En el presente trabajo trataremos de abordar la relación entre locura y literatura que ha establecido Michel Foucault, necesitando para ello hacer una revisión de su pensamiento, por ello, en la primera parte se hace un breve recorrido por las ideas más sobresalientes al respecto. La segunda parte presenta una exposición del texto “La locura, la ausencia de obra”, para finalmente recoger en la última parte las conclusiones del trabajo.
Foucault (1926-1984) se ha configurado como un
pensador de suma importancia no solamente en el ámbito filosófico, también es
un referente en otros campos del conocimiento: psicología, historia, política,
por mencionar algunos. De sus datos biográficos Minello Martini (1999) menciona
que nació en el seno de una familia burguesa en Francia en el año de 1926.
Entre los movimientos socio-políticos entre los que se desenvuelve su vida se
encuentran: la coalición de partidos políticos de izquierda, la Guerra Civil
Española, los conflictos de su país con Alemania por los territorios
fronterizos de Alsacia y Lorena, así como la Segunda Guerra Mundial. También
hace notar que predominan en el ambiente filosófico en los años que van del 45
al 60 las fenomenologías y el hegelianismo y a partir del 60 hay un
predominio del estructuralismo, además permeaba en el ambiente el legado de
Kant, así como el de Descartes.
Minello también considera de vital importancia el
surgimiento de esta nueva manera de hacer historia: la escuela de los Annales, que tiene una postura más
social, que amplía sus límites para incluir otras disciplinas en su análisis:
como la economía o la política, por mencionar algunas.
En un inicio sus estudios se enfocan al estudio de los
lugares de exclusión, como la locura, la psiquiatría, las prohibiciones. Trata
de investigar cómo es que se van construyendo distintas epistemes, cómo los
discursos construyen ciertos objetos y sujetos. En una etapa posterior de su
pensamiento se ocupa de las relaciones de poder y los códigos de conducta.
Como primer acercamiento
Uno de los puntos importantes en el pensamiento de Foucault
es la visión histórica: el acontecer humano se lleva a cabo en un tiempo y en
un espacio que por definición no puede ser el mismo en todos sus puntos. Está
hasta cierto punto, de acuerdo con la posición de los Annales: no se trata de ver en la historia la construcción de
la identidad o las etapas de un Estado o la sucesión de un listado
de nombres propios que marcaron el devenir de la humanidad, sino de tratar de
identificar las relaciones de sociales, económicas, políticas, religiosas, y de
otro tipo que se entrecruzan en su contínuo movimiento:
[…] podría decirse, jugando un poco con las palabras, que en nuestros días la historia tiende a la arqueología, a la descripción intrínseca del monumento. Esto tiene varias consecuencias; en primer lugar, el efecto de superficie señalado ya: la multiplicación de las rupturas en la historia de las ideas, de la reactualización de los periodos largos en la historia propiamente dicha […] Segunda consecuencia: la noción de discontinuidad ocupa un mayor lugar en las disciplinas históricas […] Tercera concecuencia: el tema y la posibilidad de una historia global comenzaron a borrarse, y se ve esbozarse los lineamientos, muy distintos, de lo que se podría lamar una historia general […] (Foucault 1969: 10-18 cit. en Minello 1999: 124).
Observar la problemática con una visión histórica que
funciona a modo de arqueología implica tener una mirada “de asombro”, es decir,
al encontrarse con un hallazgo no se dan cosas por sentado, no se busca para
robustecer lo que se quiere afirmar sino que se relacionan las distintas
dimensiones del acontecer histórico. Esta pluralidad de aspectos pone de
manifiesto que la historia no es una ni es contínua, no es homogénea, ni mucho menos
es uniforme, no es global [1], no se constituye en un tótem o un corpus lineal
sino que es variada, tiene rupturas, es heterogénea y no es globalizante.
Lo anterior resulta de vital importancia porque está
conectado con la construcción de lo verdadero: la “verdad” y los conceptos son
variables de una época a otra y de una cultura a otra, es decir, hay modelos
epistémicos diferentes, la verdad no es algo uniforme, monolítico, hay
mecanismos que establecen lo que es verdadero, lo que se acepta y lo que debe
rechazarse. Pero, ¿cuál es el objetivo de esta postura? Desenmascarar el
naturalismo de las cosas, hacer ver que los conceptos, los valores, van
cambiando. Señala además que es a través del discurso que se establecen estas
“verdades”, a través de él se dice lo que es bueno, lo que es malo, lo que es
enfermo, lo que es sano. Por un lado esta situación controla y restinge a las
personas, por otro, las pone en contacto con distintas epistemes, pues el
lenguaje y el discurso están inmersos en el poder.
La ausencia de verdades unívocas e inamovibles radica en que
el discurso es una creación humana, que se ubica en una época, en un
determinado espacio, en un cierto grupo de personas con ciertas prácticas. Esta
manera de concebir la historia esta influenciada por Nietzche, pues según su
postura la verdad es una invención humana, pero también tiene una influencia
metodológica; trabajar a modo de genealogía como lo hace Foucault siguiéndolo
necesita separa cada una de las partes de lo estudiado
[…] exige una minuciosa analítica de las mediaciones, aislar las tramas, según sus hilos, definir sus conformaciones, sus transformaciones, si incidencia en el objeto de estudio, y, en fin, repensar los conceptos que permiten su definición (Paponi 1996: 23).
Podría caber cierto escepticismo en el lector respecto a lo
dicho anteriormente, quizá podría objetar (con toda razón), ¿Cuál es la
importancia de ello? Es importante porque pone de manifiesto que no hay
verdades universales, que en el entramado de las relaciones de la vida
cotidiana hay discursos que ponen coto a las personas, que estas prácticas van
configurando un cierto tipo de sujeto, un cierto tipo de pensamiento, eso
implica que no haya una trayectoria definida por la cual deba transitar el ser
humano, sobre la cual deban transcurrir los hechos.
Es debido a esta concepción histórica que no hay conceptos
en Foucault que tengan pretensión de ser universales, porque afirma, de hecho
que tal cosa no es posible, porque el predominio de unos discursos trae consigo
el abandono de otros. El sujeto inalterable de la ilustración también es una
construcción, es histórico. Como lo señala Paponi (1996) el sujeto cartesiano
es un hombre que puede “dominar” la naturaleza, que construye una realidad
dicotómica, es un hombre es plenamente racional
[…] la constitución del sujeto no es a priori como postulación sino producto de prácticas sociales y de discursos que ellas generan. El sujeto no como dato primitivosino como efecto. Un efecto de sujeto que hace posible los cortes del discurso. Nohay preexistencia de un sujeto de conocimiento (Paponi 1996: 59).
Foucault abandona la racionalidad del individuo para poner
en su lugar a un sujeto formado socialmente. Con lo expuesto hasta aquí podemos
identificar tres elementos sobre los cuales gira el pensamiento de Foucault:
sujeto, verdad e historia, y el hilo que los une son las relaciones de poder.
En un primer momento le interesa estudiar los lugares de
exclusión, como la locura, tema que trataremos con más detalle en la siguiente
sección, y distingue en El orden del
discurso que hay mecanismo de censura externos al discurso[2] y mecanismos internos a él[3].
La relación locura-literatura
Otro de los ámbitos que Foucault estudia es precisamente la
literatura, a primera vista parecería que la relación es un tanto precipitada,
sin embargo, el razonamiento hecho por el autor (que no tiene pretensiones de
ser universal) conduce a la muerte de la locura. A continuación se explica por
qué.
En “La locura, la ausencia de obra” la disertación hecha por
este pensador comienza con un enunciado controvertido pues anuncia lo que para
la sociedad moderna parecería extraño: la inclusión de aquello que ha sido
exlcuido por mucho tiempo. La prueba de que es posible por su carácter
histórico es la poca familiaridad que hay en nuestra sociedad con “[…] la
trilogía griega, o la muda postura de la desviación chamánica en tal sociedad
primitiva” (Foucault 1972:239). Lo que en un momento era esencial, deja de
serlo en otro.
Y es que en todas las culturas, menciona el autor; hay
restricciones, cotos a las acciones, uno no puede hacer lo que quiera, cuando
quiera, ni decir cualquier cosa en cualquier circunstancia.
A través de sus estudios arqueológicos pone de manifiesto
que en las diferentes sociedades hay una constante: todas tienen prohibiciones,
las hay de conducta y de lenguaje. El primer punto relevante es que una no
implica a la otra, es decir, puede haber algúna acción prohibida pero está
permitida hablar de ella, o al revés, algo de lo que no se esté autorizado
hablar pero que se permite en la práctica. El segundo punto relevante es que
divide a las prohibiciones del lenguaje en cuatro categorías: 1) la
trasgresión a las reglas del código del lenguaje; 2) las palabras prohibidas;
3) los enunciados con significado indecoroso; 4) el excedente del lenguaje.
Todas son una subversión a las convenciones establecidas,
las llama, respectivamente: “faltas del lenguaje” por subvertir las leyes del
código lingüístico, “palabras blasfemas” por ser palabras que no se pueden
pronunciar y que usualmente están relacionadas con el ámbito religioso, sexual,
o mágico, “objeto de censura” porque son intolerables y el “repliegue” de la
palabra o excedente de la palabra, es una especie de pliegue donde se
encuentran múltiples significados, hay una proliferación de significantes el
donde el sentido de lo habitual queda suspendido.
La locura (como todas las construcciones humanas) son
perecederas, históricas, y es por ello que resulta válido postular que en otro
momento sea incluido en la “normalidad” de la cultura, que sea parte no sólo de
las formas, también del fondo. ¿Qué la caracteriza históricamente? La respuesta
es el lenguaje, los discursos y las prácticas institucionales. Nuestra cultura
se ha caracterizado por la predominante dicotomía “razón-locura” en la cual el
primer elemento ha sido puesto en una jerarquía mayor, mientras que el segundo
es excluido, se constituye como lo extraño, lo ajeno al hombre racional, sin
embargo también nos define como seres humanos.
Menester es señalar que la locura no es una esencia, se ha
ido configurando históricamente. En la Antigua Grecia era visto como un vidente,
como alguien que anunciaba el futuro, que tenía poder de enunciar presagios. El
cristianismo lo concibe como un estado de posesión diabólica, durante el siglo
XVIII se ubica en medio de las dos prohibiciones (de conducta y de lenguaje,
aunque tiene un acercamiento más bien con la esfera moral, espefíficamente con
aquellos actos que tienen carácter de prohibición:
[…] (permanece vinculada esencialmente con las prohibiciones sexuales), pero está incluida en el universo de las prohibiciones del lenguaje; el internamiento clásico comprende, con la locura, el libertinaje de pensamiento y de palabra la obstinación en la impiedad o la heterodoxia, la blasfemia, la brujería, la alquimia […] aquel que, contra el código de la lengua, pronuncia palabras sin significación […] o aquel que pronunciaalabras sacralizadas, […] o también aquel que propaga sifnificaciones prohibidas […] (Foucault 1972: 241).
Históricamente pasó de ser un vidente a ser una trasgresión
del lenguaje y/o los actos para actualmente constituirse como una patología,
como un mal funcionamiento de la química del cerebro, quienes tienen el poder
del discurso sobre este tema ahora son los médicos, específicamente la
psicología y la psiquiatría, está definida según su discurso y según sus
términos. Siguiendo el razonamiento del autor y dada esta condición de
historicidad, parece bastante válido afirmar que podría desaparecer.
Desde el discurso médico podría pensarse que va a
desaparecer porque va a lograr conocer tan bien la enfermedad que la va a poder
erradicar o que la puede controlar con medicamento, o en el mejor de los casos
que va a entender tan bien su funcionamiento que va a poder evitarla. Sin
embargo, la desaparición de la que habla Foucault se relaciona con el lenguaje,
pues encuentra un punto de confluencia entre el lenguaje de la locura y la
literatura.
El lenguaje del loco ha sido caracterizado como un
sinsentido, autoreferencial, sin dirección precisa;
Pero, ¿qué relación tiene esta caracterización con la literatura? Por un lado, este tipo de palabra abre el “plegue de la palabra”, despliega toda una posibilidad de significados, le abre camino a la multiplicidad y a la proliferación de sentido, muestra el escedente de la palabra, es un lenguaje sin obra, es lenguaje puro. Por otro lado, en la producción de la nueva literatura (a finales del siglo XIX, posterior a Mallarmé), es un tipo de literatura que no se ajusta a los códigos lingüísticos, que subvierte las normas del lenguaje, que es plural[…] como una palabra que se envuelve a sí misma, diciendo otra cosa por debajo de lo que dice, de la que es a la vez el único código posible; lenguaje esotérico, si se quiere, ya que detenta su lengua en el interior de una palabra que no dice otra cosa en definitiva sino esta implicación (Foucalt 1971: 241).
“[…] no se define por lo que dice, ni tampoco con las estructuras que lo hacen significante […] tiene que ver con la autoimplicación, con el doble y el vacío que se abre en él” (Foucault 1972: 243).
La locura que se alía con la literatura es lenguaje puro, es
trasgresor de las normas, no es unívoca, juega con el significante, mina la
palabra, pone en suspenso el significado habitual, abre la multiplicidad, busca
nuevas posibilidades, es un lenguaje que se implica a sí mismo. Esta relación
promueve la desaparición de la dicotomía “razón-locura”, se desdibuja la locura
como patología. No es obra porque hay un abanico de significados que tiende a
ser interminable, debido a ello la crítica literaria no está fuera, se
encuentra dentro del lenguaje mismo, actúa como un puente entre el texto y el
lector.
El efecto trasgresor de la palabra implica que si los
objetos están configurados por los discursos y estos son trastocados, es
posible cambiar la realidad, lo cual tiene repercuciones de tipo ontológicas
pues supone una nueva configuración de los objetos y los sujetos. El acompañamiento
de locura: bestia, Dios, signo, patología, se ha transformado en
“escribo-deliro”
Con lo expuesto hasta aquí, es posible afirmar que la
relación filosofía-poesía se encuentra inmersa en la dicotomía “razón-locura”,
la filosofía está instaurada en el ámbito de la razón (que también va a
desaparecer), aquella que pertenece a la tradición excluye a la locura, a pesar
de ello hay filósofos que se identifican con la nueva forma de hacer
literatura, como Nietzche, es en este punto donde filosofía y literatura
convergen, pues surge una nueva experiencia, esto a su vez promueve la
desapatrición de la dicotomía ya mencionada
[…] bajo estas transformaciones y por razones que parecen serles extrañas (por lo menos para nuestra mirada actual, una desatadura está produciéndose: la locura y la enfermedad mental deshacen su pertinencia a la misma unidad antropológica. La misma unidad desaparece, con el hombre, postulado pasajero (Foucault 1972: 244).
Esto trae aparejado consigo la desaparición del sujeto
configurado en la modernidad, el ser humano construido como todopoderoso, capaz
de controlar la naturaleza y a sí mismo, ese constructo abstracto, racional
lleno de autodeterminación, dueño de su voluntad, capaz de manejar los
designios a su antojo también desaparecerá.
Conclusión
Las construcciones conceptuales son históricas, no son
inamovibles, sino dinámicas, estas elaboraciones dan pie a ciertos discursos a
través de los cuales se constituye una noción de lo que son las cosas y los
sujetos. Lo cual demuestra que la verdad y los ocnceptos son variables de una
época a otra y de una sociedad a otra.
Esta visión histórica aunada a la influencia de Nietzche,
Marx, y Freud (principalmente) pone de manifiesto las diferentes relaciones que
configuran realidades (y prohibiciones), esta ausencia de verdades unívocas
también se aplica a la “locura”.
Se pone de manifiesto que aquellas afirmaciones encubiertas
de verdad son asumidas sólidas e inamovibles por quienen detentan cierto tipo
de discurso, como el discurso de la ciencia. Es a partir del siglo XVII que se
establece una relación entre la locura, la enfermedad mental y el lenguaje.
La relación entre literatura y locura ha sido más estrecha
debido a que el lenguaje de la locura irrumpe en el ambiente literario debido a
la nueva forma de escritura literaria, es una escritura que tiene un tinte
subversivo, transgresor de los códigos lingüísticos, reglas gramaticales, es
por ello que se proclama la desaparición de la locura (como patología), junto
con la dicotomía “razón-locura”. En este tenor, la dicotomía filosofía poesía
también va a desaparecer, ya que la primera pertenece al ámbito racional y como
hemos expuesto: la línea de división entre ambas se va desdibujando cada vez El
hecho de que se asuma a la locura como un “juego familiar” le confiere un aire
menos solemne, más cercano a nosotros. Si la configuración de objetos y sujetos
está hecha con discursos, al cambiar el discurso también es posible cambiar la
realidad.
Bibliografía
Foucault, Michel. “La locura la ausencia de obra” en Michel
Foucault 1926-1984. Obras esenciales. Barcelona: Espasa Libros,
([1972] 1999).
Paponi, María Susana. Michel Foucaul: historia,
problematización del presente. Buenos Aires: Biblos, 1996.
Notas
[1] Esta es una de las principales críticas
de Foucault al marxismo: que su postura histórica parte de una “historia
globalizante”, no parte de una historia plural. El segundo punto en contra del
marxismo es que tiene una definición cerrada de “individuo”, porque está determinado por
estructuras socio-económicas. “No obstante, Foucault no deja de ver en Marx,
insisto, esta sospecha de algo que se enmascara, que se oculta detrás del mito
ilustrado de orden-progreso-linealidad y los postulados “meritocráticos” del
liberalismo. La solución marxiana transita por la oposición ciencia-ideología
(otra vez verdad versus error) y por ese camino se impone la necesidad de la
toma de conciencia de la condición de alienación para superar la dominación […]
Foucault piensa […] que el trabajo de un intelectual no consiste en modelar la
voluntad política de los demás, sino en interrogar de nuevo las evidencias y
los postulados, cuestionar los hábitos, las maneras de hacer y de pensar,
disipar las familiaridades admitidas” (Paponi 1996: 59).
[2] Dentro de los sistemas de exclusión se
encuentran: lo prohibido, la dicotomía razón-locura, y la voluntad de verdad.
Otra forma externa es la relación sujeto-discurso en el que se engloban: el
ritual del habla, las sociedades de discursos, las doctrinas y la adecuación
social.
[3] Estos procedimientos internos son: el
comentario, el autor y la disciplina a la que pertenece el discurso.
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