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Especial para La Página |
Si algo tiene de malo esa filosofía oficial del imperialismo
financiero llamada postmodernidad, es su sistemático reciclamiento de lo
inaceptable. Si en literatura nos impone la reposición de la novela rosa y el
policíaco, en cine nos vende la secuela del remake y el remake de la secuela,
en economía el reestreno de la nunca solucionada crisis capitalista y en
relaciones internacionales la aniquilación de países con el pretexto de
salvarlos.
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Algo del Eterno Retorno nos harta en esta repetición de
agresiones contra países petroleros o estratégicamente situados cerca de
yacimientos de hidrocarburos, en esta intensificación de la campaña mediática
contra gobiernos que se niegan a
entregar los recursos energéticos a las transnacionales, en esta milagrosa proliferación
de supuestos movimientos sociales que a su vez aportan inverificables víctimas
cuya venganza exige alfombras de bombardeos caritativos del imperialismo
humanitario, en los besos de Judas de la leal izquierda de la OTAN que exige
solidaridad con los genocidios ejecutados por la Alianza Atlántica, en las
execrables dictaduras de linchadores, pillos y forajidos que se abalanzan sobre
lo que no pudieron destruir las cortinas de bombas.
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Por demás está decir que nos hastían la inutilidad de las alianzas
regionales, la inefectividad de los llamamientos a la solidaridad, la
ineficacia de los organismos internacionales que bendicen la destrucción de
congéneres, la nulidad de los llamados éticos a los medios para que no
presenten a los amenazados como amenazas, a las víctimas como victimarios, a la
sanguinolenta destrucción de carne humana inocente como triunfo de la
civilización, al desmantelamiento de países como progreso.
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Descartemos lágrimas, súplicas, apelaciones, intercesiones.
Los matarifes seguirán destruyendo países y culturas para devorar sus restos, y
medios de comunicación y Cortes Internacionales proseguirán bendiciendo
genocidios y viviendo de las piltrafas que les arrojan los genocidas.
Repasemos la experiencias. Contra fuerza
de imperios sólo vale fuerza de pueblos.
Contra conjura de potencias sólo vale
desacuerdo de potencias.
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Repasemos el primer recurso y desechemos espejismos e
ilusiones. Sólo la determinación inconmovible de un pueblo armado hace
retroceder al imperialismo. Así ha sido en la Nicaragua de Sandino, en la Unión
Soviética agredida por 16 potencias desde su primer día de existencia, en la
China crucificada entre la invasión nipona y el ejército del Kuomingtan, en
Yugoeslavia, en Corea, en Vietnam, en Cuba, en Afganistán. Al imperialismo no
se lo detiene con buenas palabras, compromisos estratégicos, concesiones,
donaciones para campañas electorales o
adopción de políticas económicas suicidas. Al imperialismo sólo se lo detiene
negándole por la fuerza lo que trata de conseguir con la violencia. Es el único
lenguaje que habla, el único que entiende.
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Reexaminemos el segundo recurso. Estados Unidos obtuvo su
Independencia gracias a la reyerta entre Francia e Inglaterra; nosotros
conquistamos la nuestra en virtud de la confrontación entre Francia y España;
la Unión Soviética nació durante el pleito entre potencias de la Primera Guerra
Mundial, y la China comunista gracias a la trifulca entre imperialistas de la
Segunda Guerra Mundial. Cuba resistió décadas aprovechando el enfrentamiento
entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Siria podría sobrevivir gracias al
veto de Rusia y de China en la ONU. Por fin despierta Rusia del espantoso
marasmo en el cual la sumió la disolución de la Unión Soviética. Como apuntó
Aníbal Nazoa, la humanidad comprendería bien pronto la inmensa tragedia de la
desintegración del coloso socialista. Su heredera debe fijar posición ante la
Guerra Mundial a fuego lento que lleva más de dos décadas declarada. Quien
admite el sacrificio del planeta por partes, pronto será sacrificado.
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Como Siria, Venezuela posee recursos energéticos. Venezuela,
al igual que Siria, está en zona estratégica en un mar clave. Ambas padecen un
vendaval de calumnias mediáticas nacionales e internacionales. Las dos integran
bloques de potencial solidaridad regional y cultural. Una y otra figuran en la
lista de países a ser invadidos por Estados Unidos que reveló desde 2001 el
general Wesley Clark. En ambas hay oposiciones apátridas dispuestas a destruir
el país por una cuota de los despojos.
En estrambas se han infiltrado paramilitares foráneos para sembrar el terror y
el caos en el momento crítico. A ninguna le faltan países vecinos dispuestos a
servir como sicarios de los imperios. Es correcta la posición de Venezuela de
adelantar una diplomacia multipolar, abierta al Asia, al BRIC y al Tercer
Mundo. Pero sólo decidirá el destino
propio y el del mundo la determinación con la que se prepare y ejerza la
resistencia.