Luis Martínez
González
La sociedad humana como conjunto de individuos entre los que
se produce una comunicación y una cooperación cuenta ya con una larga historia
que se pierde en la noche de los tiempos. Sin embargo, de no hace tantas
décadas a esta parte, algo ha cambiado: si antes una persona desarrollaba toda su
vida anclada en un mismo modelo de sociedad, actualmente ello es imposible
porque ésta se halla en permanente y vertiginoso cambio. Es, a grandes rasgos, lo que el prestigioso pensador polaco
Zygmunt Bauman (Poznan, 1925)
ha denominado la “modernidad líquida” frente a las comunidades sociales antiguas, más “sólidas”. En consecuencia, este mundo “líquido” en que vivimos se encuentra presidido por el cuestionamiento permanente de determinados valores, la movilidad y, en suma, la incertidumbre para quiénes lo habitamos.
ha denominado la “modernidad líquida” frente a las comunidades sociales antiguas, más “sólidas”. En consecuencia, este mundo “líquido” en que vivimos se encuentra presidido por el cuestionamiento permanente de determinados valores, la movilidad y, en suma, la incertidumbre para quiénes lo habitamos.
¿Cómo puede afrontar el ser humano esa inseguridad? Eso es
lo que Bauman trata de explicar en ‘Vida líquida’, ensayo que ahora publica la
editorial Austral. Puesto que la sociedad cambia a un ritmo veloz, uno de los
principales temores del individuo es que estas alteraciones le sorprendan
desprevenido y no consiga ponerse al día. En consecuencia, el hombre moderno
debe poseer una gran flexibilidad (hasta hace bien poco innecesaria) para
hacerles frente y ello consiste en estar preparado para constantes finales y
otros tantos comienzos.
Dicho con otras
palabras, el individuo moderno debe ser capaz de reinventarse cada poco tiempo
para no quedar rezagado ya que, quién se queda atrás, cae entre los
“prescindibles”, una nueva infraclase social constituida por los que ya no
participan en el sistema. Se trata, en definitiva, de la moderna sociedad de
consumo, dirigida por unas élites internacionales que manejan la información y,
por tanto, son capaces de adaptarse rápidamente a los cambios.
Frente a ella, se encuentran las antiguas clases medias, que
a base de mucho esfuerzo habían conseguido labrarse una posición relativamente
acomodada y, ahora, ante la celeridad de esos cambios, han caído en la citada
incertidumbre. Ese desconcierto en que se hallan les obliga a seguir el juego a
los poderosos o, de lo contrario, salir del sistema. Bauman ha consagrado su
carrera a analizar este fenómeno y los frutos de su meditación se hallan en
varios ensayos entre los que destaca esta ‘Vida líquida’. Por ellos, se le han
entregado numerosos reconocimientos como el Premio Príncipe de Asturias de
Comunicación y Humanidades en 2010 o el Amalfi de Sociología y Ciencias
Sociales.