Fotografía: Paulo Slachevsky |
Durante el Renacimiento europeo se habría comenzado a desplegar un proceso de progresiva racionalización de la naturaleza, proceso que como consecuencia habría de reflejarse en una reconstrucción radical de las perspectivas del tiempo y del espacio en el mundo Occidental. La conquista y el ordenamiento racional del espacio se convirtieron en una parte integrante del proyecto de modernización, en donde dicha organización ya no se llevaba a cabo para reflejar la ‘gloria de Dios’, sino para celebrar y facilitar la liberación del hombre como individuo libre, dotado de conciencia y voluntad. Los viajes de descubrimiento cambiaron la forma de representar el mundo, mostrando que este era finito y potencialmente cognoscible. De esta forma, por ejemplo los mapas, ya despojados de todos los elementos de fantasía y de la creencia religiosa, se convirtieron en sistemas abstractos y estrictamente funcionales para el ordenamiento fáctico de los fenómenos del espacio[1]. Dicha visión totalizante del mapa daría lugar a la construcción de un fuerte sentido de las identidades nacionales, locales y personales por medio de las diferencias geográficas, siendo reflejo de este proceso el hecho de que durante la primera época de la economía-mundo europea se constituyera en torno a las ciudades-Estado, las cuales a su vez darán lugar a los Estados territoriales o Estados Nacionales[2].