Bailando un minuet, en un salón de la Caracas mantuana |
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Especial para La Página |
Desde 1492, trabuco genocida en una mano y catecismo del dogma importado en la otra,
mantuanos en Venezuela, cachacos en Colombia, momios en Chile, godos en todas
partes predicaron primero sumisión al encomendero católico, luego
subordinación al terrateniente oligarca,
después acatamiento al Gendarme
Necesario positivista, finalmente reverencia hacia el 'marine' y la
transnacional. Ecos fieles del poder, apenas en las últimas décadas soñaron
suplantarlo con antipolítica y dictadura
mediática. El mantuanismo intelectual reduce su proyecto a la implantación del
privilegio, la discriminación étnica y social y el remedo de la cultura de la
metrópoli de turno mediante el monopolio de la policía y los aparatos
ideológicos.
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¿Ignora alguien que en todas las épocas el mantuanismo
cultural aplicó ese monopolio de
aparatos ideológicos, medios y
fuerza bruta para el exterminio de la resistencia indígena, del
nacionalismo independentista, del agrarismo insurgente, de la izquierda antiimperialista, de la integración
latinoamericana, de todo lo igualitario, solidario o innovador? ¿Desconoce
alguno que a pesar de este abrumador y aplastante predominio de la derecha
en aparatos ideológicos y represivos, la
izquierda en Venezuela y quizá en América Latina acumula más de setenta años de hegemonía cultural? Sostengo siempre que el
talento es independiente de la ideología. Con igual ecuanimidad mantengo que
en América Latina y Venezuela el talento ha estado abusivamente
distribuido a favor de los creadores progresistas.
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Los que lo vivieron, hagan memoria, y los que no, lean
Historia. Tras la muerte del Benemérito,
el conservadurismo positivista no va más allá de alguna luminosa figura del
postgomecismo, como Arturo Uslar Pietri. Desde los años cuarenta del pasado
siglo hasta hoy la iniciativa y la ofensiva en el debate de las ideas y de la
estética corresponden a la izquierda. Lo
más impresionante de esta prolongada hegemonía es que durante sesenta años, la
izquierda la ha mantenido, no sólo separada del poder, sino asediada,
perseguida, vetada, censurada y encarcelada cuando no asesinada por éste.
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Si lo duda, pregúntese, mano en el pecho: ¿Cuenta hoy la
cultura mantuana con una sola gran figura de relieve, no digamos ya
continental, sino nacional? ¿Usó para algo los conversos de la izquierda que
desertaron hacia la esterilidad
sobornada? ¿Produjo una sola obra imprescindible para conocer o reconocer
nuestra contemporaneidad? ¿Nuclea algún grupo que desarrolle una estética de resonancia? ¿Con todo el apoyo
unánime de la aplastante maquinaria de los medios de comunicación privados, los
aportes de los delincuentes financieros, de
la NED y de todo tipo de ONGs, ha logrado crear y sostener una sola
publicación cultural de relieve y atingencia en la vida nacional? ¿Levanta el
vuelo más allá de la insignificante parroquia que detesta? ¿Logra el
reconocimiento del mantuanismo global? ¿Articula siquiera de manera coherente su ideología, sus planes
y los medios para realizarlos, fuera de la perpetuación del privilegio y del
odio a una persona y a la mayoría del pueblo que la apoya?
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El proyecto mantuano acaba de recibir una de sus más
demoledoras palizas, a pesar de que abdicó de sus principios para presentarse
enmascarado con los símbolos, las consignas, los programas del proyecto
revolucionario. Por las respuestas a las anteriores interrogantes, colegirá el lector que el mantuanismo
ideológico tiene todo que ganar si confisca los recursos del proyecto radical
para pagarse la proyección internacional que no ha logrado en medio milenio.
Mientras que la Izquierda Cultural tiene todo que perder si abdica de si misma para postrarse ante las reliquias
de un proyecto difunto. Reza la copla: Si vieres comer a un rico/ de un pobre
en la compañía/ o el rico le debe al pobre/ o es del pobre la comida. El mundo mira hacia América Latina, y América
Latina hacia Venezuela. Quien ve hacia atrás se vuelve estatua de sal, y está
lloviendo.
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Dicen que dicen que poco después del golpe adeco del 18 de
octubre de 1945, Andrés Eloy Blanco asistió a una recepción y encontró en ella
a sus copartidarios cohibiditos,
reuniditos en un rinconcito, calladitos como una tumbita, esperando como señoritas pueblerinas a que
algún petimetre, lechuguino o mariposita los sacara a bailar o les perdonara la
vida saludándolos.
-Pero muchachos –les dijo Andrés
Eloy– Ustedes son poder ¡Circulen!
Como que no circularon, pues a pesar de su mayoría electoral, se dejaron quitar el
gobierno por un cuartelazo mantuano que le costó al país una década de
dictadura y a ellos una claudicación de medio siglo.
Dicen que muerto el tigre, no hay que asustarse del cuero.
Muchachos: ustedes son poder ¡Circulen!