Especial para La Página |
Sí-pues.
Un adverbio pegado a una conjunción.
Sin guión. El adverbio es claro, terminante, denota una
asertividad definitiva y lleva normalmente acento prosódico. Una respuesta afirmativa, sin lugar a dudas.
La conjunción es ilativa, y por lo tanto debería
estar precedida y seguida de las palabras o las ideas que la misma enlaza o
relaciona entre sí. Por ejemplo: “sí
acepto, pues estoy convencido”. Muy
claro.
Pero vivo desde hace cinco años en un país al
que Carlos Fuentes definió con su famoso “tan
lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos…”, y me tomó todo este tiempo
comprender que en este país hay una ausencia idiosincrásica del adverbio “no”. No sabría decir si esto es debido a la
cercanía o a la lejanía señaladas por Fuentes, pero acá nadie te dice “no”.
Entonces, se juntan el adverbio y la conjunción
y se dice “sipués”. A todo se dice sipués.
Como muchos de ustedes sabrán, hace ya varios
meses que dejé mi empleo fijo y lancé una propuesta de negocios propia,
tratando de aprovechar mi experiencia profesional de tantos años. Diseñé un aparatito que no voy a detallar
porque es demasiado técnico, y me lancé a tratar de venderlo, sabiendo que hay
un mercado potencial.
Bueno, si todos los sipués que he recibido en
los últimos seis meses fueran realmente claros, terminantes y asertivos “sí”,
yo hoy estaría millonario, planeando mi jubilación en la isla Los Roques en
Venezuela.
Pero tengo en mi poder
solamente un montón de sipués, y nada de dinero.
Entonces, tengo que tratar de comprender el sipués
por lo que realmente significa, como única manera de navegar lingüísticamente
en el mundo de negocios mexicano.
¿lograré algún día hacerlo?
Está claro que gran parte del problema soy yo,
que cargo un bagaje cultural siempre cambiante producto de la vida nómade y los
cinco países distintos en los que distribuí equitativamente mi existencia.
Pero no se trata sólo del mundo de negocios, ni mi
bagaje cultural es lo más importante.
Creo que la ausencia del no y su reemplazo por elsipués está
profundamente insertada en la idiosincrasia general del pueblo mexicano. Si uno se para en una esquina y le pregunta a
alguien: “oiga, ¿Usted sabe dónde queda tal banco?, la respuesta es siempre
–“¡sipués!”, y uno termina irremediablemente perdido.
Esa mágica unión del adverbio y la conjunción ha
generado en México un nuevo lexema gramatical de uso múltiple, con un solo
propósito: ambigüedad, para que las cosas sigan como están.
Hay quienes pretenden explicar la falta del “no”
diciendo que al mexicano “le da pena” decir que no. Aclaro que en México el sustantivo pena no
significa en este caso dolor ni angustia, sino vergüenza y apocamiento. Pero la ausencia del “no” no tiene nada que
ver con ninguno de esos cinco sustantivos comunes abstractos.
Debe haber otras razones.
El sipués atraviesa los umbrales de la vida
cotidiana y de negocios, y domina la vida política mexicana. Este año hay elecciones nacionales, y los
mexicanos tienen cuatro candidatos de sipués para elegir.Sipués, durante casi
70 años nos jodieron. Sipués, nos
siguieron jodiendo los últimos 12 años.
Sipués, son los de la maestra que se junta con los unos o los otros para
seguir jodiéndonos. Sipués, esos
perdonan y aman a todos…
¿Habrá sido siempre así? Lo dudo.
¿Desde cuándo esto ocurre en el lenguaje y la idiosincrasia? No lo sé.
Quiero creer que es un fenómeno social
relativamente nuevo en términos históricos.
De lo contrario Emiliano Zapata no podría haber escrito varios de los
párrafos del Plan de Ayala: “Teniendo en cuenta…que no son, ni pueden ser en
manera alguna la representación de la Soberanía Nacional…”; “…En virtud de que
la inmensa mayoría de los pueblos y ciudadanos mexicanos no son más dueños que
del terreno que pisan sin poder mejorar en nada su condición social ni poder
dedicarse a la industria o a la agricultura, por estar monopolizadas en unas
cuantas manos, las tierras, montes y aguas; por esta causa, se expropiarán
previa indemnización…”; “…La Junta Revolucionaria del Estado de Morelos no
admitirá transacciones ni componendas hasta no conseguir el derrocamiento de
los elementos dictatoriales…”
Ningún sipués.
Mucha asertividad. Muchos claros,
resonantes, necesarios y definitivos “no”.
¿A dónde han ido a parar?
Si tuviéramos hoy en México una dirección
política con ese tipo de asertividad, la vida sería distinta; un sí sería
verdaderamente un sí.
En el plano coloquial cotidiano, nadie “tendría
pena” de pronunciar el morfema de negación castellano. En el plano político, todos en México
comprenderían que un asertivo NO es muchas veces la verdadera opción.