Johannes Kepler ✆ Manoj Sharma |
Fue el astrónomo alemán quien tal vez más temerariamente
defendió las tesis y corolarios copernicanos a finales del siglo XVI y
comienzos del XVII. Pocos antes que él hubieran levantado los estandartes de la
nueva ciencia astronómica tan audazmente. Salvo el matemático Rheticus y el
radical y polifacético Giordano Bruno, nadie hubiera sido tan valiente como
para dar la cara y defender un modelo tan revolucionario y contrario tanto al
dogma como a la ciencia ptolemaica.
Képler, sin lugar a dudas, se dejó influenciar por las tesis
copernicanas; no sólo por sus aspectos técnicos sino también,
por las partes metafísicas del modelo. El mismo Copérnico aseguraba en De Revolutionibus que el Sol debía hallarse en el centro de todo para así, en el “templo más bello”, dar luz por doquier. Aseveración que impregnó y signó notablemente el pensamiento kepleriano.
por las partes metafísicas del modelo. El mismo Copérnico aseguraba en De Revolutionibus que el Sol debía hallarse en el centro de todo para así, en el “templo más bello”, dar luz por doquier. Aseveración que impregnó y signó notablemente el pensamiento kepleriano.
Indudablemente, la armonía y sencillez junto a una estética
que resaltaba la belleza de las formas que caracterizaban al modelo copernicano
atrajeron la atención del joven astrónomo en la época de Tubinga. Así se
refería Képler a la teoría de Copérnico:
“Sé, ciertamente, que
tengo con ella este deber: como la he confirmado en lo más profundo de mi alma,
y como contemplo su belleza con deleite increíble y embriagador, también debo
defenderla públicamente ante mis lectores con toda la fuerza de que sea capaz”. [1]
Entonces, el arsenal racional se ponía al servicio de una toma de posición basada en la creencia, el deleite y el amor por lo bello.
Entonces, el arsenal racional se ponía al servicio de una toma de posición basada en la creencia, el deleite y el amor por lo bello.
Como sea, una de las principales razones que llevaron a
Képler a aceptar y defender el copernicanismo fue su creencia y exaltación de
la figura del Sol. En efecto, el joven astrónomo seguía y ponía en práctica el
“culto al Sol”. Había sostenido, en varias oportunidades, la excelencia del astro
aseverando que su esencia es “la luz más pura” y que sólo él es “productor,
conservador y calentador de todas las cosas” o que “sólo a él deberíamos juzgar
digno del Altísimo dios, si Dios quisiera un domicilio material donde morar con
los santos ángeles”.
De este modo, en Képler, la alegoría conectaba lo natural
con lo teológico. Al sostener figurativamente que el Sol representaba al Padre,
la esfera de las estrellas fijas al Hijo y el medio etéreo al Espíritu Santo,
el astrónomo alemán lograba adherir la naturaleza a la Trinidad y hacerse
escuchar en el ambiente teológico hegemónico. Por demás, el uso de alegorías
naturalistas era muy común en esa época.
En definitiva, como sostiene Burtt en Los fundamentos
metafísicos de la ciencia moderna, “la conexión entre Képler, el hombre que
rinde culto al Sol, y el Képler que busca un conocimiento matemático exacto de
naturaleza astronómica, es muy próxima”.[2]
Képler llevó las cosas mucho más lejos. Su amor por las
armonías y las matemáticas y la influencia en su pensamiento del neopitagorismo
operaron en su mente llevándolo a pensar que debían existir muchas más
relaciones armónicas en el sistema y que todas ellas pueden sacarse a la luz
mediante el estudio de los datos que los astrónomos disponen en las tablas. De
aquí, la necesidad de trabajar con registros lo más precisos posibles.
Képler se acercó a la figura de Tycho Brahe un año antes de
la muerte del genial observador astronómico de Escania, para trabajar con él y
finalizar la confección de las tablas que utilizaría para realizar los cálculos
que lo llevarían a formular sus famosas tres leyes.
Fue de este modo que el moderno astrónomo ligó la
especulación y la superstición con las armonías matemáticas y su
intención de formular leyes precisas que explicaran el movimiento de los
astros. Y fue así que especulación, metafísica y experimentación se unieron
para dar cuenta de los fenómenos observables. Y si bien Képler insistía en la
precisa explicación matemática de lo observado, sus datos siempre se enfocaban
desde una teoría y desde una serie de presupuestos metafísicos acerca del
funcionamiento del cosmos. Por estas y otras razones, tanto él como su
antecesor Copérnico no fueron ni tan empiristas, ni tan delirantes.
Notas
[1] Esta y las
demás citas textuales de Képler están tomadas de su Astronomi Opera Omnia.
[2] El autor
presenta extensas citas dando cuenta del pensamiento del joven Képler en los
años de estadía en Tubinga.