Especial para La Página |
Hace ya bastante tiempo, Nicolás González Varela escribió un
texto en Rebelión. Afirmaba que el proyecto de Nietzsche se podía
calificar como político y además como claramente reaccionario. Yo le
contesté cuestionándole que a partir del libro al que se refería (El
nacimiento de la tragedia), pudiera sacar esta conclusión. González Vera me
contestó de manera prepotente y despectiva, tratándome de " profesor
universitario que quiere seducir a sus alumnos explicando un Nietzsche
idealizado". N.G.V. buscó además un texto que había escrito hacía un
tiempo en Rebelión ("Nietzsche y la política") y lo quiso
desmontar punto por punto. La verdad es que no soy un profesor
universitario, ni pretendo seducir a nadie con Nietzsche, ni siquiera había
escrito el artículo con fines académicos.
Era un ensayo basado en mis lecturas (que las había hecho a fondo, por cierto) de Nietzsche y de algunos filósofos críticos que lo utilizaban en el sentido que criticaba N.G.V. Yo le contesté y N.G.V. volvió a atacarme, de manera agresiva y poco dialogante. Finalmente acabé la polémica, porque tengo otras cosas que hacer que discutir sobre Nietzsche. Finalmente, González Varela publicó el libro que me ocupa en la editorial Montesinos, de mi amigo Miguel Riera, con el que colaboro en El Viejo Topo. No sólo esto, sino que Salvador López Arnal, al que respeto mucho personal, intelectual y políticamente, le hizo una entrevista en dicha revista. Como luego me confirmó personalmente, a Salva le pareció un libro imprescindible.
Era un ensayo basado en mis lecturas (que las había hecho a fondo, por cierto) de Nietzsche y de algunos filósofos críticos que lo utilizaban en el sentido que criticaba N.G.V. Yo le contesté y N.G.V. volvió a atacarme, de manera agresiva y poco dialogante. Finalmente acabé la polémica, porque tengo otras cosas que hacer que discutir sobre Nietzsche. Finalmente, González Varela publicó el libro que me ocupa en la editorial Montesinos, de mi amigo Miguel Riera, con el que colaboro en El Viejo Topo. No sólo esto, sino que Salvador López Arnal, al que respeto mucho personal, intelectual y políticamente, le hizo una entrevista en dicha revista. Como luego me confirmó personalmente, a Salva le pareció un libro imprescindible.
Aunque no iría a tomar un café con N.G.V., me pareció que sí
valía la pena leer el libro Su título era claro: Nietzsche contra la
democracia. El pensamiento político de Friedrich Nietzsche (1862-1872). Mi
conclusión es ambivalente: en parte me ha gustado y en parte no.
Empezaremos por los aspectos que valoro positivamente. Me ha gustado, en primer lugar, como ejercicio de sociología de la filosofía. Me parece que es muy necesario este trabajo en la línea apuntada por Randall Collins y que en nuestro país realizan filósofos como Francisco Vázquez García o José Luis Moreno Pestaña. Pienso que una filosofía se ha de contextualizar biográfica y socialmente, es decir, históricamente. En segundo lugar González Varela realiza un análisis muy riguroso y documentado de los análisis y posiciones de Nietzsche frente a los acontecimientos políticos de su tiempo. Postura que es inequívocamente reaccionaria, es decir, contraria a los movimientos emancipatorios de los trabajadores.
Lo que no me ha gustado es que González Varela fuerza
complemente los hechos para confirmar su hipótesis. ¿Cuál es su hipótesis? Que
Nietzsche es básicamente un filósofo político que mantiene una unidad
sistemática en su obra, de un carácter explícitamente reaccionario. Que esta
unidad sistemática la conforma es el período estudiado (1862-1872) y que
posteriormente endurece y radicaliza sus planteamientos. En realidad lo único
que prueba el autor es lo que he dicho anteriormente, aunque tampoco en la
manera exagerada que lo hace. Es decir, que aunque queda claro que Nietzsche
está informado e interesado por la vida política y que se define siempre en
términos reaccionarios, lo que no resulta evidente, como afirma con
rotundidad N.G.V. es que esta sea su preocupación filosófica fundamental.
Pero aun aceptando esta afirmación no podemos extenderla al período más fecundo
e interesante de Nietzsche, que es el que va de 1882 a 1888. Lo que hace
González Varela es seleccionar los fragmentos que le interesan de algunos
libros de esta época, básicamente La Genealogía de la moral y El
Anticristo. Justamente las partes que me parecen menos interesantes de estos
dos libros de su época y que no son, para mí, los mejores.
Me parece que los más son sugerentes y fecundos son los que no cita o
lo hace muy coyunturalmente: La gaia
ciencia, El crepúsculo de los dioses y Más allá del bien y el mal. Igualmente me
parece imprescindible Así habló Zatatustra, texto fundamental al
que prácticamente no se refiere. Lo que se puede comprobar leyendo
con atención estos últimos libros, es que el proyecto de Nietzsche es la transformación
radical de todos los valores. Proyecto que no es político, sino cultural. Lo
cual no quiere decir que no tenga implicaciones políticas. Pero hay, más allá
de ellas, un análisis sobre múltiples aspectos de la cultura y la sociedad
en la que vive: el conocimiento, el lenguaje, las creencias, las normas, los
valores.... También hay una apuesta ética que me parece muy interesante. Y la
ética no se reduce a la política. Como bien afirma González Varela la política
es una teoría sobre los medios y los fines del Estado. Por lo menos en la época
moderna. Aquí el autor cita a varios filósofos que inician estas reflexiones
pero se olvida del primero y uno de los fundamentales, Maquiavelo, del que
hubiera sido muy productivo hablar. Pero la vida humana es, aparte de la
política, una ética. Como dice Paul Ricoeur la finalidad de la vida humana es
"vivir y convivir bien, en el marco de las instituciones justas".
Pero Nietzsche también habla de este vivir bien. De lo que es una apuesta
trágica por la vida. De prácticas transformadoras del sujeto en el sentido que
más parte apuntará Michel Foucault (al que definirá de una manera bastante
ridícula el autor del libro, como "un gran archivista").
Pero lo que podemos aprender de Nietzsche no le interesa al
reduccionista N.G.V. Él, a lo suyo. En la línea de inquisidores como Víctor Farías.
Gente que empieza aportando documentos pero que acaban obsesionados por la
descalificación de un filósofo. También pasa de puntillas por la ruptura con
Wagner, por su decepción de la cultura alemana, su desprecio a los movimientos
antisemitas o su admiración por la cultura francesa (contraria a la
francofobia de la que nos habla en el libro).
El estilo pedante de González Varela me conduce a precisar
muchos de sus errores. Por ejemplo, decir que David Hume era un político
conservador porque planteaba un sufragio para propietarios. Esto es no entender
lo que fue el liberalismo, que desde Locke plantea un sufragio
censatario. Otros eran los conservadores. Precisamente toda la genealogía
de la moral de Nietzsche está orientada contra los herederos de Hume. También
es muy parcial, porque le interesa, González Varela al hablar de la enorme influencia
de Platón sobre Nietzsche. Por supuesto que existió pero fue muy
ambivalente, porque Nietzsche lo defiende en un sentido y lo critica
radicalmente en otro. Porque el enemigo de Nietzsche no es solo el
igualitarismo, es sobre todo el espiritualismo y la moral cristiana.
Igualmente es dudoso afirmar con tanta contundencia que Nietzsche no leyó
directamente a Goethe o a Spinoza. En concreto en la correspondencia de
Nietzsche se nota un conocimiento bastante claro y preciso de lo que decía
Spinoza, como apunta su tan odiado Deleuze. Es totalmente
erróneo, por otra parte, referirse a Platón como un filósofo profesional. En
primer lugar porque es dudoso que el término sea correcto para hablar de tiempos
anteriores al S.XVIII-XIX. Pero sobre todo porque, como bien ha argumentado el
gran filósofo e historiador de la filosofía Pierre Hadot, hasta finales del
helenismo no se entendía la filosofía como trabajo sobre textos. Los filósofos
planteaban formas de vida, que discutían en centros como, por ejemplo, la
Academia.
González Varela parece odiar a los profesores
universitarios, aunque cae en un academicismo excesivo, citando múltiples
fuentes secundarias en cada afirmación. Aunque se olvida, por ejemplo, de dos
de los filósofos que iniciaron esta lectura que él critica, que fueron Bataille
y Klosowski.
El libro debe ser leído, sin duda, por los interesados en
Nietzsche o en la sociología de la filosofía. Que cada cual diga sus
reservas si las encuentra: yo ya he dicho las mías.