Lenin ✆ Petrov Vodkin, 1934 |
En su prólogo a la primera edición de Materialismo y empiriocriticismo fija
claramente su tarea, refiriéndose a “toda una serie de escritores que pretenden
ser marxistas“: “…indagar qué es lo que
ha hecho desvariar a esas gentes que predican bajo el nombre de marxismo, algo
increíblemente caótico, confuso y reaccionario”. 2 Se trata de
defender el marxismo frente a una filosofía —el “machismo”— que, como “variedad
del idealismo, es, objetivamente, un instrumento de la reacción, un portador de
la reacción”. 3
La defensa del marxismo como filosofía del partido
revolucionario tiene ya de por sí para Lenin un significado político. Pero
este significado se vuelve más transparente si se tienen en cuenta las
circunstancias históricas: ofensiva de la reacción y reflujo de las acciones
revolucionarias. Esto da lugar a un ablandamiento de ciertos intelectuales que
llegan a abjurar de la revolución y el socialismo. Y estos efectos ideológicos
alcanzan incluso, dentro del partido bolchevique, a un grupo de discípulos
rusos de Ernst Mach, encabezado por Bogdánov, entre los que figuran
Basárov, Lunacharsky y Shuliátikov. Estos filósofos, los empiriocriticistas, miembros del
partido, constituyen a su vez un grupo político —los otzovistas— que sustentan
posiciones políticas opuestas a las de Lenin respecto a la
participación en la III Duma (ellos se pronuncian por la retirada total del
parlamento).
Todo este conjunto de circunstancias hace que Lenin sienta
la necesidad de defender el marxismo frente a una “variedad del idealismo” y,
con mayor tesón aún, cuando ve que esa filosofía idealista se hace pasar por
marxista y, a mayor abundamiento, cuando sus exponentes son miembros del
partido marxista revolucionario. Ahora bien, todo lo anterior podría llevar
fácilmente a la conclusión de que, en fin de cuentas, lo que persigue Lenin es
vencer con un arma filosófica a un grupo político dentro del partido. Semejante
conclusión vendría a reforzar la imagen practicista o tacticista que de Lenin han
trazado algunos de sus críticos burgueses. Pero el propio Lenin que
tan rotundamente ha puesto de relieve los nexos entre filosofía y política no
piensa que el tránsito de una a otra sea tan directo. En carta aGorki escribe
por ese tiempo: “...Obstaculizar la labor
orientada a hacer funcionar en el partido obrero la táctica de la
socialdemocracia con disputas sobre la superioridad del materialismo o de la
doctrina de Mach… sería una torpeza inadmisible”.
Ahora bien, para Lenin la defensa del marxismo es
ya de por sí una tarea política revolucionaria que no puede ser soslayada y,
menos aún, cuando esa defensa tiene que ser asumida dentro del partido mismo.
Esa tarea se ha vuelto indispensable aunque la defensa del marxismo entrañe la
crítica de las posiciones filosóficas de un grupo que, en el interior del
partido, mantiene una posición política divergente. En suma, lo que encontramos
en Materialismo y empiriocriticismo no
es un filosofar al servicio de un objetivo político inmediato (derrotar
políticamente a los “otzovistas”), sino el filosofar como crítica de una
filosofía reaccionaria que habla “en nombre del marxismo”, lo que entraña una
tarea política. Y esto explica que el político práctico se haya elevado, o haya
descendido, al plano general y abstracto de las cuestiones filosóficas.
Idealismo, materialismo y práctica
Los discípulos rusos de Mach pretenden haber
superado la división de idealismo y materialismo al propugnar una doctrina de
los “elementos del mundo” o sensaciones, que serían neutrales respecto de lo
físico y lo psíquico. De acuerdo con ellos, lo que llamamos “materia” o “mundo
exterior” sólo sería un “aspecto de nuestras sensaciones”. Aunque Leninhaya
caído en cierto esquematismo al enfrentarse a esta nueva forma de idealismo así
como en el error de situarla en la línea solipsista de Berkeley y no
en la trascendental de Kant, él ha visto —y ha visto bien— que la
filosofía empiriocriticista, como doctrina del mundo, es idealista. El uso de
estos términos aparentemente neutrales: “elementos”, “sensaciones” o “experiencia”
en un sentido subjetivo, sin significado objetivo, hacen de esa filosofía
supuestamente conciliable con el marxismo, una versión más del idealismo en
cuanto que niega: a) la existencia del mundo exterior, de la realidad objetiva;
b) la objetividad del conocimiento como reflejo de la realidad. A esto
contrapone Lenin la tesis propia de todo materialismo acerca de la
primacía del ser, de la materia, sobre la conciencia en el doble plano señalado
ya por Engels: ontológico (la materia es lo primario y la conciencia lo
derivado) y gnoseológico (la conciencia refleja o reproduce el mundo exterior
que existe independientemente de ella).
En Materialismo y
empiriocriticismo se reafirman categóricamente las tesis engelsianas.
En un apartado que lleva el título de: “¿Existía la naturaleza antes que el
hombre?”, Lenin afirma: “La materia es lo primario; el pensamiento,
la conciencia, la sensación son el producto de un alto desarrollo“ 4 y
esta prioridad se expresa también al decir que existe la realidad objetiva como
fuente de nuestras sensaciones. Reconocida esta prioridad ontológica de la
materia sobre la conciencia, de lo reflejado sobre lo que lo refleja, Lenin sostiene
frente a la tesis idealista de que el mundo exterior es un “aspecto de nuestras
sensaciones” que la única conclusión “que el materialismo coloca
conscientemente como base de su gnoseología, consiste en que fuera de nosotros
e independientemente de nosotros existen objetos, cosas, cuerpos, que nuestras
sensaciones son imágenes del mundo exterior“. 5 El conocimiento es,
pues, como Lenin dice también, copia o reflejo de la realidad que
existe fuera e independientemente de nuestra conciencia, lo que es asimismo la
convicción del “realismo ingenuo“.
Tal es ciertamente la tesis del materialismo o su verdad
elemental en la relación sujeto-objeto. Ahora bien, esta tesis —tal como la
sostiene y expone Lenin— no puede dejar de suscitar en nosotros algunas
reflexiones. Con referencia a la prioridad ontológica de la naturaleza o de la
materia, ya Marx había reconocido en sus obras de juventud (Manuscritos económico-filosóficos de 1844 y La ideología alemana) que para él esa
prioridad no estaba en cuestión. 6Pero el joven Marx nos hace
ver también que para él, o sea para el materialismo que él sostiene y al cual
no renunciará jamás, la cuestión no es esa. Marx no trata de
separarse del idealismo para hacerse materialista pura y simplemente por el
reconocimiento de la anterioridad de la naturaleza con respecto al hombre, o de
la prioridad del ser sobre el pensamiento, o del mundo exterior sobre la
conciencia. No se trata para él de invertir la relación entre dos términos
(naturaleza-hombre, sujeto-objeto, conciencia-mundo), considerados en su unidad
por el idealismo, dejando a ambos, tras de romper esa unidad, en una relación
puramente exterior. Para Marx se trata de una nueva unidad, no ya la
establecida en y por el sujeto, en y por la conciencia, en la cual —como en el
caso del empiriocriticismo— lo objetivo se disuelve en lo subjetivo. Para Marx se
trata de la unidad de hombre y naturaleza, de sujeto y objeto que se da en y
por la praxis, como actividad práctica humana transformadora de la realidad
natural y social.
En este sentido, Marx supera tanto el idealismo
que sólo concibe la actividad del hombre en forma subjetiva, abstracta como el
materialismo que ve el objeto como algo exterior o simple objeto a contemplar
al margen de la actividad del sujeto. Tal es la distinción que Marx hace
tanto del idealismo como del materialismo anterior, en su Tesis I sobre Feuerbach. 7
Si desde este materialismo nuevo, práctico, marxiano,
volvemos ahora a la crítica de Lenin al idealismo de los discípulos
rusos de Mach, vemos clara mente que hace esa crítica desde el punto de
vista del materialismo tradicional, o sea, desde el punto de vista del
materialismo “elemental” o de “todo materialismo” que es justamente el que Marx critica
y pretende superar. Lo que falta en la crítica leniniana es precisamente lo que
distingue al materialismo de Marx del tradicional, es decir: la
relación sujeto-objeto, hombre-naturaleza, conciencia-mundo por mediación de
la. praxis.
El punto de vista de Lenin es, en este sentido,
anterior a la superación de idealismo-materialismo propuesta en la Tesis I sobre Feuerbach y de ahí
que se instale dentro de la oposición que Marx señala y supera con su
materialismo práctico. Lenin se sitúa, por tanto, en el materialismo
anterior, premarxiano, para el cual sujeto y objeto se dan en una pura relación
de exterioridad.
Lenin tiene razón desde el punto de vista de ese
materialismo tradicional: “Materialismo
es el reconocimiento de los ‘objetos en sí’, o de los objetos fuera de la
mente…” 8 pero no la tiene, o es insuficiente, si se trata del
materialismo de Marx que ve el objeto como producto social de la
actividad práctica humana. Y es justamente la práctica lo que Lenin deja
en la sombra cuando trata de rescatar la objetividad disuelta en el idealismo
de los machistas rusos.
Se podrá objetar tal vez que la práctica no está ausente de Materialismo y empiriocritícismo. Y, en
verdad, hay ahí referencias a ella puesto que se habla de la Tesis II
sobre Feuerbach y, ante todo, tenemos el apartado entero del capítulo II
titulado “El criterio de la práctica en la teoría del conocimiento“. Y,
ciertamente, hay que reconocer que en este punto Lenin dice cosas
acertadas e importantes. Así, por ejemplo, cuando distingue entre “el éxito de
la práctica humana” para el materialista y “el éxito” para el solipsista (o
pragmatista) entendido como “todo aquello que ya necesito en la práctica”. 9 En
el primer caso, el éxito demuestra “la concordancia de nuestras
representaciones con la naturaleza de las cosas que percibimos”. 10 Y
es también un acierto que Lenin señale que el criterio de la práctica
nunca es definitivo o completamente suficiente: “…El criterio de la práctica en
el fondo nunca puede confirmar o refutar completamente una representación
humana cualquiera.” 11 Lo que quiere decir que ese criterio es el de
la práctica considerada social e históricamente. Lenin acierta
también al establecer un nexo entre el criterio de práctica y el materialismo:
“Si incluimos el criterio de la práctica en la base del conocimiento, esto nos
lleva inevitablemente al materialismo…”. 12
Podríamos señalar, sin embargo, que si la introducción del
criterio de práctica cierra el paso al idealismo también lo cierra al
materialismo tradicional, contemplativo, que Lenin ahora parece dejar
atrás. Pero este paso no puede darlo mientras reduzca el papel de la praxis
—como lo reduce en Materialismo y
empiriocriticismo— a criterio de verificación y no lo vea —en cuanto
actividad transformadora de la naturaleza y la sociedad— como fundamento del
hombre, de la historia y el conocimiento. Sólo así se puede cumplir lo que
propugna el propio Lenin: “El punto de vista de la vida, de la práctica,
debe ser el punto de vista primero y fundamental de la teoría del conocimiento.” 13 Y
asimismo este punto de vista se podrá extender, al superar las concepciones idealista
y materialista tradicional, de la gnoseología a la teoría del hombre, de la
sociedad y de la historia.
¿Cómo se puede explicar esta fidelidad de Lenin al
materialismo criticado por Marx y, en consecuencia, su omisión de la
praxis como horizonte filosófico fundamental? Anton Pannekoek y Karl
Korsch abordaron hace tiempo esta cuestión. Pero Pannekoek a la
vez que embellece un tanto la filosofía empiriocriticista funda demasiado
mecánicamente la analogía entre las concepciones filosóficas de Lenin y
el materialismo burgués del siglo XVIII en la semejanza de la lucha que se
libraba en Rusia contra el absolutismo con “la dada tiempo atrás por la
burguesía y los intelectuales de Europa Occidental”. 14 Korsch, por
su parte, acerca exageradamente el machismo ruso al materialismo marxiano hasta
el punto de ver en la definición de Bogdánov del mundo físico como la
“experiencia socialmente organizada” la solución “realmente materialista y
proletaria del problema planteado por Marx en las Tesis sobre Feuerbach”, o
sea, la necesidad de concebir el mundo como praxis. Ahora bien, a nuestro
juicio, no se puede identificar la “experiencia socialmente organizada” —que no
rebasa el nivel intersubjetivo— con la práctica en su sentido marxista: como
actividad subjetiva y objetiva a la vez. Pero hay que reconocer que Korsch fue
de los primeros en advertir la involución leniniana a una concepción no
dialéctica y premarxiana de las relaciones entre el pensamiento y el ser, y
entre la teoría y la práctica, en Materialísmo y empiriocriticismo. 15
La razón fundamental del olvido en que Lenin —genial
revolucionario práctico— tiene a la práctica en el plano teórico, está en su
inserción en la tradición filosófica marxista que arranca del Engels del
Anti-Dühríng, empeñado en elaborar una concepción filosófica general en la que
se pierde el papel cardinal que a la praxis asignaba Marx. Y esa inserción
se refuerza enLenin con la ayuda del pensador que, hasta el final de su
vida, él tuvo por el marxista más grande de Rusia y su maestro indiscutible: Plejánov.
Y ello no obstante sus divergencias políticas. La crítica de Lenin al
idealismo en su Materialismo y empiriocritícísmo es una crítica
plejanoviana en la que falta el principio praxeológico fundamental.
El objetivo que se traza Lenin en esta obra es de
orden político-práctico, pero perfectamente legítimo: criticar una “variedad
del idealismo” que se hace pasar por marxista. Y para esto tiene que recurrir
necesariamente al marxismo como filosofía, entendido por él ante todo como
materialismo. Por esta razón, al idealismo de los lejanos continuadores rusos
de Berkeley le opone los principios de todo materialismo, sus
verdades elementales. Pero, como hemos tratado de demostrar, esos principios
elementales —que son los del materialismo anterior no bastan para una verdadera
crítica marxista. Ahora bien, Lenin no siente la necesidad de ir más
allá de ese marco general y elemental de todo materialismo. Por otro lado,
tampoco habría podido hacerlo de la mano de Plejánov.
La dialéctica a la vista
Entre 1914 y 1916 la atención de Lenin en su
exilio ginebrino se concentra en el estudio a fondo de la Ciencia de la
lógica de Hegel. Sus comentarios, notas al margen e incluso sus
interjecciones se recogen, junto con los relativos a Heráclito, Aristóteles, Leibniz,
etc, en sus Cuadernos filosóficos,
publicados por primera vez en 1929-1950. Lenin lee, estudia y anota aHegel en
los años de la primera Guerra Mundial, años en que se enconan las
contradicciones del capitalismo y entra en bancarrota la Segunda Internacional
y con ella la concepción evolutiva, pacífica del desarrollo social a la vez que
maduran objetivamente las condiciones para un salto revolucionario. En esas
circunstancias no puede considerarse una coincidencia casual que Lenin se
interese por la dialéctica como método de conocimiento del movimiento de lo
real, particularmente de la sociedad y la historia.
Desde esta perspectiva se comprende también que concentre su
atención en la dialéctica hegeliana, una de las fuentes del pensamiento de Marx. Lenin lee
a Hegel en su obra más idealista y abstracta para esclarecerse a sí
mismo los problemas del desarrollo dialéctica en un momento en que estallan las
más agudas contradicciones y se convierte en una necesidad vital conocerlas,
orientarse en el laberinto de ellas y encontrar su superación por la vía de la
lucha revolucionaria. De este modo, la tarea de comprender la dialéctica como
el método más adecuado de conocimiento del devenir real se convierte en una
tarea teórico-práctica, impuesta por las exigencias de una compleja y
tormentosa época de guerras, crisis y revoluciones. Y a ella se consagra Lenin en
su retiro de Ginebra a través de la lectura cuidadosa de la oscura Lógica hegeliana
que suscita sus notas densas y apretadas entre signos de admiración y también
entre alguna que otra carcajada. Pero, en definitiva, la teorizacíón que
alcanza en sus notas sobre Hegel su nivel más abstracto aparece
determinada por la práctica, es decir, como tarea teórica necesaria para
impulsarla en una época de agudas y violentas contradicciones.
La dialéctica del conocimiento
La dialéctica es el problema central en las notas de Lenin sobre
la lógica hegeliana, pero tratado ante todo a un nivel gnoseológico y
metodológico. Problemas como el de las relaciones entre el pensamiento y su
objeto, la teoría del reflejo, la crítica del idealismo y el papel de la
práctica en el proceso cognoscitivo, emparentan por su carácter gnoseológico
los Cuadernos con su obra
filosófica anterior, Materialismo y empiriocritícismo. Pero aquéllos, por
las razones que veremos, distan mucho de ser un simple desenvolvimiento de esta
última; en los Cuadernos no
sólo hay un enriquecimiento de algunas tesis suyas sino también en otras,
fundamentales, una verdadera rectificación. Asimismo, por lo que toca a la
cuestión que nos interesa especialmente -la cuestión de la praxis—, Lenin supera
la pobreza y unilateralidad de su planteamiento anterior. Y lo supera
precisamente al concebir dialécticamente el proceso de conocimiento.
Veamos a grandes rasgos esa dialéctica como instrumento
metodológico indispensable para poder captar la dialéctica de lo real.
Mientras que en su obra anterior la atención de Lenin se
concentra en el materialismo, en los Cuadernos se
vuelca en la dialéctica. La clave de ella, su esencia, la encuentra en la “unidad
de contrarios”; por esto dice que la dialéctica “puede ser definida como la
doctrina de la unidad de los contrarios”. 16 Así concebida es la ley
de toda realidad. De acuerdo con su carácter fundamental, Lenin da al
antagonismo, a la lucha, un sentido absoluto, mientras que la unidad la
considera relativa. “La unidad (coincidencia, identidad, equivalencia) de los
contrarios es condicional, temporal, transitoria, relativa. La lucha de los
contrarios mutuamente excluyentes es absoluta, como son absolutos el desarrollo
y el movimiento.” 17 Esta perspectiva de lucha con su carácter
absoluto imprime a la dialéctica su contenido revolucionario.
El conocimiento no puede escapar a esta perspectiva
dialéctica impuesta por el movimiento de lo real, y el esfuerzo principal en la
lectura leniniana tiende precisamente a aplicar la dialéctica a la esfera de
conocimiento. La concepción dialéctica del proceso cognoscitivo obliga a Lenin a
revisar sus ideas anteriores y, en particular, su teoría del reflejo al subrayar
vigorosamente tres características del conocimiento: a) como proceso de
desarrollo; b) como actividad del sujeto y c) como proceso que incluye a la
práctica.
Cuando Lenin quiere subrayar lo que es esa
dialéctica para Hegel extrae, entre otros, este pasaje suyo que “resume
bastante bien… lo que es la dialéctica”: “El
conocimiento se va desarrollando de contenido en contenido… El resultado
contiene su propio comienzo y el desarrollo de este comienzo lo ha enriquecido
con una nueva determinación.” 18
Lenin hace suya esta idea maestra de Hegel.
Pensamiento y objeto se hallan en relación, pero esta tiene que verse no como
una relación estática, inerte sino dinámica, como un proceso, en movimiento,
eterno e infinito, porque de acuerdo con el carácter absoluto de la lucha de
contrarios es eterna e infinita la contradicción entre el pensamiento y el
objeto. “El conocimiento es la aproximación eterna, infinita, del pensamiento al
objeto. El reflejo de la naturaleza en el pensamiento del hombre debe ser
entendido no ‘en forma inerte’, no ‘en forma abstracta’, no carente de
movimiento, NO CARENTE DE CONTRADICCIONES, sino en el eterno PROCESO del
movimiento, en el surgimiento de las contradicciones y su solución.” 19
La idea del conocimiento como movimiento infinito, como
proceso, estaba ya apuntada ciertamente en Materialismo y empiriocriticismo como aproximación de nuestros
conocimientos a la verdad objetiva, pero es ahora cuando adquiere toda su
plenitud. Esta idea la expresa Lenin en diferentes formas, a saber:
movimiento de lo abstracto a lo concreto, de la percepción viva a la práctica
pasando por el pensamiento abstracto, de la idea subjetiva a la verdad objetiva
a través de la práctica, de la sensación al pensamiento, etcétera.
En este movimiento la esencia se muestra a diferentes
niveles de profundidad. Lo que en un momento determinado se presenta como una
esencia profunda deja paso, en otro, a otra más profunda. De este modo, en el
proceso de conocimiento, esencia y fenómeno se relativizan. Lo que se mantiene
es dicho proceso como paso incesante a una esencia cada vez más profunda. “El
pensamiento humano se hace indefinidamente más profundo, de la apariencia a la
esencia, de la esencia de primer grado, por decirlo así, a la esencia de
segundo orden y así hasta el infinito… no sólo las apariencias son
transitorias, móviles, fluidas, demarcadas sólo por límites convencionales,
sino que también es así la esencia de las cosas.” 20
Pero el conocimiento no sólo se inscribe en un proceso de
esencias sino que él mismo como reflejo es también un proceso; es decir, no sólo
es dinámico sino activo. El conocimiento es actividad, lo que echa por tierra
la idea del reflejo pasivo o reflejo en el espejo, de inspiración sensualista o
empirista, que podía encontrarse todavía en Materialísmo y
empiriocriticismo(recuérdese su idea del conocimiento como “calco”, “copia” o “imagen”
del mundo exterior).
El conocimiento es una actividad, un proceso en el curso del
cual se recurre a una serie de operaciones y procedimientos para transformar
los datos iniciales (nivel empírico) en un sistema de conceptos (nivel
teórico). Elevándose así de lo concreto a lo abstracto, constituye por ello
mismo una actividad cognoscitiva creadora. Lenin señala a este
respecto que se trata de una actividad necesaria justamente para poder
aproximar el pensamiento al objeto, para reproducirlo intelectualmente. “El
pensamiento al elevarse de lo concreto a lo abstracto no se aleja —si es
correcto…— de la verdad, sino que se aproxima a ella.” 21 Es decir,
la actividad del conocimiento como elevación de lo concreto a lo abstracto es
condición indispensable para la reproducción intelectual del objeto.
Así, pues, el reflejo no es un acto simple e inmediato —al
nivel de la sensación— sino un resultado que se alcanza en la fase del
pensamiento abstracto, como producto de un proceso de transformación de lo
inmediato en conceptos. “El conocimiento es el reflejo de la naturaleza por el
hombre. Pero no es un reflejo simple, inmediato, total, sino el proceso de una
serie de abstracciones, la formación y el desarrollo de los conceptos.” 22 Se
trata, pues, de la construcción del objeto pero no en un sentido kantiano (para Kant no
habría propiamente más objeto que ése) ni hegeliano (pues lo que se constituye
es un objeto idea] y no real), pero ciertamente se trata de una actividad
creadora: la producción de un objeto teórico.
Con lo anterior no hemos dicho aún lo más importante del
planteamiento de Lenin, a saber: que esta actividad teórica, reflejo
activo o reproducción conceptual del objeto que constituye propiamente el
conocimiento se vincula necesariamente con la práctica. Llegamos así al
problema medular del papel de la práctica en el conocimiento, lo que nos obliga
a considerar primero lo que Lenin entiende por práctica.
La práctica como actividad dirigida a un fin
Al caracterizar la práctica como “actividad del hombre
dirigida a un fin“23 Lenin subraya su aspecto consciente, subjetivo. Pero
la práctica opera sobre un mundo objetivo que se encuentra ante el hombre y le
impone límites a su actividad. Para transformarlo real, efectivamente, tiene
que tomar en cuenta su legalidad. “En su actividad práctica, el hombre se ve
ante el mundo objetivo, depende de él y determina su actividad de acuerdo con
el.” 24
La práctica no es, por tanto, una actividad puramente
subjetiva; el mundo objetivo al determinarla hace de ella una forma del proceso
objetivo; la otra es la naturaleza. “Dos formas del proceso objetivo: la
naturaleza (mecánica y química) y la actividad del hombre, dirigida hacia un
fin.” 25 No se puede separa una forma de otra, lo subjetivo de lo
objetivo, los fines del hombre hacia los cuales se dirige la actividad práctica
y el mundo objetivo. “En realidad, los fines del hombre son engendrados por el
mundo objetivo y lo presuponen —lo encuentran como algo dado, presente.” 26
Recordemos la dicotomía hegeliana de idea teórica e idea
práctica de acuerdo con la cual en la primera el sujeto toma su determinación
del objeto mismo, mientras que en la segunda el sujeto tiene el mundo objetivo
ante sí como irreal ya que la objetividad es una determinación del actuar del
sujeto. Al leer a Hegel con clave antropológica y materialista, Lenin ve
en el hombre el impulso “a darse objetividad en el mundo objetivo a través de
sí mismo y a realizarse (cumplirse)”. 27 Es lo mismo que dice Marx,
con otros términos, en El capital:
al transformar la naturaleza (o sea: al darse una objetividad en el mundo
objetivo), el hombre transforma su propia naturaleza (se realiza a sí mismo). 28
La práctica supone, pues, un mundo objetivo, pero con ella
tenemos una nueva objetividad, no dada en la naturaleza. Y esta nueva
objetividad se hace necesaria porque la que el hombre encuentra dada, presente,
no le satisface: “Es decir, que el mundo no satisface al hombre y éste decide
cambiarlo por medio de su actividad.” 29 Así, pues, la práctica
existe necesariamente como medio para cambiar un mundo que no satisface al
hombre, pero Lenininsiste —contra toda interpretación idealista,
subjetivista— en que ese mundo existe y resiste a la práctica. “El ‘mundo
objetivo’ procede por su propio camino y la práctica del hombre, ante ese mundo
objetivo, encuentra ‘obstáculos en la realización’ del fin, e incluso
“imposibilidad.” 30
Lenin insiste en algo que ha buscado constantemente en
su práctica política: conocer la realidad o situación objetiva para poder
cumplir los fines trazados. El desconocimiento de ella, por el contrario, tiene
consecuencias negativas para su realización, es decir, para la práctica. “El
incumplimiento de los fines (de la actividad humana) tiene su causa en el hecho
de que la realidad es tomada como inexistente, de que no se reconoce su
existencia objetiva (la de la realidad)“. 31
Ahora bien, el conocimiento de la realidad objetiva permite,
lejos de excluirla, afirmar la “objetividad verdaderamente existente”, o sea,
aquella que es producto de la actividad práctica humana. “La actividad del
hombre… cambia la realidad exterior, suprime su determinación (= altera tal o cual
de sus aspectos o cualidades) y de tal modo le elimina las características de
apariencia, exterioridad y nulidad, y la torna existente en sí y por si (=
objetivamente verdadera)”.32 Con lo cual tenemos que esa nueva realidad u
objetividad producida por el hombre es la objetividad verdaderamente existente. Lenin,
ahora sí, asimila en toda su profundidad el concepto de objeto del materialismo
práctico de Marx en sus Tesis sobre Feuerbach. Este concepto de
objeto, o de objetividad, entraña un concepto de práctica que rebasa el marco
estrictamente gnoseológico y que se podría caracterizar, con base en los Cuadernos filosóficos, por las
siguientes notas: a) es una actividad del hombre dirigida a un fin; b) en la
cual se transforma un mundo objetivo (la objetividad dada, presente) y c) cuyo
resultado es una objetividad verdaderamente existente.
La práctica en el proceso de conocimiento
Teniendo a la vista este concepto de práctica podemos
detenernos ahora en la relación entre conocimiento y práctica, o también en el
papel de ésta en el conocimiento. Por lo pronto, registremos lo que ya se ha
reconocido en Materialismo y
empiriocriticismo: la práctica como criterio de verdad, de la verdad
objetiva o de la objetividad del conocimiento. Lo que el conocimiento debiera
dar, dice ahora Lenin, es “…el objeto en su necesidad, en sus relaciones
multilaterales, en sus movimientos contradictorios, an-und für sich“. 33 Y
agrega, leyendo aHegel con su propia clave, que “…la práctica del hombre y
la humanidad es la prueba, el criterio de la objetividad del conocimiento”.
Pero Lenin no se detiene en esto. Y se comprende:
en primer lugar, porque para entender por qué la práctica es criterio de verdad
se precisa entender la relación de conocimiento y práctica no como algo exterior
sino en su vinculación intrínseca. Se necesita tener una visión del proceso
cognoscitivo que no estaba en Materialismo
y empiriocriticismo y que es precisamente la consideración de la
práctica desde dentro, como parte integrante, elemento o fase de dicho proceso. Lenin expresa
claramente que “el proceso de conocimiento… incluye la práctica humana y la
técnica“. 34 Lenin la sitúa unas veces al final de proceso: “De la
percepción viva al pensamiento abstracto, y de éste a la práctica: tal es el
camino dialéctica del conocimiento de la verdad, del conocimiento de la
realidad objetiva.” 35 Otras presenta la práctica como una fase por
la que ha de pasar el conocimiento: “La verdad es un proceso. De la idea
subjetiva el hombre avanza hacia la verdad objetiva a través de la ‘práctica’
(y la técnica)”. 36Pero, de un modo u otro, hay que incluir la práctica en
el proceso cognoscitivo, pues —como dice Lenin: “Lo que hace falta es la
unión del conocimiento y la práctica.” 37
Así, pues, el problema de la práctica ya planteado en Materialismo y empiriocriticismo vuelve
a plantearse: “...La actividad práctica del hombre debe llevar su conciencia a
la repetición de las diferentes figuras de la lógica, miles de millones de
veces, a fin de que esas cifras puedan obtener la significación de axiomas.” 38 Pero
la inclusión de la práctica en el proceso cognoscitivo le priva de la
exterioridad con que se presentaba dicho criterio en la obra anterior.
Ciertamente, la introducción de la práctica como criterio de verdad es ahora
consecuencia necesaria de su inclusión como fase o elemento necesarios del
proceso de conocimiento. Y esto lo ha visto claramente Lenin apoyándose
en Hegel: “…En Hegel la práctica sirve como eslabón en el análisis del
proceso de conocimiento y, por cierto, como transición hacia la verdad
objetiva. Por consiguiente, Marx se ubica claramente al lado de Hegel cuando
introduce el criterio de práctica en la teoría del conocimiento: Véanse las
Tesis sobre F euerbach.” 39
¿Por qué remite Lenin a esas Tesis? Porque en
ellas, o más exactamente en la Tesis II, se dice que el problema de la
verdad del pensamiento no es teórico sino práctico; debe resolverse en la
práctica y, al margen de ella, es un problema escolástico. Lo que quiere decir
a su vez que, aislado de la práctica, no hay conocimiento (o pensamiento
verdadero), pero entendiendo la relación entre ambos términos de un modo
intrínseco. Ahora bien, si no hay pensamiento sin práctica, tampoco hay
práctica sin pensamiento, ya que es una actividad humana dirigida a un fin,
consciente. El criterio de verdad no es, pues, exterior al conocimiento sino
interno a él en cuanto que la práctica entra necesariamente en el conocimiento.
Así, pues, vista desde el lado gnoseológico, la práctica es
parte integrante del conocimiento, y de ahí su unión intrínseca; pero como
actividad humana que transforma el mundo objetivo, dándose así el hombre nueva
objetividad, requiere a su vez como parte o elemento de ella el pensamiento. En Lenin vemos
claramente la unidad de los dos términos, así como su distinción. Y no sólo
esto sino también la superioridad de uno sobre el otro. “La práctica es
superior al conocimiento (teórico), porque posee no sólo la dignidad de lo
universal, sino también la de la realidad inmediata.” 40
Dentro de la unidad de conocimiento y práctica hay una
distinción relativa que le permite aLenin establecer la superioridad de la
práctica sobre la teoría. Y funda esta superioridad en que la práctica, posee,
justamente por el elemento teórico, cognoscitivo que incluye necesariamente, “la
dignidad de lo universal”, pero asimismo en cuanto que la práctica opera sobre
la realidad inmediata, está en relación con ella y produce una nueva realidad
(una nueva objetividad), tiene también la concreción, la inmediatez de la
realidad.
Con esto podemos dar por terminado nuestro examen de la
concepción leniniana de la praxis por lo que toca a la relación entre práctica
y conocimiento, concepción que podemos resumir así: a) la práctica forma parte
del conocimiento; b) el conocimiento sólo existe en su relación con la práctica.
Pero en esta unión que no excluye la distinción, la práctica tiene la primacía
porque ella es, a la vez, abstracta y concreta, universal y concreto-real.
Reconsideración del idealismo y el materialismo
A la luz de esta primacía de la práctica debemos ver ahora
cómo considera Lenin las diferencias, convertidas en oposiciones, de
subjetividad y objetividad así como de idealismo y materialismo, que habíamos
encontrado en Materialismo y
empiriocriticismo. Siguiendo aHegel, Lenin ve que esas
diferencias son relativas y que el no tener en cuenta su relatividad es lo que
determina que ambos términos aparezcan en su unilateralidad de un modo
absoluto. 41 Y lo que permite su relativización es justamente la
práctica. “De la idea subjetiva el hombre avanza hacia la verdad objetiva a
través de la práctica (y de la técnica).” 42
La teoría del reflejo, tal como se exponía en su obra
anterior, presentaba al sujeto y al objeto, a la idea subjetiva y a la verdad
objetiva, sin la mediación de la práctica. Ahora es esta última la que mantiene
la diferencia, pero también sus límites entre lo subjetivo y lo objetivo. Tan
unilateral es considerar que las determinaciones del objeto sólo son puestas
por el sujeto como pensar que éste se limita a absorber (a reflejar) las
determinaciones que extrae del objeto.
Lenin hace suyo lo que dice Hegel contra el “idealismo
subjetivo” y el “realismo“, y este realismo entre comillas es el que, según Hegel,
“considera el concepto subjetivo como una identidad vacía que absorbe las
determinaciones del pensamiento desde fuera”. 43 En concordancia con
esto, Lenin hace suya también la formulación hegeliana en la
que se expresa la superación de lo subjetivo y lo objetivo. “Muy bueno es el
§225 de la ENCICLOPEDIA donde el ‘conocimiento’ (teórico) y la ‘voluntad’, la
‘actividad práctica’, son descritos como dos aspectos, dos métodos, dos medios
de abolir la ‘unilateralidad’ de la subjetividad y la objetividad?.“44 La
primera unilateralidad es la del idealismo; la segunda, la del materialismo.
La distinción y unidad de lo subjetivo y lo objetivo, su
relativización y el papel de la práctica en ella, significan que Lenin ha
superado el materialismo tradicional a la vez que revalúa el idealismo. En este
sentido no se puede dejar de subrayar su acercamiento a la Tesis I sobre Feuerbach. El idealismo ya
no es en los Cuadernos filosóficos un
simple instrumento reaccionario como se le consideraba en Materialismo y empiriocriticismo.
Desarrolla el momento activo del conocimiento, pero desconoce el verdadero
punto de partida (el “primer comienzo”) que es lo real y no ve que el objeto
producido en esa actividad sólo se da en relación con la práctica. A su vez, la
práctica no sólo está en el curso del proceso cognoscitivo sino al final en
cuanto que el conocimiento se objetiva en ella. Por esto dice Lenin: “El
‘primer comienzo’ es olvidado y deformado por el idealismo. El materialismo
dialéctica es el único en haber vinculado el ‘comienzo’ con la continuación y
el fin.“45
El idealismo no puede ser considerado simplemente absurdo.
Hay en él algo racional —como reconoce Marx en su Tesis I sobre Feuerbach— que Lenin valora
a la vez que señala la exageración idealista:
“El idealismo filosófico es desarrollo unilateral, exagerado, de uno de los
momentos reales del conocimiento.”46 Y en cuanto que el conocimiento
es actividad teórica, abstracta, está dada la posibilidad del idealismo “ya en
la primera abstracción elemental”. 47Es decir, está dada si el momento
activo del conocimiento es aislado de la actividad práctica. En la exageración
del momento real, activo y en su aislamiento radica, pues, la unilateralidad
del idealismo. Por ello afirma Lenin: “El idealismo filosófico sólo es
absurdo desde el punto de vista del materialismo burdo, simplista, metafísico.” 48 O
sea, es absurdo desde el punto de vista del materialismo criticado por Marx en
la citada Tesis I, que ignora precisamente lo que el idealismo desarrolla,
el momento activo del conocimiento y que no toma en cuenta —al igual que el
idealismo— la práctica. Con lo cual tenemos que si el idealismo deja fuera la
práctica para reconocer unilateralmente la actividad teórica, el materialismo
deja fuera tanto una como otra.
Lenin puede decir por todo esto que el materialismo
tiene una concepción metafísica y no dialéctica del conocimiento; que deja de
ver a éste en su movimiento, como un proceso del que forma parte necesariamente
la práctica.
“La dialéctica como conocimiento vivo… he ahí un contenido inmensamente rico en comparación con el materialismo ‘metafísico’, cuya desdicha fundamental es su incapacidad para aplicar la dialéctica a la Bildertheorie [teoría del reflejo], al proceso y desarrollo del conocimiento.” 49
Ahora bien, esta crítica del materialismo metafísico es
aplicable al propio Lenin y tiene, por tanto, el carácter de una
verdadera autocrítica en cuanto que él, en Materialismo y empiriocriticismo, tampoco ha aplicado la dialéctica
al conocimiento; es decir, en cuanto que no lo ha considerado como un proceso
activo del que forma parte la práctica, si bien ha reconocido su papel, desde
fuera, como criterio de verificación. Y esa crítica es tanto más aplicable a Lenin si
se tiene en cuenta —a la luz de la concepción dialéctica que halla su fuente en
las Tesis sobre Feuerbach— que su crítica anterior del idealismo no la
hace en el espíritu de esas Tesis sino del materialismo tradicional
criticado, a su vez, en ellas.
Pero en cierto modo, aunque oblicuamente, Lenin reconoce
la insuficiencia de su posición anterior. En efecto, su crítica actual a Plejanov,
fuente de su actitud filosófica en Materialismo
y empiriocriticismo, es su propia auto-crítica:
“1. Plejanov crítica al kantismo (y al agnosticismo en general) mas desde un punto de vista materialista vulgar que desde un punto de vista dialéctico materialista, en la medida en que no hace más que rechazar sus razonamientos a limine en lugar de corregirlos (como Hegel corrigió a Kant), profundizarlos, generalizarlos y ampliarlos, demostrando las conexiones y las transiciones de todos y cada uno de los conceptos.“2. Los marxistas criticaron (a principios del siglo XX) a los kantianos y a los discípulos de Hume más bien a la manera de Feuerbach (y de Büchner) que de Hegel.” 50
Si en el punto 1 lo que Lenin tiene presente
sobre todo es el conocimiento como proceso viendo, por tanto, cada concepto en
sus conexiones y transiciones, en el punto 2 lo que hace ver es el carácter
materialista contemplativo de la crítica —la suya anterior— del idealismo “a la
manera de Feuerbach”.
Recapitulación: Lenin, teórico de la praxis
Si la praxis es actividad subjetiva y objetiva, conocimiento
teórico y práctica, superación de la unilateralidad de la subjetividad y la
objetividad, podemos comprender la importancia que Lenin concede a la
teoría, importancia que se pone de manifiesto en su propia actividad teórica y
práctica política. La teoría no es exterior a la práctica, a la vez que esta
última forma parte de la producción teórica. Desde que inicia su actividad
revolucionaria, Lenin ha tenido conciencia de que las posiciones
prácticas en la lucha real involucran posiciones teóricas. Allí donde la
práctica política se estanca, deforma o desvía hay que ver también —pues “la
subjetividad está en los actos mísmos”— un estancamiento, deformación o
desviación teóricos. Ya en una obra tan temprana como Quiénes son los
“amigos del pueblo” (1894) vemos claramente el contenido práctico de su
actividad teórica: acabar con las ilusiones, apoyarse en el desarrollo efectivo
y no en el deseable; o también: “señalar la salida de este orden de cosas que es
indicada por el desarrollo económic0“. 51 La teoría se vuelve
práctica; ella permite despertar conciencias, agitar, etc, pero, dice asimismo Lenin,
a condición de que responda: a) a las demandas del proletariado; b) a
exigencias científicas. O sea: para Lenin, la función práctica de la
teoría (su condición de respuesta a exigencias prácticas, del proletariado) se
halla vinculada a su carácter científico, vinculación que es propia del
marxismo o de la teoría y la práctica políticas inspiradas por él.
La unión de ambos aspectos es, a juicio de Lenin, lo
distintivo de la teoría de Marx ya que “por su misma
esencia es una teoría crítica y revolucionaria”, y aclara
inmediatamente que crítica significa aquí materialista, científica. “Esta
teoría se plantea directamente como su tarea poner al descubierto todas las
formas del antagonismo y de la explotación de la sociedad moderna, seguir su
evolución, demostrar su carácter transitorio, lo inevitable de su conversión en
otra forma y ser-oir así al proletariado para que éste termine lo antes
posible, y con la mayor facilidad posible, con toda explotación.” 52
La teoría marxista es científica y, justamente por serlo,
sirve al proletariado. Este servicio no es casual, ya que la teoría existe en
función de una práctica —la del proletariado— y como parte de ella. Así, pues,
en la teoría misma se dan indisolublemente unidos su carácter científico y su
naturaleza práctica revolucionaria. Por ello, agrega Lenin, el marxismo “une
un rígido y supremo cientifismo siendo como es la última palabra de la ciencia
social y el revolucionarismo, y los une no casualmente… sino que los une en su teoría
misma con lazos eternos e indisolubles”. 53
Tenemos, pues, que la función práctica de la teoría estriba
en ayudar al proletariado en su lucha y, por tanto, en su encontrarse en los
actos mismos (racionalidad práctica), pero sólo puede ayudarle (hacerse
presente en esos actos) como teoría científica. He ahí por qué Leninhabla
de “lazos internos e indisolubles” entre su cientifismo y su revolucionarismo;
el cientifismo se vuelve necesario para poder formular normas, programas o
consignas fundados, no utópicos, sin que por ello la ciencia tenga que
desnaturalizarse. Por el contrario, la “verdadera consigna de lucha” de la
ciencia es, según Lenin, “saber presentar objetivamente esta lucha como
producto de un determinado sistema de relaciones de producción, saber
comprender la necesidad de esta lucha, su contenido, el curso y las condiciones
de su desarrollo”.54
Hay un objetivo general en el marco del cual se inscribe
para Lenin el conocimiento y la programación política, a. saber: la “destrucción
completa y definitiva de toda explotación”. Y ello cualquiera que sea el nivel
de la abstracción o el grado de inmediatez o urgencia del programa politico. La
teoría para Lenin como conocimiento cientifico de la realidad
historico-social que se aspira a transformar de acuerdo con fines
revolucionarios, es pues no sólo reflexión sobre la praxis sino ante todo teoría
de la praxis, teoría que surge de la práctica, la sirve y a la vez está en la
práctica misma como parte necesaria e indisoluble de ella.
Notas
1. Carta a Gorki, 25 dc febrero de 1908, en: V. I. Lenin,
Obras completas, trad. esp. de la 43 edición rusa, Editorial Cartago,
Buenos Aires, 1958-1960, t. 13, pp. 456-457. (Todas las citas de Lenin se
hacen por esta edición.)
2. V. I. Lenin, Materialismo y empiriocriticisma, en: Obras
completas, t. 14, p. 18.
3. Lenin, “Los que nos niegan”, Obras completas, t. 17,
p. 68.
4. Lenin, Materialismo
y empiriocriticismo, ed. cit., p. 74.
5. Ibid., p. 102
6. Cf. C. Marx, Manuscritos económico-filosóficos de
1844, en: C. Marx y F. Engels, Escritos económicos varios, trad. de W. Roces
Grijalbo, México, D. F., 1962, pp, 117, 123 y C. Marx y F. Engels, La ideología alemana, trad. de W. Roces,
EPU, Montevideo, 1959, pp. 46-47.
7. C. Marx, Tesis sobre Feuerbach, en: C. Marx y F.
Engels, La ideologia alemana, ed. cit., p. 633.
8. Lenin, Materialismo
y empiriocriticismo, ed. cit., p. 25.
9. Ibid, p. 138.
10. Ibid.
11. lbid, p. 141.
12. Ibid., p. 149.
13. Lenin, Materialismo
y empiriocriticismo, p. 141.
14. Cf. Anton Pannekoek, “Lenin filósofo” y Karl: Korsch,
“La filosofía de Lenin”, en: K. Korsch y A. Pannekoek, Lenin filósofo,
trad. de J. Garzón, Ed. I-Iadise, México, D. F., 1972.
15. lbid, p. 37.
16. Lenin, Cuadernos
filosóficos, en: Obras completas, t. 8B, p. 214.
17. Ibid» p. 352.
18. Ibid, p. 223.
19. Ibid, p. 188.
20. Ibid., pp. 245-246.
21. Ibid, p. 165.
22. Ibid., p. 176.
23. Ibid., p. 181.
24. Ibid.
25. lbid., p. 182.
26. Ibid, p. 183.
27. Ibid, pp. 204-205.
28. C. Marx, El
capital, I, trad. de W. Roces, Fondo de Cultura Económica, México-Buenos
Aires, 1964, p. 130.
29. Lenin, Cuadernos
filosóficos, p. 205.
30. Ibíd., p. 206.
31. Ibid, p. 210.
32. Ibid, p. 210.
33. Ibid, p. 203.
34. Ibid., p. 195.
35. Ibid, p. 165.
36. Ibid., p. 193.
s7. Ibid., p. 20s.
38. Ibid., p. 184.
39. Ibid., p. 184.
4o. Ibid., p. 206.
41. Ibid., p. 20o.
42. Ibid., p. 193
43. Lenin, Cuadernos
filosóficos, p. 200.
44. lbid.
45. lbid.
46. Ibid, p, 284.
47. Ibid., p. 354.
48. Ibid, pp. 363-364.
49. Lenin, Cuadernos
filosóficos, p. 354.
50. Ibid,, pp. 173-174.
51. Lenin. Quiénes son los “amigos del puebla”, en: Obras
completas, t. l, p. 314.
52. Lenin. Ibid, p, 347.
53. Ibid.
51 Lenin. Quiénes son los “amigos del puebla”, en: Obras
completas, t. l, p. 314.
52 Lenin. Ibid, p, 347.
54. Ibid., p. 348
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