Especial para La Página |
Esa sociedad intuye que ya no volverá a los tiempos de los
dos bloques que cohabitaron en el modelo dictatorial sobre la base de acuerdos
mutuamente convenientes; ni aquella franja que había votado religiosamente por
la Concertación, y que estuvo dispuesta a los mayores sacrificios, al mal
menor, con tal de impedir que los hijos de Pinochet y sus adláteres llegaran al
gobierno, ni tampoco aquella otra fracción social que, enfrentada a la dura
realidad, ha visto y experimentado que sus líderes, a quienes vio esforzarse
por conquistar La Moneda tras casi 60 años, sólo trabajan para los amigos y sus
empresas y que las penurias del día a día siguen siendo las pesadillas reales
que los aliancistas no tienen mayor
interés en enfrentarlas.
Más allá de las cifras transitorias que alimentan la
imaginación de estrategas y operadores, lo cierto es que la democracia chilena
sigue padeciendo una enfermedad crónica, cuyos síntomas más visibles son el
descrédito de las instituciones políticas y la enorme distancia que separa a
las cúpulas que usufructúan de poder y sus privilegios de la inmensa mayoría de
Chile, sin haber distinción de los tan cacareados bloques que aun conservan
cargos de representación y fingen representar al país.
En medio de este proceso de descomposición está naciendo una
nueva oposición política, que nada tiene que ver el gatopartismo de quienes desean conservar posiciones de privilegio,
ni se prosterna ante los poderosos del mercado en el Estado. Se trata de una
oposición cultural de enorme arraigo juvenil y popular llamada a jugar roles
cruciales en el nuevo Chile que está naciendo.
La nueva oposición busca recuperar las riquezas naturales
para Chile, gestionar los sistemas de seguridad social, de salud, y de educación conforme a criterios de bien
común y no a las reglas del mercado y el beneficio de los mismos de siempre,
aspira a que las fuerzas armadas cumplan un rol garante de las derechos
sociales y de la voluntad popular y no de privilegios de minorías, y anhelan
que Chile sea reconocido como un país donde impere la justicia, y la democracia
sea el efectivo gobierno del pueblo.