En Kosice
Hidroespacial aparecen Vivian Luz e Irina Sol, sus hijas (también
artistas), quienes dan su testimonio y lo valoran como creador, comentan su
trabajo y narran episodios biográficos, al igual que su hermano, Oreste Fallik.
Otras intervenciones tendrán Ladislao Gyori, Raúl Santana, Adrián Barcesat,
Andrea Giunta y Rodrigo Alonso, artistas y estudiosos del arte, quienes leen,
analizan y proponen interpretaciones de la obra de Kosice (ahí se ve durante
una lectura un tomo, de la década de 1980, rosa y rojo, publicado por
Sudamericana, que compila décadas de su poesía, buscando conectar escritura y
obra –tal como ocurre con la gota de agua mecida veloz y permanentemente–).
Y más testimonios de colaboradores, amigos y discípulos. Otra presencia –por
fotos, y la vía del recuerdo– es la de Diyi Laañ, esposa de Kosice.
Una de las líneas narrativas del film es la propia vida de
Kosice, sus orígenes familiares (quienes vienen de Europa a la Argentina,
humildes), y, por medio de jóvenes actores que lo representan en algunas
escenas (de niño y adolescente), mostrar el comienzo de su interés por las
artes, y el elemento agua como algo primordial. Así, un niño accede a una vasta
biblioteca, donde encontrará los dibujos y esquemas de Leonardo Da Vinci,
primera y principal influencia (como impulso y “modelo”, pero no para copiar o imitar).
La otra línea serán las concepciones que tiene el artista (se oyen fragmentos
de los manifiestos, se ven obras de Madí), su búsqueda por concretar el
proyecto de la Ciudad Hidroespacial, y el reconocimiento que ansía (y merece
plenamente), tras siete décadas de dedicación full a su arte (hay
fotos y filmaciones con Kosice en la Bienal de Venecia de 1961, y décadas
después, explicando a cámara su “filosofía” y concepciones porveniristas,
entre otras). Allí, como “broche de oro”, está la exposición que se concreta en
el Centro Pompidou de
París.
Entre otras perlas que tiene el documental, un momento
emotivo será el que muestre a un grupo niños escolares visitando el taller (y
“museo-expositor”) de Kosice, asombrados por sus obras –en una visita guiada– y
en diálogo con él. Lo que cuenta Gyula, a modo de anécdota, es parte de un
tratamiento más amplio, casi permanente, sobre el tema del arte, que tiene todo
el film: qué es, para qué “sirve”, cómo lo “usamos”. Comenta Kosice que un niño
preguntaba insistentemente señalando una obra “Eso ¿para qué sirve?”. Y Gyula
le responde: “A vos eso que está ahí y lo ves, ¿te hace bien?”. Y el niño: “La
verdad que sí, me hace bastante bien”. Y Kosice: “Bueno: la obra entonces está
hecha para que vos te sientas bien”. Un ejemplo sencillo del gran objetivo de
Kosice: que el arte se “diluya” (o se integre) a la vida, y forme parte de
ella, inescindible. ¿Utopía... sí o no? Y si es así ¿de qué clase de “utopía”
hablamos? ¿Vanguardia?...
Gyula Kosice |
Kosice, por su parte, sostiene que no es una utopía lo suyo,
que el término no le cabe a sus obras y concepciones. Muy por el contrario, con
los crecientes avances de la ciencia y la tecnología, y ante las necesidades
humanas, tenemos planteado como objetivo lograr acceder a nuevos espacios y
ámbitos de vida y reflexión, a nuevas costumbres, a una nueva cultura humana,
en contraposición con (o como superación de) el sistema vigente. (Otra anécdota
que cuenta Kosice en el documental va en el mismo sentido, cuando visitó la
NASA, para explicar su proyecto de Ciudad: le dijeron que era imposible por lo
“caro”, quiénes financiarían eso... y el artista les pidió algo simple,
sencillo: que se financiara dejando de producir bombas y armamentos, apenas,
por un día. Por supuesto que como respuesta sólo obtuvo una sonrisa.) En 1986,
en un “Prólogo móvil” para Teoría sobre el arte (un volumen publicado
por Eudeba que reúne diversos escritos entre 1944 y 1986), Kosice plantea que
todo ya se encontraba en el comienzo, en el Manifiesto Madí de 1946: “ruptura del marco y la
ortogonalidad, proposición inventada en la poesía, realizaciones lumínicas y
cinéticas, participación del espectador, invención y creación, idea del hábitat
móvil y trasladable, nueva concepción espacial, incorporación artística de la
tecnología de punta, exploración de nuevos materiales, interdisciplinarismo,
etc. Las ideas sobre un nuevo urbanismo ocupando realmente el espacio, sumadas
a las críticas a la arquitectura ‘internacional’ y ‘funcionalista’ permiten
advertir que ya en esa primera etapa de su elaboración teórica estaban
contenidos los supuestos básicos de la ‘Ciudad Hidroespacial’”. Desde ese mismo
año 46, con sus manifiestos y proclamas, obras y volantes, “se alza Madí,
confirmando el deseo fijo, absorbente del hombre de inventar y construir
objetos dentro de los valores absolutos de lo eterno; junto a la humanidad en
su lucha por la construcción de una nueva sociedad sin clases que libere la
energía y domine el espacio y el tiempo en todos sus sentidos y la materia hasta
sus últimas consecuencias”.
Para Kosice el artista debe enfrentarse a la realidad,
producir y crear, y plantarse en la ciudad (en diálogo y colaboración con otras
disciplinas como la arquitectura y el urbanismo), para que la obra adquiera
ahí, allí, su “razón de ser”: valen como ejemplos en el documental algunas de
las obras de Kosice instaladas en la ciudad de Buenos Aires: Corazón
planetario, en la Fundación Favaloro, y el Monumento a la democracia, en
la avenida 9 de julio, y en La Plata: el
Faro de la cultura, emplazado con motivo del centenario de la ciudad.
(En este faro se encuentra además su Mensaje para el año 2082, donde
plantea que “el arte debe ser el
catalizador y el acelerador de nuestra humana capacidad de sentir, pensar y
actuar, porque el acto pulsional entre lo cotidiano, el arte y la vida no tiene
en verdad intermediarios. Es un fluir constante”.)
Kosice Hidroespacial realiza
su recorrido por la obra del artista: desde los primeros manifiestos, pinturas
y esculturas, hasta las asombrosas obras hidrocinéticas, con sus acrílicos
transparentes, colores, luces y sistemas/mecanismos, y posa su mirada con
delicadeza sobre el artista mismo: sobre su vida, y también sobre él mismo, en
diversos momentos. Hay unos primeros planos, directos, cerrados, donde se lo
destaca, sin sonido, en una suerte de suspensión, que abre (o permite) el
interrogante sobre él mismo, sobre lo hecho y lo recibido. Un enfoque, un lapso
poético, una cálida mirada sobre el artista.
Otro grato momento, el último de la jornada en este caso, se
dio al finalizar la película, tras los aplausos, con el director Gabriel Saie y
Gyula Kosice (además de amigos y familiares) presentes durante esta primera
exhibición-estreno. Donde el público –con “micrófono abierto”– pudo opinar y
preguntar (hubo una mujer, por ejemplo, que reivindicó la poesía), y donde
Kosice y los suyos dieron muestras de alegría por lo visto, y por la entusiasta
recepción que hubo. Hicieron chistes, hubo risas y diversión, y, por supuesto,
muchos saludos, muestras de afecto, felicitaciones y fotos, a medida que el
público se retiraba de la sala.
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