Especial para La Página |
Los
últimos acontecimientos en las relaciones internacionales muestran un
incremento notable de los conflictos militares con participación directa de la
OTAN y sus aliados mundiales.
Miguel Manzanera |
Parece
claro que esa escalada militarista aparece como respuesta del imperialismo y
sus satélites ante las nuevas alianzas que están recomponiendo el sistema
político mundial, como son la formación del bloque compuesto por el BRICS
(Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), la creación de una economía regional
en América Latina, y la intensificación de las relaciones comerciales entre los
países del Sur. Los países imperialistas
no han renunciado a aprovecharse de las riquezas naturales a costa del resto de
la humanidad presente y futura, de modo que el conflicto internacional está
servido. Cortar el suministro de
materias primas será el mejor modo de detener el desarrollo de China hacia la
hegemonía mundial.
El
derecho de los países desarrollados a disfrutar del acceso a las materias
primas en toda la geografía terrestre, por encima de la soberanía de los
pueblos y las naciones, y a costa del bienestar de los seres humanos que
habitan la tierra, es una vieja ideología; fue establecido por el liberalismo del siglo
XVII justificándolo por el desarrollo económico que el capitalismo consigue a
base de esquilmar los recursos naturales.
Ese derecho ha sido cuestionado repetidamente por numerosos actores de
la escena mundial –socialistas, comunistas y nacionalistas, entre otros-, y hoy
en día es absolutamente inaceptable por la destrucción de la biosfera terrestre
por el desarrollo capitalista.
En
las últimas décadas la revolución informática –que ha supuesto la
automatización de las fábricas, la simplificación del trabajo intelectual y
administrativo, y el desarrollo de las comunicaciones-, ha vuelto a dar
credibilidad al modo de producción capitalista en forma de neoliberalismo. Pero la crisis económica ha vuelto a
cuestionar el sistema de relaciones internacionales constituido. En efecto, desde hace al menos una década el
principal suministrador mundial de bienes de consumo es la China. No solo es la economía que más crece: la
mayor factoría del mundo se encuentra en China, también se encuentra allí la
clase obrera más numerosa y mejor organizada del planeta, es el país donde se
producen más huelgas y conflictos laborales, y seguramente pronto empezarán a
superar a todos los demás en investigación y desarrollo tecnológico. No olvidemos que fueron los chinos quienes
inventaron la pólvora, la brújula, los espaguetis y tantas otras cosas. Desde el punto de vista de los intercambios
económicos, los países con bajos ingresos prefieren el comercio chino al europeo,
e incluso la economía china es el mayor suministrador de bienes de consumo para
las clases pobres en los países de altos ingresos. Eso significa también que el antiguo centro
del sistema se está convirtiendo en la periferia, y la periferia se convierte
en el nuevo centro.
De
ahí que, en nuestros días, la única justificación que encuentran los ideólogos
del sistema para justificar el expolio de las riquezas terrestres, sea
conservar el bienestar de las poblaciones en los países de altos ingresos,
cuyos ciudadanos no quieren renunciar a su elevado nivel de vida. Esa es la causa del predominio de la derecha
y la extrema derecha como ideologías políticas de los países de altos ingresos. Por eso, los países más desarrollados se han
especializado en la fabricación de armamento sofisticado para mantener la
supremacía militar sobre el resto del mundo y están implementando una
estrategia militarista para mantener la hegemonía mundial sobre la base de la
imposición violenta.
Hemos
de pensar que principalmente esta estrategia militarista tiene como objetivo
principal obstaculizar el imparable ascenso de la República Popular China hacia
la hegemonía mundial en el terreno económico, que demuestra una vez más la
superioridad de una economía regulada por la intervención planificada del
Estado frente al neoliberalismo imperante en las economías llamadas desarrolladas. La organización social de este país tiene
muchos defectos según nuestra percepción actual de la coyuntura histórica,
etnocéntrica e interesada, pero desde una perspectiva humanista e internacionalista
seguramente tiene más ventajas que inconvenientes. Entre otras cosas, a pesar de los graves
problemas ambientales subrayados por las agencias internacionales de
información, no se debe olvidar que China es todavía un país sostenible, según
los criterios de la organización ecologista WWF, y no participa de la orgía de
derroche consumista de los países falsamente desarrollados.
Las
guerras abiertas en Oriente Medio y en África, las amenazas a Irán, la
protección de Estados genocidas como Israel, Marruecos y Turquía, los golpes de
Estado en Honduras y Paraguay en Latinoamérica, y ahora la tensión bélica en la
región del Pacífico entre Corea del Norte y la coalición de Corea del Sur,
EE.UU. y Japón, no son sino otros tantos frentes de esa guerra mundial no
declarada. Si ésta no estalla abiertamente
se debe al enorme potencial instalado de armamento nuclear, que si llegara a explotar
acabaría con la humanidad entera. Se
trata de guerras de baja y mediana intensidad, con tensiones que puntualmente pueden
llegar a ser graves, como acaba de suceder en la península de Corea. Desde hace tres décadas esa guerra larvada significa
intensificar el terrorismo en las relaciones internacionales, como táctica
bélica manipulada desde los Estados imperialistas, al tiempo que se crea un
armamento muy sofisticado, que reduce los enfrentamientos abiertos a cortos
ataques punitivos.
La
crisis económica que están atravesando los países desarrollados, se relaciona
directamente con esta estrategia belicista: se trata de una militarización de
la crisis que quiere justificar el saqueo de los bienes públicos por parte de
diferentes entidades privadas. Si la
izquierda quiere mantener su audiencia, debe denunciar esa actitud de las
oligarquías financieras que conduce una vez a la humanidad al abismo de una
conflagración mundial generalizada. Y exigir la retirada de todas las tropas,
asesores militares y demás agentes de intervención, que se encuentren de
servicio en el extranjero, los cuales deben regresar de inmediato al territorio
del Estado español.