Muchas personas, en especial la población negra, han
argumentado que estos símbolos son racistas y que en realidad alientan la
frecuente violencia. Han hecho un llamado a que se retiren estos símbolos. Sin
embargo, por más de un siglo, tales llamados no sólo no fueron escuchados, sino
que fueron activamente denunciados. La voz conductora en pos de mantener estos
símbolos ha sido una organización conocida como Sons of Confederate Veterans (SCV, por sus siglas en inglés) (Hijos
de los Veteranos Confederados).
Racistas en EE UU enarbolan la bandera sureña |
SCV ha aseverado que estos símbolos meramente honraban los
sacrificios de los individuos que lucharon en la guerra. Este grupo ha
levantado gran revuelo en aquellos estados en que todo el asunto se considera
el tercer carril de la política estatal. Cualquier legislador blanco
que llamara a retirar estos símbolos con toda seguridad habría sido derrotado
en la subsecuente elección.
Ahora ocurrió algo sorprendente. La matanza fue tan egregia
y tan obviamente motivada por el racismo, que los líderes políticos de Carolina
del Sur y los estados circunvecinos pasaron por alto el tercer carril y
llamaron a la remoción de los símbolos. Y, con bastante prontitud, esto ocurrió
en todas estas entidades.
La situación cundió a la legislatura nacional, donde muchos
llamaron a que removieran todos los símbolos que honraran a figuras de la
Confederación de todas las estructuras controladas por el gobierno federal.
Esto sigue deliberándose.
A menos que uno piense que un debate así, acerca de los
símbolos, es solamente un fenómeno estadunidense, recordemos el gran número de
debates de esta índole, bastante recientes, que ocurren por todas partes. En Ucrania,
el gobierno de Kyiv ha tenido un debate importante en torno a la inclusión de
los símbolos que hacen referencia al gobierno fascista de Stepan Bandera. La
misma defensa de tales símbolos se ofreció en este caso, alegando que los
símbolos antecedían a Bandera y que de hecho se referían a una bandera
tradicional ucraniana de hace mucho tiempo.
En Rusia, hay un debate acerca de reabrir al público la
tumba de Lenin. En Venezuela, la oposición se queja de que el gobierno tiene
muchos usos para los símbolos que se refieren a Hugo Chávez. En Francia, la
prenda que las mujeres pueden usar en la cabeza públicamente ha sido un debate
de por lo menos 20 años. Este debate francés se expandió ahora a otros países
del norte de Europa. En España, existe un debate en torno a los símbolos que se
mantienen en referencia a la era de Franco. En India, el primer ministro,
Narendra Modi, ha llamado a practicar el yoga, lo que muchos consideran un modo
de promover los valores hindúes y la preeminencia. Y podríamos proseguir.
Es muy claro que las banderas y otros símbolos nunca son
terreno neutral. Importan, y la gente sabe que importan. Pero, ¿por qué
importan? Es porque los símbolos crean actitudes tanto como lo que las
actitudes crean o se ven reflejadas en los símbolos (o quizá más).
Las banderas y otros símbolos son un instrumento importante
para la socialización de los niños. Éstos aprenden lo que se supone deben creer
a partir de estos símbolos. A los adultos estos símbolos les recuerdan lo que
supuestamente deben creer. Los grupos se sienten justificados para excluir (e
incluso asesinar) a miembros que no se conforman al reconocimiento de tales
símbolos.
Así que sí. Los símbolos importan. La siguiente cuestión es
si importa el cambio de símbolos. Ahora que la bandera de la Confederación ya
no ondea en Carolina del Sur, ¿hay menos racismo? ¿Habrá menos racismo contra
la población negra? Es bastante posible que no, en el corto plazo. El racismo
tal vez esté más encubierto, pero no será menos real. Entonces, ¿para qué molestarnos
con cambiar esos símbolos? Porque puede importar en un plazo mayor de tiempo.
Es parte de una lucha continua acerca del mundo en que vivimos y que esperamos
construir. Es sólo parte de la lucha. Pero necesitamos continuar con esto
porque es una parte indispensable de la lucha.
Eso nos lleva al último peligro. Es demasiado fácil que en
la lucha contra una serie nociva de símbolos instalemos en nuestro sistema
colectivo de valores otra serie nociva de símbolos. No hay una fórmula mágica
en el mundo real, donde muchos grupos luchan por su lugar bajo el sol, y donde
somos todos miembros de múltiples grupos que se traslapan. Necesitamos
encontrar el espacio para hacer un compromiso común en torno a los símbolos.
Traducción del inglés por Ramón Vera
Herrera
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