Aunque muchos la conocieron en la época soviética como la
emblemática Leningrado, por su gesta ante el bloqueo fascista, San Petersburgo
muestra hoy todos los colores de la cuna de la intelectualidad rusa. Muchos ven
a San Petersburgo desde los inicios del siglo XXI como la capital norteña de la
Federación Rusa, el lugar de donde salió casi todo el equipo que acompañó a
Vladimir Putin en el Kremlin o como el ya superado cliché de ser la ciudad
criminal de la nación.
Lo cierto es que la
última década resultó para esa ciudad, fundada oficialmente en 1703 por el
entonces zar ruso Pedro I, un paso a la modernización y remozamiento de sus
principales perlas. Claro que cuando se dice San Petersburgo, también todos
recuerdan al Petrogrado de la Revolución de Octubre, cuna de la transformación
socialista soviética, una obra que inició en su tiempo Vladimir Ilich Lenin.
Sería difícil recorrer sus calles sin palpar los momentos cruciales de una
revolución que dio un vuelco total a la visión y construcción del mundo, una
revolución de obreros, campesinos y soldados.
La ciudad, tras los
sucesos de octubre de 1917, dejó de ser la capital de lo que fuera en su tiempo
el Imperio Zarista para retornar como centro del arte y la intelectualidad y
fue conocida como Petrogrado hasta 1924, cuando se denominó Leningrado en honor
a Lenin. El 6 de septiembre de 1991, la urbe retomó su original nombre de San
Petersburgo en medio de los apabullantes cambios que trajo aparejada la
desaparición de la Unión Soviética y el inicio del escabroso camino de la
economía de mercado. Claro está, las joyas como el afamado museo Hermitage, con
más de tres millones de piezas de arte, la plástica y la historia universal, el
teatro Mariinski o lugares como la Fortaleza de Petropavlovsk y la Catedral de
Isaac, conservaron y aumentaron su esplendor.
Pero a decir de sus
habitantes originarios, San Petersburgo debió sacrificar muchos monumentos de
la arquitectura para poder plegarse a los nuevos aires de la modernización. De
cualquier forma, la ciudad, edificada casi de una sola vez sobre más de 40
islotes, entre los cuales pasan unos 48 afluentes del río Neva, busca ahora
confirmar su nueva imagen de segundo centro político de esta nación y lugar
imprescindible para foros internacionales.
Pero la historia de la ciudad se remonta al lejano año 1300,
cuando el territorio actual de San Petersburgo y la provincia de Leningrado
eran centro de batallas campales de los antecesores de los rusos, los
finlandeses y los suecos por la tenencia del delta del río Neva. De hecho,
cuando Pedro I decidió crear San Petersburgo como capital del imperio zarista
ruso, la urbe debió esperar al menos nueve años para ser oficialmente rusa, con
lo que implantó un récord histórico por ser la capital que más tiempo estuvo en
posesión de otro estado.
De esa forma, al concluir la guerra del norte en 1721, la
zona del río Neva pasó al imperio zarista y con ello San Petersburgo. Lo cierto
es que quien visita la ciudad ubicada a la entrada del golfo de Finlandia en
los meses de verano, disfrutará de sus famosas noches blancas, cuando empieza a
amanecer poco después de la media noche y el Sol apenas se aparta del cielo.
Por el contrario, en invierno, el frío de la brisa del mar Báltico y el hecho
de estar ubicada en una zona con siete por ciento de agua, cala cada hueso y
hace recordar, a la vez, las penurias que enfrentaron los leningradenses
durante el bloqueo fascista.
Con gran respeto se conserva en la ciudad donde nació el
actual presidente ruso un museo que narra la triste historia de hambre,
sacrificio y resistencia de Leningrado, donde murieron más de 800 mil personas
en un bloqueo de casi 900 días. Pero la historia de esta ciudad, donde se
pueden vivir momentos de la Gran Revolución de Octubre con un recorrido por el
buque-museo Aurora, protagonista de esa gesta, va más allá en su diversidad con
un teatro Mariinski que atesora gran parte del repertorio universal.
Además, sería
imposible pasar por esa urbe sin acercarse a la Catedral de Isaac, un gigante
de 101,5 metros de altura y un área de cuatro mil metros cuadrados en lo que
constituye su cuarta y última versión desde su surgimiento en 1703. San Petersburgo,
además, es famoso por contar con una de las redes de estaciones de metro más
profundas del orbe, pues en su gran mayoría deben situarse por debajo del fondo
de la cuenca del Neva.
Además, la ciudad
fundada por Pedro I es la más poblada del norte del planeta, con cuatro
millones 879 mil 566 habitantes, en un país en el que sus pobladores tienen
fama de ser hospitalarios y bien leídos.
Nota: La imagen muestra unas vistas de la ciudad de San Petersburgo y la Catedral de San Isaac, la Fortaleza de San Pedro y San Pablo y la Isla Zayachy, la Plaza del Palacio, el Palacio de Invierno, el Peterhof, y el Nevsky Prospekt (Wikipedia)
Nota: La imagen muestra unas vistas de la ciudad de San Petersburgo y la Catedral de San Isaac, la Fortaleza de San Pedro y San Pablo y la Isla Zayachy, la Plaza del Palacio, el Palacio de Invierno, el Peterhof, y el Nevsky Prospekt (Wikipedia)