En varios sitios se habla mucho sobre el uso del lenguaje inclusivo,
específicamente sobre su utilidad y justificación. Supuestamente, con ese uso
se evita la discriminación de la que son objeto las mujeres en algunas
ocasiones. Según esto, en una oración como “Se invitó a todos los abogados” se
emplea un lenguaje exclusivo y se deja por fuera a las abogadas. Con respecto a
este tema, se explican a continuación algunas consideraciones reduciendo a lo
esencial la terminología gramatical.
Lea más abajo la opinión de un lector
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Quienes defienden el uso inclusivo arguyen que el género
masculino es excluyente. Sin embargo, si esto se analiza detenidamente, se
comprueba lo contrario. La oración “Los niños pequeños son muy indefensos” se
refiere a mujeres y varones; en cambio, “Las niñas pequeñas son muy indefensas”
solo puede referirse a mujeres y, por tanto, quedan excluidos los varones. Como
se puede ver, el masculino es el género inclusivo, y el femenino, el exclusivo.
De acuerdo con lo anterior, en gramática se habla de género marcado (femenino)
y género no marcado (masculino).
Precisamente por tener el español un género no marcado (o
inclusivo), que coincide con el masculino, es este el que se emplea de manera
general para abarcar lo femenino junto con lo masculino, excepto en algunos
pocos casos como brujos o monjes, que no abarcan a las brujas y a las monjas,
respectivamente. Por esta razón se puede hablar de una reunión de padres de
familia y no se excluye a las madres por emplearse el sustantivo padres;
también se puede hablar de una asamblea de profesores y se entiende que se
reunieron las mujeres docentes y los varones docentes. Igualmente, si se habla
del cuidado de los gatos, no se excluye la posibilidad de cuidar gatas; ni se
excluye a una filóloga cuando alguien dice que requiere la opinión de un
filólogo. No parece útil, ni justificado, ni mucho menos necesario recurrir al
desdoblamiento: una reunión de madres y padres de familia, una asamblea de
profesoras y profesores, el cuidado de las gatas y los gatos, la opinión de una
filóloga o un filólogo.
Hay casos en los que el desdoblamiento es prácticamente
imposible, como en “Ella y él están casados” o “Es normal equivocarse: somos
humanos”. En el primer caso se emplea casados porque se hace referencia al
femenino (ella) junto con el masculino (él), y en el segundo se emplea humanos
porque se requiere el género no marcado para abarcar a mujeres y varones. Lo
mismo ocurre si alguien dice “Todos nosotros estamos equivocados”. El género no
marcado representa la concordancia por defecto (nótese, por ejemplo, la
concordancia de los adjetivos con las oraciones que funcionan como sujeto: “Es
necesario dormir unas ocho horas”). No se espera que nadie, para evitar una
supuesta discriminación, recurra a circunloquios como estos, que hasta pueden
cambiar un poco la interpretación: “Ella está casada con él”, y “él está casado
con ella”; “Es normal equivocarse: somos humanas y humanos” o “Todas nosotras y
todos nosotros estamos equivocadas y equivocados”.
Se han utilizado algunas fórmulas coordinadas, como las
costarricenses y los costarricenses, e incluso se han coordinado solamente los
artículos definidos, que, por ser elementos átonos, no aceptan originalmente
tal tipo de enlace: las y los costarricenses. No obstante, esta «solución»
tampoco es regular ni coherente; por ello se encuentran ejemplos en los que el
desdoblamiento es parcial, como en “Las y los costarricenses serán convocados”.
En este caso se usa convocados en vez de “Las y los costarricenses serán
convocadas y convocados, lo cual demuestra la imposibilidad de su empleo
general.
Además de las fórmulas citadas, se han empleado otros
recursos aún menos justificados, como los paréntesis: estimado(a)(s)
compañero(a)(s), los cuales imposibilitan la lectura; o la arroba, que ni
siquiera es una letra, sino un símbolo, por lo cual tampoco podría leerse: estimad@s compañer@s.
Como se puede comprobar, el uso del género no marcado
permite cumplir con el principio básico de economía y, además, se gana mucho
desde el punto de vista estilístico sin caer en ningún tipo de discriminación.
Consecuentemente, se evita una gran cantidad de repeticiones que cansan al
lector o al oyente y que casi nunca aportan nada relevante.
De todos modos, siempre debe tenerse en cuenta que la
discriminación es un hecho primordialmente social. Si en un centro educativo,
por ejemplo, se convoca a una reunión de profesores y no se admite la presencia
de alguna mujer docente, es evidente que el problema no es lingüístico. La
lengua no discrimina. Por lo tanto, conviene dejar claro que, en la vida
cotidiana, las mujeres no son discriminadas porque el género no marcado
coincida con el masculino, ni tampoco este aspecto lingüístico promueve la
discriminación.
Algo parecido ocurre con la oposición de número: singular y
plural. El primero puede emplearse con el valor del segundo. También tendría,
pues, un valor genérico, incluso si se emplea el artículo definido. Si se habla
de la importancia de la mujer en la sociedad, no se habla de una mujer
específica y se excluye a todas las demás, sino que el singular la mujer abarca
a todas las mujeres. Tampoco hay discriminación al decir El gato es un animal
doméstico. El singular de género no marcado el gato abarca a las hembras y los
machos. Lo mismo ocurre con el conocidísimo uso de hombre en casos como “Se
dice que el hombre es superior al animal”, donde equivale a los hombres y,
además, engloba a mujeres y varones. Muy distinta es la interpretación de
hombre en la oración “El hombre debe apoyar a la mujer”, en la cual es evidente
el uso de hombre como sinónimo de varón. En estos casos, el contexto aclara la
interpretación. De igual forma, en la recomendación “Alimente a su hijo con
leche materna”, se entiende que su hijo puede referirse a una mujer o a un
varón, pero también puede referirse a varios hijos.
Hay construcciones gramaticales que también se emplean con
este valor genérico o inespecífico, como “Aquí hay que estar callado”; “Es muy
peligroso conducir ebrio” o “Cuando se está acompañado, la tristeza se
sobrelleva mejor”. En las tres construcciones se emplean formas no marcadas:
callado, ebrio y acompañado, y en ningún caso se podría pensar que se excluye a
las mujeres. Se entiende perfectamente la referencia general a cualquier
persona. Aplicar tal razonamiento estaría tan poco justificado como pensar que
se excluye a la primera persona o a la segunda al decir Aquí hay que callarse o
Cuando se está demasiado satisfecho consigo mismo, se puede caer en el
conformismo.
Lo anterior puede relacionarse con dos palabras que sirven
para excluir o incluir grupos: los adverbios solamente y también. El primero
sirve para excluir elementos de otros posibles, y el segundo sirve para incluir
elementos junto con otros. En Comimos solamente arroz se excluyen otros
alimentos posibles, como frijoles, carne, verduras, etc.; en Comimos también
arroz se incluye el arroz en el conjunto de alimentos que comimos (se supone
que comimos otros más, como frijoles, carne, verduras, etc.).
Nótese la interpretación de esos adverbios en estas dos oraciones: En este colegio solamente se admiten filósofos; En este colegio también se admiten filósofos. En la primera oración se excluye a los médicos, abogados, contadores, etc.; y en la otra se incluye a los filósofos en un grupo más amplio, que puede abarcar médicos, abogados, contadores, etc. En ningún caso los adverbios mencionados motivan la oposición femenino/masculino: filósofas/filósofos. Si alguien dice “En este colegio solamente se admiten filósofos”, no se espera la pregunta ¿No se admiten filósofas?; en cambio, sí es posible que alguien pregunte ¿No se admiten ni médicos ni abogados? Los grupos posibles incluidos o excluidos mediante tales adverbios están relacionados con las profesiones, no con las mujeres y los varones. De nuevo, el usuario de la lengua no considera que haya discriminación de las mujeres en estos casos porque, ciertamente, no hay tal discriminación.
Ahora bien, puede decirse que, en caso de que sea
verdaderamente relevante la oposición femenino/masculino, es totalmente
aceptable el desdoblamiento, como en Tengo hermanos y hermanas, pero también se
pueden usar otras soluciones, como elementos explicativos del tipo hombres y
mujeres, el uso de colectivos (alumnado, profesorado, etc.) y otras semejantes
si con ello se evita alguna ambigüedad o simplemente se logra mayor claridad
por falta de elementos extralingüísticos o contextuales: Nuestros funcionarios,
tanto hombres como mujeres, usan el mismo tipo de uniforme. Excepto en estos
pocos casos, el desdoblamiento resulta innecesario e injustificado.
Finalmente, cabe agregar que en las secciones 2.1-2.2 de la
Nueva gramática de la lengua española se apoya el análisis explicado en este
artículo, y también coinciden en ello los párrafos relativos al género
gramatical incluidos en la versión manual y la próxima versión básica de esa
obra.
Cristian Fallas
Alvarado, es filólogo y profesor universitario. Se ha dedicado a
la investigación, la colaboración en proyectos lingüísticos y la corrección de
textos. También ha colaborado en la traducción (del inglés al español) de algunos
textos médicos y ha dado algunos cursos por Internet. Ha trabajado con la
Academia Costarricense de la Lengua y la Real Academia Española en la revisión
de la «Nueva gramática de la lengua española» (volúmenes de morfología y
sintaxis), la «Ortografía de la lengua española», la «Nueva gramática básica de
la lengua española», la «Ortografía básica de la lengua española» y la
actualización del «Diccionario panhispánico de dudas».
La opinión de un
lector
Manuel CMM
Muy pedagógica la explicación. Resulta verdaderamente
ruidosa esa suerte de “redundancias” vocales. Sin embargo, yendo al origen
semántico del género que nos ocupa, inferimos que los primeros redactores de
enciclopedias, diccionarios, gramáticas y fines, se hallaron en una atmósfera
social dónde el paternalismo, varonismo
o predominio del hombre sobre la mujer
alcanzaba su máxima expresión: es el patriarcado que logró transmitirse
hasta nuestros días, relegó a la mujer a otros roles obviamente secundarios,
y logró su máxima dominación desde los
revolucionarios tiempos de la Francia proburguesa del S XVIII cristiano. Por
cierto, Karl Heinrich Marx recogió esa vigencia cuando habló de “la explotación
del hombre por el hombre”. Sabemos, como
él lo supo, que la mujer del
explotador secunda a este en dicha explotación; o sabemos que hay
empresarias capitalistas no menos
explotadoras que los empresarios capitalistas.
De acuerdo con sus bien fundamentadas explicaciones, no
deberíamos decir explotadores y explotadoras, pero debemos hacerlo para tener
claro que la explotación capitalista no
discrimina entre proletarios y proletarias, entre asalariados y asalariadas,
entre pendejos y “pendejas” ni entre
explotados y explotadas.
Entre las manifestaciones de subordinación de la mujer por
el hombre se halló el ejercicio del voto, y a este logró reconocérsele en
Venezuela recientemente a fines del siglo XIX, si mal no recuerdo, pero con una
segunda discriminación que excluía descaradamente a las analfabetas, pero de hecho a
la mujer proletaria. Así las cosas, los redactores de la Constitución
vigente lograron introducir en su texto obligaciones que saltan toda esa legalidad
gramatical, así como “sacaron del juego” el
tratamiento de señor que de perogrullo es inclusivo de señora, atavismos que son tan feudales
y rezagados como lo es el hecho
de darle prioridad al género masculino en materia de adjetivación que sigue arrastrando
el DRAE.
Particularmente he cuestionado y sugerido a esa academia que
en sus próximas entregas respeten sus propias normativas gramaticales y dejen
de darle prioridad al género masculino cuando recogen las entradas, “marcadas”,
como usted lo apunta. Me refiero a que señalan primero y explícitamente el
género masculino y apenas entre paréntesis, al femenino. A propósito, no logro
asimilar que las voces: “femenino(a)” y “masculino(a)”, sean recogidas a pesar
de que ellas son excluyentes per se. La contradicción y autoilegalidad gramatical del
DRAE (lo supongo) consiste que al colocar
primero voces masculinas, de esa manera rompen con el carácter
alfabético y taxonómico que cruza todo el diccionario, o sea, si los nombres y
adjetivos son marcados. Si la palabra
voz se califica como perteneciente al género femenino, me resulta redundante
remarcarle ese carácter cuando decimos “voces femeninas”. Usted, como especialista,
me dirá que “la voz de la soprano es voz femenina, o de la mujer cantante, mientras la del tenor es
masculina, o del hombre cantante. Me he inclinado por: voces de la mujer, v.
del hombre. La expresión: “hombre macho” no es menos redundante, y mujer macha u hombre femenina resultan
cómicos. El hecho es que ¿por qué la Academia no le da entrada primero a, por ejemplo: “primera”(o);
“acertada(o), cosas así? Desde luego, entonces caeríamos en “feminismo”, de tal manera que lo sensato
sería asumir esta forma y sobreentender que se hace así por razones de
ordenación alfabética, pero hasta allí, porque cuando se emplea el masculino,
por su carácter inclusivo, se está irrespeta ese orden en cuestión.
Por lo demás, creo que esos derechos femeninos (¿sic o no
sic? sólo terminan escondiendo el verdadero derecho que debemos tener en común:
no ser explotados independientemente del género en juego.
Y además, concuerdo
con usted perfectamente porque cuando
omitimos el femenino o género, no se excluye ni discrimina a la mujer ya que de
Perogrullo esta lo que tiene es sexo y no género, de tal manera que el lenguaje
asexista o sexista es una incongruencia,
pero también es verdad que no resultaría
muy “decente” hablar sobre “igualdad de sexo” puesto que esta voz alude por
defecto asuntos de cama, a homosexualidad por así decirlo. Hay muchas
antinomias en este idioma. Reciba un
cordial saludo.