Una vez José Saramago sentenció que somos la memoria que
tenemos y la responsabilidad que asumimos. Para el escritor portugués, sin
memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir. En
cambio para el filósofo y crítico alemán, Walter Benjamin la memoria es el
relampagueo de la conciencia en momentos de peligro. En la mitología griega,
originalmente había tres musas: Meletea, la musa de la meditación, Mnemea,
la musa de la memoria y Aedea, la musa de la voz y del canto. Los
griegos relacionaban a la memoria con la musa Polimnia, “la de muchos himnos”,
la musa que presidía los cantos sagrados, la inventora de la lira, siempre
cubierta con su manto sagrado, con una mano sosteniendo una cadena,
representando el poder de la elocuencia, agarrándose una oreja en actitud de
meditación. Ella enseñó a los hombres la agricultura. Las musas fueron hijas de
la memoria a quien llamaban Mnemósine, quien fue amada durante nueve noches por
el dios Zeus. Fue hija de Urano y Gea.
Los escolásticos
definieron a la memoria como la potencia del alma, con la cual retiene y se
recuerda el pasado a través de la capacidad de disponer las cosas pretéritas.
Por eso los recuerdos son más bien los datos que quedan disponibles en nuestra
mente y no son necesariamente una serie de conocimientos. Entonces no debemos
confundir recuerdos con conocimientos. La memoria está constituida por dos
elementos: la conservación y los recuerdos. La conservación tiene que ver con
persistencia de la memoria que se refleja en la retentiva y el recuerdo es la
posibilidad de regresar el conocimiento de lo pasado para hacerlo actual.
Recordar es vivir y volver a pasar las cosas en el corazón. Y en el alma es
donde se graban las concepciones de la imaginación. Platón diferenciaba entre
las dos funciones: la de conservar y la recordar. Aristóteles lo relaciona con
el movimiento y con la deducción. Entonces la memoria tiene un carácter activo
o voluntario. Plotino negó la capacidad física de la memoria al señalar: “si la imagen persiste en la ausencia del
objeto, ya hay memoria”.
Hay una base orgánica en la memoria como fenómeno psíquico.
Existen cuatro tipos de memoria: una de tipo genética con la cual cada
organismo puede guardar hasta cinco mil millones de bits de información,
equivalentes a un mil de volúmenes de información que da instrucciones vitales
para la reproducción y la protección. Hay una memoria cerebral. Cuando nuestra
biblioteca genética no puede almacenar tanta información, el cerebro la produce
a través de cuatro secciones: el talio cerebral como parte que regula las
funciones vitales de los latidos y la respiración, el complejo R o cerebro de
reptil, como la parte que regula la agresión, la territorialidad y las
jerarquías sociales. El cerebro del mamífero en el cual se regulan tanto el
ánimo, las emociones, las angustias y el cuidado de los hijos. Y la corteza
cerebral, lugar donde la materia se convierte en conciencia y regula la
intuición y el análisis lógico. En dos hemisferios, el arte y la ciencia
conviven y complementan una función humana de vital necesidad para vivir y
existir. Atrás de la frente hay dos lóbulos frontales en los cuáles desciframos
el futuro y consideramos la supervivencia de nuestra especie.
El cerebro tiene
cerca de 100 mil millones de neuronas que están interconectadas a través de 100
billones de conexiones neuronales. Cada vez que se produce un pensamiento, se
generan cientos de estímulos eléctricos que centellean y que pueden encender un
foco. El cerebro está dividido en dos hemisferios: en el derecho se reconocen
patrones y predomina la creatividad; mientras que en el izquierdo se da el
análisis racional y crítico. Ambos están unidos por un puente calloso. El
cerebro es tan sorprendente, que puede guardar cerca de 20 millones de
volúmenes. Decía Carl Sagan que el cerebro es un lugar muy grande en un espacio
tan pequeño. Si nos preguntáramos: ¿en dónde está el recuerdo? En ambas partes.
Pero no solamente recordamos, también evaluamos, comparamos, analizamos,
sintetizamos e intercambiamos información. Por eso no debemos considerar al
aprendizaje como la mera adquisición de datos o referencias. Ciertamente el
aprendizaje es algo más complejo.
Puede haber
enfermedades de la memoria: por ejemplo la paramnesia, trastorno de la memoria
consistente en dar carácter de recuerdo a una concepción nueva, creando
delirios. La hipermnesia como una sobreactividad morbosa y desviada, cuando la
persona utiliza una cantidad anormalmente grande de tiempo en pensar sobre de
su pasado personal y tiene una extraordinaria capacidad para recordar eventos
específicos del pasado en general, y personal y la amnesia como la perdida de
la memoria.
La memoria es la
capacidad mental que posibilita a un sujeto registrar, conservar y evocar las
experiencias, ya sea a través de ideas, imágenes, acontecimientos y
sentimientos. De ahí que haya diversos tipos de memoria, como la visual,
auditiva, la inmediata, reciente, remota, referencial, semánticas (la persona
que es buena para recordar nombres y datos) y la declarativa o explícita, que
es la más recurrente en el sentido de persistencia y recuerdo: es cuando
recordamos los hechos del mundo y de nuestro pasado y los actualizamos cada vez
que lo necesitamos.
Así como el ser
humano tiene memoria, la sociedad también la posee y la guarda en bibliotecas y
archivos. Tal vez por eso Voltaire consideraba que el respeto de un pueblo, se
refleja en el cuidado y atención que damos a los panteones y a los archivos.
Dicen que los archivos son los lugares en donde se guarda lo que no se necesita
y no se ubica cuando se le requiere.
Lamentablemente somos
un pueblo que no quiere a la historia o fingimos que no la necesitamos. En
realidad somos hijos de la memoria y lo que soy, es gracias a la memoria de mis
padres, a mis vivencias y a mis recuerdos. Si no tuviera memoria sería como un
muerto viviente o desamparado que no sabe quién es, a donde va y qué quiere con
su vida. La sociedad actual nos presenta muchos distractores para impedir la
memoria histórica, entendida como conciencia grupal de lo fuimos, de lo que
somos y seremos. El espectáculo del fútbol las telenovelas, la chatarra que
pasan todos los días en los canales de televisión y la continua exposición de
la vida privada de gente de la política, del espectáculo y de esferas públicas
que sin necesitarlos, me lo dan a cantidades considerables. Eso promueve la
resignación y la frivolidad. A través del rating miden lo que el pueblo quiere
y como “vox populi” se lo dan, aunque no le haga bien al pueblo. Para no perder
la memoria, debemos ser hijos de la memoria.