nada puede obligarnos a participar en la violencia que le están infligiendo. Si
yo fuera diputado no votaría ese acuerdo en París. Sería mi manera de condenar
la guerra contra Grecia. Sería mi manera de condenar a los que la libran y los
objetivos que persiguen.
En Francia debemos condenar de todas las formas posibles los
sacrificios que exigen a los griegos y la violencia que les imponen. Pero como
siempre eso debe empezar con la sangre fría frente a la jauría mediática y su
rodillo compresor de falsas evidencias. No perdamos nunca de vista que ellos
ponen en palabras la realidad adaptándola a sus formatos de difusión y que la
verdad no es su primera exigencia, aunque caigan en el absurdo. En este
ambiente es imposible revertir la tendencia del comentario, porque dicha
tendencia es una locura gregaria. Pero si se alerta de esto y se ponen en
circulación análisis documentados, se impide la desbandada intelectual y se
brindan puntos de apoyo. En cuarenta y ocho horas desaparecerá la borrachera.
Todo tipo de personas intelectualmente exigentes leerán el texto y se reconstituirá
la resistencia. Algunos no darán las gracias a los que estuvieron en primera
línea de fuego, pero no importa, se conseguirá lo fundamental, que exista la
resistencia.
Las personas de buena fe que quieren formarse una opinión
libre en realidad no entienden nada debido a la acumulación de habladurías que
han transformado todo el asunto en «ruido». Se dan cuenta de que quieren
inducir su pensamiento y no se dejan. Nuestro deber es aclarar la situación
encajando los trozos del problema que se plantean. Hay que apoyar a Tsipras y
no unirse a la jauría de los que quieren despedazarlo y se hacen cómplices del
golpe de Estado contra él y los griegos. Pero no hay que apoyar el acuerdo para
no avalar la violencia que impone y prolonga.
Sabemos que el mejor triunfo del pueblo griego sería la
victoria de Podemos en España y la
nuestra en Francia (Frente de Izquierdas,
N. de T.) ¡Estamos trabajando! Por eso no debemos cometer el error de aprobar
los métodos que van a aplicar a los griegos y cuya aplicación no soportaríamos
en Francia. Al dejar que se perpetrase el golpe contra Chipre Francia validó él
método que después se ha extendido a Grecia. A nosotros nos arrastraron por el
lodo por denunciarlo e incluso fuimos acusados de antisemitas por Harlem Désir,
entonces primer secretario del Partido Socialista y ahora totalmente ausente de
la partida europea que se acaba de jugar, a pesar de que es el ministro de
Asuntos Europeos de Francia.
Movilizados en equipo y con ayuda de los traductores, mis
amigos y yo nos hemos lanzado al deber de hacer un análisis frío y a la
«solidaridad razonada», que es nuestra regla ética y política. Esta disciplina
la practicamos desde la época en que acompañamos y apoyamos las revoluciones
ciudadanas de América Latina. Estas ya plantearon en cada momento la cuestión
de combinar el apoyo necesario frente al enemigo y el derecho a no compartir
una posición tomada por los nuestros sobre el terreno. Precisamente para
mantener la posibilidad de esa actitud rechazamos a Chávez la construcción de
una «Quinta Internacional» que propuso previniéndonos, con razón, de que el
rechazo a su propuesta nos dejaría sin alternativa colectiva. Pusimos en
sordina nuestras críticas a François Hollande aunque nuestra actitud se utilizó
sin escrúpulos, como de costumbre, para hacer creer en nuestra adhesión.
Nuestra actitud es la de la responsabilidad ante nuestro
país y ante nuestros amigos griegos. Una vez más, sin sorpresa, hemos visto al
Gobierno francés, claramente superado por los acontecimientos, volviendo de
Bruselas como antes de Múnich, con la sonrisa en los labios y flores en la
solapa, aclamado por las jaurías alucinadas. Aclaro que mi comparación solo es
para ilustrar una escena. Nunca comparo la Alemania actual con la de los nazis.
Jamás lo he hecho. La frase se me ha reprochado para despolitizar todas las
demás. He dicho que Alemania, por tercera vez, destruirá Europa. Es el titular
de esta mañana del periódico cercano a Syriza. Y ya hubo un comentario en ese
sentido de Joska Ficher, el exministro ecologista de Asuntos Exteriores de Alemania
de los tiempos de Schröder.
Traducido del francés por Caty R.
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