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Pero este no es el fin
de la historia. La campaña del referéndum fue ni más ni menos que un nuevo
despertar político de Escocia. Personas apáticas que habían sido alienadas de
la política empezaron a participar repentinamente de forma activa. Hubo debates
apasionados en cada pub, esquina, tienda o parada de autobús.
Era como si un gigante dormido hubiera despertado de un largo letargo y vuelto a la vida. El pueblo escocés ha dado un ejemplo que debería servir como inspiración a los trabajadores y la juventud de toda Gran Bretaña.
Era como si un gigante dormido hubiera despertado de un largo letargo y vuelto a la vida. El pueblo escocés ha dado un ejemplo que debería servir como inspiración a los trabajadores y la juventud de toda Gran Bretaña.
Odio al Establishment
La primera pregunta
que debe hacerse es: ¿qué ha provocado este cambio sísmico? La pregunta no
puede ser respuesta en términos puramente de la cuestión nacional, o incluso de
problemas internos de Escocia. De hecho, es un fenómeno internacional. En todas
partes, bajo la apariencia superficial de calma y tranquilidad, hay una
ferviente corriente de rabia, indignación, descontento y, sobre todo,
frustración hacia el estado actual de las cosas en la sociedad y la política.
Tras seis años de
profunda crisis económica, hay desempleo de masas, condiciones de vida
menguantes, ataques constantes contra el estado del bienestar y derechos
democráticos. Tenemos el escándalo de los banqueros, que han destruido el
sistema financiero mundial debido a la avaricia, especulación y la estafa,
saliendo indemnes con enormes bonificaciones. Tenemos el espectáculo de
políticos que han desgarrado los servicios sociales y estrujado los salarios y
pensiones de millones, premiándose a sí mismos con incrementos del 10%.
Hay una desigualdad
sin precedentes, con riqueza obscena por un lado y pobreza extrema y miseria de
la otra. La actitud de mucha gente de clase trabajadora quedaba reflejada en
una entrevista del Financial Times:
“— He cambiado de opinión — dice la primera mujer — votaré Sí. ¿Por qué? Los
ricos se hacen cada vez más ricos, y los pobres aún más pobres. — Mirando a lo
largo de la calle, añade: — Necesitamos un cambio.” Estas pocas palabras de una
mujer trabajadora dan directamente en el corazón del asunto.
Es significativo que
el voto hacia el Sí ganara una mayoría en Glasgow, el corazón del proletariado
escocés. El citado artículo del Financial Times fue publicado con el título:
“Votantes de clase trabajadora, clave para la victoria del Sí”. Y decía: “Las
encuestas sugieren que la campaña por el Sí, dirigida por el Partido Nacional
Escocés (SNP), cuenta con apoyo de la mayoría de escoceses con ingresos más
bajos”. En otras palabras, el voto hacia el Si, de una manera confusa,
representaba un voto de clase, una protesta contra el capitalismo, el cual es
identificado en la mente de los trabajadores escoceses con los “niños pijos”
sentados en su exclusivo Club en Westminster.
Los oponentes
capitalistas a la separación y sus sombras derechistas del Laborismo
presentaron un espectáculo lamentable. La campaña “Mejor juntos” ha sido
criticada por su falta de pasión y la ausencia de un mensaje positivo. Pero
esto es una expresión de una presumida complacencia inicial. ¡Era tan obvio que
la unión se debía preservar! Pero cuando se pusieron a pensar en alguna razón
de peso por la que preservarla, se rascaron la cabeza y no fueron capaces de
encontrar alguna.
Es difícil ser
apasionado en la defensa del statu quo, especialmente si éste consiste en paro
y pobreza, así como bonificaciones a banqueros y el programa Trident 1. A falta de algún argumento
positivo, trataron de atemorizar a la gente repitiendo constantemente el mantra
de que una Escocia independiente se enfrentaría a un futuro incierto. Esto
podría bien ser cierto, pero también es tan cierto como el hecho de que después
de más de 300 años, casi la mitad de Escoceses prefieren más la incertidumbre
económica que el dominio de la clase dominante británica. Tras la experiencia
de diferentes gobiernos de Westminster, conservadores, nuevo laborismo y
liberal-conservadores, ¿qué se les puede achacar?
Para la gente de
Escocia, los políticos pudientes y elegantemente trajeados de Westminster
hablan en un idioma que poco les recuerda al inglés, sino más biena una forma
de nuevalengua2 diseñada para engañar, mentir y
estafar. Aún peor, se pronuncia en el tipo de acento de clase media alta, de
escuela privada que produce en la gente normal (no sólo en Escocia)
aproximadamente el mismo efecto que el chirrido del taladro de un dentista.
No sólo es en Escocia
que encontramos un sentimiento creciente de que el estado político actual está
fuera de contacto con la vida cotidiana de la gente ordinaria. “Esa gente en
Westminster son remotos. No nos representan. No tienen idea de cómo vivimos”.
Esto puede oírse en la barra de cada pub desde Glasgow hasta las Hébridas
Exteriores. También se puede oír en la barra de cada pub de Gales, Liverpool,
Newcastle o el distrito londinense de Hackney.
Bajo la superficie de
calma aparente existe una ira ferviente, descontento y frustración. La gente en
todas partes está harta de la situación actual. Existe un deseo ardiente por el
cambio. En Escocia esto se ha expresado en un giro brusco de la opinión pública
hacia el voto al Sí. No se trata tanto de una manifestación de nacionalismo
sino una expresión de odio hacia los conservadores y el establishmentparasitario
de Londres.
El papel de los dirigentes laboristas
Hasta hace poco no había
una tradición nacionalista real en Escocia. Las auténticas tradiciones
escocesas eran tradiciones de clase, tradiciones socialistas que fechan desde
la huelga del arrendamiento de Glasgow de 1915, la revuelta de Clyde de 1919 y,
en tiempos más recientes, la revuelta contra la odiada Poll Tax de Margaret Thatcher. El profundo odio sentido por la
mayoría de escoceses hacia los conservadores fue enormemente exacerbado durante
el gobierno de Thatcher, quien destruyó las industrias carboníferas y del acero
como parte de una política deliberada de desindustrialización que convirtió los
distritos manufactureros de Gran Bretaña en desiertos industriales.
Escocia y Gales
sufrieron de forma desproporcionada. Comunidades enteras fueron destruidas y
las vidas de incontables familias arruinadas. Una generación entera de gente
joven fue condenada a la miseria de la vida en el paro. De mientras, Thatcher y
su camarilla se regocijaba de su acto masivo de vandalismo al que consideraban
“destrucción creativa”. Como resultado, el Partido Conservador en Escocia fue
prácticamente barrido hacia afuera y ahora sólo cuenta con un diputado en
Westminster.
El Partido Laborista
en Escocia disfrutó de un apoyo de masas durante décadas. Pero eso cambió tras
las traiciones del gobierno de Blair. Los trabajadores escoceses desilusionados
empezaron a considerar el laborismo como parte del establishment. Los dirigentes del ala derechista del laborismo
generan desconfianza, tal como hemos podido ver durante la campaña por el
referéndum. Poniendo un blairista como
Alistair Darling al frente de la campaña “Mejor Juntos” sólo ha servido para
confirmar la sospecha creciente de que el nuevo laborismo no es esencialmente
diferente de los conservadores y liberales.
Como podía preverse,
Alex Salmond hizo carne picada con él en los debates públicos. No era algo
extraordinariamente difícil. Dirigentes laboristas como Darling son vistos
ahora por muchos conservadores como un disfraz. Sus políticas son poco
distinguibles de las de los conservadores. En lugar de oponerse a las políticas
conservadoras de recortes y austeridad, siempre dicen: “Yo también”. Desean con
más entusiasmo servir a los banqueros y a la City de Londres que a los
trabajadores que los votan. Ellos más que nadie son responsables del crecimiento
del sentimiento nacionalista en Escocia.
La farsa del líder de
los laboristas Ed Miliband apresurándose hacia Escocia junto con David Cameron
y su compinche Nick Clegg para apoyar la causa de la unión simplemente
fortaleció la determinación de la gente hacia el Sí. Hastiados con la dirección
derechista del Partido Laborista, muchos votantes laboristas fueron atraídos
por la idea que la independencia podía ser una salida. Esto fue manifestado por
el voto al Sí en Glasgow, algo que hubiera sido impensable en el pasado.
Las falsas promesas del SNP
Debemos admitir de
forma sincera que la campaña por el Sí ha servido para revitalizar la vida
política en Escocia. Ninguna otra campaña electoral ha alcanzado jamás algo
semejante. Los partidarios del Sí, especialmente los jóvenes, se han inspirado
de forma entusiasta. La razón no es difícil de encontrar. La gente quiere un
cambio fundamental en la sociedad. Esto no sólo se aplica a Escocia, es el caso
de todo el mundo. Mientras que los viejos partidos no ofrecen nada parecido a
un cambio fundamental, el SNP aparentemente ha hecho precisamente eso. Su
mensaje ha sido de esperanza para el futuro: una Escocia libre e independiente,
liberada del antiguo establishment conservador en Inglaterra, sería la vía para
el progreso y la democracia.
No en vano, no todo es
oro lo que reluce. Lea la letra pequeña de la receta del SNP para una Escocia
independiente y el espejismo comienza a desvanecerse. La Escocia independiente
de Salmond habría mantenido la libra y la monarquía y se hubiera mantenido en
la OTAN y la Unión Europea. Esta “independencia” es prácticamente
indistinguible de la famosa devo-max 3, la cual ha sido ofrecida
tardíamente por el otro bando.
La dirección del SNP
representa una tendencia capitalista que no tiene nada en común con el
socialismo ni la clase trabajadora. Creer que los trabajadores escoceses
obtendrían una mayor porción de los nacionalistas que de la que se llevan de la
pandilla conservadora-liberal de Londres es una ilusión necia. A lo largo de la
campaña del referéndum, Salmond se esforzó en hacer un llamamiento a los
banqueros y capitalistas para recabar su apoyo.
Cuando un gran puñado
de empresas como BP, John Lewis, Asda, Standard Life, BT, EE, O2, TalkTalk,
Vodafone RBS, Lloyds y B&Q, advirtió de los peligros de la independencia,
Jim sillares, ex líder adjunto del SNP, reaccionó amenazándoles con la
nacionalización. Advirtió que el gigante petrolero BP sería nacionalizado,
“parcial o totalmente”, mientras que los banqueros y los jefes alarmistas de
las grandes empresas serían castigados por estar en connivencia con los
conservadores. Y añadió: “Este referéndum es sobre el poder, y cuando obtengamos
un mayoritario Sí, usaremos ese poder para ajustar cuentas con BP y los
bancos”.
Pero sus comentarios
fueron contradichos inmediatamente por Salmond, quien dijo: “El día después del
Sí será un día de celebración para el pueblo, no de ajustar cuentas con las
grandes empresas que hayan apoyado la campaña por el No de Downing Street”.
Salmond continuó apelándoles a quedarse en Escocia y apoyar la economía
escocesa.
Un gobierno del SNP en
condiciones de crisis debería infligir profundos recortes en las condiciones de
vida, incluso mayores que las realizadas por Westminster. Por esta misma razón,
en el fin de campaña, Salmond insistió en la necesidad de un “gobierno
inclusivo”, incluyendo los partidos políticos que hicieron campaña por el No.
Con estas declaraciones, preparaba la vía para un gobierno de coalición,
incluyendo al Partido Laborista Escocés, para que la inevitable ola de ira y
decepción no fuera dirigida exclusivamente hacia el SNP. Como dice el refrán
inglés: “La miseria se sirve mejor en compañía”.
Hace tiempo, James
Connolly alertó que incluso en una Irlanda independiente, Inglaterra la
seguiría gobernando a través de los bancos. Si una Escocia capitalista hubiera
mantenido la libra esterlina (algo abiertamente dudoso), los directivos no
elegidos del Banco de Inglaterra tendrían un gran peso a la hora de determinar
sus políticas económicas.
¿Cómo puede un
demócrata defender la Reina como jefe de estado en una Escocia independiente?
¿Y cómo cuadra la pertenencia dentro de la OTAN con la ruptura con el
imperialismo y las guerras imperialistas, uno de los argumentos para romper con
la Unión? Por último, una Escocia independiente dentro de la UE debería
obedecer las normas y regulaciones de Bruselas, tanto si está a favor o no.
Todo esto significa que una independencia escocesa tendría un carácter
meramente ilusorio desde el comienzo. No solucionaría ninguno de los problemas
fundamentales de la clase trabajadora.
Los capitulantes de la izquierda
Algunos
desesperanzados que se describen a sí mismos como “marxistas” han fracasado
completamente a la hora de entender lo que Lenin escribió sobre este asunto.
Lenin defendía el derecho a la autodeterminación como una demanda democrática,
pero no creía que el derecho a la autodeterminación nacional pudiera ser justificado
en todas circunstancias o a cualquier precio. Al contrario, siempre lo
consideró un asunto subordinado a los intereses generales del proletariado
internacional y de la revolución socialista.
Rosa Luxemburgo tenía
una posición incorrecta sobre la cuestión nacional. Pero su error, como
siempre, fue dictado por sus profundas convicciones internacionalistas. No sólo
negaba el derecho a la autodeterminación de Polonia, sino que incluso negaba la
propia existencia de la nación polaca. Sin embargo, Lenin respetaba el hecho de
que Rosa Luxemburgo, quien era de nacionalidad polaca, estaba llevando a cabo
una lucha implacable contra los capitalistas nacionalistas polacos y el llamado
Partido Socialista Polaco dirigido por Pilsudksi.
Lenin dijo: Entiendo
que es su deber luchar contra el nacionalismo polaco, sin embargo, como
represente del Partido Socialdemócrata Ruso (dado que Rusia era la nación
opresora), tengo que defender el derecho del pueblo polaco a la
autodeterminación, incluso hasta el punto de formar un estado separado.
Asimismo, Lenin defendía la unidad de la clase trabajadora por encima de
cualquier línea nacional, lingüística, religiosa, etc. Hubiera considerado
aberrante y traición hacer cualquier concesión al nacionalismo burgués o
pequeñoburgués. En este punto, tanto él como Rosa Luxemburgo estaban
completamente de acuerdo.
Si uno aplica esta
posición al referéndum escocés, es evidente que los marxistas al sur de la
frontera tenían el deber de defender el derecho de autodeterminación de Escocia
exponiendo sistemáticamente el papel reaccionario del imperialismo británico,
el gobierno reaccionario de la coalición conservadora-liberal y el papel
vergonzoso de los dirigentes laboristas. Por otro lado, los marxistas escoceses
tenían que enfatizar en la necesidad de la unidad de la clase trabajadora,
concentrando su ataque al nacionalismo escocés y al capitalista SNP.
Desafortunadamente, la
izquierda escocesa se dejó llevar por la ola de sentimiento nacionalista.
Abandonó la posición de clase y escandalosamente se adhirió al capitalista SNP.
Este comportamiento no tiene nada en común con la posición de Lenin o, para el
caso, la de James Connolly o John MacLean. La mayoría de la izquierda escocesa
fue incluso más entusiasta en las perspectivas de una Escocia independiente que
los mismos líderes del SNP, haciendo vergonzosamente de teloneros.
Buscan ganar
popularidad a corto plazo subiéndose al tren del nacionalismo, pero este
oportunismo lleva a una vía muerta. Si la gente quiere unirse a un partido
nacionalista, no irá más lejos del SNP. El deber de la izquierda escocesa no es
apretar manos con el SNP, sino exponerlo como un partido capitalista que no
representa, ni puede hacerlo, los intereses de la clase trabajadora. Esto se
hará evidente en el próximo período, cuando se forme un gobierno escocés con
nuevos poderes económicos. Bajo condiciones de crisis, esto sólo puede
significar una cosa: nuevos poderes para atacar a la clase trabajadora.
Alex Salmond es
consciente de todo esto, admitiendo bastante honestamente que habría problemas
serios “al principio”. Este es el eufemismo del siglo. En condiciones de crisis
capitalista, la economía escocesa, que ya se encuentra en una posición
debilitada, entrará en dificultades que se reflejarán, no en una mejora en las
condiciones de los trabajadores, sino al contrario.
¡Por la unidad de la clase trabajadora!
Para los
conservadores, liberales-demócratas y los dirigentes del ala derechista del
laborismo, “Mejor Juntos” significa la unidad de Escocia con los banqueros y
capitalistas ingleses y el establishment de Westminster, lo cual es una simple
expresión de sus intereses. Los trabajadores de Escocia no quieren este tipo de
unidad y esta es la razón por la que muchos de ellos votaron Sí en el
referéndum. No en vano, hay otro tipo de unidad con la que los trabajadores de
Escocia están muy a favor: la unidad con sus hermanos de clase en el sur de la
frontera.
Los trabajadores de
Inglaterra, Escocia, Irlanda y Gales sufren los mismos problemas: desempleo,
pobreza, bajos salarios, falta de vivienda y servicios sociales, y se enfrentan
a los mismos enemigos. Marx escribió una vez que la sangre roja de la
revolución en el proletariado británico corre a través de las venas de los
trabajadores escoceses, galeses e irlandeses. En esta unidad reside su fuerza.
Esta es la razón por la que la clase dominante siempre intenta dividir a los
trabajadores en líneas de nacionalidad, lengua, raza, religión o género.
Nada más declarados
los resultados del referéndum, Cameron intentó jugar “la carta inglesa”. ¿Por
qué deberían tener los escoceses mayores competencias que nosotros? ¿Por qué
deberían sufragar los contribuyentes ingleses las matrículas gratuitas de las
universidades escocesas? ¿Por qué deberían poder votar los diputados escoceses
en Westminster sobre asuntos ingleses cuando los diputados ingleses no pueden
votar en el parlamento escocés?, etc.
Esto representa una
descarada maniobra para dividir y debilitar a la clase trabajadora y el
movimiento obrero en líneas nacionales. Los dirigentes laboristas han
protestado, pero en su usual forma cobarde y medida. “Necesitamos más tiempo”,
balan como ovejas asustadas. “No podemos discutir esto aisladamente”. Como
alternativa, sugieren tentativamente la convocatoria de una “Convención Constitucional”.
Quién participará y cuáles serán los puntos a tratar, no es mencionado.
Los marxistas somos a
menudo acusados de ignorar las demandas inmediatas y confinarlas a la llamada
por el socialismo como la única respuesta. Bueno, el socialismo es la única
solución. Pero los marxistas siempre lucharemos por cualquier demanda o reforma
que contenga el mínimo carácter progresista. Esto incluye demandas
democráticas. Entonces, tenemos que luchar por el derecho de los escoceses a
tener el máximo control de sus vidas, incluida la máxima cesión de competencias
sin demora.
También abogamos por
los mismos derechos democráticos para los pueblos de Gales, Irlanda del Norte y
cualquier región inglesa que lo desee. Y sí, si el pueblo de Escocia goza de
prescripciones de medicamentos y matrículas universitarias gratuitas, este
debería ser el caso en todas partes de estas islas. Y antes de entrar a
discutir si es democrático que los diputados escoceses y galeses voten en
Westminster, ¿no deberíamos preguntarnos antes si es democrático que la Cámara
alta del Parlamento esté llena de aristócratas y diputados jubilados no
electos? Por último, y no menos importante, ¿no es hora de acabar con la
monarquía, aquella reliquia antidemocrática del feudalismo?
¿Cómo vamos a pagar
todas estas reformas? La abolición de la Cámara de los Lores y la monarquía
ahorrará muchos millones, que serán mejor invertidos en las personas mayores,
los enfermos y los pobres. Pero la verdadera respuesta es la expropiación de
los bancos y las grandes corporaciones que están succionando la sangre vital de
la gente de Gran Bretaña: escoceses, galeses, ingleses e irlandeses por igual.
La condición previa para conseguir este fin es unir a los trabajadores de Gran
Bretaña en la lucha contra el enemigo común: el capital.
Quien se aleja un solo
milímetro del punto de vista de clase, aterrizará inevitablemente en el lodazal
de la capitulación al nacionalismo burgués. Hay que partir de los fundamentos.
Los dos mayores obstáculos para el desarrollo de las fuerzas productivas y por
tanto, los dos mayores obstáculos para el progreso humano en el mundo moderno
son la propiedad privada y el estado nacional. No estamos por la construcción
de nuevas fronteras nacionales, sino por la abolición de todas ellas; por una
Federación Socialista de Inglaterra, Escocia, Irlanda y Gales como el primer
paso hacia los Estados Unidos Socialistas de Europa y una Federación Socialista
Mundial.
Notas del traductor
1 El
programa Trident del Reino Unido se encarga del desarrollo, obtención y
operación de la actual generación de armas nucleares del Reino Unido. Está
formada por una flota de cuatro submarinos armados con misiles balísticos
Trident II D-5, capaces de disparar proyectiles con cabezas termonucleares. La
base naval se encuentra en Clyde a unos 40km al oeste de Glasgow.