Toma de la Bastilla ✆ Charles Thévenin, 1793 - Museo Carnavalet |
Especial para La Página |
Se
ha dicho que si España es la “Madre Patria” de nuestro continente
Indo-Afro-Hispanoamericano, no es menos cierto que Francia ha sido una suerte
de “Tía Abuela”. Como se sabe, París constituyó la Ville Lumière, verdadera
capital de la prehistoria moderna y modelo obligado de las incipientes
burguesías latinoamericanas. La segunda mitad del siglo XIX testimonia la
proximidad de la cultura francesa en nuestra arquitectura, en nuestras letras,
en las ideas e instituciones republicanas, en fin, en el imaginario histórico y
social que constituyó nuestros países.
Las
grandes ideas de la cultura burguesa gala encontraron tierra fértil entre
nosotros. Nociones tan centrales como la idea misma del “bourgeois”, en el
orden tecno-económico, o el “citoyen” como sujeto político, e incluso la
concepción misma de individuo (Moi). La cultura francesa fue el original que ha
sido traducido como “modernidad oligárquica” en tierras americanas. Una cultura
y una institucionalidad que se encuentra mixturada todavía como impronta de
nuestras culturas y de nuestras instituciones.
En
el presente, Francia y su lengua aparece más bien como una referencia
nostálgica o un esnobismo, algo que circula entre intelectuales, cine arte,
nombre de perfumes, acaso como exótico nombre de algún motel o cabaret. América
Latina, hoy, está inmersa en la “zona dólar” y habla “spanglish”. Las nuevas
burguesías de nuestro continente ya no peregrinan a París ni se educan en la
Sorbona. En la actualidad viajan a Chicago – la ciudad de Al Capone – y se convierten
en fríos “Businessman”. La llamada “mass culture”, delimita hoy los contornos
del imaginario latinoamericano.Las nuevas “élites” políticas han olvidado hace
mucho aquellas viejas palabras que inspiraron a sus ancestros: “Liberté”
“Fraternité” “Égalité”.
La
misma Francia se ha convertido en una carta postal asediada por una grave
crisis económica de la Eurozona que pierde presencia internacional ante la
arremetida económica y tecnológica de
países del lejano oriente. Hasta la francofonía va cediendo el lugar que alguna
vez ocupó frente al inglés como nuevo “tradelanguage” de un mundo global.
Y
sin embargo, detrás de esa plebeya “sociedad de consumidores” que es la Francia
actual late agazapado más de un tesoro que a esta altura debiera ser considerado
“patrimonio de la humanidad” y que no debe ser confundido con mera “décadence”:
Siglos de pensamiento, arte y cultura. La mundialización hace extemporánea,
desde luego, cualquier idea euro centrista. No obstante, es conveniente saludar
– cada 14 Juillet - a los parientes.
Especialmente cuando se trata de una glamorosa tía abuela a la que hemos
olvidado por tanto tiempo: Noblesse oblige.