Foto: Jean-Luc Mélenchon |
Jean-Luc Mélenchon está a punto de ganar su apuesta. En un
sondeo BVA publicado el pasado 22 de marzo, el candidato del Frente de
Izquierda (Front de gauche) – que reúne al Partido Comunista, el Partido de
Izquierda (Parti de gauche) y la Izquierda Unitaria (Gauche unitaire),
proveniente del trotskismo – se alza, con un 14% de intención de voto, en
tercer lugar, lejos detrás de Nicolas Sarkozy (28%) y François Hollande
(29,5%).
¿Humo de pajas? ¿Calma efímera? A cuatro semanas de la primera vuelta del escrutinio presidencial, aunque es demasiado pronto para medir el impacto electoral de la tragedia de Toulouse, el paisaje está lejos de haberse fijado. Pero han vuelto a barajarse las cartas.
¿Humo de pajas? ¿Calma efímera? A cuatro semanas de la primera vuelta del escrutinio presidencial, aunque es demasiado pronto para medir el impacto electoral de la tragedia de Toulouse, el paisaje está lejos de haberse fijado. Pero han vuelto a barajarse las cartas.
El portaestandarte de la “insurrección cotidiana” y de la
“radicalidad concreta”, que ha conseguido su demostración de fuerza el domingo
18 de marzo en la Plaza de la Bastilla parisina, almacena los frutos de una
campaña dinámica. Desde mediados de enero, Mélenchon ha ganado cuatro puntos en
el sondeo Ipsos, publicado en Le Monde el 21 de marzo.
Con un 11,5%,
avanza dos puntos en quince días. En el sondeo CSA, publicado el 22 de marzo,
el antiguo ministro de Lionel Jospin se encuentra, con un 13%, a la par de
François Bayrou. Y le pisa los talones a Marine Le Pen (13,5%). Si bien no se
ha instalado todavía en el puesto de “tercer hombre”, va viento en popa.
De partida, la apuesta del antiguo senador que dejó el
Partido Socialista en 2008 para fundar el Partido de Izquierda, era audaz. Le
hacía falta imponerse a un Partido Comunista moribundo – Marie-George Buffet
había logrado un 1,93% en 1997 -, haciéndole aceptar la idea de que, de no
fundirse en un frente de izquierda que eligiera como paladín a un no comunista,
desaparecería de la pantalla del radar. Las primarias de junio de 2011 habían
revelado una cierta resistencia a la OPA de Mélenchon, puesto que su competidor
comunista, André Chassaigne, había recogido un 36,8%. Y la tonalidad populista
y muy antisocialista de los discursos de inicio de campaña del diputado europeo
había cogido a contrapelo a una parte del aparato.
Mélenchon disponía sin embargo de un potencial electoral que
le permitía esperar, si no cualificarse para una segunda vuelta, como
proclamaba él de vez en cuando a modo de machada, sí acabar bien situado.
Teniendo en cuenta la inexistencia de los dos candidatos de la extrema
izquierda – Nathalie Arthaud, de Lucha Obrera (Lutte Ouvrière) y Philippe
Poutou, del Nuevo partido Anticapitalista (Nouvel Parti Anticapitaliste) se
reparten un 1% en los sondeos, cuando Arlette Laguiller y Olivier Besancenot
totalizaban un 5,4% en 2007 – y la ausencia de José Bové (1,32%), Mélenchon
disponía de un potencial electoral que se sitúa entre el 9% (2007) y el 13,8%
(2002). Tras haber llegado a un límite entre el 6 y el 9%, se acerca a la base
que podía pretender.
Poco a poco, Mélenchon ha vuelto a encuadrar su discurso, se
ha alejado de las orillas del populismo y del antisocialismo primario – cuando
calificaba a Hollande de “capitán de patín playero” y se ha transformado en
cantor de la lucha contra el Frente Nacional. Tribuno del “anticapitalismo” y
del rechazo a la austeridad, coloca en primera fila de su “revolución
ciudadana” “lo humano antes que nada” y promete la instauración de una VI
República y la “planificación ecológica”. De ser primero creyentes no
practicantes, los comunistas se han ido convirtiendo poco a poco al
mélenchonismo.
En este estadio, el candidato del Frente de Izquierda juega
y gana. Pero progresa en detrimento de Hollande. Cuanto más sube, más se hunde
el candidato socialista. Nicolas Sarkozy observa con júbilo este fenómeno,
alabando de paso “el talento” de Mélenchon, que le refuerza en su apuesta de
llegar en cabeza en la primera vuelta. Al conocerse su propuesta de imposición
fiscal de un 75% para aquellos ingresos superiores a un millón de euros,
Hollande ha golpeado dos veces. Ha obligado a Sarkozy a volver a vestir sus
galas de “presidente de los ricos” retomando la defensa de los patronos de la
CAC [índice bursátil francés], y ha seducido a la izquierda de la izquierda.
Pero el efecto ha tenido poca duración y esta inflexión de izquierda ha
repelido a una parte del electorado centrista. En el último sondeo Ipsos, la
parte de los electores de Bayrou dispuestos votar por él en la segunda vuelta
ha pasado, desde primeros de marzo, del 50 al 41%.
¿Puede el éxito de Mélenchon hacer perder a Hollande, que
sigue siendo claramente favorito para una segunda vuelta? En los sondeos, el
total de votos de izquierda y de extrema izquierda oscila entre un 43% (Ipsos)
y un 46,5% (BVA), mientras que en la primera vuelta de 2007 no era más que del
36,4%. Las reservas de voto del candidato socialista son más importantes que
las de Sarkozy, más de ocho electores de cada diez se inclinarían por él. Pero su
eventual victoria depende también de los electores centristas
Si se confirma, la escalada de Mélenchon va a redistribuir
las cartas. Tras el hundimiento electoral del Partido Comunista y el
ascenso de los Verdes en las europeas de 2009 (16,28%) y en las regionales de
2010 (12,19%), Europa Ecología (Europe Ecologie) se ha convertido en socio
privilegiado del PS. Están vinculados por un acuerdo electoral para las
legislativas de junio. Si Eva Joly confirma la mediocre puntuación que se prevé
para ella (2%), el Frente de Izquierda se convertirá en ineludible. Recusando
todo “voto útil” – no hay “peligro de eliminación de la izquierda”, explica en L´Humanité
Dimanche del 22 de marzo – Mélenchon considera “inviable” una simple
adhesión.
Los socialistas deben a hacerse a la idea de que la realidad
del Frente de Izquierda “no es asimilable al habitual equipaje de mano que
suponen el Partido Radical de Izquierda, los Verdes y los chevénementistas”.
Pero ¿resistirá el Frente de Izquierda una victoria de Hollande, entre un PCF
deseoso de conservar su grupo de diputados, y por tanto acomodaticio, y su
candidato incómodo tentado a seguir siendo un electrón libre al margen de los
arreglitos entre amigos?
Michel
Noblecourt es periodista del diario parisino Le Monde.
Traducción
por Lucas Antón