El trabajo es, desde el principio de los tiempos, el motor
impulsor del hombre; lo que desdeñó al individuo de su aspecto primitivo a fin
de convertirlo en el ser desarrollado y pensante que conocemos hoy. En El papel del trabajo en la transformación
del mono en hombre, Federico Engels afirma, con toda certeza, que el
trabajo es “la condición básica y
fundamental de toda la vida humana. Y lo es en tal grado que, hasta cierto
punto, debemos decir que el trabajo ha creado al propio hombre”.
Engels evalúa los pasos decisivos en el desarrollo de la
posición erecta del ser humano e insiste en que solo el trabajo estimuló que la
mano del hombre hubiera alcanzado “ese
grado de perfección que la ha hecho capaz de dar vida, como por arte de magia,
a los cuadros de Rafael, a las estatuas de Thorwaldsen y a la música de
Paganini”. Con el transcurso del tiempo y las diferentes formaciones
económicas sociales, el trabajo fue adquiriendo diferentes matices. En la comunidad
primitiva se caracterizó por la labor colectiva y la propiedad común; mientras
que, con la aparición de la propiedad privada sobre los medios de producción,
en las formaciones siguientes el trabajo se convirtió en fuente de explotación,
del esclavo en la sociedad esclavista, el siervo en la feudal, y el obrero en
la capitalista.
La escuela cubana, basándose en los fundamentos de toda una
tradición histórica que tiene entre sus paradigmas a Ernesto Che Guevara,
trata de elevar estas ideas y concepciones teóricas, y resalta los valores del
trabajo como fuente de realización y creación, en la dignificación del hombre
y su enriquecimiento espiritual.
Sin embargo, a la luz de las disímiles transformaciones que
requieren del trabajo en la sociedad cubana, pareciera que para muchos jóvenes
aquellas lecciones quedaron en el plano del “deber ser”, ya que aunque un por
ciento no desestimable de la población se vincula al aporte
de su país desde el trabajo —muchas veces sin que le reporte los beneficios
económicos esperados—, otra cifra no menos preocupante prefiere vivir sin
vínculo laboral.
Según datos del último Censo de Población y Viviendas
publicados en la página oficial de la Oficina Nacional de Estadística e Información,
más de 4 900 000 personas estaban ocupados en Cuba en el periodo de la
investigación, y más de 167.000 cubanos se encontraban desocupados, de un total
de 5.086.000 económicamente activas.
Las causas relacionadas con la desvinculación laboral de ese
número de personas pueden ser de diversa índole, pero sin duda un contexto de
crisis económica ha influido en la conformación de esta realidad y de la
subjetividad de muchos cubanos, desde que a partir de la década de los ’90 del
pasado siglo, con la caída del campo socialista, se generó en la economía y la
sociedad cubanas la denominada “pirámide invertida”.
En ese contexto los salarios reales dejaron de satisfacer
las necesidades del trabajador y su familia, lo que provocó dejadez hacia el
trabajo, indisciplinas y, sobre todo, el traslado de profesionales hacia
labores mejor remuneradas. En el XX Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba, el General de
Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros,
aseguró que todavía “el actual sistema
salarial no se corresponde con el principio de distribución socialista ‘de cada
cual según su capacidad a cada cual según su trabajo’, o lo que es lo mismo,
no garantiza que el trabajador reciba según su aporte a la sociedad”.
Por esa y otras razones, hoy el perfeccionamiento del
sistema de pago se encuentra en el orden del día de la política salarial; sin
embargo, en no pocas ocasiones se ha insistido en que hacerlo de forma
apresurada y sin un aumento de la producción de bienes y servicios, traería
consecuencias graves para la economía nacional.
Algunos pasos como el aumento salarial a los trabajadores
del sector de la salud, o las medidas que apuestan por brindar mayor autonomía
a la empresa estatal socialista y prevén la estimulación salarial de acuerdo
con la contribución, dan muestra de que se ha iniciado un camino que debe
provocar a la vuelta de algunos años un incremento de la inserción laboral. En
este trayecto será de vital importancia sentar pautas para que el desarrollo
del pago por resultados se extienda paulatinamente a otros sectores económicos
y sociales del país.
De no potenciar el desarrollo del trabajo continuará
subyacente en la economía la contradicción que por un lado marca la necesidad
de una retribución económica del trabajo y para ello requiere el aumento de las
producciones y los bienes y servicios; y por otro la existencia de una forma de
remuneración que no es capaz de incentivar el incremento de los indicadores
económicos.
En buena medida ello dependerá de una estrategia de país
encaminada también a perfeccionar los mecanismos existentes para potenciar la
motivación al trabajo más allá de lo material, como por ejemplo, el
mejoramiento en los centros laborales de la atención a los recién graduados y
el perfeccionamiento de los planes de ubicación laboral.
Pero todo eso no será suficiente. Se requerirá además del
apoyo de esas manos que hoy prefieren permanecer bajo la tutela económica de
sus padres, o de aquellas que “viven del invento” quitándole al Estado lo que
este podría darle a la sociedad.
En entrevista ofrecida a este diario hace unos meses la
Doctora Laura Domínguez García, profesora titular en la Facultad de Psicología
de la Universidad de la Habana, analizaba algunos de estos temas y ofrecía
datos interesantes recopilados en una investigación que desde 1998 realiza
sobre los proyectos futuros de distintas muestras de jóvenes.
“En un joven la pregunta esencial —y así lo reconoce la literatura especializada—, es qué quiere tener en el futuro, cuál es el sentido para su vida, cuáles son sus proyectos, y en los estudios realizados ellos ubican en primer lugar la intención de graduarse con buenas notas, luego trabajar en un lugar que sea afín a sus intereses y donde tengan determinadas facilidades materiales para crear una familia y protegerla, recrearse, y tener una vida material placentera”.
El camino para lograr esa meta puede ser difícil y lleno de
dificultades, pero no será posible sin el concurso de todos y el incentivo del
trabajo, ese que es esencia del ser humano y que le dio contenido y forma desde
hace muchos años ya.
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