Especial para La Página |
Aprovechando el ánimo independentista de esta estirpe
criolla, Inglaterra se aprestó a apoyarlos, a fin de lucrarse de las grandes
ganancias y riquezas que las explotadas colonias americanas le proporcionaban
hasta entonces a España. Es así como los “criollos” neogranadinos sufrieron una
fuerte mutación cultural, marcada por un dejo “british” que hasta el día de hoy
los persigue.
Son inmensamente polite
(bien educados) con modales y urbanidad a toda prueba, llegando hasta el
uso de costumbres cortesanas, con la subsecuente hipocresía. “¡Qué alegría encontrarte! ¿Cuándo te dejas
ver para atenderte?”, es la frase ritual de los encuentros callejeros. Si
alguien no está familiarizado con el estilo solapado de la clase encopetada
bogotana, se cree el cuento y se queda esperando, per secula seculorum, a que lo inviten y lo “atiendan”.
No oyeron que unos pasos más adelante, el que expresó “alegría” por verlo, le dirá a su acompañante: “Ala, ¿viste lo bobo del tipo ése?”, soltando una gran carcajada y un chiste – casi siempre inteligente – burlándose de quien no pertenece a su clase social. Porque el humor cachaco también es smart, sutil y ácido, como el inglés.
No oyeron que unos pasos más adelante, el que expresó “alegría” por verlo, le dirá a su acompañante: “Ala, ¿viste lo bobo del tipo ése?”, soltando una gran carcajada y un chiste – casi siempre inteligente – burlándose de quien no pertenece a su clase social. Porque el humor cachaco también es smart, sutil y ácido, como el inglés.
La moda que usan los cachacos bogotanos ha ido mutando, pero
no hay fiesta informal, en una de sus fincas, a la que los hombres no concurran
con blazer y pañuelo de seda a guisa de corbata y las mujeres con mocasines y
la infaltable pañoleta Hermes o Pertegas, de esas que usa la reina Isabel.
No sé, hoy en día, cómo es la decoración de sus casas, que
también tiene que haber evolucionado. En mi época cuando, por ser muy joven y
algo inocente, me los toleraba, me di cuenta que los muebles eran fabricados
por Camacho Roldán, de estilo inglés, claro está, estilo que ha sobrevivido al
paso del tiempo, así como siguen abundando los marcos dorados, con passepartout beige, bordeado igualmente
de dorado, donde se exhiben escenas de cacería con sus consabidos galgos que
rodean a los jinetes vestidos con chaquetas rojas y casco negro protector, en
un material que imita el terciopelo.
El barrio bogotano icónico de los cachacos fue Teusaquillo y
su extensión al sur del Parque Nacional. Casas copiadas de la arquitectura
inglesa. Hoy viven en apartamentos modernos, más o menos lujosos, porque muchos
han “venido a menos”, para darle paso a los nuevos ricos que desprecian pero
toleran, por aquello de que business are
business.
Juegan golf, claro está, pero no juegan póker, según han calumniado a Juan Manuel Santos. ¡No! Por supuesto
que lo que juegan es bridge, como lo hace nuestro Presidente, porque el póker
es para casinos y mafiosos, mientras que el “bridge” responde a la
idiosincrasia inglesa y, por tanto, “cachaca”.
Si Álvaro Uribe ataca a Santos, la respuesta de Santos es “paso”, como en el bridge y durante
las fiestas navideñas jugará a “hablar y no contestar” o a “pajita en boca”,
porque lo que a él y a su clase más los caracteriza – mucho más que hablar
inglés british y ser amigos de Tony
Blair y admiradores de la Corona inglesa es NO DEBATIR, no comentar, no
contestar, sino manejar el sesgo
diplomático para poder manipular al contrincante. Así evitan lo que llaman
“conflictos” o sea discusiones como las que adelantan los franceses. Los
ingleses y los cachacos no hacen éso, porque debatir e intercambiar ideas con
pasión es de mal gusto.
Añoran haber podido vivir en la India o en el África
coloniales, en una de aquellas grandes
haciendas ganaderas, donde habrían podido deleitarse con los safaris y los five o clock tea servidos por
adiestrados sirvientes.
Porque la servidumbre los fascina. Por eso al pueblo se le
inferioriza tratándolo de “víctima”, para que pierda su dignidad y su
autoestima y se les ofrecen casas regaladas a los más menesterosos, para que
queden siempre agradecidos de esa clase dirigente que ha llevado a Colombia a
contar con uno de los niveles de desigualdad más grande de Latinoamerica.
¡Populista! han llamado a Santos sus críticos. Están
equivocados, porque el populismo, como lo definió el Diccionario de Política de
Norberto Bobbio, publicado en 1976 por Siglo Veintiuno de España Editores S.A.
son “aquellas fórmulas políticas por las
cuales el pueblo, considerado como conjunto social homogéneo y como depositario
exclusivo de valores positivos, específicos y permanentes, es fuente principal
de inspiración y constante de referencia”, dando como ejemplo de populistas
a Walt Whitman, a los muralistas mexicanos, y yo añadiría a Jorge Eliécer Gaitán.
Veo a mi padre, ante la iniciativa del cachaco Juan Manuel
Santos, repitiendo lo que les dijera a
los trabajadores de Barrancabermeja que se quejaban ante él, en su calidad de
Ministro del Trabajo, por las múltiples carencias que tenían, rogándole al
ministro que se las solucionara. Mi padre les respondió:
“No he venido aquí a escuchar lamentaciones de tangos argentinos. No quiero ver a un pueblo arrodillado llorando sus desgracias. Quiero ver a un pueblo de pie, luchando él mismo por alcanzar sus reivindicaciones”.¿Casas regaladas? Jamás lo habría ofrecido Gaitán. Habría ideado un programa de autoconstrucción, donde el gobierno pusiera los materiales y el pueblo la mano de obra para que sintiera que su casa es el fruto de su propio trabajo y de su esfuerzo y no la dádiva de un mandatario.
El paternalismo y los donativos son rezagos del espíritu
colonial, propio de los muy “british” descendientes del espíritu colonialista
inglés, que gobiernan en el altiplano
andino con aires de superioridad, últimamente
“conmovidos” (no solidarios) con aquellos a quienes señalan como
víctimas, cuando ellos mismos, los “cachacos bogotanos”, de una u otra
manera, han gestado su pobreza e
indigencia.