Piketty deja claro, entre sus tantas gráficas y sus más de
600 páginas con datos en su edición en inglés, la falta de distribución de la
riqueza anterior al año 1910 donde menos del 1 por ciento de la población en
algunos países de Europa, Norteamérica y Japón poseían la mayor parte de la
riqueza. En aquel entonces, y durante el siglo 19, una minoría absoluta de la
población del mundo industrializado se quedaba, en forma obscena, con la
riqueza producida por trabajadores y esclavos, y de la especulación y la
usurpación, mientras que entre el 60 al 80 por ciento de la población estaban
sumidos en la pobreza; y, no faltaban los críticos ni quienes activamente
desafiaban este estado de cosas. Es a partir justamente del año 1910, como
muestran las gráficas de Piketty, que aumenta levemente la redistribución de la
riqueza favoreciendo al resto de los habitantes en Europa y Estados Unidos.
Piketty en ninguna parte menciona a que se debe el pequeño mejoramiento en la
distribución de la renta, quizás no lo quiso decir o quizás como muchos autores
asume que los ricos y poderosos alcanzaron un nivel de “sensibilidad
civilizatoria” favorable a la equidad en sus países altamente industrializados.
Es un silencio importante, una pista, que nos alerta sobre lo que se deja
invisible, convenientemente olvidado, “el otro” y su lucha por la igualdad, la
historia de esa lucha por mejor distribución de riquezas y justicia; los
resultados, favorables y desfavorables, de su lucha, de la lucha de esas
mayorías.
Justamente, es a principios del siglo 20 y en Estados
Unidos, desde 1890 a 1920, que se da lo que ha sido llamada “la era
progresista;” una época histórica donde, desde algunos sectores del poder, se
cuestionaba el orden económico y social existente –se reclamaba en apoyo a las
ciencias, la asistencia social, la educación, el acceso a la salud, la
necesidad de reformas económicas y de negociación con los sindicatos. El máximo
exponente de esa corriente fue justamente el presidente Theodore Roosevelt, el
mismo que implemento el canal de Panamá, y quien fuera animador y protagonista
de las primeras guerras imperialistas de Estados Unidos fuera de sus fronteras.
Teddy Roosevelt siendo un presidente republicano desde 1901 al 1909, intuye y
percibe la importancia que las organizaciones de trabajadores y desempleados
pobres habían tomado en la sociedad norteamericana, ya no bastaban la represión
y el crimen para detener estas luchas. Fue el gobierno de Roosevelt quien crea
el “Square Deal” un programa basado en tres principios básicos: la conservación
de los recursos naturales, el control de las corporaciones nacionales y la
protección al consumidor. La represión contra activistas y sindicalistas no se
detiene ni se juzga a rico alguno o empresa, pero para 1912 Roosevelt funda el
primer llamado “Partido Progresista” de su país y con este partido intenta, sin
lograrlo, volver a ser presidente.
Aprovechando la Primera Guerra Mundial, y haciendo uso de
una propaganda patriotera efectiva, en muchos países de Europa y en
Norteamérica, los ricos sepultan todo movimiento en favor de la agenda social y
en consecuencia de esto para 1920 la sociedad vuelve a un tiempo de reacción,
que incluye una baja participación de la población y la inmovilidad política y
sindical opositora al sistema. Esto dura un corto tiempo. Para los años 30 en
todo occidente se empieza a vivir nuevamente un auge de las mayorías en repudio
a un sistema capitalista incapaz, que no por eso abandona su objetivo de
acumulación de riqueza, y que responde alimentando una criatura aterradora en
muchos países del mundo: el fascismo. El fascismo nace como salvador de los
ricos, pero aunque solo en algunos países logra surgir como un gran poder
político tuvo presencia en todos los países occidentales –aunque más tarde se
vuelva contra ellos mismos, contra Inglaterra, Francia, que mantenían una
careta democrática. Todos sabemos, aunque algunos parecen olvidar, las
atrocidades que la criatura fascista causó a la humanidad, y no podemos ignorar
que al término de la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética tenía un peso
importante en el mundo y que un nuevo impulso alentaba la liberación de los
pueblos. La situación política que había comenzado a principios del siglo 20
con tímidas reformas social-liberales se planteaba ahora como insuficiente, se
impone el cambio a través de reformas en los países centrales (luego llamados
“desarrollados”) y estas han de extenderse constitucionalmente hasta formar el
Estado de Bienestar social que hoy conocemos. Las clases dominantes, temerosas
de los impulsos revolucionares, tienen que aceptar estas transformaciones como
prerrequisitos para su continuada existencia de dominio y privilegio -la
plutocracia y sus instituciones adquieren en esos países un nuevo rostro que
perdura en nuestros días.
Desde 1945 hasta mediado de los años 80, como consecuencia
del estado de bienestar social, en los países centrales la redistribución de la
riqueza y de la renta llega a su apogeo beneficiando a la mayoría pero dejando
gente fuera de este beneficio (aborígenes, afroamericanos, otros). Fueron
cuatro décadas, o más, únicas en la historia moderna de la humanidad, que
causaran la fascinación y el deseo de muchas otras sociedades. Pero a partir de
los 80 se fueron desatando las ataduras y compromisos sociales a la plutocracia
y emergen los teóricos e ideólogos políticos favorables a la acumulación y el
descontrol de la riqueza conocidos luego como “neoliberalismo.” Inicialmente
fueron una minoría pero con esfuerzo y dinero se fueron transformando en
mayoría. Hoy, la mayoría neoliberal casi domina a occidente todo, la excepción
son los países latinoamericanos de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de
Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos, ALBA-TCP, y algún otro
gobierno que de alguna manera desafía la receta neoliberal única que los ricos
plantean para el mundo.
No debemos olvidar que el “anti-neoliberalismo” es suave, no
es radical, la expropiación de empresas ni se plantea, y si ocurre esta se
transforma en un negocio para la corporación expropiada que recibe mucho más
que lo que vale del estado que la expropia, y la inversión de capital
extranjero es siempre bienvenida. La República Popular Democrática de Corea es
una excepción pues limita las inversiones privadas foráneas, por propia
decisión o aislamiento y por ello es demonizada en todas partes. La ironía es
que los países desarrollados imponen políticas neoliberales a los demás pero
ellos todavía gozan de los beneficios del Estado de Bienestar en su casa. En
Europa del Este, embaucada con el engaño de la Unión Europea, y en
Latinoamérica pensar en un Estado de Bienestar es un pecado. Estos últimos han
vivido un turbio progreso temporal con el auge de exportaciones de materias
primas y han practicado una especie de “caridad oficial” que sigue al pie de la
letra las instrucciones de instituciones neoliberales –favoreciendo gobiernos
débiles con apariencia de sólidos. África sufre un neoliberalismo cruel, que
solo agudiza sus problemas endémicos y su desigualdad. La no-distribución de la
riqueza afecta también al Primer Mundo; su destino es hacerle compañía a
América Latina y África -a quienes nunca se les permitió establecer equidad con
excusas imperialistas, arrogantes y racistas. Para el mundo todo, significa una
vuelta al imperio de las injusticias del siglo 19, aun cuando el presente
muestre otras realidades y apariencias. La inequidad crea problemas
socio-económicos graves, contribuye al deterioro del medio ambiente, la salud y
la seguridad de los habitantes. Hace 40 años hablar de reformas era
irrelevante, el lenguaje, mucho más radical, planteaba proyectos
revolucionarios anti-capitalistas –al mando de “enardecidos líderes.” Hoy
muchos de estos líderes son conversos neoliberales y defienden la inequidad,
están en el bando de los ricos. La expresión revolucionaria y critica
organizada está hoy muy reducida pero no por ello es menos valiosa.
Thomas Piketty, como los economistas neo-keynesianos,
recomienda aplicar un impuesto progresivo a la riqueza o capital para poder
redistribuirla en el mundo. El investigador también destaca el proceder de
China en cuanto al control del capital, su fortaleza como gobierno y estado -en
comparación con gobiernos y estados del primer mundo, empobrecidos y colmados
de deudas, como muchos países del Tercer Mundo y países ex “socialistas.” El
habla de “estados pobres” en medio de ostentosas riquezas privadas, con
creciente poder económico y político. El desafío es quien va a llevar a la
práctica política estas recomendaciones de aumento del control del capital,
serán los laboristas británicos, los demócratas de Estados Unidos, los
socialistas españoles, los socialdemócratas alemanes, el Partido de los
Trabajadores de Brasil, La Nueva Mayoría de Chile, el Frente Amplio de
Uruguay... Por supuesto que ninguno de estos referentes políticos lo hará, no
tocaran al capital y a los ricos porque ellos han pasado a ser sus defensores y
representantes -junto a las otras organizaciones políticas que tradicionalmente
fueron creados para defender la plutocracia.
En occidente fuera de los gobiernos latinoamericanos del
ALBA, y quienes diariamente protagonizan y solidarizan en diferentes frentes
por la justicia, ningún otro se opone al neoliberalismo y la globalización
económica imperialista. No se ve en el horizonte ninguna reforma al capital en
favor de la igualdad, ni cambios revolucionarios como meta política. No se
defienden ni los beneficios sociales que aún conservan los países
desarrollados; no existe allí convocatoria organizada sino esporádica y con
escasa convicción, reina la despolitización, y las mayorías parece viven aun
relativamente bien. Los pocos que tienen conciencia de la realidad enfrentan
una tarea titánica dado sus limitadas fuerzas. En el espacio europeo apareció
la esperanza cuando el pueblo griego eligió un gobierno que lo defendiera del
robo impuesto por instituciones financieras mundiales, pero Syriza parece
vacilante.
El mismo Piketty señala la importancia de la economía
política, en Europa y el mundo, la falta de cambios políticos favorecerá la
lenta decadencia para la mayoría (no para los ricos) entre deudas estatales,
deudas de los hogares, inequidad, injusticias e indignidades. Hoy en Europa
rige una sola ideología y práctica política, no hay empacho en sacar a relucir
la opción fascista –y esto no por los grupos de extrema derecha en crecimiento
sino de parte de los gobiernos mismos, con total irresponsabilidad de lo que
significa el peligro de apoyar grupos neo-nazistas en Ucrania, y extremistas en
otros lugares, bajo la creencia de que estos sirven a sus intereses. Están
dispuestos a masacrar juntos con otros imperialismos a cualquier pueblo del
mundo; su salida es la guerra constante y refleja históricamente el colapso
imperial, el final de su supremacía y peligrosamente puede arrastrar al mundo
todo.
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