José Carlos Mariátegui ✆ Carlín |
Juan Dal Maso /
José Carlos Mariátegui nació 14 de junio de 1894 en Moquegua. Afrontando
desde los 9 años una dolencia en su rodilla izquierda, producto de un
accidente, tomó contacto con la literatura desde muy joven y empezó a trabajar
para ayudar a su familia (la madre había quedado sola a cargo de tres hijos)
desde los 14 años, como “alcanza rejones” (los rejones eran pequeñas barras de
metal que usaban los linotipistas para alinear las letras y armar la
composición de textos) en el diario La
Prensa.
Entre 1914 y 1916 escribió para La Prensa y El Tiempo,
así como para algunas revistas, con el seudónimo “Juan Croniqueur”. Junto con
César Falcón, Abraham Valdelomar y Félix del Valle participa de la experiencia
de la revista Colónida. En 1918 funda la revista Nuestra Época, de la que salen dos números. En 1919 funda el diario
La Razón que se transforma en vocero
de las luchas del proletariado peruano por sus derechos más elementales,
durante mayo de ese año.
El 4 de julio asume el gobierno Leguía después de un
golpe de Estado. Será este gobierno el que “invita” a Mariátegui irse a Europa,
como una deportación encubierta. En Europa toma contacto con los grandes
problemas de la política y el movimiento obrero internacional.
Regresa al Perú en 1923 y comienza su actividad como
publicista marxista, a través de artículos y charlas realizadas en la
Universidad Popular González Prada, sobre la historia de la crisis mundial. En
1924 su salud vuelve a sufrir un nuevo golpe, perdiendo la pierna. En octubre
de 1925 funda la editorial Minerva, que publica La Escena Contemporánea. En septiembre del 1926 sale el primer
número de Amauta, revista que
dirigirá hasta su muerte en 1930 y que hará época en la historia del Perú y de
la izquierda latinoamericana.
A pesar de las persecuciones del gobierno y la policía,
continúa con la publicación de Amauta,
a la que se suma el periódico obrero Labor
en 1928. Ese mismo año se publican sus Siete
ensayos de interpretación de la realidad peruana, en los que analiza la
formación económico-social de Perú y ensaya una explicación marxista del
“problema del indio”, uniéndolo al “problema de la tierra” y destacando la
importancia de las tradiciones comunitarias de los indígenas como punto de
apoyo para la lucha socialista, en un sentido similar a la carta de Marx a Vera
Zasúlich, que se publicaría en ruso en 1926 y de la que es casi seguro que
Mariátegui no haya tenido noticias.
La definición del imperio incaico como "comunista"
fue luego superada por otras teorizaciones como la del modo de producción
"comunal-tributario" propuesta por el historiador chileno Luis
Vitale, pero de conjunto es la primera obra marxista que explica con rigor y
creatividad la historia del Perú y en perspectiva de América Latina.
El mismo año funda el Partido Socialista del Perú que será
organización simpatizante de la Tercera Internacional, luego de la ruptura con
Haya de la Torre y el APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana, de
orientación anti-imperialista), con quienes Mariátegui había colaborado como
parte de una política de unidad de todos los elementos de vanguardia y revolucionarios.
De esta ruptura da cuenta en su célebre artículo “Aniversario y Balance”, en el que señalaba que a la Norteamérica
capitalista no se podía oponer más que una América Latina socialista y que el
socialismo en nuestro subcontinente no sería "ni calco ni copia",
sino "creación heroica". Fue también un firme impulsor del apoyo al
movimiento feminista de su país y el autor de los documentos fundacionales de
la Confederación General de Trabajadores del Perú, fundada el 17 de mayo de
1929.
Cultor de un marxismo antidogmático y abierto al diálogo con
las corrientes más avanzadas del pensamiento burgués contemporáneo,
reivindicaba el rol de la actividad subjetiva como constitutivo de la
concepción marxista, así como tomaba distancia de las corrientes burguesas
decadentistas, que proponían dejar atrás al marxismo como parte del “estúpido
Siglo XIX”.
Frente al ascenso de Stalin y su lucha contra Trotsky,
consideraba que Trotsky expresaba un punto de vista cosmopolita, mientras que
Stalin expresaba mejor el momento por el que pasaba la revolución rusa,
haciendo hincapié en la importancia de avanzar en la edificación socialista en
la Unión Soviética, por lo que sin caer en una visión anti-trotskista (había
sido un gran admirador de Trotsky) y siendo enemigo de las prácticas
burocráticas, tampoco fue un crítico abierto de la burocratización de la
U.R.R.S.
No obstante, tuvo sus choques con los representantes de la
Internacional Comunista –en pleno proceso de burocratización- en América
Latina, en la primera Conferencia Comunista Latinoamericana que tuvo lugar en
Buenos Aires del 1 al 12 de junio de 1929.
En esa conferencia, la delegación peruana presentó los
documentos "Punto de vista antimperialista" y "El problema de
las razas en América Latina". El primer texto polemizaba con las tesis
defendidas por Vittorio Codovilla (dirigente del Partido Comunista Argentino) y
Jules Humbert-Drodz (delegado de la Internacional para América Latina, de
orientación bujarinista) cuestionando la definición de los países
latinoamericanos como semicoloniales y planteando la imposibilidad de separar
la lucha anti-imperialista de la socialista (como planteaba la dirección de la
IC, a tono con las caracterización del Programa del VI Congreso de la
Internacional Comunista, que dividía a los países entre maduros y no maduros
para el socialismo). Para Mariátegui, lo principal no era la caracterización en
sí misma de los países como semicoloniales o no, sino las tareas que la
dirección oficial derivaba de esa caracterización.
A diferencia de las concepciones que defendía Codovilla, los
principios programáticos del Partido Socialista del Perú, señalaban la
imposibilidad de una revolución democrático-burguesa separada de la revolución
proletaria y la unidad de anti-imperialismo y socialismo.
Murió en 1930, en plenos preparativos para trasladarse a
Buenos Aires, por iniciativa de su amigo trotskista Samuel Glugsberg, director
de la revista Babel. Luego de su
muerte, su figura fue adquiriendo las dimensiones de un mito, por buenas y
malas razones. El historiador soviético Miroshevski lo presentó como una
variante del “populismo” peruano, mientras que el burócrata del PC Eudocio
Ravines, como un “marxista-leninista-stalinista”. Otros intentaron leerlo en
clave “socialdemócratizante”, como haría el propio José Aricó durante los años
’80, no obstante el valor de sus investigaciones sobre la obra de Mariátegui, a
las que debemos en gran parte el conocimiento del marxista peruano fuera del
Perú.
En vida publicó dos libros, La Escena Contemporánea (1925) y los Siete Ensayos de Interpretación de la realidad peruana (1928) que
ya mencionamos. Su obra completa consta de veinte volúmenes publicados por la
Empresa Editora Amauta, que incluyen estos dos libros, catorce más con
compilaciones de sus trabajos y otros cuatro libros sobre Mariátegui, escritos
por otros autores.
Considerado como el marxista más importante de la historia
de América Latina, comparado por la orientación, influencias y temas de
reflexión con Antonio Gramsci, Mariátegui se encuentra sin dudas entre los más
destacados intelectuales marxistas del siglo XX.
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