Especial para La Página |
Al
observar el panorama internacional se observa un mundo sumido en una cultura
global neoliberal impuesta por el Shock, cuyas características centrales
resultan ser el consumismo hedonista, la exacerbación narcisista
(individualismo), la seducción y la frivolidad como clima generalizado,
multiplicado al infinito por los medios. Un mundo paradojal, pues –
contrariamente a lo que parece – vivimos una cultura híper masificada en la
cual los más originales “modos – de – ser” están prescritos por la publicidad.
Un mundo en que, tras la ilusión de “democracias neoliberales”, lo único cierto
es que el “Estado Mayor” de los ejércitos sigue decidiendo el curso de los
acontecimientos: Aquí, en Israel, en Washington, África o Pekín.
Una
mirada escéptica al mundo de hoy se impone. Lo primero que muere en un mundo “totalmente
administrado”, como el que nos toca vivir, es cualquier posibilidad de
aproximarnos a alguna verdad. Los ejemplos sobran, sea un golpe de estado en
Mali, la masacre continua en Afganistán o la narco violencia en México, todo
apunta a un presente de barbarie en que la violencia y la corrupción corren
paralelas. Asistimos a la perversa conjunción de Poder, Dinero y Violencia.
Entre los negocios más lucrativos en el presente se encuentran, desde luego, el
tráfico de drogas y la venta de armas.
A
los medios de comunicación les corresponde “inventar el mundo” cada día,
hacerlo soportable para millones de “usuarios” que deben producir y consumir en
un ciclo perpetuo que condiciona su existencia. La invención del mundo no
consiste en negar la “realidad” (sea lo que fuere) sino más bien en
significarla en una narrativa mediática. La invención mediática del mundo
consistiría en adscribirle cierta racionalidad a la brutal irracionalidad que
preside el espectáculo cotidiano de degradación y violencia. La llamada Híper
Industria Cultural ha adquirido la capacidad técnica y estética de narrar en
tiempo real y en tono de comedia la Historia Universal de la Infamia.
El
mundo está sumido en lo que se ha llamado “capitalismo del desastre”, el modo
neoliberal de administrar la catástrofe económica y medio ambiental en que se
debate gran parte de la humanidad. En las grandes urbes del planeta surgen por
doquier los “indignados”, miles de ciudadanos que son reprimidos por la policía
por denunciar las injusticias amparadas por sus gobiernos. El mundo neoliberal
que permite el crecimiento de la riqueza en Wall Street al precio de guerras y
hambre diseminadas en todos los continentes. Finalmente, el neoliberalismo ha
sido denunciado como un “genocidio macroeconómico” en que la violencia no se
encuentra, tan solo, en sus consecuencias sino, y principalmente, en sus
premisas.